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Sudaneses en Egipto sin lugar para existir

Fuentes: Rebelión

Desde el comienzo de la guerra civil, que acaba de cumplir un año, millones de sudaneses han debido abandonarlo todo en procura de escapar de las potentes batallas y las operaciones de exterminio que ejecutan tanto las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) como la organización paramilitar, conocida como Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).

Además de los diez millones de desplazados internos se suman 1.100.000 que han escapado a Chad, más de 300.000 que han logrado llegar a Sudán del Sur, 25.000 en la República Centroafricana, otros 50.000 en Etiopía y finalmente más de 500.000 que han llegado a territorio a egipcio. Todos números aleatorios, ya que dadas las circunstancias y los débiles controles fronterizos es imposible llevar un control exhaustivo de esos números, a los que se suma que a medida que el conflicto se profundiza y se expande abarcando áreas del país a los que hasta hace unos pocos meses la guerra no había alcanzado, ahora han pasado a formar parte de ella, provocando más desgracia, destrucción, muertes y desplazados, los que según la región en la que se encuentren puedan buscar refugio en otros lugares del país todavía no alcanzados (cada vez menos) o intentar cruzar una frontera internacional.

La gran mayoría de estos desplazamientos han sido a pie, sorteando en muchos casos centenares de kilómetros, literalmente en llamas, a riesgo de caer en manos de alguno de los grupos armados que a lo largo del año de guerra han aparecido en diferentes zonas del país, que se alquilan a alguno de los dos bandos principales.

Estrictamente, en el caso de la Fuerza de Apoyo Rápido se ha conocido que ha asesinado a cientos de civiles que fueron sorprendidos en medio del camino, dejando sus cuerpos al sereno como mensaje para quien pretenda imitarlos.

El reporte de los exiliados es similar desde cada punto a donde quiera que han llegado: campamentos saturados, escasez de recursos alimentarios, falta de atención médica, abusos de las fuerzas de seguridad (robos, violaciones, torturas y hasta muertes). Lo que incrementa el cuadro de la tragedia que están viviendo los cerca de 50 millones de sudaneses desde el 15 de abril de 2023. (Ver, Sudán, una guerra sin horizonte).

Mientras, la corrupción y la burocracia agregan más dramatismo al cuadro general, ya que proliferan las denuncias acerca de que gran parte de la poca asistencia que bridan las ONG y Naciones Unidas se esfuma antes de llegar a donde deben dirigirse, tanto dentro como fuera de Sudán.

Si bien es grave la realidad de la población civil, tanto que todavía permanece como rehén por los dos bandos en pugna, para quienes han llegado a Egipto, la información señala que viven un grado más penoso y alarmante todavía.

Se ha denunciado que las autoridades egipcias han establecido fuertes controles militares a lo largo de los casi 1.300 kilómetros de la frontera con Sudán, intentando evitar más arribos desde del país vecino, a pesar de la existencia del acuerdo entre el Cairo y Jartum que garantiza la libertad de movimiento entre ambos países.

Estas restricciones funcionan en principio para hombres de entre 16 y 50 años que no cuenten con visado expedido por los consulados egipcios en Sudán. Estas políticas se han ampliado a todo ciudadano sudanés que busca refugiarse en el país del norte. Una vez llegados a Egipto los refugiados son atajados en un fárrago de leyes y dispositivos burocráticos por funcionarios y abogados, como el Departamento de Lucha contra la Migración Ilegal y la Trata de Personas, controlados por el Mabahith Amn El Dawla (Servicio de Investigaciones de Seguridad del Estado), que concluye por no otorgarles asilo.

Por lo que, desde hace meses, quienes intenten entrar a Egipto se han visto obligados en caer en manos de antiguos contrabandistas, conocedores de pasos y senderos de las montañas, que ahora han devenido en traficantes de personas para atravesar áreas como las del Triángulo de Hala’ib, Wadi Halfa o el curioso enclave de Bi’r Tawīl, un área de 2.060 kilómetros cuadrados a lo largo de la frontera entre Egipto y Sudán, que junto a Gornja Siga o Liberland, un sector de siete kilómetros cuadrados entre Croacia y Serbia o la Tierra de Marie Byrd, en la Antártida, considerado (en griego tierra de nadie) que no son reclamados por ningún país u organización,

Los refugiados sudaneses hacen largos trayectos en camionetas de las que se estima que de cada 40 que cruzan la frontera son detenidas solo tres o cuatro. En esos viajes por caminos de montaña y desierto muchos refugiados sufren cuadros de deshidratación e insolación.

