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Somalia y el espejo afgano

Fuentes: Rebelión

No importa cuando suceda, en Somalia siempre se observa ese mismo gesto congelado en el terror y el espanto de una guerra que perpetuamente está empezando.

En pleno desarrollo de la ofensiva ordenada por el presidente Hassan Sheikh contra el grupo al-Shabbab, cuyo objetivo un tanto ilusorio era el de derrotar a los integristas en cinco meses, al tiempo que las distintas fuerzas internacionales como la Misión de Transición de la Unión Africana en Somalia (ATMIS) en sus distintas versiones, presente en el país desde 2007, han comenzado la retirada gradual que se inició a principios de este año y se planea que finalice en diciembre del próximo.

En el marco de estas acciones, los muyahidines no se han detenido, golpeando de manera constante contra bases militares, realizando emboscadas y atacando con alguna frecuencia objetivos civiles, particularmente en Mogadicio, la capital del país, teniendo a hoteles y restaurantes como blanco más recurrente.

Por lo que no sorprendió fue el ataque del sábado 23 con un camión cargado de explosivos que después de atropellar las vallas de contención, cuando era perseguido por un vehículo de seguridad embistió el edificio de un puesto de control dejando una treintena de muertos en la ciudad de Beledweyne, en el estado de Hirshabelle, capital de la región de Hiran en el centro sur del país, a unos 340 kilómetros al noreste de Mogadiscio.

Hasta ahora nadie se ha adjudicado el ataque, si bien el modus operandi señalaría claramente a al-Shabbab, las actuales circunstancias que vive el país respecto a las fuerzas internacionales que ya han iniciado el repliegue, habría que tomar muchas precauciones antes de achacar abiertamente la autoría del hecho a la poderosa franquicia de al-Qaeda para el cuerno de África.

Al-Shabbab, que fue expulsado de la capital somalí en 2011, ha logrado enseñorearse en vastas áreas rurales del interior del país, donde se mueve con total seguridad tomando pueblos enteros, estableciéndose como autoridad, instaurando como ley el código islámico o la sharia (senda del Islam),cobrando impuestos y reclutando compulsivamente a jóvenes, en algunos casos niños, y también a muchos hombres ya maduros vaciando de población masculina muchas áreas donde las mujeres deben hacerse cargo de los sembradíos, los rebaños y en más de un caso la seguridad de sus aldeas.

Para el ataque del sábado se volvió a recurrir al uso de un camión cargado de explosivos, lo que remite al atentado de octubre de 2017 en un importante cruce de calles en Mogadicio que dejó aproximadamente 600 muertos. (Ver: Somalia, postales del infierno), convirtiéndose en el atentado más letal de la trágica historia somalí.

Debido a la acción del sábado, la cantidad de muertos y heridos desbordó las posibilidades de atención de los paupérrimos centros hospitalarios de la región, por lo que muchos de los heridos más comprometidos han debido ser trasladados, en transportes aéreos, hacia Mogadiscio.  Mientras, continuaba la operación de búsqueda y rescate de los que se sabe que son decenas las personas que quedaron debajo del edificio atacado, por lo que seguramente el número de víctimas se incrementará en las próximas horas.

Al-Shabab es una de las khatibas más letales de las que operan en África, y a pesar de los constantes ataques aéreos de los Estados Unidos y las operaciones terrestres del Ejército Nacional Somalí, apoyados por la fuerza de la ATMIS, actualmente de unos 18.000 hombres, que llegó a los 22.000 en 2014, pertenecientes a las fuerzas armadas de Burundi, Yibuti, Etiopía, Kenia y Uganda, no ha dado muestras de flaquezas y responde a cada golpe, con uno mayor. Manteniendo sin mayores complicaciones sus estructuras, la fuerza operacional y contrariando la propaganda oficial que suma cada día la muerte de más y más muyahidines, sus efectivos, que se calculan entre 5.000 y 7.000 combatientes que parecen mantenerse incólumes.

Más allá de las grandes y mediáticas operaciones de las fuerzas regulares, la guerra se ha convertido en una constante toma y retoma de pequeños centros urbanos y áreas rurales que apenas son abandonados por unos son retomados por los otros.

El Gobierno del presidente Sheikh, que asumió en mayo del año pasado tras una campaña electoral donde la prioridad fue la derrota del terrorismo y el lema “guerra total contra al-Shabaab”, no ha conseguido dar vuelta la ecuación y se reiteran las acciones de los insurgentes. Las tropas regulares toman un poblado, espantan a los insurgentes y se retiran en procura de continuar su campaña militar, dejando pequeñas dotaciones que no pueden resistir el retorno de esos mismos muyahidines, los cuales vuelven a copar los poblados ejecutando a los militares que quedaron, roban armamento y vehículos, a la vez que, en un gesto aleccionador, para los civiles asesinan a los sospechosos, o no tanto, de haber sido colaboracionistas con las fuerzas del Gobierno central.

