Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
El 22 de febrero el presentador de Fox News Tucker Carlson comenzó su programa – uno de los más populares en Estados Unidos – con un monólogo donde atacaba la política exterior del gobierno en un momento en que las tensiones en la frontera ucraniana estaban por dar inició a una guerra. Carlson preguntaba de forma retórica: “¿Por qué los estadounidenses deberían odiar a Vladimir Putin? ¿Acaso Putin me ha llamado racista? ¿Me ha amenazado por no estar de acuerdo con él? ¿Rusia es la responsable de la deslocalización de los puestos de trabajo de nuestro país ¿Fue la creadora de una pandemia artificial que provocó el colapso de la economía y nos encerró durante dos años? ¿Le enseña a mis hijos sobre la discriminación racial? ¿Fabrica fentanilo? ¿Intenta destruir el cristianismo? ¿Come perros? Todas estas son preguntas serias y la respuesta a ellas es no” (1).
El hecho de que Carlson defendiera a Putin causó que los medios liberales lo condenaran al igual que Donald Trump cuando elogió al dictador ruso. Sin embargo, otras de las declaraciones antiliberales de Carlson pasan normalmente desapercibidas. Por ejemplo, en el 2019 decía que “los líderes republicanos deberían reconocer que la libertad de mercado no es una religión. El libre mercado es una herramienta como lo es una grapadora o una tostadora y adorar estas herramientas es una tontería. Este sistema fue creado por los seres humanos para su propio beneficio, por lo que nuestro propósito en la vida no es servirle sino todo lo contrario. Un sistema económico que destruya y haga pedazos la familia no vale la pena y está condenado a perecer” (2).
Por supuesto, Carlson no es el único republicano que hace esas afirmaciones. Por ejemplo, el senador republicano Josh Hawley aparece muchas veces en su programa y también ha condenado abiertamente el capitalismo de las grandes empresas tecnológicas. Otro senador republicano, Tom Cotton, ha retomado las condenas discursivas de Carlson contra el libre mercado, aunque sin renunciar al legado de Ronald Regan. Cotton dice que “las fronteras abiertas, el comercio sin restricciones y la globalización” son un error, pues Estados Unidos “no es una nación que sirve a la economía, sino que tiene una economía para que sirva a la nación”. Por su parte, el líder republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, adoptó la nueva retórica del Partido Republicano contra las grandes empresas diciendo que no existe lugar para ellas al interior del Great Old Party (nombre que los estadounidenses dan al Partido Republicano, n.d.t) y que ellos no son vasallos de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos.
¿Cualos son los orígenes de este discurso? Muchas de estas ideas son defendidas en las tabernas estadounidenses por los seguidores de Carlson y Fox que atacan tanto el capitalismo “woke” como las “guerras eternas” impulsadas por el gobierno, las “feminazis” y los “libertarados del Partido Demócrata”. Sin embargo, los ataques de Carlson contra el capitalismo monopólico y el expansionismo de la OTAN también pueden encontrarse en numerosos intelectuales que escriben en el New York Times o dictan cátedras en universidades como Harvard y Notre Dame (3). Muchos de ellos provienen del conservadurismo católico, pero otros en algún momento fueron seguidores de Barack Obama (4). Uno de los invitados regulares de Carlson, Rod Dreher, dice que su odio hacia el monopolio capitalista lo heredó de la cultura hippie y su defensa de volver al campo (5), mientras que otros de sus invitados, como Matt Stoller, asesoraron a Bernie Sanders en sus programas para la regulación bancaria (6).
Resulta interesante que muchos demócratas y progresistas que detestan las declaraciones de Carlson sobre Putin o el conservadurismo cultural comparten algunos de sus puntos de vista (muchas veces sin darse de cuenta) en temas que tienen que ver con la economía política. Tanto Alejandra Ocasio-Cortez como Elizabeth Warren rechazan las ideas de Carlson sobre el aborto, los derechos de los homosexuales y la inmigración, pero comparten sus puntos de vista sobre la necesidad de aplicar leyes antimonopolio y cambiar las políticas comerciales “neoliberales” que Estados Unidos adoptó durante la administración Clinton hace una generación. Por otro lado, muchos de los más viejos entre los Baby Boomers liberales, así como los conservadores moderados que rechazan a Trump, comparten las críticas de Carlson a la “cultura woke” ya sea que quieran admitirlo o no.
