Escribo estas notas con una mezcla de desazón, incredulidad y rabia. En relación con la Guerra en y contra la Jamahiríya (Libia), lo único razonable y sensato acontecido en el plano internacional ha sido la reunión del viernes 25 de marzo en Addis Abeba, convocada por la Organización de Estados Africanos, en la que representantes […]
Escribo estas notas con una mezcla de desazón, incredulidad y rabia. En relación con la Guerra en y contra la Jamahiríya (Libia), lo único razonable y sensato acontecido en el plano internacional ha sido la reunión del viernes 25 de marzo en Addis Abeba, convocada por la Organización de Estados Africanos, en la que representantes del gobierno libio y oposición se han sentado para abordar posibles salidas al conflicto que vive el país e intentar salvar al país del caos; para eso deberían servir la diplomacia y unas relaciones internacionales civilizadas. En cuanto a España, reconocer el comportamiento parlamentario decente del Bloque Nacionalista Gallego y de Izquierda Unida y el esfuerzo de los convocantes de las concentraciones de Canarias, Rota, Madrid, Galicia y de otros lugares convocadas durante la última semana de marzo. En lo referido a la proliferación de declaraciones leídas u oídas, pocas han sido las sensatas y decentes, entre otras, a mi juicio, las de Santiago Alba Rico, Willi Toledo, Juan Margallo, Carlos Fabretti, Isaac Rosa, Albert Escusa, Ángeles Maestro y la de los cristianos pacifistas de Justícia i Pau.
Desde la invasión de Panamá por parte de los marines de Estados Unidos en diciembre de 1989 y la Primera Guerra del Golfo ordenada por Bush padre en enero del año 1991, no he parado (desde mi participación en colectivos solidarios y redes internacionalistas) de intentar explicar-explicarnos lo que estaba sucediendo y denunciarlo a la luz de un pensamiento mínimamente crítico, materialista, antiimperialista y no euro céntrico. Lo más triste es que en cada ocasión, en demasiadas ocasiones, han sido personas supuestamente pertenecientes al campo solidario y «progresista» las que en cada coyuntura contribuían al ocultamiento y a la ceremonia de la confusión e impedían un análisis racional o directamente se ofrecían como apologetas de la aventura belicista de turno.
Siendo el conflicto palestino-israelí, creado por las potencias europeas, el eje básico y fundamental alrededor del cual se han ido gestando muchas de las guerras y de las intervenciones provocadas en el llamado Oriente Próximo y Medio desde la Segunda Guerra Mundial, no viene mal recordar que esta zona del Mediterráneo Sur-oriental (Magreb y Mashrek) es clave en todas las jugadas geopolíticas del siglo XX y XXI. Es geográfica e históricamente el lugar donde se juntan los «tres Continentes», Asia, África y Europa; lugar de triple bisagras: Asia-África, Asia-Europa, África-Europa; un codiciado almacén de energías (gas y petróleo) y ruta de paso clave para el comercio internacional (Suez). Además se trata de la cuna de grandes y diversas civilizaciones, culturas y religiones como el judaísmo, cristianismo e islam. En esta extensa región perviven conflictos abiertos desde décadas o siglos: Kurdistán, Irak, Siria, Irán, Armenia, Chipre, Turquía, suníes y chiíes… Y es aquí donde, en un terreno criminalmente «minado» por siglos de colonialismo y neocolonialismo europeo (francés, italiano, británico y alemán) se ha llevado a cabo, por etapas y con la inestimable colaboración y aportación de los sucesivos gobiernos de Washington, la sangrienta transición entre las guerras de la «modernidad» y la actual fase de Guerra Global.
De qué va la cosa
Considero fundamental reflexionar, en coherencia con este concepto de Guerra Global, sobre cómo se han ido perfilando en todas las guerra las más recientes dinámicas de Guerra Psicológica, de Control Informativo y de Propaganda. Interesa recalcar que el punto de partida de todos estos procesos es el derrumbe de la Unión Soviética de 1989 y no, como suelen contarnos los analistas idealistas y los «periodistas», el 11 de septiembre de 2001.
