Traducido para Rebelión por María Enguix
Tras la crisis de 2002 que terminó derrocando la dictadura, parecía que Madagascar se encaminaba hacia la democracia y el progreso, pero las esperanzas puestas en el nuevo presidente, Marc Ravalomanana, pronto se frustraron. Ravalomanana utilizó el Estado para ampliar sus negocios en lugar de crear las infraestructuras públicas necesarias en el país, uno de los más pobres del mundo. El joven alcalde de Antananarivo, Andry Rajoelina, ha creído que era posible repetir la jugada de 2002 aprovechando el hastío de la población frente a un presidente autócrata y corrupto. Madagascar está actualmente al borde de la guerra civil y su ejército amenaza con tomar el poder.
Como los medios de comunicación apenas se hacen eco de estos hechos, el Cridev* invitó, el 2 de abril a las 19.30 h en la Maison des Associations de Rennes, al escritor malgache Jean-Luc Raharimanana para que nos esclareciera en lo posible esta realidad confusa y criminal.
Asimismo, el escritor ha permitido que Cridev publicase en su boletín Cridev Réagit el siguiente texto inédito.
Un joven empresario, rico, guapo, admirado, alcalde de la capital, una multitud que llena toda la plaza del 13 de mayo, reivindicaciones y la tremenda esperanza de una democracia real, manifestaciones deliberadamente pacíficas, y una marcha hacia la presidencia para ocupar los lugares simbólicos del poder, un cordón militar, breves negociaciones y la matanza, las armas que hablan y un pueblo que llora una vez más a sus muertos…
Sucedió en 1972, el 13 de mayo: una multitud que denuncia el carácter neocolonial del régimen de Tsiranana y unos militares que abren fuego contra los manifestantes. Sucedió en 1991, el 10 de agosto: una marcha hacia el palacio presidencial de Lavoloha y la voz del presidente Ratsiraka que ordena disparar contra la multitud. Sucedió en 2002: seis meses de manifestaciones «pacíficas» tras las elecciones interrumpidas en la primera vuelta y, al final, una llamada al «hazalambo», la caza del jabalí o caza de montería, exterminio ordenado por Ravalomanana, autoproclamado presidente. Sucede hoy, en 2009, el 7 de febrero: una marcha hacia Ambohitsirohitra, otro palacio presidencial, una multitud y disparos con armas de fuego en respuesta final.
Ravalomanana, Rajoelina, los gemelos idénticos
Antes de continuar, sólo cabe precisar que antes de su llegada al poder, Ravalomanana se había enriquecido durante la dictadura de Ratsiraka. Tras ser condenado por corrupción en 1988, el propio Ratsiraka lo libera y de paso gana el concurso de privatización de la empresa por la que le han condenado…
Aquí radica la base del imperio TIKO que, financiado por el Banco Mundial y protegido por Ratsiraka, gozará de todos los favores y nunca pagará impuestos, ventaja acordada por un Gobierno consciente de ello demasiado tarde. Ratsiraka pensaba en Ravalomanana como su testaferro, pero el segundo codiciaba todo el botín, en este caso el poder organizado en beneficio de su empresa: exención fiscal, desgravación salvaje de los insumos necesarios para sus fábricas (impuestos máximos para la competencia), control absoluto de los concursos, pagos diferidos de los agricultores productores, compra de terrenos de dominio público a precios irrisorios, confiscación de tierras, monopolio de todos los sectores de la economía, control de los medios de comunicación, encarcelamiento de intelectuales y opositores, a lo que se añade la complacencia de los socios capitalistas y de las potencias extranjeras, toda la panoplia del perfecto dictador…
Dejando a un lado el futuro de Andry Rajoelina -que se proclama liberal, capitalista, líder económico…-, no tenemos exactamente el mismo perfil que Ravalomanana. Los reinados de Ratsiraka y de Ravalomanana forzaron a los jóvenes malgaches a una cultura de supervivencia y picaresca, pues el Estado no podía garantizar un sueldo decente. Muchos de estos jóvenes recurrieron a la empresa privada, probando fortuna, fracasando en una rama e intentándolo de nuevo en otra. Los agrónomos se hicieron informáticos, los médicos criadores de cerdos; Andry Rajoelina fue DJ y organizador de espectáculos antes de montarse un chiringuito de publicidad y comunicaciones.
