La actual crisis política, además de la económica, alimentaria y de seguridad que atraviesa Somalia, expone otro fracaso de los Estados Unidos al pretender “vender” su consabido y hartante sonsonete de “Democracia y Libertad”, como si fuera una licencia de McDonald’s.
Tal como les pasó en Afganistán, Libia o Irak les sucede en el país del Cuerno de África, ya que más allá de las diferencias que podrían tener entre sí esas cuatro naciones, Estados Unidos ha tropezado con la misma piedra en cada uno de ellos si creyéramos en su buena voluntad de querer implementar sistemas democráticos en pueblos con estructuras tribales y clánicas, articuladas desde hace milenios y mucho antes de la aparición de los “Padres fundadores”.
Somalia vive desde el pasado abril, tras la decisión del Presidente Mohamed “Farmaajo” Abdullahi de desconocer el proceso electoral, postergar un nuevo llamado a las urnas y extender su mandato -que legalmente había finalizado en febrero- en un Estado latente de quiebre institucional que ha enfrentado desembozadamente a Farmajo con su primer ministro, Mohamed Hussein Roble, a quien dadas las presiones de Washington debió ceder el control del próximo proceso electoral y las cuestiones de seguridad, ya que se tendrían que realizar elecciones parlamentarias indirectas el día 10 de este mes.
La decisión presidencial de abril y el nuevo rol de Roble no solo creó una insalvable grieta en el Gobierno, sino también el enfrentamiento entre las diferentes facciones del ejército que tuvo su eclosión el 25 de abril, en plena ciudad de Mogadiscio, con el saldo de 15 muertos y 22 heridos y se han vuelto a suceder más o menos periódicamente. Mientras el grupo rigorista al-Shabab sigue allí, golpeando y matando de manera casi cotidiana.
Ahora el frágil Gobierno ha vuelto a resquebrajarse tras el nuevo choque entre Farmaajo y Roble por el control de la Agencia Nacional de Inteligencia y Seguridad (NISA), profundizado por el caso de Ikran Tahlil, una joven agente de la NISA desaparecida a fines de junio por el que Roble suspendió de su cargo al jefe de la agencia inteligencia Fahad Yasin Haji Dahir, un aliado del Presidente, con la excusa haber desafiado la orden de informar, en un plazo de 48 horas, sobre qué sucedió con la agente.
Dahir estaba considerado uno de los hombres más poderosos del país, incluso por encima del Presidente, gracias a los ingentes recursos financieros que recibe de Estados Unidos, Qatar y al parecer también de Turquía. Sus enemigos lo acusan de haber nacido en Kenia y ser en realidad un inorgánico de al-Qaeda, que había estudiado en diferentes madrassas wahabitas incluso en la de Sixth Street del barrio de Eastleigh en Nairobi donde suelen refugiarse los milicianos de al-Shabab, tras sus operaciones en la capital de keniata. Además se conoce que su familia política está estrechamente vinculada al Ittihad al-Islamiya (Unión Islámica), un grupo terrorista tributario de al-Qaeda. Toda esta información es demasiado grosera como para qué a la CIA se le haya pasado por alto, lo que hace al personaje todavía mucho más misterioso.
Mientras, desde el sector político de Farmajo se dice que la espía desaparecida fue secuestrada y posteriormente asesinada por al-Shabbab, lo que la organización terrorista ha negado. El grupo signatario de al-Qaeda no suele negar las acusaciones que recibe cuando verdaderamente ha sido el responsable del crimen, cualquiera fuera.
Desde diferentes sectores de la política somalí surgen versiones de que la joven de 24 años fue asesinada por orden de sus superiores, teoría que apoya el primer ministro, mientras el Presidente se esfuerza por proteger a la antigua cúpula de la NISA y que ellos mismos sean quienes diligencien las investigaciones del caso Tahlil, al tiempo que se mantengan en el control de la agencia. Ikran Tahlil había sido vista por última vez horas antes de su desaparición, saliendo de su casa en un vehículo oficial, a las 20 horas del 26 de junio.
Tras el despido del jefe de los espías por parte de Roble, el Presidente ha recortado algunos de los poderes del primer ministro, acusándolo de “tomar medidas imprudentes que podrían conducir a una crisis política y de seguridad” y exigiendo la restitución en el cargo de Dahir. Mientras Roble, desafiando el poder presidencial, declaró públicamente que no obedecerá la orden, a la que calificó de inconstitucional.
