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Las cosas que pasan

¿Stéphane Hessel, un viejo hombre indigno?

Fuentes: Rebelión

UN FOTOGRAFO INCLASIFICABLE: MIROSLAV TICHY Hace ya varios años descubrí la existencia de Tichy por la reseña de una exposición de este fotógrafo en el Centro Pompidou de Paris. Conservé desde entonces varias de sus fotografías en mi ordenador y un retrato suyo que mostraba a un hombre vestido con harapos -mitad fauno, mitad vagabundo- […]

UN FOTOGRAFO INCLASIFICABLE: MIROSLAV TICHY

Hace ya varios años descubrí la existencia de Tichy por la reseña de una exposición de este fotógrafo en el Centro Pompidou de Paris. Conservé desde entonces varias de sus fotografías en mi ordenador y un retrato suyo que mostraba a un hombre vestido con harapos -mitad fauno, mitad vagabundo- apuntando al objetivo de la cámara que intentaba fijar su imagen con uno de los aparatos creados por él mismo a partir de restos y desechos de todo tipo: gomas elásticas, latas, trozos de plástico, cajas de zapatos, paquetes de cigarrillos, etc.

En resumen: la imagen invertida de lo que se puede esperar de un hombre que, como él, había saltado de repente a la fama. Pese, o quizás en parte, a causa de ese aspecto poco convencional. Y, por supuesto, gracias a sus fotografías. Una celebridad inesperada, debida al comisario Harold Szeemann, que fue el primero en interesarse por ese personaje que de forma obsesiva, en un entorno limitado -el de su pequeño pueblo de Kyjov (Moravia)– disparaba una y otra vez sus extraños aparatos (hasta acumular cien fotografías por día). Es muy probable que sin este mentor, su fama no habría traspasado los límites de su lugar de residencia.

Tichy llegó a la fotografía después de haber intentado desarrollar una vocación artística y una sensibilidad precoces que le llevaron en 1945, cuando tenía aún 19 años (había nacido en 1926), a inscribirse en la Academia de Bellas Artes de Praga. Pero más tarde, con la llegada al poder del Partido Comunista, la personalidad de Tichy -rebelde y anti-convencional- chocó rápidamente con las normas impuestas a los artistas por las nuevas autoridades. Sospechoso y acusado de ser un disidente político, fue internado en establecimientos psiquiátricos y encarcelado en varias ocasiones.

En los años 60, Tichy empezó a desarrollar su talento visual y su sensibilidad artística, que habían sobrevivido a la represión de las autoridades, realizando fotografías con sus cámaras hechas manualmente. Su mirada se proyectó desde entonces y hasta su muerte, acaecida en el mes de abril de este año, sobre imágenes captadas en su entorno más próximo. En las calles de Kyjov (Moravia) y en los espacios familiares de aquel pueblo: las tiendas del centro, los jardines, la piscina municipal. Con un tema predominante, de carácter casi obsesivo: el de las mujeres, generalmente jóvenes, que fotografiaba sin ningún tipo de preparación. Disparando casi siempre sus aparatos de forma improvisada, a la altura de la cintura.

Con un resultado aparentemente corriente y banal -cotidiano en todas y cada una de las expresiones de sus modelos- que daría a su obra un carácter especial, marcadamente poético y casi onírico. La mirada de Tichy fue, en efecto, la de un hombre enfrentado a un misterio renovado, a cada vez diferente y distinto: el de la figura femenina. La de un ser próximo, a la vez familiar e inaccesible. Visto y contemplado por una mirada de una gran pureza, capaz de traducir en imágenes la emoción que nos puede producir un gesto femenino, captado de forma natural en su existencia y su vida cotidiana: en la calle, en los momentos de descanso, de diversión, de olvido. En los últimos años de su vida, Tichy se convirtió en una celebridad mundial. Un personaje en el que resultaba difícil distinguir su obra por un lado y, por el otro, su aspecto y su vida marginal, en ruptura con todos los convencionalismos. Características que, visiblemente, fueron apreciadas a la vez por los medios de comunicación, por los críticos y por los profesionales del arte.