A diferencia de Ravalomanana con Ratsiraka, no ha gozado de los favores dolosos del gobierno. Al contrario, Ravalomanana no ha cesado de ponerle trabas: su popularidad actual se remonta al asunto de los carteles publicitarios en 2004. Ravalomanana, furioso al ver que sus carteles no eran tan bonitos como los del joven empresario, mandó quitarlos, como volvió a hacer con motivo de los últimos juegos del Océano Índico. Cada vez, Rajoelina se le ha enfrentado.
El pueblo de Antananarivo, en particular los jóvenes y empresarios que sufren la depredación del imperio TIKO, han seguido muy de cerca esta rebeldía. No resulta extraño que secundaran en masa su candidatura al ayuntamiento de Antananarivo. Una vez conseguida la alcaldía (enero de 2008), podría trazarse un paralelismo con Ravalomanana, alcalde de la capital también en su época. Pero Ravalomanana tuvo campo libre en su ayuntamiento, lo que no pasa con Rajoelina.
En cuanto ocupó su cargo sufrió las iras del Estado: corte de la electricidad en los locales administrativos de todos los distritos de la capital, nombramiento oficioso de otra ciudad (Toamasina) como capital administrativa de Madagascar, retirada de la gestión de la red viaria al municipio, imposibilidad de que el alcalde nombre a los jefes «fokontany» (administradores de pequeños municipios, zonas urbanas y pueblos). La situación actual es consecuencia directa de este rechazo de Ravalomanana a compartir el poder, con el cierre de la cadena de radio VIVA como colofón. Andry Rajoelina podía escoger entre someterse o rebelarse, entrar en el círculo de la corrupción del sistema Ravalomanana o despertar la revuelta latente de la población malgache.
Hoy sabemos cuál fue su elección. Balance provisional: un centenar de muertos desde el 26 de enero. ¿Intentona de golpe de estado de un lobato financiero sediento de poder o revuelta popular encarnada en una figura heroica de la resistencia? ¿O ambas cosas?
Una historia vacilante…
¿Cómo explicar ahora estos actos reiterados de violencia? «Es África…», dirán, idiosincrasia africana: masacres y más masacres… Pero supongamos que no estamos ante africanos prestos a sacar los machetes o, mejor aún, los FAMAS (Fusil de asalto de la fábrica de armas de Saint-Étienne), los M16, los kaláshnikov o cualquier otra arma que contribuya a la buena salud de las exportaciones de nuestros países civilizados, y busquemos una suerte de explicación que excuse a estos malgaches de tan delicadas tradiciones…
Una vez hecho esto, con la sesera exprimida por el esfuerzo sobrehumano, podemos aceptar que los atropellos observados en Madagascar residen en la naturaleza misma de los Estados impuestos al país. Si un Estado democrático se define en relación con una tierra, un pueblo y un poder, entonces Madagascar no ha tenido ni uno desde la independencia…
Una tierra para un pueblo, un poder para un pueblo y un pueblo que reconoce la legitimidad de un poder; sí, parece un eslogan, sí, parece un discurso simplista, pero otro esfuerzo más, pues parece que este es el problema principal de la nación malgache desde hace tiempo.
Como señala Ndimby. A (Madagascar Tribune, 2 de febrero de 2009): «Resulta espantoso comprobar que después de casi 50 años de Independencia, la alternancia política sigue buscando, una vez más, vías no previstas en la Constitución. Rara vez se ha accedido al poder por las urnas, ni siquiera cuando, ya asentados en él, algunos afianzaron su cargo con una o varias elecciones (…), ningún malgache ha sido jefe de Estado presentándose a unas elecciones en condiciones más o menos normales, a excepción, quizá, del primer triunfo electoral de Philibert Tsiranana (1959), aunque no fue por sufragio universal y sí en el contexto particular de la descolonización. También observamos que en la historia de Madagascar se han dado todas las modalidades existentes de destitución del poder: un asesinato (Ratsimandrava), una dimisión (Ramanantsoa), un impedimento (Zafy), una transferencia de poder (Andriamahazo) y dos ceses a consecuencia de una seria crisis política: Tsiranana en 1972 y Ratsiraka en dos ocasiones, en 1991 y 2002. Sólo el cese de Norbert Lala Ratsirahonana, que se marchó democráticamente tras ser derrotado en unas elecciones no obstante organizadas por él (1996), puede considerarse democrático. Didier Ratsiraka (1993) y Zafy Albert (1997) fueron derrotados mientras trataban de recuperar el cargo que acababan de perder».