Existen denuncias de ciudadanos sudaneses de que guardias fronterizos egipcios les han disparado en zonas desérticas para luego retenerlos y deportarlos sin ningún proceso legal, muchos incluso han sido acusados falsamente por las fuerzas de seguridad de delitos como contrabando o causar “graves daños a Egipto”.

Existe evidencia de que muchos de los desplazados han sido encerrados en diferentes bases militares del ejército egipcio en cercanías de Asuán, la ciudad de más grande del sur del país, y en proximidades del Mar Rojo, en instalaciones donde han debido convivir durante meses con alimañas de todo tipo y cloacas desbordadas, debiendo además sufrir las altas temperaturas multiplicadas por el encierro, el hacinamiento y la falta de agua potable. Además de no contar con asesoramiento jurídico ninguno.

Ninguna de las cinco unidades militares hasta ahora detectadas está clasificada como centro oficial de detención por el Ministerio del Interior.

Se conoce que retenes policiales controlan todos los vehículos que provienen del sur del país, en muchos casos ya muy próximo a la ciudad de El Cairo, a unos 900 kilómetros de la frontera sur, donde se busca a los ciudadanos sudaneses para deportarlos a su país.

No existe información sobre cuántos refugiados han sido detenidos y deportados ya en el sur del país, ni desde ciudades como El Cairo o Alejandría e incluso la de Asuán, la ciudad más grande del sur egipcio, donde las razias y los controles poblacionales son prácticamente diarios en calles, estaciones de autobuses y trenes de ciudades del sur para evitar que los interesados puedan presentarse en las oficinas de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) para registrarse.

Estas molestias, además, están generando un humor social antisudanés que ya se ha expresado con algunas protestas por su presencia e incluso agresiones físicas, más allá de las milenarias relaciones que han tenido ambas naciones.

Los refugiados retenidos, una vez controladas sus identidades y antecedentes, son embarcados en autobuses hasta los cruces fronterizos para obligarlos a continuar hacia su país. Muchos de ellos han narrado las largas sesiones de torturas a las que fueron sometidos antes de ser devueltos a su país.

Aquí tampoco los queremos

Tanto interés del Gobierno del general Abdel Fattah al-Sisi, recientemente elegido por tercera vez (Ver: Egipto: Larga vida al rais) para controlar la migración sudanesa, tiene varias aristas, todas interconectadas y fundamentales para evitar algún oleaje interno. Egipto se encuentra en una enorme crisis económica con una monumental deuda externa y números cada vez más graves que se refieren a inflación, desocupación y pobreza, por lo que el rais se ha visto obligado a aceptar el ¿soborno? de los estados europeos para que su país se convierta en una valla de contención para aquellos que pretendan desde Egipto lanzarse la costa norte del Mediterráneo, la misma jugada que la Unión Europea (UE) ya ha realizado en Turquía, Libia Túnez y Marruecos.

En el caso de Egipto ha sido un paquete cercano a los 8.000 millones de dólares, incluidos 200 millones para el control de la migración. A pesar de que las autoridades de la UE han sido en varias oportunidades interrogadas al respecto, hasta ahora nunca han respondido.

Las redadas policiales en el sur egipcio desde mayo de 2023 a febrero de este año ya han producido, al menos, veinte muertos y 160 heridos. Todos estos hechos han intentado disimularlos bajo el rótulo de “accidentes” automovilísticos, por lo que algunos fiscales ya han solicitado que se investiguen dichos accidentes.

Aunque se sabe que el general al-Sisi colabora con armamento e inteligencia con las FAS, cuyo líder, el general Abdel Fattah al-Burhan, antiguo compañero de estudios, el rais privilegia sus relaciones con la Unión Europea, que no da a los sudaneses lugar para existir.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.