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Sudán: en el corazón del tornado

Fuentes: Rebelión

Adentrarse en la guerra civil que transita desde hace más de dos años Sudán es como ingresar al corazón de un tornado en el que múltiples fuerzas intentan doblegar a otras.

Esta situación genera información constante que se superpone una a otra y se confirma a la misma velocidad que se niega, precipitando a los casi cincuenta millones de habitantes a las inclemencias de un evento que se comporta más como un fenómeno climático que como una realidad que depende de la voluntad de los hombres.

Se conoció la semana pasada que, al borde de cumplirse el 15 de abril dos años del inicio de la guerra civil entre los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) y las tropas regulares del Ejército Nacional Sudán (ENS), unos días antes se produjo una de las mayores matanzas de civiles en lo que va del conflicto.

Desde el 11 al 14 catorce de aquel mes, hombres de las FAR invadieron el mayor campamento de desplazados del país en Zamzam, a quince kilómetros de la ciudad de al-Fasher, la capital de Darfur del Norte, iniciando una operación que dejó al menos mil quinientos muertos y entre quinientos y seiscientos desaparecidos. Que de confirmarse que los desaparecidos estén muertos podría superar a la masacre ocurrida en Darfur occidental en noviembre del 2023, cuando los paramilitares ejecutaron entre mil trescientos y dos mil civiles.

Temprano en la mañana del día 11 diversas unidades de FAR, después de romper endebles defensas, ingresaron al campamento desde distintas direcciones, para comenzar la masacre que una vez más toma ribetes de limpieza étnica, como la que sucedió en 2003 a 2009, cuando los entonces Janjaweed (jinetes armados) étnicamente árabes, hoy reconvertidos en Fuerza de Apoyo Rápido, asesinaron a cerca de medio millón de darfuríes negros, massalit, fur y zaghawa.

Este no ha sido el primer ataque, pero sí el más letal, en lo que va de este conflicto contra el campamento de Zamzam, creado en 2004 y administrado por instituciones occidentales, donde un niño muere por hambre o enfermedades tratables cada dos horas (ver: Sudán, a riesgo de una guerra eterna). Con unas cien hectáreas de extensión y una población cercana a las ochocientas mil almas, los irregulares que responden al pseudogeneral Mohamed Hamdan Daglo, alias Hemetti, todavía mantienen el control del campo. Por lo que es muy posible que las ejecuciones continúen.

Se conoció que a lo largo de esas inacabables setenta y dos horas los paramilitares, para asesinar a esas mil quinientas personas, exhibieron todas las formas imaginables del horror. Al grito de falangayat (esclavos) por el color de su piel, fueron fusilados, torturados, muertos a machetazos, y degollados mientras muchos fueron calcinados vivos. Al tiempo que centenares de mujeres murieron tras horas de violaciones masivas. Se conoce que muchas de ellas también fueron secuestradas y trasladadas a la ciudad de Nyala, a ciento sesenta kilómetros de Darfur norte, uno de los bastiones de las FAR, para convertirlas en esclavas sexuales.

Este método, si bien no es nada nuevo en este tipo de conflictos, se ha convertido ya en un arma de guerra tan popular como el kalashnikov o los fusiles lanzagranadas RPG, en los diferentes conflictos del continente, como la guerra en la República Democrática del Congo y otros frentes cada vez más activos.

Según algunas informaciones llegadas desde Zamzam, a pesar del tiempo transcurrido, como todavía no se han recuperado la totalidad de cuerpos, es imposible elaborar una lista, ya que muchas de las víctimas todavía continúan diseminadas en los lugares donde fueron alcanzadas por las hordas de Hemetti, muchas dentro de sus carpas, otras a lo largo de los intrincados caminos interiores del campamento o en pleno campo.

Las FAR no son las únicas responsables de los cerca de doscientos mil muertos que ya ha generado la guerra, además de los casi quince millones de desplazados internos que continúan en campamentos tan o más vulnerables como el de Zamzam o se encuentran circulando por campos y caminos, siempre escapando de algún bando.

También las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) bajo las órdenes del general Abdel Fattah al-Burhan son acusadas de excesos contra la población civil.

La actual situación humanitaria del país ha sobrepasado todos los parámetros conocidos, ya que enfrenta la mayor crisis alimentaria del mundo. Declarado oficialmente el estado de hambruna en agosto del año pasado, la crisis se ha extendido prácticamente a cada región del país, con cerca de veinticinco millones de personas (la mitad de la población) que se encuentran con inseguridad alimentaria aguda. De las que setecientas mil solo se están alimentando de forraje para animales.

Entre tres y cuatro millones de sudaneses han conseguido escapar a algún país vecino como el Chad, donde en diversos campamentos se hacinan un millón y medio de personas.