¿Este antiliberalismo económico es positivo? A lo largo de la historia de los progresos de las sociedades democráticas solo se han logrado cuando diferentes facciones se ponen de acuerdo con respecto a alguno que otro punto: hace unos diez años se aprobaron leyes más benignas para los presos debido a que muchos fiscales conservadores consideraban que era necesario reducir la población carcelaria con tal de recortar el gasto público, mientras que los líderes religiosos comenzaron a decir que la gente en prisión debía ser compadecida y podía ser redimida. Por supuesto, los liberales no estaban de acuerdo con estos argumentos, pero compartían los mismos objetivos que los conservadores y eso llevó a la aprobación de una legislación bipartidista que produjo una fuerte reducción de la tasa de encarcelamiento.
No obstante, lo que está en juego hoy en día es mucho más importante: ahora que los gobiernos liberales en todo el mundo se ven amenazados por dictadores y autócratas tanto dentro de los Estados Unidos como por fuera, aquellos que compartimos valores progresistas no podemos acercarnos a personajes que rechazan los valores defendidos por el liberalismo y sobre los que se fundó nuestra republica constitucional como el pluralismo democrático, la limitación de los privilegios heredados y el Estado de Derecho. Personas como Carlson rechazan de facto tales valores, pero eso no impide que existan muchos puntos en los que tanto los republicanos como los demócratas se sienten identificados, por lo que no debe extrañarnos que algunos de los conservadores que ahora giran alrededor de Carlson en algún momento se den cuenta de que en el fondo son liberales.
Uno de los autores que más cita Tucker Carlson es Rod Dreher. Dreher, nacido en el seno de una familia obrera de Luisiana, escribió en el 2006 un libro titulado Crunchy Cons: How Birkenstocked Burkeans, Gun-Loving Organic Gardeners, Evangelical Free-Range Farmers, Hip Homeschooling Mamas, Right-Wing Nature Lovers, and Their Diverse Tribe of Countercultural Conservatives Plan to Save America (or at least the Republican Party) (7). Los diez puntos que trata Dreher en ese punto fueron ignorados por el Partido Republicano cuando este fue publicado, pero ahora son defendidos por senadores como Hawley y Cotton. Entre los puntos importantes de esta obra se encuentran “el escepticismo tanto hacia las grandes empresas como hacia los gobiernos gigantescos” y una reafirmación de “lo pequeño, local, antiguo y particular que siempre será superior a lo grande, global, nuevo y abstracto”.
Muy pronto Dreher unió fuerzas con varios intelectuales conservadores que estaban hartos de la alianza entre el Partido Republicano y las empresas estadounidenses que había florecido durante las presidencias de Reagan y los dos Bush. Muchos de ellos eran seguidores de las ideas de Phillip Blond, un teólogo y economista político inglés que escribió en el 2009 un famoso ensayo titulado The Rise of the Red Tories (8). En él, Blond habla de cómo muchos británicos rechazaban tanto el estatismo promovido por la izquierda como el fundamentalismo de mercado promocionado por la derecha. Además, decían que la derecha y la izquierda son “herramientas al servicio de los monopolios comerciales”. Durante la gira de Blond por los Estados Unidos en el 2010, Dreher y él compartieron tribuna en la Universidad de Georgetown junto con otros dos pensadores estadounidenses que se convirtieron en sus principales difusores en el país.
Uno de estos dos prensadores era Ross Douthat, quien en ese entonces era un joven de veinte años que escribía columnas en The New York Times (9). Douthat hacia parte de un grupo de escritores conservadores heterodoxos que el Washington Monthly apodaba los “Reformistas Conservadores” (10) y se hicieron conocidos debido a sus críticas al Partido Republicano que por un lado se consideraba como un defensor de los valores familiares y la clase trabajadora mientras que por el otro recortaba los impuestos a los ricos y deslocalizaba millones de empleos. Douthat escribió junto con Reihan Salam un libro llamado el Grand New Party (11) donde defendían el New Deal desde una perspectiva conservadora muy alejada de los principios del liberalismo actual. Ambos autores citan los minuciosos estudios de Allan C. Carlson (12) y defienden a figuras liberales como Eleanor Roosevelt y Frances Perkin, además de sus políticas públicas a favor del matrimonio y las familias tradicionales sustentadas por un solo sueldo. Douhat y Salam señalan que la Ley de Seguridad Social fue creada para que las mujeres casadas recibieran pensiones, incluso si solo habían sido amas de casa durante toda su vida y nunca habían pagado impuestos, una ley que todavía sigue vigente hoy.
