Traducido por Nuria Álvarez Agüí
Es la guerra más ilegal de nuestra generación. Todas las guerras de agresión carecen de legitimidad, pero ningún conflicto reciente ha acumulado tantas ilegalidades como el que se desarrolla en Somalia. Las violaciones de la Carta de las Naciones Unidas y de las leyes humanitarias internacionales son desgraciadamente banales en nuestros días, y abundan en la carnicería que el mundo tolera en Mogadiscio, pero además esta guerra viola las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Para completar el cuadro, una de estas resoluciones viola la propia Carta. La impunidad total con la que Etiopía y el gobierno de transición somalí han sido autorizados a violar estas resoluciones explica el carácter despiadado de los ataques militares que han tenido lugar estas últimas seis semanas. La especificidad de las atrocidades cometidas ha sido formalmente reconocida por primera vez por un gobierno occidental cuando Alemania, actualmente presidenta de la UE, hizo escribir por su embajador en Somalia, Walter Lindner, una carta dura -hecha pública el miércoles 25 de abril- al presidente somalí Abdullahi Yusuf.
Soldados etíopes, Kismaayo, enero de 2007
La carta condena el uso indiscriminado de ataques aéreos y de artillería pesada en las zonas densamente pobladas de Mogadiscio, el bloqueo deliberado de alimentos y de material humanitario que se necesitan urgentemente, y el bombardeo de hospitales. Se trata de gestos que buscan de manera implacable aterrorizar e intimidar a los civiles pertenecientes a los clanes de los que provienen los combatientes que desafían la ocupación.
Hubo un tiempo en el que las resoluciones del Consejo de Seguridad eran respetadas por casi el mundo entero, como por ejemplo la resolución 242 que exigía la devolución del territorio palestino ocupado a cambio de la paz. Pero en nuestro nuevo orden mundial, son los poderosos quienes deciden qué resoluciones de la ONU deben ser adoptadas y si es necesario respetarlas. Así USA, que ha violado el embargo sobre las armas destinadas a Somalia, hizo pasar por la fuerza en diciembre otra resolución, que pensaba que serviría mejor a sus intereses -después la ha violado alegremente.
La nueva resolución prohibía a los países vecinos participar en la fuerza regional de mantenimiento de la paz que el Consejo de Seguridad había autorizado para Somalia; pero Etiopía ha ido mucho más lejos y ha invadido unilateralmente el territorio, con la asistencia secreta de USA que se incorporó a la guerra bombardeando Somalia.
Esta resolución de diciembre contradecía por otra parte la propia Carta de las Naciones Unidas, pues hacía del Consejo de Seguridad el agresor y transformaba una situación claramente pacífica en guerra. La resolución relacionaba al gobierno de los Tribunales islámicos con el terrorismo internacional y otorgaba un mandato a una fuerza de mantenimiento de la paz, sobre la base del Capítulo VII de la Carta de la ONU, para enfrentarse a la «amenaza a la paz y a la seguridad internacionales» constituida por Somalia -mientras que todos los informes de los observadores independientes, el último siendo el de Chatham House del miércoles 25, indicaban que el país vivía su primer período de paz y seguridad desde 1991.La resolución despejó la vía a la invasión etíope que desencadenó este conflicto cruel que numerosos analistas independientes, incluidos aquellos reunidos en Addis Abeba por el grupo inter-africano de Etiopía, habían advertido que sería el resultado inevitable. Un gobierno impuesto por la fuerza por el enemigo jurado etíope no podría jamás sostenerse.
El largo silencio y el rechazo, incluso ahora, de anunciar medidas que pudieran parar la masacre marcan el nivel más bajo alcanzado en la abdicación por las grandes potencias de su mandato de «responsabilidad de protección», adoptado por iniciativa británica en una reunión durante la cumbre del Consejo de Seguridad hace dos años. El pueblo más empobrecido del planeta está ahora hecho trizas sin que quien quiera que sea intente detener a los que perpetran este crimen.
Una gran campaña debe ser iniciada para empujar a los gobiernos occidentales a poner fin a esta masacre, que es casi enteramente la obra de aquéllos que controlan el país. La Unión Europea ha hecho saber hace un mes que algunos crímenes de guerra podrían haber sido cometidos en el ataque contra la capital el mes pasado -crímenes de los que la UE podría ser considerada cómplice, visto su apoyo a gran escala aportado a los que son acusados de estos crímenes. Human Rights Watch ha documentado la manera por la cual Kenia y Etiopía han transformado esta región en versión africana de Guantánamo Bay, por medio de los secuestros, traslados extraordinarios, prisiones secretas y un gran número de «desaparecidos»: un proyecto que lleva su marca de fábrica, Made in America. El permitir que reine una ley de la jungla semejante es una mancha para todos aquellos que habrían debido, como mínimo, ponerle freno.
El dibujante somalí Amin Amir expresa bien la percepción que tienen los somalíes de la «fuerza regional de mantenimiento de la paz», que no es más que una hoja de la viña de los invasores etíopes.
Hay que ponerse a trabajar para hacer fracasar la increíble proposición del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, que debe ser discutida por el Consejo de Seguridad a mediados de junio. Su idea es la creación de una «coalición de voluntarios» sancionada por la ONU para instaurar la paz y restaurar el orden en Somalia. Claramente, la ONU ayudaría a Etiopía y USA a lograr aquello en lo que su propia intervención militar ha fracasado: salvar un régimen vasallo acorralado y sin ningún apoyo popular. Una operación tal tiene de todas maneras pocas posibilidades de triunfar, pero podría amenazar todavía más esta turbulenta región del Cuerno de África, que ya está al borde del caos.
El gobierno somalí no cesa de apelar a «Al Qaeda» en cada ocasión y está ofreciendo tratos lucrativos a compañías petroleras, con el objeto de granjearse más apoyo occidental. Pero esta guerra está perdida desde hace mucho tiempo. Al volverse hacia el enemigo jurado etíope, el gobierno de transición selló su suerte: la nación no aceptará jamás una ocupación etíope-estadounidense.
Sólo una solución política podrá resolver la crisis. África debe subir a la arena y hacer prueba de determinación para tomar en mano la protección de sus civiles, y trabajar con Europa y Naciones Unidas para convencer a USA de poner término sin sobresaltos a su última aventura desestabilizadora.
Texto original en ingles http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,,2067438,00.html
*Salim Lone, antiguo portavoz de la misión de la ONU en Iraq tras la invasión de 2003, es colaborador del diario Daily Nation de Nairobi (Kenia).
Nuria Álvarez Agüí es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción está en Copyleft para todo uso no comercial : puede reproducirse libremente, a condición de respetar su integralidad y de mencionar fuentes y autores.