El proceso de «transición» que voy a sintetizar, ha tenido hasta ahora, 4 etapas, cada una de ellas apoyada en un documento revelador parido por las más altas jerarquías político-militares de Estados Unidos (EE.UU.): Casa Blanca, Departamento de Estado, Pentágono y cumbre de la OTAN. A su vez, cada una de estas etapas ha tenido su propia proyección bélica: la primera, la Guerra del Golfo de 1991 (precedida por las escaramuzas en Panamá y Granada, y seguida por la esperpéntica acción propagandística Restore Hope en Somalia, de resultado nefasto para Bill Clinton); la segunda, la doble Guerra de los Balcanes, librada en varios actos entre 1991 y 1999; la tercera, la Guerra contra Afganistán y la cuarta, la guerra contra Irak, que culminó con la invasión de este país en el año 2003.
Vamos por partes:
1) La Guerra del Golfo. Es célebre, en la primera etapa, el discurso de George Bush Sénior sobre el «Nuevo Orden Mundial», al cual sigue la directiva «National Security Strategy of the United States», líneas estratégicas luego desarrolladas en el también celebre «Defense Planning Guidance», redactado bajo la dirección del «neonazi» Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz.
En estos documentos se empieza a hablar de Global Security, la cual, obviamente, requiere del liderazgo de Estados Unidos y la eliminación de cualquier frontera y marco geográfico para la OTAN. También se aclara que las potencias tendrán que dejar a un lado el clásico principio westfaliano (1648) de la «No Injerencia en los asuntos internos de los Estados soberanos». Se deberá de ejercer el derecho-deber de «injerencia humanitaria» y en este sentido, se interpreta la Guerra del Golfo como el crisol de un nuevo orden mundial. El papel de la ONU queda reducido a dar su bendición.
Esta guerra tuvo también otros aspectos notables o «novedosos»: se experimentaron nuevas armas, entre ellas las de uranio empobrecido, fue la primera guerra espectacular y se caracterizó por su elevado grado de desproporción y asimetría total de las fuerzas enfrentadas.
2) Las Guerras Balcánicas. Por primera vez se asoma en el escenario balcánico una potencia occidental pero no europea. Se trató de la versión «Humanitaria» de la Guerra Global. Es una guerra totalmente aérea, sólo se utilizaron aviones y misiles, su objetivo no era la conquista territorial, aunque en el centro este de Kosovo se construyera Camp Bonsteel, la mayor base militar norteamericana tras Vietnam. Aquí se hicieron efectivas las palabras de Z. Brzezinski, según la cuales resulta clave que «el sistema de seguridad europeo coincida plenamente con el norteamericano». Europa tiene que ser la cabeza de puente americana en el continente euroasiático. Se introduce explícitamente la crucialidad de los llamados «corredores», las pipe-lines para el petróleo y el gas que, desde oriente hacia occidente, unen las regiones circundantes del mar Caspio y el Cáucaso con el Mediterráneo, los Balcanes y Europa meridional. Tanto los países europeos como Estados Unidos consideran a estos corredores de vital importancia.
En esta guerra Global Humanitaria (parece el nombre de una ONG), la OTAN se eleva a sujeto central y consigue que sea, poco a poco, habilitada para actuar como «brazo armado» de la ONU, al mismo tiempo que sustituye y margina a ésta. Al final, en febrero de 1999, la OTAN, con el inefable Javier Solana a la cabeza, decidirá el ataque contra la Federación Yugoslava sin la autorización del Consejo de Seguridad, en abierta violación de la Carta de las Naciones Unidas.
La metamorfosis estratégica de la OTAN y la superación definitiva de los principios de Westfalia quedan sancionadas. Es el fin de una posible Unión Europea soberana e independiente en el tablero internacional.
