El ataque militar de Etiopía a Somalia es presentado por la primera como una operación que no se alargará demasiado en el tiempo, a la vez que despliega un discurso triunfalista y como si el conflicto estuviera a punto de finalizar. Es cierto que los milicianos de la Unión de Tribunales Islámicos se han replegado, […]
El ataque militar de Etiopía a Somalia es presentado por la primera como una operación que no se alargará demasiado en el tiempo, a la vez que despliega un discurso triunfalista y como si el conflicto estuviera a punto de finalizar. Es cierto que los milicianos de la Unión de Tribunales Islámicos se han replegado, pero los factores que confluyen en ese conflicto invitan cuando menos a dudar de un final cercano.
Los dos países africanos han mantenido enfrentamientos armados, incluso de guerra abierta, anteriormente. Pero no sólo entre ellos. Ese extremo, junto al factor religioso dado que Etiopía es un país de mayoría cristiana, tan sensible y a menudo devastador, pone en evidencia el peligro real de extender la situación de guerra a todo el Cuerno de Africa. Por otro lado, no se puede obviar que Etiopía cuenta con el apoyo de Estados Unidos, país al que le costaba digerir que Somalia cayera en manos musulmanas. De ahí sus acusaciones contra el país africano de dar refugio a los autores de los atentados contra las embajadas de Kenia y Tanzania. Y no se puede obviar, por último, la importancia geoestratégica de la zona. Hay quien se pregunta si la intervención militar de Etiopía en Somalia no se debe a un movimiento de peones de Estados Unidos, con una táctica diferente a la que hace trece años les llevó a salir precipitadamente de aquél país.
En cuanto a las reacciones, cabe resaltar la de la Liga Arabe con su llamamiento al ato el fuego, la de la Organización de Conferencias Islámicas exigiendo la retirada de las tropas etíopes y la de la Unión Africana legitimando el ataque de Etiopía, reacciones que dan muestra de la división de posiciones al respecto según las confesiones de unos y otros. Sin embargo, llama la atención la falta de reacciones inmediatas por parte de la comunidad internacional, cuando habitualmente, en función del atacante, no se hacen esperar sus condenas, exigencias de respeto a la soberanía, etc.
Una nueva guerra acaba de estallar en una de las zonas más deprimidas del planeta. Somalia se encuentra en guerra civil desde hace quince años; la pobreza, las hambrunas, son de compañía habitual de sus habitantes; recientemente padeció unas inundaciones con resultados trágicos. Ahora afronta otra guerra que, al margen del disfraz que le asignen y con los precedentes cercanos de Afganistán e Irak, tiene un comienzo conocido, pero la proximidad de su final es más que dudosa.