Blond y Douthat compartieron ese día podio con otro intelectual cuya carrera empezaba a despegar: Patrick Deneen (13), quien entonces era profesor de la Universidad de Georgetown y fue el anfitrión del evento, posteriormente difundiendo las ideas de Blond. Deneen sostenía que Blond atacaba al “Estado centralizado moderno porque creaba grandes concentraciones de riqueza y poder mediante el libre mercado” mientras que al mismo que al mismo tiempo destruía los “vínculos comunitarios” de los gobiernos regionales, las familias y las devociones religiosas.
Deneen sostenía que la Gran Recesión del 2008 era una prueba de la peligrosa simbiosis entre un gobierno gigantesco con el monopolio capitalista, pues el consenso bipartidista decidió salvar a los bancos que eran “demasiado grandes como para caer” mientras condenaba a millones de personas a perder sus hogares ante la imposibilidad de pagar las hipotecas. Deneen señalaba que “la crisis demostró que el modelo que había sido promovido durante cincuenta años tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña, es decir, elegir entre el Estado y el Mercado, no era más que una farsa, pues la mano derecha y la mano izquierda de este Estado servil habían contribuido a convertir a los ciudadanos libres en súbditos dispensables”. Deneen y otros pensadores crearon su propia revista, Front Porch Republic, que defendía el localismo, la pequeña empresa y la vida comunitaria (14).
Estos puntos han sido muchas veces abordados por las tradiciones del pensamiento católico, en especial por la encíclica Rerum novarum (15), o “Los derechos y deberes del capital y del trabajo”, escrita por el Papa León XIII en 1891. En ella se intentan conciliar los efectos corrosivos del libre mercado con la cohesión y la solidaridad comunitaria. Estas ideas fueron retomadas por pensadores como G. K. Chesterton e Hilaire Belloc, siendo este último el creador del término “Estado Servil” (16) con el cual atacaba la alianza entre el capitalismo monopólico con los gobiernos que despojaba a los trabajadores de sus propiedades individuales y de ese modo los condenaba a la servidumbre. La defensa del localismo siempre ha sido parte del ala jeferssoniana-jacksoniana del Partido Demócrata donde existen muchos seguidores del agrarismo de Wendell Berry que desprecian la contracultura, el consumo de masas y las instituciones gigantescas. Esta fusión entre ideas de derecha e izquierda parecía muy prometedora en un momento donde los estadounidenses estaban recuperándose de la Gran Recesión y aprendían de ella.
Sin embargo, ocho años después, Deneen comenzó a tomar un camino muy diferente. Fue entonces cuando en el 2018 publicó su libro más importante como profesor de ciencias políticas en la Universidad de Notre Dame: Why Liberalism Failed (17) que fue muy bien recibido por el público y en cuya contraportada había comentarios de Douthat y Cornel West. La reseña que el New York Times hizo del libro decía “que era un libro imprescindible en esta época de desilusión” (18). El conocido especialista en jurisprudencia de Harvard, Adrian Vermeule, escribió en el American Affairs que Deneen era “un digno sucesor de Tocqueville” (19). Además, una edición de bolsillo del libro salió en el 2019 con una reseña de Barack Obama en la que sostenía que “realiza comentarios muy contundentes sobre la pérdida del sentido de la comunidad”.
Este libro de Deneen apareció en un momento donde muchos liberales habían comenzado a replantearse la relación entre la política y el capitalismo global, pues habían sido defensores de la reducción de los impuestos a las aduanas y la desregulación de los mercados financieros durante la presidencia de Clinton. No obstante, ahora consideraban que se habían equivocado al ver como las zonas rurales quedaban despobladas y el desempleo alimentaba el ascenso de Donald Trump y otros movimientos reaccionarios por todo el mundo. Por supuesto, esta descripción que hacia Deneen de como el interior de los Estados Unidos estaba siendo destruido por los monopolios corporativos no dejó de llamar la atención de los liberales.