Los recientes “éxitos” del ejército fueron la recaptura de las aldeas de Ba’adweyne, Qay’ad, Shabelow y Qodqod, después de una obligada pausa tras el ataque del pasado 26 de agosto en la aldea de Cowsweyne, donde murieron según al-Shabbab unos 200 soldados del ejército somalí, lo que no fue negado ni confirmado por Mogadiscio. Un comunicado de la organización terrorista se refirió a esa operación como “una victoria histórica”.

Muestra del alto nivel operacional de al-Shabbab, más allá del ataque explosivo del sábado, el lunes anterior atacó un vehículo del ejército que se movilizaba en la región suroccidental de Gedo, a 375 kilómetros del lugar del atentado del sábado. La unidad de transporte pisó una mina que provocó la muerte de 11 soldados y dejó a otros cuatro gravemente heridos, entre los que se encuentra el comandante de la 10ª brigada de la 43 División del ejército somalí, Rashid Bohol.

En este caso el ataque fue reconocido por al-Shabbab en un comunicado donde además informó de que el vehículo fue saqueado y destruido totalmente.

Más allá de la certeza o no de los números aportados por los insurgentes y el Gobierno, el dato es que al-Shabbab sigue resistiendo los embates de las tropas regulares sin mayores dificultades.

Adiós en el peor momento

Días antes del ataque contra el puesto de control de Beledweyne, Mogadiscio y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas habían solicitado a la Unión Africana (UA) que demore la retirada gradual, ya programada, de los casi 18.000 hombres de la Misión de Transición de la Unión Africana en Somalia (ATMIS).

Según lo establecido se tendrían que evacuar unos 3.000 efectivos antes del 30 de septiembre. Ya en junio otros 2.000 habían abandonado el país, lo que redujo esa fuerza a poco más de 13.000 soldados extranjeros.

La decisión de la organización africana tiene varias lecturas, por lo que se deberá dar tiempo para conocer cuál es la más acertada, ya que el abandono de Somalia podría replicar algo de lo que sucedió en agosto del 2021 en Afganistán y nadie, principalmente Washington, tendría que estar dispuesto a un nuevo desastre, a no ser, por caso, que la victoria terrorista pudiera acarrear algún beneficio para la Casa Blanca, sabemos que los caminos del señor (Biden) a veces son inescrutables.

Un factible paseo de muyahidines victoriosos por las calles de Mogadiscio repercutiría gravemente en una amplia región de África, golpeando así los múltiples intereses chinos en el continente, como bien podría ser en Etiopia, que cuenta con una frontera de 1.600 kilómetros con Somalia y donde Beijing tiene importantes inversiones en ferrocarriles, rutas e infraestructuras -como es por caso la gran Represa del Renacimiento Etíope-, lo que tiene extremadamente agitado al presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, hombre clave de Washington en la región, por la drástica disminución de agua en el curso superior del Nilo.

Una victoria terrorista agregaría más inestabilidad a la ya muy agitada región del Sahel, donde varias naciones (Burkina Faso, Mali y Níger) aliadas indisimuladamente a Moscú, y que están en una franca ofensiva contra Francia, es decir contra los Estados Unidos, enfrentan una guerra devastadora contra los grupos del al-Qaeda y el Dáesh, a lo que se acaba de sumar en el caso de Mali con algunos sectores de los movimientos independentista tuareg.

De ser correcto el análisis, que apunta a interpretar que los Estados Unidos están detrás de la retirada de las tropas africanas de Somalia, el camión bomba que estalló el sábado podría interpretarse como un grito desesperado del presidente Hassan Sheikh, que sabe que le será imposible contener al-Shabbab.

Fuentes locales estiman que la retirada de las tropas de la UA otorgará a los wahabitas una importante ventaja ya no solo en la guerra, sino en la publicidad  para conseguir que más jóvenes se incorporen a la lucha.

En este contexto, la tan cacareada ofensiva del presidente Sheikh se diluirá y tendremos que prepararnos para la toma de las antiguas bases de operaciones de la UA, que están pasando al control de los efectivos del ejército somalí. Ya la semana anterior Burundi entregó la de la ciudad de Biyo Adde, en el Medio Shabelle. Esta es la primera de las diez bases operacionales que la ATMIS transferirá al Ejército Nacional Somalí en los próximos días.

Para cubrir las vacantes que se producirán con la retirada de la ATMIS, se estima que Somalia deberá incorporar, entre soldados, policías federales y locales, unos 55.000 hombres. Un verdadero reto para el país, que carece de equipos, asesoría en el terreno, infraestructura y principalmente entrenamiento para los nuevos reclutas.

Si bien Somalia cuenta con programas de entrenamiento y asistencia de seguridad de Estados Unidos, Turquía, la Unión Europea y el Reino Unido, se teme que estos se terminen cuando la retirada de las tropas africanas finalice.

Las naciones vecinas a Somalia, Kenia, Etiopia e incluso Uganda, a principios del 2023 establecieron un plan para proporcionar tropas adicionales para ayudar al Gobierno federal a luchar contra los terroristas, aunque hasta ahora esos compromisos no se han concretado.

Es en este contexto, si Estados Unidos, quien finalmente metió a Somalia, tiene intención de evitar hundir a Somalia y otras naciones del continente en un nuevo marasmo, deberá mirarse en el espejo afgano.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.