Con todo, hubo en Madrid y en Barcelona unos autodenominados revolucionarios que veían en este proceso de des-territorialización y sucesiva re-territorialización imperialista, una radiante y triunfal ejemplificación del derecho a la «autodeterminación de los pueblos». (Sic)
3) La Guerra en Afganistán. En este escenario se desata una guerra sin límites espaciales ni temporales contra las llamadas «redes del terrorismo global» y los «Estados canallas» (rogues states) que se puedan, de algún modo, considerar vinculados al terrorismo. El Departamento de Defensa, que lo tenía preparado con anterioridad, difunde el 30 de septiembre de 2001 el «Quadrennial Defense Rewiew Report», inspirado también por el incansable Paul Wolfowitz. En este documento se mantiene que:
Los Estados Unidos son los únicos en condiciones de «proyectar potencia» a escala mundial, tienen tareas globales y deben no sólo defender sino también «promover» sus intereses vitales.
Los Estados Unidos tienen que poner a punto una «Total Force» militar que explote al máximo las «ventajas asimétricas» de las que gozan en términos nucleares, de inteligencia y de control informático planetario.
La respuesta al llamado terrorismo global incluye el uso de armamento nuclear para impedir a los grupos terroristas el uso de armas nucleares, bacteriológicas, o químicas.
Los Estados Unidos deben aumentar el número y reforzar las bases militares en las áreas donde se «pueden afirmar potencias hostiles», es decir: Balcanes, Oriente Medio, golfo de Bengala; Mar de Japón y Corea y en general, a lo largo del East Asian Littoral.
Garantizar el acceso y el uso en su beneficio de los recursos estratégicos de la zona del Mar Caspio y de Oriente Medio y alcanzar el control militar de estas áreas. Si es necesario hay «derecho» a cambiar el régimen político de un estado adversario y a ocupar provisionalmente un territorio extranjero hasta conseguir los objetivos estratégicos de EE.UU.
No hay que olvidar los epígonos españoles de esta escuela de pensamiento, como el peligroso Ignacio Cosidó (antiguo asesor parlamentario para los temas de Defensa y Asuntos Exteriores y actualmente portavoz del Partido Popular en la Comisión de Interior y vocal en la de Defensa), que en esos años llenaba las páginas de la Revista Española de Defensa con su frenesí fascistoide.
Mientras tanto nos entretenían con el debate sobre la imposición del burka.
4) La Guerra contra Irak. En esta etapa llegamos ya a la Guerra Preventiva. Esta Guerra ilustra y compendia todo lo teorizado y perpetrado hasta entonces. El documento de la Casa Blanca de septiembre de 2002, que acompaña esta guerra, una vez más nos «ilumina» sobre unas perspectivas bélicas realmente subversivas y quebrantadoras no sólo de la Carta de Naciones Unidas sino también de todo el Derecho Internacional general y de guerra, que se ha ido consolidando en el tiempo desde de la Edad Media.
A los caracteres ya descritos se añaden:
a) La noción de Guerra Preventiva como derecho unilateral a intervenir contra cualquier enemigo «potencial»;
b) La presión-chantaje que EE.UU. pueda ejercer sobre la Comunidad Internacional para inducirla a aceptar sus propuestas (…y si no lo hacemos nosotros);
c) La superación del tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, y la imposición de la nueva doctrina de la «Contra Proliferación», es decir del «derecho a la intervención militar para desarmar a los potenciales enemigos nucleares».
A este delirio belicista se le paró provisionalmente los pies en 2003 con inmensas manifestaciones en todo el mundo. Por fin el emperador logró verse desnudo y la reacción social se trasformó en política y electoral y barrió a Bush y a sus bufones españoles y europeos. Los países de la Unión Europea que hasta entonces habían actuado en estas guerras más bien como satélites, se estaban volviendo cada vez más reticentes, (desde el punto de vista de EE.UU.: «petulantes»). Estos países fueron oponiendo tanta mayor resistencia a seguir las aventuras de los primos norteamericanos, a medida que la «solución» bélica desencadenada amenazaba su propia estabilidad y sus intereses, cuanto mayor fuese la deslegitimación que imponía la lucha popular contra la barbarie de la guerra y contra el cierre de espacios democráticos que esta comporta. La guerra, no lo olvidemos, entre otros efectos, es el peor enemigo de la democracia, obliga a una contracción del comercio internacional e interrumpe muchos negocios y, aunque en un principio puede utilizarse para desviar o minimizar las contradicciones internas, a largo plazo causa oposición interna. Además, y con esto llegamos a tocar otro de los temas clave para entender el peligroso panorama internacional que nos rodea, la guerra favorece los negocios de algunos capitalistas, pero daña los negocios de otros, baste con pensar en el sector turístico y en las líneas aéreas.