Farmajo, que aduce que el primer ministro no tenía autoridad para despedir a Yasin, lo reinstaló en el cargo. Mientras se ha armado una comisión para investigar la suerte de Tahlil, por lo que la madre de la joven, Qali Mohamud, declaró que no confía en ninguna comisión y exigió que el caso sea investigado por los militares.
Tras el vals entre el Presidente y su primer ministro, la NISA ha quedado partida en dos. Mientras los hombres de Farmajo ocupan el edificio de la agencia, los hombres del primer ministro siguen trabajando por fuera, aunque controlan sus finanzas.
Al-Shabab sigue allí
Las profundas divisiones en el plano político y militar en el Gobierno no impiden colaborar de manera directa con al-Shabab, que más allá de los vaivenes políticos sigue operando.
Se conoció que el pasado 26 de septiembre, en un ataque explosivo en el condado de Lamu (Kenia), próximo a la porosa frontera con Somalia en un sector de la ruta que une Kayunga con Shangani, un camión de las Fuerzas de Defensa de Kenia (KDF) que cumplía tareas de remoción de minas en ese sector de la ruta, pisó un explosivo matando a quince regulares. Tras el ataque al-Shabaab se adjudicó la responsabilidad, diciendo que continuaría “su marcha”. Este no es el primer ataque de los integristas somalíes en territorio de Kenia, donde actúa particularmente en esa provincia nororiental. Tras el ataque y la confirmación de los integristas como responsables ninguna fuente del ejército o el Gobierno de Kenia, negó o confirmó la noticia.
Casi en simultáneo con el ataque al camión militar en Kenia un coche bomba explotó en un puesto de control a un kilómetro de Villa Somalia, el palacio presidencial en Mogadiscio, matando a ocho personas, la mayoría de las víctimas civiles, mientras otras siete resultaron heridas. Un testigo informó de que el vehículo conducido por un shahid (mártir) se detonó cuando el conductor fue detenido por la policía para realizar un control. En una escueta declaración al-Shabab informó de que: “Los muyahidines llevaron a cabo una operación de martirio contra el principal control de seguridad del palacio presidencial. La explosión fue de tal magnitud que fueron destruidos siete autos y tres rickshaws.
El puesto de control atacado es altamente significativo ya que es el utilizado por el Presidente y el primer ministro para ir y venir al aeropuerto. Entre los muertos se encuentra Hibaq Abukar, asesor del primer ministro Mohamed Roble sobre mujeres y derechos humanos.
El martes 14 del mes pasado, en el distrito de Wadajir, próximo al aeropuerto de Mogadiscio y al cuartel general de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM), un terrorista se inmoló matando a 11 personas, tras haber ingresado en un local improvisado de venta de té, lo que permitió que la onda expansiva atravesara las chapas con las que estaba construido. Entre los muertos se registraron tanto civiles como militares, rápidamente al-Shabab confirmó su responsabilidad en el hecho. Con este método durante 2018 murieron 100 policías de Kenia en diferentes atentados a lo largo de la frontera.
Dos semanas después de este ataque quince muyahidines de al-Shabab murieron en un camino de Lamu cuando el camión en el que se desplazaban pisó un artefacto explosivo improvisado (IED) que otros integrantes de la organización habían plantado horas antes. Según informó la portavoz de las Fuerzas de Defensa de Kenia (KDF) el “accidente” se había producido cerca de Ishakani, una localidad de Lamu.
Mientras el Gobierno continúa sus peleas internas y los terroristas siguen provocando muertos, la organización sufí Ahlu Sunna Wal Jamaa tomó el control de las localidades de Hurshe, Mataban, Guriceel, Bohol y Ceel Dheere en el centro del país en procura de establecer bolsones de seguridad y control para evitar el ataque de los terroristas y el abuso de las tropas del ejército.
Los sufí son opuestos al wahabismo y de hecho son considerados como la rama más mística del islam sunita, siendo muy numerosos en Somalia y se han convertido en uno de los objetivos prioritarios del al-Shabbab por considerarlos herejes.
Ahlu Sunna Wal Jamaa es una fuerza paramilitar formada en 1991 que durante largos periodos ha combatido al terrorismo junto a las fuerzas del Gobierno central, aunque nunca llegó a integrase al ejército de manera efectiva. Desde principios de septiembre ha vuelto a ocupar posiciones tras volver a sufrir ataques tanto del ejército como de los integristas, por lo que el complejo cuadro somalí se sigue agravando.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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