El problema radicaba en que el libro de Deneen se titula El fracaso del Liberalismo y no el Fracaso del liberalismo y el conservadurismo. Deneen no habla en él de la necesidad de que la izquierda y la derecha se unan en una causa común en contra de los monopolios corporativos y un Estado administrativo a su servicio, sino que realiza un ataque contra el liberalismo reduciéndolo a puro libertinaje. Robert Kuttner, quien escribió una reseña crítica en contra del libro de Deneen para el The New York Review of Books, fue uno de los pocos liberales que se dio cuenta de la hostilidad creciente de Deneen contra este sistema de gobierno (20), ya que en algunos de los capítulos del libro no solo atacaba el capitalismo, sino también a la Ilustración, acusándola de redefinir el concepto de libertad como “la destrucción de todas las restricciones posibles” en lugar “del antiguo concepto de libertad” entendido como “la capacidad que tienen los seres humanos de dominar sus deseos más bajos y hedonistas”.
Deneen dice que el liberalismo ya no era una forma de canalizar y regular la competencia económica con tal de preservar el orden público ni tampoco un sistema que protegía los derechos individuales en contra de las tiranías, incluyendo los Estados esclavistas de la antigüedad o los confederados sureños, sino que ahora se había convertido en una filosofía que defendía el “todo vale” y el “egoísmo”.
Desde la publicación de El fracaso del Liberalismo de Deneen se han venido popularizando las ideas de escritores radicales que se autodenominan como “postliberales” o defensores de un “conservadurismo nacional”. Entre ellos podemos contar al joven inmigrante iraní convertido al catolicismo Sohrab Ahmari, antiguo redactor del New York Post y que ahora es editor de Compact Magazine. Tucker Carlson lo entrevisto en el 2021 (21).
Ahmari es muy conocido por haber escrito un artículo en contra de David French (22), un abogado conservador que se ha especializado en la defensa de la libertad religiosa durante 50 años y que a menudo recurre a la Primera Enmienda para que los cristianos puedan organizarse en las universidades y en otra clase de lugares públicos. Ahmari considera que el hecho de que French confié en la Constitución de Estados Unidos como un medio para defender la libertad religiosa es una farsa ya que según él esta se basa en un programa liberal e individualista radical que implica que los defensores de la religión deban renunciar a sus propios valores con tal de aceptarla.
Ahmari usa como ejemplo de esta libertad individualista radical que en la Biblioteca Pública de Sacramento se patrocina una “hora para que los drag queens lean cuentos a los niños”, por lo que, haciéndose eco de Deneen, dice que “el movimiento liberal contra el que nos enfrentamos promueve antes que nada la autonomía individual”, es por eso que sus defensores sostienen que “no se le puede poner restricciones a esta autonomía en materia sexual o transgresiones, sin hablar de nuestra capacidad para desfigurar nuestros cuerpos y redefinir lo que es el ser humano. Cualquier ataque en su contra es una forma de represión”.
Douthat organizó un debate entre Ahmari y French en la Universidad Católica de Washington, D.C., en el 2019. French defendió que el mismo concepto de libertad que permite a los drag queens leer historias a los niños es el que permite a los cristianos organizarse y hacer contrapeso (23) ya que la Constitución no define que ideología puede o no expresarse. En un determinado momento French le preguntó a Ahmari lo siguiente: “¿Estaría dispuesto a abolir la neutralidad que nos proporciona la Primera Enmienda?”. A lo que Ahmari respondió: “Sí, pienso que sí”.
Algunos piensan que French ganó el debate, pero Ahmari obtuvo un grupo importante de seguidores que cada vez expresan más abiertamente sus puntos de vista dentro de los círculos conservadores. Dentro de este último grupo se encuentra el director de la revista American Affairs y politólogo de la Universidad de Dallas, Gladden Pappi, el teólogo de la Universidad Católica Chad Pecknold y el profesor de derecho constitucional de la Universidad de Harvard Adrian Vermeule,. Todos ellos publican regularmente ensayos junto a Deneen en una revista titulada The Postliberal Order (24).
Este grupo está compuesto por muchos jóvenes conservadores que combinan el desprecio que sienten por las instituciones liberales estadounidenses (como los medios de comunicación, Hollywood, las universidades) con un ataque contra el capitalismo de la vigilancia (Facebook, Google, Twitter) defendiendo una sociedad cristiana blanca. Vale la pena decir que David Brooks, quien fue a la Conferencia Nacional del Conservadurismo en Orlando, salió horrorizado de allí después de escuchar las presentaciones de Rachel Bovard, Amanda Milius, Christopher Rufo y otros Millennials que componían las filas de este nuevo conservadurismo donde se “fusionaban la guerra cultural y la guerra de clases en una nueva forma de Götterdämmerung marxista” (25).