En la constante escalada que ninguno de los bandos parece tener intenciones de detener, se confirmó que las FAR derribaron un avión mientras aterrizaba en el aeropuerto de Nyala, controlado por las FAR, que transportaba mercenarios colombianos, aparentemente fletados por los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que desde el comienzo del conflicto es el principal financista de los paramilitares, que a la vez le pagan con el oro de los grandes yacimientos que están bajo el control de las FAR y han hecho de Hemetti, un antiguo criador de camellos, el hombre más rico del país.

Al menos son cuarenta los mercenarios muertos en el ataque que se informó el pasado seis de agosto. El aeropuerto de Nyala ya ha sido bombardeado recientemente en varias oportunidades por el ejército sudanés. En junio, según refieren algunos testigos, un avión cargado de armamento también habría sido destruido apenas tocó pista en el mismo aeropuerto.

Como es costumbre, los Emiratos niegan estar colaborando con las fuerzas de Hemetti, más allá de las pruebas que ha presentado el ejército sudanés de los incontables vuelos que llegan al aeropuerto de Amdjarass, en el este de Chad. Además de varios informes de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales, apoyadas por imágenes satelitales y fotografías de los cajones donde llegan embaladas, con sellos que, si bien no son del emirato, sí se asociaban a las diferentes rutas que siempre tienen una terminal en Abu Dabi. Entre las últimas remesas recibidas por las FAR se encuentran drones y armamento de última generación.

El lunes 4 el Gobierno sudanés, presidido por el general al-Burhan, reconocido oficialmente por Naciones Unidas como el único legítimo del país, volvió a responsabilizar a los Emiratos de injerencia en el conflicto interno de Sudán, y en esta oportunidad de haber reclutado y financiado a exsoldados, paramilitares y guerrilleros colombianos para que combatieran junto a los paramilitares. Los informes sobre la presencia de estos combatientes en Darfur datan de fines del año pasado, confirmados por expertos de la ONU. (Ver: Colombianos de rumba en Sudán)

La semana pasada una coalición proejército de Darfur conocida como Fuerzas Conjuntas había denunciado la presencia de cerca de un centenar de colombianos en El-Fasher, la última capital de la región de Darfur, que está controlada por las FAS a pesar de estar sitiada desde hace prácticamente un año y medio. Según la denuncia de la coalición, al menos una docena de colombianos habrían muerto en estos últimos meses. También las FAS mostraron un video, en el que se veían presuntos mercenarios extranjeros colombianos. Esta no es la primera vez que colombianos llegan como mercenarios a la región; el reino saudita y sus aliados, el principal los Emiratos Árabes Unidos, contrataron mercenarios colombianos para combatir en la guerra de Yemen contra los huthíes (2015-2020) (Ver: Yemen: cumbias en el desierto).

Libia la retaguardia de Hemetti

La mediación de los Emiratos Árabes Unidos hizo posible que las Fuerzas de Apoyo Rápido, la organización paramilitar que desde abril del 2023 es junto a las Fuerzas Armadas Sudanesas el principal protagonista de la guerra civil, consiguiera el apoyo del señor de la guerra y dueño del este libio, el general Khalifa Haftar, comandante del Ejército Nacional Libio (LNA) estacionado desde hace años en la ciudad de Tobruk.

Se estima que esta alianza podría finalmente beneficiar a ambos ejércitos y fundamentalmente a los Emiratos, que podría promover a ambos, para que se terminen de afirmar sus territorios y de alguna manera influenciar en un lugar tan sensible como es el este libio y el noroeste de Sudán, en torno a la cordillera de Jebel Uweina, que desde el comienzo de la guerra civil, el macizo se convirtió en un punto estratégico para los dos bandos. Su ubicación, que comparten ambos países además de Egipto, se podrá convertir en la puerta de entrada al Sáhara y sus rutas transaharianas, que son medulares para el comercio y tráfico de personas, armas y combustibles. Además, ese control daría a la dupla Hemetti-Hafther libre acceso a los ricos yacimientos minerales.

El pasado 20 de julio las FAS anunciaron la creación de un gobierno paralelo llamado Gobierno de Paz y Unidad, una coalición de varios grupos armados, entre ellos el poderoso Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés-Norte (SPLM-N), del Kordofán, en la región central del país. En conjunto Darfur y el Kordofán ocupan el cuarenta y seis por ciento del país.

Con sede en la ciudad de Nyala, un punto estratégico de cruces de rutas comerciales, con aeropuerto y una importante terminal ferroviaria. Además de ser el centro comercial de goma arábiga, una de las principales exportaciones del país.

Esta nueva partición del Sudán, que a lo largo de su historia postcolonial ha sufrido varios desprendimientos, podría traer como consecuencia, además de la partición, la posibilidad del fin de la guerra, por lo menos por ahora, hasta que se aplaque el tornado.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.