Sin embargo, en pocos meses se evaporaron las esperanzas: no se cerró el lager de Guantanamo; no se juzgó a ningún criminal de guerra, no se desmanteló la OTAN, no se corrigieron los terribles abusos del Estado hebreo contra el pueblo palestino que fue de nuevo masacrado impunemente con la vomitiva operación «Plomo Fundido» de Diciembre 2008-Enero 2009. Mientras tanto, cada semana aviones de Estados Unidos, de Gran Bretaña, de Alemania, de Italia, en definitiva de la OTAN, siguen lanzando toneladas de bombas en los páramos de Afganistán y sobre las aldeas pastunes del valle de Swat, ya en Pakistán. Vemos como ni se ha reconstruido ni pacificado el país que ahora se dedica aún más al tráfico del opio, y en el intento de eliminar talibanes se siguen matando civiles. Y las mujeres encerradas en casa y con el burka. Sabemos lo que pasó y pasa allí, sabemos lo que pasa en Irak…
Los muertos civiles se cuentan por cientos de miles; nos odian, les afirmamos en su odio hacia este vergonzoso Occidente; mantenemos a estafadores y mafiosos en el gobierno de sus países con elecciones-farsa (son nuestros hijos de puta); nos matan a alguno de nuestros jóvenes que sirven allí como militares y los hipócritas lloran. Obama y Zapatero han resultado ser bastante peores que un bluf.
Libia nos avisa que nos esperan nuevas entregas del negocio del miedo y de las geoestrategias empapadas del olor a combustible que desprenden Eurasia y el Norte de África. ¿O existe todavía alguien que no conoce ningún ejemplo de país árabe desarrollado al que destruyeron para apoderarse de su petróleo?
En busca de la legitimación perdida
La regresión que tenemos enfrente es una regresión global de nuestra formación social. La lógica de guerra ha vuelto a prevalecer sobre la lógica, sino de «paz», al menos de parcial sometimiento a procedimientos multilaterales en los que parecían inspirarse las superestructuras jurídicas y las Instituciones Internacionales salidas de la Segunda Guerra y de la contención de fuerzas derivada de la denominada Guerra Fría. Sin embargo, es evidente que viendo el comportamiento de estos días de Gran Bretaña, Francia y España, no sólo el Estado gran potencia militar cuya hegemonía está en crisis se cree Legibus Solutus, sino también sus satélites europeos, rememorando su pasada grandeur, se arrogan esa potestad para sí mismos. Y este hecho, en el marco de una pertinaz crisis general del Capitalismo existente, podría causar la apertura de un ciclo de nuevas Guerras Mundiales que ni el Derecho, ni las Instituciones Internacionales, ni las «opiniones públicas», tal como están estructuradas hoy en día, podrán frenar y ni limitar en sus efectos destructivos.
Como recomendó muchas veces Noam Chomsky, lo saludable sería juzgar la guerra que esté en curso por los hechos y no por las palabras, puesto que las palabras, y más en el transcurrir de agresión armada, sirven para encubrir y confundir más que para aclarar y desvelar. Tanto en las guerras anteriormente citadas como en esta última contra Libia, se nos dice tanto por parte de los encargados para la guerra psicosocial, como por parte de los analistas y periodistas políticamente correctos, que estas guerras son «distintas», argumentando su carácter noble, de alguna manera «desinteresado». Se trataría una vez más de una guerra «justa» para defender algo tan positivo e inalienable como son los Derechos Humanos, la Población Civil o la Justicia «infinita».