¿Esto debería aterrorizar a los liberales? Sí, sin duda. No obstante, y aunque resulte sorprendente, existen otros puntos en los que coinciden tanto la Nueva Derecha como la Nueva Izquierda.
Uno de ellos tiene que ver con la política hacia las familias. Por supuesto, algunos de sus defensores promueven la defensa de la familia como un modo para contrarrestar el declive demográfico y restaurar los privilegios patriarcales, pero muchas de sus propuestas no se diferencian de las políticas que durante mucho tiempo defendieron los socialistas suecos o franceses e incluso el movimiento feminista estadounidense.
Uno de los puntos donde todos coinciden es en su ataque al poder de las grandes empresas. Un ejemplo claro es Pappin quien fue entrevistado por Tucker Carlson en su programa a principios de este año y donde defendió el fortalecimiento de los sindicatos y el restablecimiento de las cadenas de suministro regionales, además de la aplicación de leyes laborales y antimonopolio con tal de destruir a empresas como Amazon, Uber y las grandes compañías informáticas. Otro invitado que Carlson entrevistó este año fue Matt Stoller, quien trabajó con Bernie Sanders y hace poco publicó un libro llamado Goliath, donde habla de la necesidad de que los demócratas recuperen sus tradiciones populistas contra los grandes monopolios.
En una entrevista que Deneen nos concedió en enero nos contó de la admiración que sentía por Barry Lynn, el fundador del Instituto de Mercados Abiertos y uno de los principales líderes progresistas que ha impulsado leyes antimonopolio (Lynn es también colaborador habitual del Washington Monthly). Deneen dijo que “compartía sus ideas y que se hacía eco de las propuestas contra los monopolios de los conservadores”, pues los monopolios “socaban el poder público y él ha criticado todo eso de forma brillante. Si queremos defender una república democrática, entonces debemos impulsar un poder político que desmonte el monopolio privado del poder”.
Tales ideas se hacen eco de las tradiciones “democrático-republicana” que siempre han hecho parte del credo liberal de los Estados Unidos desde su fundación y que durante la década de 1980 fueron abandonadas por el fundamentalismo del mercado bipartidista que senadores como Elizabeth Warren, la comisionada federal de comercio Lina Khan y muchos otros conocidos progresistas, intentan desarticular (puede leerse el artículo de Caroline Fredrickson, “The Too Supreme Court”, página 49, para profundizar sobre este problema). Aparentemente el fracaso del liberalismo del que habla Deneen no tiene nada que ver con el liberalismo real, el cual siempre se ha opuesto a los monopolios económicos, la religión organizada y la censura política que amenazan los cimientos de cualquier república democrática.
La tragedia de Deneen y mucho de los que profesan sus puntos de vista sobre la necesidad de contener el poder corporativo y defender los vínculos comunitarios – casos de J. D. Vance o Josh Hawley y quizás el mismo Tucker Carlson – consiste en que no se dan cuenta que todo eso hace parte de las tradiciones liberales sobre las cuales se fundó Estados Unidos y que no pueden ser reducidas a una forma de libertinaje. Por el contrario, se trata de una combinación entre el poder político y el poder económico con tal de lograr la armonía. Tal combinación llevó a una “mejora interna muy notable”, como sucedió con los ferrocarriles que, a pesar de ser construidos por empresas privadas, eran regulados por un sistema público. Durante el siglo XX esta tradición liberal salvó al capitalismo de sí mismo gracias a la Era del Progreso y el New Deal que impusieron leyes antimonopolio. El siglo XXI tendrá que encontrar la forma de reducir las emisiones de carbón, controlar el capitalismo de la vigilancia antes de que destruya nuestra vida privada o acabe con la posibilidad de tener alternativas libres que traigan la prosperidad a todos frente a una expansión del autoritarismo.
Sin embargo, el movimiento postliberal sigue atrayendo y reuniendo a las multitudes enfadadas que profesan el trumpismo y las ideas Fox News: el liberalismo es caricaturizado, identificándolo con una clase dominante que mediante el uso de las redes electrónicas oprime tiránicamente a los ahorradores y a la gente con principios religiosos, mientras promueve toda clase de ocios perversos. Muchos post-liberales saben que eso no es cierto, pero una cosa es discrepar con la idea de que Estados Unidos es una sociedad racista/sexista/reaccionaria fundada en 1619 y no en 1776 y otra muy distinta es rechazar 1776 con tal de únicamente reconocer 1620, momento en que los peregrinos crearon una nación blanca y cristiana según los designios de Dios.