Tierra/pueblo/poder, las bases de un Estado democrático
En toda su historia, los malgaches nunca han logrado la ecuación tierra/pueblo/poder… Antes del periodo colonial las rivalidades territoriales y las luchas políticas entre los reinos eran conocidas por todos, así que no ahondaremos en ello. El periodo colonial intentó convencernos de la siguiente ecuación: el Estado francés era la cosa más natural del mundo en estas tierras malgaches y decretó que estas tierras baldías y desocupadas correspondían de pleno derecho a quien las explotara: ¡el colono! Pero, claro está, la superchería era demasiado burda: rebelión en 1947, una de las masacres más espeluznantes de la Francia colonial, 89.000 muertos según el ejército francés y un sinfín de polémicas históricas. El Estado colonial no se dedicó a ejercer su poder en beneficio del pueblo indígena, fue un Estado que apostó exclusivamente por la explotación de las tierras.
Con la independencia podría parecer que estos asuntos quedaban zanjados, pues la tierra volvía a ser de los malgaches. Por desgracia, el desarrollo desigual entre las provincias y la injerencia francesa en las decisiones económicas y diplomáticas decisivas provocaron la revolución de 1972: caída del régimen de Tsiranana, inestabilidad del gobierno hasta 1975, año en que, ya en el poder, Didier Ratsiraka instauró las «fivondronana», las «firaisana»** y las «fokontany».
Estas divisiones territoriales pronto se tornaron divisiones regionales (¿étnicas?); cada fivondronana, firaisana o fokontany negaba de hecho que alguien no oriundo de sus territorios ejerciera realmente el poder. Con las tierras parceladas, podía establecerse el enclave, y las fivondronana que se hallaban fuera del campo de influencia se hundían en una miseria cada vez más profunda. Para colmo, al crear un Frente Nacional de la Revolución, cuyos partidos políticos se repartían territorios, ministerios y funciones públicas con un equilibrio étnico frágil, Didier Ratsiraka acentuó la debilidad del Estado, dado que cada rama del poder obedecía a una oligarquía étnicamente marcada. El enclave está ahí, en el sistema estatal, y no en la ausencia o no de redes viarias.
Con un Estado que ya no funciona como tal, una función pública ineficaz, el respeto al Estado inexistente y un sentimiento deficiente de pertenencia a un Estado, el terror se convirtió en la única vía de mantenerse en el poder, la dictadura se impuso sobre el sueño revolucionario. Así es como resistió Ratsiraka durante dos septenios, antes del despertar del pueblo en 1991. Su poder centralizado saltó por los aires pese a la masacre del 10 de agosto, cuando mandó disparar contra la multitud.
De febrero a abril de 1992, 1.400 representantes de las fuerzas públicas y de la sociedad civil elaboran una nueva Constitución en varios foros regionales y un foro nacional (vaya… ¿el debate participativo de Ségolène? ¿El Yes, we can de Obama?). La nueva Constitución se aprueba en referéndum. Eligen a Zafy Albert presidente de la República. Después de expulsar a un dictador, elegir a un presidente, elaborar una nueva Constitución redactada por un régimen llamado de Asamblea, dar una importancia primordial a la descentralización, parecía que el pueblo malgache por fin iba a levantar cabeza.
