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Soldados de doble uso

Fuentes: La Estrella Digital

De los casi 150.000 soldados que EEUU tiene desplegados en Iraq, apenas 18.000 constituyen la fuerza en contacto con la población, mediante patrullas y misiones de control, orden público y seguridad. Un contingente mucho mayor se encuentra acuartelado en las inmediaciones de Bagdad y en bases fuertemente protegidas, aislados de la población y en permanente […]

De los casi 150.000 soldados que EEUU tiene desplegados en Iraq, apenas 18.000 constituyen la fuerza en contacto con la población, mediante patrullas y misiones de control, orden público y seguridad. Un contingente mucho mayor se encuentra acuartelado en las inmediaciones de Bagdad y en bases fuertemente protegidas, aislados de la población y en permanente actitud defensiva, lo que contribuye poco a mantener la moral de las tropas.

Como consecuencia de la táctica adoptada, que ha dejado en manos de la insurgencia gran número de ciudades y pueblos, es ahora cerca de un 75% de la población suní el que apoya la resistencia armada, en comparación con el 14% que lo hacía en el 2003, cuando el Departamento de Defensa de EEUU realizó su primera encuesta al respecto.

Sea debido al ambiente de hostilidad en el que viven las fuerzas de ocupación o a otras razones complementarias, el ritmo de reclutamiento de soldados en EEUU sufre una seria deceleración. No se logra reclutar el número de soldados requeridos, pese a las elevadas primas de enganche, las amplias facilidades para alistar inmigrantes ilegales y convertirlos en ciudadanos de EEUU, y un sinnúmero de ventajas que intentan compensar el negativo efecto de las bajas militares en el infierno iraquí.

La drástica reducción de las cualidades y exigencias mínimas para convertirse en soldado está creando ahora nuevos problemas en los ejércitos de EEUU, que preocupan a los mandos militares y a los dirigentes políticos. No es el menor de ellos la creciente presencia de las bandas organizadas y las tribus callejeras en el seno de las unidades militares. Un reciente traslado de soldados a una base militar próxima a El Paso, en Texas, obligó al FBI a preparar medidas para hacer frente a un previsible incremento de la conflictividad callejera entre la más influyente y arraigada banda local, llamada «Barrio Azteca», y la banda «Folk Nation» (Nación del Pueblo), muy extendida entre los soldados recién llegados. Esta última nació en Chicago y reúne a muchos grupos subordinados que utilizan el nombre de «discípulos de los gánsteres».

Temen las autoridades que, dada la influencia de tales bandas no sólo en los soldados sino también entre sus familiares, las guerras callejeras podrían intensificarse en El Paso, como ha ocurrido en otras ciudades de EEUU al producirse un desequilibrio entre los territorios controlados por unos y otros grupos. Un policía de esta ciudad comentaba que en muchas bandas callejeras se incita a los miembros que carecen de antecedentes policiales a alistarse en el Ejército para aprender el uso de las armas y las tácticas de combate. Un especialista en bandas callejeras afirmaba: «La mayor parte de los jóvenes que componen esas bandas proceden de los mismos estratos socioeconómicos en los que es muy común alistarse en el ejército para salir de la miseria». Así pues, no es de extrañar que en el seno de los ejércitos sigan funcionando las vinculaciones internas de las bandas.

Vinculaciones también activas en los grupos neonazis, racistas y xenófobos, en auge en el sur de EEUU, que se alimentan del recelo que produce la inmigración clandestina. Una revista neonazi fomentaba el reclutamiento en el Ejército y aconsejaba a sus lectores alistarse en la infantería ligera, porque «la inminente guerra racial y étnica que ocurrirá pronto será una guerra de Infantería […] Se irá casa por casa, hasta que la ciudad quede limpia y los individuos de las razas extrañas tengan que huir al campo, donde serán cazados y exterminados». Investigaciones policiales han revelado la existencia de incipientes redes neonazis entre los militares, que intercambian información sobre armas y reclutamiento y mantienen secreta la identidad de sus miembros.

Servirse de los soldados para apoyar por la fuerza políticas contra el propio Estado que los recluta no es nada nuevo. En 1916, al teorizar sobre el programa militar de la revolución proletaria, Lenin escribió: «La militarización penetra ahora toda la vida social. El imperialismo es una lucha encarnizada de las grandes potencias […] y por ello tiene que conducir inevitablemente a un reforzamiento de la militarización en todos los países, incluso en los neutrales y pequeños. ¿Con qué harán frente a esto las mujeres proletarias? […] Les dirán a sus hijos: ‘Pronto serás grande. Te darán un fusil. Tómalo y aprende bien a manejar las armas. Es una ciencia imprescindible para los proletarios, y no para disparar contra tus hermanos, los obreros de otros países, […] sino para luchar contra la burguesía de tu propio país, para poner fin a la explotación, a la miseria y a las guerras, no con buenos deseos, sino venciendo a la burguesía y desarmándola'».

Es curioso observar que un fenómeno social parecido al observado en la Rusia presoviética preocupa hoy en EEUU, cuando sus ejércitos se ven infiltrados por soldados «de doble uso», prestos a utilizar lo que allí aprenden para otros fines poco acordes con la misión de unas fuerzas armadas en un país democrático.

Alberto Piris es General de Artillería en la Reserva y Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)