Es un hecho que la Declaración de Independencia y la Constitución de Estados Unidos ha creado una sociedad avanzada donde la mayor parte de la población va a la iglesia. Como muy bien lo ha señalado Steve Waldman y otros estudiosos de la religión esto se debe a que Estados Unidos – a diferencia de Rusia o Hungría – carece de una religión organizada esclerótica y cesarista (26). En vez de eso, tenemos una sociedad donde una enorme cantidad de iglesias compiten equitativamente por el mercado de las almas con tal de salvar la mayor parte de ellas de una forma que no lo hace ningún otro sistema.
Por lo tanto, ha llegado la hora de que los posliberales decidan y declaren de qué lado están: desde que Rod Dreher publicó su primer libro donde atacaba la fe de los republicanos en el libre mercado, ha pasado de defender el retiro monástico a alabar la promoción de Putin del conservadurismo cultural y religioso, para finalmente visitar junto con Tucker Carlson la Hungría de Viktor Orbán y considerarla un modelo que debería copiar Estados Unidos. Consideramos que esto es una equivocación. Si lo que les preocupa a todos ellos son los excesos que comete la “cultura de la cancelación”, la “corrección política” y la “políticas identitarias”, sin hablar del control que ejercen las grandes empresas tecnológicas, entonces la solución no está en el modelo de Putin o que nos convirtamos a alguna Iglesia Ortodoxa Oriental. Lo que debemos hace es restaurar el verdadero liberalismo que, a pesar de todos sus defectos, es el modelo que mejor garantiza la libertad de expresión y religiosa y que nos defiende de los estragos de un libre mercado despiadado.
Notas:
- https://www.foxnews.com/opinion/tucker-carlson-hate-putin-americans-suffer
- https://www.realclearpolitics.com/video/2019/01/03/tucker_carlson_we_are_ruled_by_mercenaries_who_feel_no_long-term_obligation_to_the_people_they_rule.html
- https://www.nytimes.com/2019/01/12/opinion/sunday/tucker-carlson-fox-news-republicans.html
- https://www.nybooks.com/articles/2019/11/21/patrick-deneen-blaming-liberalism/
- https://www.amazon.com/Crunchy-Cons-Conservative-Counterculture-Return-ebook/dp/B003DYGO7S/ref=tmm_kin_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=
- https://www.youtube.com/watch?v=FcfNNYItA_o&ab_channel=EdSanora
- https://www.amazon.com/Crunchy-Cons-Birkenstocked-evangelical-homeschooling/dp/1400050642
- https://www.prospectmagazine.co.uk/magazine/riseoftheredtories
- https://www.nytimes.com/2008/06/27/opinion/27brooks.html
- https://washingtonmonthly.com/2013/06/02/reformish-conservatives/
- https://bookshop.org/books/grand-new-party-how-republicans-can-win-the-working-class-and-save-the-american-dream/9780307277800
- https://www.amazon.com/Cottage-Work-Station-Familys-Industrial/dp/0898704294
- https://politicalscience.nd.edu/people/patrick-j-deneen/
- https://www.frontporchrepublic.com/
- https://www.vatican.va/content/leo-xiii/en/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum.html
- https://www.amazon.com/Servile-State-Hilaire-Belloc/dp/0692282483
- https://yalebooks.yale.edu/book/9780300240023/why-liberalism-failed/
- https://www.nytimes.com/2018/01/17/books/review-why-liberalism-failed-patrick-deneen.html
- https://americanaffairsjournal.org/2018/02/integration-from-within/
- https://www.nybooks.com/articles/2019/11/21/patrick-deneen-blaming-liberalism/
- https://www.nybooks.com/articles/2019/11/21/patrick-deneen-blaming-liberalism/
- https://www.firstthings.com/web-exclusives/2019/05/against-david-french-ism
- https://www.newyorker.com/news/the-political-scene/david-french-sohrab-ahmari-and-the-battle-for-the-future-of-conservatism
- https://postliberalorder.substack.com/
- https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2021/11/scary-future-american-right-national-conservatism-conference/620746/
- https://www.christianbook.com/founding-providence-politics-religious-freedom-america/steven-waldman/9780812974744/pd/974744
Fuente: https://washingtonmonthly.com/2022/04/03/inside-tucker-carlsons-brain/