En su momento, el régimen comunista no había podido tolerar una imagen como la suya, tan apartada de los cánones impuestos a sus artistas. Por eso le reprimió una y otra vez y acabó olvidándose de él cuando Tichy se encerró en su mundo privado, conservando hasta su muerte esa imagen de artista errabundo y original. Por su parte nuestro sistema mercantil, tras descubrirlo y apreciar la valía de su obra y la originalidad de su vida, lo encumbró, hasta hacer alcanzar a su obra precios exorbitantes. Ante la indiferencia del artista, que jamás abandonó su pueblo. Y que no pudo por lo tanto ver expuestas en unas vitrinas, a la vista del público como si fueran tesoros de un valor incalculable, sus cámaras, sus latas y todos los residuos y desechos pacientemente acumulados a lo largo de su existencia. Residuos y desechos que le permitieron realizar una obra única y fascinante.

¿STEPHANE HESSEL, UN HOMBRE VIEJO INDIGNO?

Nadie que esté medianamente informado sobre las causas de la irrupción del movimiento del 15M en la vida social y política de nuestro país, puede ignorar la figura de este hombre de 94 años, autor de un pequeño libro de veinticinco páginas, «¡Indignaos!», vendido a más de un millón de ejemplares. (Su autor, Stéphane Hessel, renunció a sus derechos). Fue difundido en Francia por una pequeña editorial, las «Ediciones indígenas«, especializada en la publicación de obras de crítica social (entre ellas, «Soy profe y desobedezco«, de Bastien Cazals, y «El fascismo económico«, de John Berger).

«La indignación» preconizada por Hessel, fue el referente ideológico que en nuestro país impulsó un movimiento, el del 15M, que aglutinó y reunió en torno a un abanico de reivindicaciones y una crítica de nuestro sistema político , a grupos que habían expresado su descontento en diferentes organizaciones y diversas manifestaciones y actos públicos.. La «indignación» fue la palabra-clave que dio, inesperadamente, una forma y una expresión política al descontento de una sociedad domesticada y adormecida, cuya juventud pareció de pronto reconocerse en el llamamiento de Hessel cuando este afirmaba: «Uno de los factores del éxito (de este libro) es el título. Creo que la gente está harta. Hay que indignarse, hay que resistir (…). La actual dictadura de los mercados amenaza la paz y la democracia. Nos dirigimos a las jóvenes generaciones para que den una vida nueva y transmitan la herencia de la Resistencia y de sus ideales«.

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¿Indignación o rebelión? Mi referencia personal y la de mi generación fue por supuesto la de Sartre, cuando afirmaba que «siempre habrá un motivo para rebelarse«. Pero, si damos un salto hacia atrás, por encima del tiempo, recordaremos que esa frase fue pronunciada en la década de los años 60. Una época, la de los 60 y 70, en la que el pensamiento revolucionario y, en general, el pensamiento de izquierdas, se encarnó en figuras -hoy ausentes, salvo en el recuerdo- como las de Sartre, Camus, Simone de Beauvoir, Simone Weil, Althusser, Gorz, Illich, Castoriadis… Entre otros. Todos ellos. hombres y mujeres, de pensamiento y de acción, que ejercieron una influencia profunda en la sociedad francesa y en las luchas sociales de su tiempo..

