La eliminación del racismo y de la discriminación racial ha sido un objetivo fundamental en la lucha de liberación del pueblo de Sudáfrica, que inspira el continuado proceso de reconstrucción y desarrollo nacional y que sigue siendo central en el afianzamiento de los derechos humanos en nuestro país. Sin embargo, el desafío que nosotros deberíamos […]
La eliminación del racismo y de la discriminación racial ha sido un objetivo fundamental en la lucha de liberación del pueblo de Sudáfrica, que inspira el continuado proceso de reconstrucción y desarrollo nacional y que sigue siendo central en el afianzamiento de los derechos humanos en nuestro país.
Sin embargo, el desafío que nosotros deberíamos todavía debatir honesta y valientemente es el flagelo del racismo que tanto impregna aún el tejido de nuestra sociedad.
Las palabras favoritas usadas para liquidar y prohibir cualquier discusión sobre racismo en nuestro país son: »no jueguen la carta del racismo». También se argumenta que tal discusión es perjudicial para avanzar en procura de la reconciliación nacional. Recientemente recibí un informe preparado por un grupo de investigadores independientes a quienes se les pidió que valoraran la causa de una disputa laboral en una empresa. El informe dice que uno de los gerentes blancos afectados por la investigación, el Sr. X, »admitió que él y otros gerentes blancos usaron generalmente el término »keffir» (cafre) una etiqueta étnico/racial de carácter ofensivo- en la conversación diaria y que no veían nada de malo en ello. Otro gerente a veces apretaba su nariz con sus dedos como referencia despreciativa hacia los africanos.»
El informe agrega que los trabajadores africanos »temen al Sr. X, quien siempre los amenaza con despedirlos y no los escucha o los atiende. El no adoptar medidas contra el Sr. X por sus comentarios racistas puede elevar los niveles de conflicto y descontento entre los trabajadores y llevar a ulteriores problemas en el lugar de trabajo.»
Este informe pone en claro que el racismo está perfectamente vivo en el lugar de trabajo y que tiene un impacto material directo y negativo en las vidas de nuestra gente, especialmente de la gente trabajadora, así como nos comunica el mensaje de que el apartheid no es algo que deberíamos perder de vista y que es preciso responder a todas las tentativas para evitar enfrentarlo con el argumento de que no hay que »jugar la carta racial».
En el período inmediatamente anterior a la transición de 1994 nuestro movimiento debió enfrentarse constantemente con el fenómeno al que entonces se le dio el nombre de »los miedos blancos». El presidente Nelson Mandela de nuevo se refirió a esta cuestión en su Informe Político en la 50ª. Conferencia del Congreso Nacional Africano (ANC) en 1997 y dijo: »Los profetas de la fatalidad han resurgido en nuestro país. En 1994 ellos predijeron que la transición a la democracia iba a ser acompañada por mucho derramamiento de sangre. (Ahora) su tarea es la de difundir mensajes sobre un colapso económico inminente, corrupción en aumento en los servicios públicos, criminalidad galopante e incontrolable, una pérdida masiva de capacidades a causa de la emigración blanca y una desmoralización general entre la gente ya sea porque son blancos y por lo tanto están amenazados por la ANC y sus políticas que favorecen a la población negra, o porque son negros y por consiguiente olvidados dado que la ANC está demasiado ocupada en proteger los privilegios de los blancos.»
Como Nelson Mandela comentó, hemos seguido expresando radicalmente nuestra propia preocupación por bajar los niveles de criminalidad y hemos actuado consecuentemente para alcanzar este resultado. El hecho de que existen inaceptablemente altos niveles de criminalidad en nuestro país no está en discusión. Sin embargo, nadie entre nosotros debería sorprenderse cuando, como es habitual, aquellos que están determinados a evitar confrontar estas difíciles cuestiones buscan desviar la atención de la discusión sobre la relación entre el racismo y la percepción del crimen al afirmar falsamente que yo estoy tratando de negar o minimizar la seriedad de la incidencia de la criminalidad en Sudáfrica.
Lo cierto es que todavía tenemos una significativa proporción de personas entre la minoría blanca, pero de ningún modo todos los que son blancos, que continúa viviendo con temor a los negros y especialmente a la mayoría africana. Para este sector de nuestra población que no »encuentra demasiado difícil volver al acostumbrado mundo de miedo hacia el futuro», cada denuncia sobre hechos criminales está difundiendo el alarmante y esperado mensaje de que »¡los cafres están llegando!»
Queda por verse si en Sudáfrica tenemos o no la voluntad de conocernos entre nosotros y de debatir con el otro, de utilizar más tiempo en escuchar el uno al otro, de educarnos a nosotros mismos en no ser tan rápidos en juzgar como ilegítimas las preocupaciones y expresiones de cualquier grupo y si tenemos el coraje de comprometernos en un proceso de verdad y reconciliación incluso con respecto al desafío de confrontar abiertamente el cáncer de los estereotipos profundamente racistas que se han desarrollado a lo largo de muchos siglos.
*Thabo Mbeki es el Presidente de Sudáfrica