Pero eso sin contar con la inmadurez de los políticos: un ejercicio de poder que se limitaba a la caza de las carteras ministeriales, una mentalidad que consideraba los cargos políticos y administrativos como fuentes de enriquecimiento personal. Presentan una moción de censura contra Zafy Albert, que se niega a seguir el juego parlamentario. Le someten a un «impedimento» y se ve obligado a abandonar el poder (1996). El pueblo malgache había logrado sin duda un consenso para una auténtica Constitución, pero los políticos no adoptaron la misma actitud. A las elecciones siguientes (1997) volverá a presentarse el nuevo Ratsiraka con su famoso programa «Humanismo ecológico» (vaya, ¿la Grenelle de los trópicos?), que recibió el premio europeo Umberto Blancamano, y fue financiado, como corresponde, por el Banco Mundial.
Lo mismo. Ratsiraka se apresura a borrar de la Constitución el régimen llamado de Asamblea y vuelve a un régimen presidencial que impide el impedimento… Para salvar las formas, cede a la autonomía de las provincias, fortísima reivindicación de gran parte de la población, pero jamás realiza las transferencias de poder previstas en su nuevo mandato. La conservación de la tierra como programa político, el humanismo del pueblo malgache como fuente de democracia, un poder respetuoso con la tierra y sus gentes; Ratsiraka ha entendido la ecuación pero camufla con su discurso el poder oligárquico.
La llegada de Ravalomanana a la política coincidirá con la vuelta de las reivindicaciones nacidas en 1991. La población apoyada por la sociedad civil y las Iglesias ve en él al hombre idóneo que puede exponer de nuevo sus aspiraciones democráticas. Un mandato más tarde, se da cuenta de que su campeón había entrado en política, no por un ideal de desarrollo, sino para ampliar su imperio. Ravalomanana no revisó el régimen presidencial, como había prometido; al contrario, lo reforzó al suprimir las regiones autónomas y arrogarse el derecho de nombrar y revocar a placer los PDS (Presidente Delegado Especial) o los jefes de las regiones. En adelante el territorio se divide en 22 regiones -lo que no dista mucho de las realidades malgaches y de ese anhelo tan buscado de descentralización e integración territorial-, pero la dotación presupuestaria, pese a los textos, depende por completo del humor de la Presidencia. Las ciudades que habían caído en la oposición (Toamasina con Roland Ratsiraka, Fianarantsoa con Pety Rakotoniaina, Antananarivo con Andry Rajoelina) pierden sin comerlo ni beberlo sus presupuestos ordinarios o sus prerrogativas.
Nunca antes un presidente malgache había utilizado para beneficio personal la ecuación tierras/pueblo/poder, ni siquiera Ratsiraka… Tras las elecciones legislativas de 2007, el informe de la Asamblea Nacional afirma que: «el TIM*** ha obtenido 105 de 125 escaños. Diecinueve escaños han ido a parar a partidos pequeños y a candidatos independientes pro TIM. El escaño restante lo ha ganado Prezaly, de LEADER FANILO****, que se ha convertido así en el único miembro de la oposición de la nueva Asamblea Nacional».
El hombre de negocios Ravalomanana, que todo lo decide, tiene el monopolio de los sectores económicos de la isla. Con su reforma de la propiedad territorial, pone en jaque a los miles de propietarios analfabetos de la isla que, sin saber de catastros ni propiedades privadas, siguen funcionando según el código tradicional: una noción de propiedad que excluye la administración, basada en el acuerdo entre lugareños y familias. Sin que los susodichos «propietarios tradicionales» estén al tanto, estas tierras declaradas patrimoniales se malvenden a las empresas que gravitan en torno al presidente o a las grandes multinacionales que explotan el subsuelo; riquezas de la tierra, en consecuencia, que no volverán a recaer en la población. En este contexto, el asunto Daewoo no es sino una lógica llevada al extremo. De hecho, forma parte de un proyecto gubernamental que pretende atribuir la explotación de los grandes espacios a empresas privadas locales y extranjeras. El pueblo malgache es una mera «mano de obra a precios competitivos», un señuelo para atraer a los «inversores», o en realidad a los grandes explotadores del planeta que no quieren gastar más en países infestados de derechos sociales y sindicales (por no hablar de los inicuos impuestos e innumerables tasas profesionales…) y, para Ravalomanana, el pueblo es a un tiempo su empleado y su cliente, que trabaja para sus empresas, que compra sus productos: el sueño capitalista en estado puro.