Volvamos ahora a la actualidad del año 2011. Hessel, evidentemente, no es un pensador, ni un político, ni un ideólogo, pese al impacto que tuvo su llamamiento. Inesperadamente, y casi a pesar suyo, se convirtió en una figura de proa de la contestación, promocionado hasta la saciedad por los medios de comunicación franceses, ávidos de figuras «distintas» e «inéditas«, ajenas a la mediocridad y a la uniformidad de nuestro tiempo. Al dar a conocer su figura, se fue descubriendo su pasado de resistente y su presente de luchador en favor de las más variadas causas sociales. Y se evocó también su edad avanzada; su pasado familiar (es el hijo de uno de los dos personajes, reales, de la película de Truffaut,»Jules et Jim», que aman a una misma mujer, la madre de Hessel precisamente); el papel que jugó en la Resistencia, su detención y tortura por la Gestapo; su paso por Buchenwald; su evasión y su adhesión a la «Francia libre«. Posteriormente, en la postguerra, su actividad de diplomático y su participación en la elaboración de la «Declaración Universal de los Derechos del Hombre«… Y, además, se fueron añadiendo otros rasgos a su figura de hombre público: su apoyo a las elecciones, a los partidos, a la social-democracia y al partido socialista francés en particular. Y su rechazo a la extrema izquierda. Pese a lo cual, Hessel, en su pequeño libro, insistía en la necesidad, otra de sus contradicciones aparentes, de » ir más allá de los partidos y convertirse en ciudadanos comprometidos en la lucha por la defensa del medio ambiente, contra las injusticias, en favor de los inmigrantes, etc.». Contradicciones que acabaron poniéndole en el disparadero de una polémica en torno a su figura y a ser atacado a la vez por la izquierda no-institucional y por la derecha liberal-sarkozysta.

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La reciente visita a España de Hessel, a dos meses de las elecciones, pudo dar la razón a aquellos que denunciaban su «canonización» y su sospechoso compromiso con lo más granado de la socialdemocracia: en Francia, donde se había declarado admirador de Martine Aubry y hasta de Strauss-Khan (antes de su turbia aventura neoyorquina). Y en España, del PSOE, de Zapatero y hasta del impresentable Rubalcaba, calificado por él de «otro gran español«. ¿Despiste debido a su edad avanzada, o falta de rigor a la hora de informarse sobre la realidad de nuestro país? Decididamente Hessel, llegaron a afirmar algunos, «demostraba no estar a la altura del 15M».

Un juicio que a nosotros se nos antojó un poco apresurado y superficial. Por eso, poniendo a un lado, sin ignorarla, esa ideología vacilante, nos pareció necesario darle todo su valor a una vida marcada por unos principios humanistas y un compromiso social permanente. Los de un hombre que, en vez de disfrutar en su senectud de las ventajas y honores que podía ofrecerle su pasado y su reciente celebridad, ha preferido seguir obrando en favor de sus «indignaciones«, fuera de los partidos políticos y de las instituciones: en defensa de los inmigrantes, de la comunidad gitana («los «Roms«), de los «sin-papeles«, etc. Y, sobre todo, de la causa palestina. En Francia fue, por ejemplo, uno de los primeros en calificar la intervención del Estado de Israel en Gaza, de «auténtico crimen contra la humanidad«. Y pese a ser un adepto declarado de la no-violencia, no dudó en afirmar que «el terrorismo es inaceptable: pero que hay que reconocer que cuando se sufre una ocupación frente a medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser no-violenta».

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Estas declaraciones y otras parecidas, convirtieron a Hessel, ante la opinión francesa chovinista y conservadora, en «un hombre viejo indigno«, repudiado y criticado por ciertos medios de comunicación (a causa, en parte, del éxito inesperado de su libro). Pero, sobre todo, por «los guardianes del templo liberal-sarkozysta». Un lobby que denunció su figura de «Père Noël» de las buenas conciencias», que criticó «su obsesión anti-israëli» y su afán por convertirse «en un icono nacional«. Un  personaje, según ellos, empeñado en dar lecciones de moral a todo el mundo, en desempolvar los valores y las conquistas sociales de la Resistencia y en denunciar obsesivamente «el poder del dinero, que nunca fue tan poderoso y tan insolente como hoy». Declaraciones calificadas por esa derecha, «en el mejor de los casos de idiotismo histórico, y en el peor de impostura«.

Concluiremos. Nos ha parecido justo y necesario contribuir, con estas líneas, a restablecer la verdad sobre una personalidad rica y compleja como la de Stéphane Hessel. Con sus claro-oscuros y sus contradicciones. Y también con su anticonformismo, la ejemplaridad de su pasado y su presente de luchador en favor de la justicia social. Un personaje representativo de nuestro tiempo, un hombre de edad avanzada que ha optado por seguir siendo un defensor, incómodo, de las causas olvidadas o ignoradas por la opinión pública y el poder. Gran amante, además, de la poesía. En particular, de la de Rainer Maria Rilke.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.