¿Qué transición?
¿Tuvo, pues, Rajoelina motivos para sublevarse? Probablemente sí. ¿Hizo bien incitando al pueblo a asaltar un poder ciego? Probablemente no. Ahí está el centenar de muertos que da fe de su acto. La orden de Ravalomanana de disparar contra la multitud es criminal, pero ¿tenía Andry Rajoelina una conciencia cabal de la situación antes de marchar hacia el palacio presidencial? Poner a ambas personalidades en un mismo plano sería injusto. Ravalomanana viste desde hace tiempo el traje del dictador; Rajoelina, de momento, no ha hecho más que encarnar una aspiración legítima de libertad. ¿Podemos imputarle la responsabilidad de la carnicería del sábado 7 de febrero? Ravalomanana afirma que respeta la legalidad y la democracia, ¿pero es lícito o democrático disparar con armas de fuego contra una manifestación?
Rajoelina reclama un régimen transitorio, pero si se trata sólo de una transición para que el próximo gobierno juegue al juego de la silla, no merece la pena… El pueblo malgache ya ha hecho bastante: el directorio militar entre 1972 y 1975, elaboración del libro rojo y dictadura de Ratsiraka, los foros nacionales de 1992 y el regreso del propio Ratsiraka, los seis meses de 2002 y los sueños de democracia pegados en las etiquetas de los yogures TIKO…
Para despejar cualquier ambigüedad, Rajoelina debe remachar lo que ya ha dicho: que la presidencia no le interesaba y que lo que le importaba era la instauración de una verdadera democracia en Madagascar. Es impensable que Ravalomanana siga en el cargo, impensable que Rajoelina lo ocupe. Es necesario crear un gobierno neutro de transición y que todos sus miembros prometan que no se presentarán a las elecciones anticipadas, para evitar que la transición degenere en un periodo de cambalaches y traiciones políticas. La transición supondrá partir de cero para el pueblo malgache: la noción de Estado, los límites del ejercicio del poder, la creación de herramientas que no permitan las desviaciones observadas desde la independencia, porque la isla ya no puede hacer como si nada…
La ONU, la Unión Africana, Francia y los Estados Unidos recomiendan el diálogo. Muy bonito, pero eso es poner a los malgaches frente a este dilema: dialogar con el verdugo… Así es como se crece, por lo visto: mirando de frente al verdugo… Y así es como se respeta la democracia, también por lo visto…
¿En los Estados Unidos el clan Bush no había desatado dos guerras (como mínimo) por sus pequeñas empresas? ¿En Rusia no sigue siendo Putin el rey del petróleo y del gas? ¿En Italia, Berlusconi no domina el sector audiovisual y demás minucias económicas? ¿En Francia, Sarkozy no se repantiga en un yate mientras sus amigos multimillonarios se llevan sin complejos los concursos?
Ahora riamos a una con Gadafi cuando suelta: «Llamadme Rey de los Reyes tradicionales de África…».
Notas de la traductora:
* Centro de Rennes de información para el desarrollo y la solidaridad entre los pueblos.
** En la división administrativa de Madagascar, la «fivondronana» era una antigua subprefectura y la «firaisana», un antiguo municipio.
*** Tiako I Madagasikara (Yo amo Madagascar).
**** Liberalismo Económico y Acción Democrática para la Reconstrucción Nacional.
Escritor, dramaturgo y poeta malgache en lengua francesa, Jean-Luc Raharimanana sufrió la censura de su primera obra en Madagascar por razones políticas. Más tarde se trasladó a Francia para estudiar etnolingüística y ejerció el periodismo y la enseñanza. En la actualidad se dedica plenamente a la escritura.
Autor muy comprometido, describe con un estilo violento y lírico la corrupción y la pobreza que castigan su isla, sin olvidar la dolorosa historia de su país. Entre sus obras destacan Nour 1947, Lucarne, Rêves sous le linceul (ediciones Serpents à Plumes) y Madagascar 1947 (ediciones Vents d’Ailleurs).