Ya se sabe. En otros tiempos el ministerio encargado de estos asuntos se llamaba «de la Guerra». Como el uso estratégico del lenguaje y de la intoxicación desde Göbbels ha experimentado notables y acelerados avances, «los medios de intoxicación de masas» tienen un poderío envidiable con lo que ya llevan años contándonos que machacar un país y a su indefensa población desde el aire, desguazar un Estado no obediente, o devolver una sociedad «a la edad de la piedra» – tal y como nos anunciaba con entusiasmo algún general estadunidense- tenemos que llamarlo «Libertad Duradera», «Devolver la Esperanza» o cosas así. Ahora para las masacres y las invasiones se prefieren términos de positiva resonancia como «defensa», «seguridad», «imposición de paz» «iniciativa preventiva», «democratización de la región». ¿Cómo os suena Odyssey Dawn?
Se despilfarran ingentes cantidades de recursos y dinero en protegerse de peligros tan hipotéticos y agigantados como las invasiones más o menos bárbaras a costa de dejar al descubierto necesidades tan reales como comer, educarse, tener una casa o poder ir al médico. Es esa «racionalidad», tan demente como la que propone como solución a la violencia en las aulas que los profesores vayan armados. Y sin embargo, el Terrorismo funciona, no fracasa. Y además, no es el arma de los débiles: es sobre todo un arma de los fuertes, pero como ellos controlan los sistemas doctrinarios e ideológicos, su terror no cuenta como terror. Sus guerras, esta guerra, son episodios de terrorismo de masas donde sobre todo mueren civiles y la población se toma como rehén. Se avisa «al pueblo libio», a los «rebeldes» que o participan en la ofensiva terrestre contra los gadafistas o serán bombardeados.
Por cierto, para hacer la guerra, aparte de otros ingredientes, hacen falta armas. ¿Quién ha estado por años traficando con armas con Gadafi? ¿Quién está, ahora, armando a «los rebeldes»? ¿Quién está «trufando» el país de Fuerzas Especiales? ¿Quién está trabajando para la guerra civil en Libia? ¿O alguien puede creerse el cuento de unas pacíficas masas populares que, en pocos días, se levantan espontáneamente en armas contra «un tirano armado hasta los dientes» y en una semana ocupan, ¡o casualidad! las zona de importancia estratégico-petrolífera de Cirenaica?
La brutalidad necesita nuevas fronteras de legitimación. De allí esa sublime creación ideológica llamada «Intervención Humanitaria», es decir la defensa de los intereses de siempre de la mano de procedimientos aparentemente más nobles y benignos y, ciertamente, por lo que parece, a veces más eficaz. Y los tontos cacareando: ¡a que no lo hacen con China!.. Tranquilos, si es por ellos, todo llegará.
Cuando el dedo indica la luna, el tonto mira al dedo.
Reflexionemos, entonces, un minuto, sobre todo reflexionen los que siguen dudando permanentemente de que las fuerzas especiales del imperio puedan transformarse en «Ángeles del Bien»: desde hace décadas estamos sumergidos en una continua campaña psico-social para rehabilitar la guerra como instrumento de la política y para legitimarla, en base a su supuesta eficacia, como instrumento privilegiado del accionar político internacional.
Una vez cortocircuitada la diplomacia por inservible, la clave del mensaje neo populista de la ideología dominante se basa en principios y valores que de entrada son consumibles satisfactoriamente por todos: ¿quién se declararía en contra de la Paz, la Solidaridad, los Derechos Humanos, la Ayuda Humanitaria y de defender a la población? Toda enorme mentira se basa, tiene que basarse para sostenerse, sobre alguna pequeña verdad. Desde hace veinte años los países más poderosos están intentando legitimar sus acciones de agresión externas camuflándolas de «emergencias humanitarias», o de «guerras justas» en defensa de la democracia. Se trata de una ofensiva ideológica que, queridos idealistas, si recordáramos un poco de historia, vuelve a proponernos el intervencionismo al más puro estilo imperial y neo-colonial: como Misión Civilizadora.
Para quienes lo hubiera olvidado recordaré que se trata de la clásica ideología colonialista reforzada por el mito estadounidense del Destino Manifiesto. Razones humanitarias y de civilización llevaron a los japoneses a invadir Manchuria, a Mussolini a civilizar Abisinia, («liberar los abisinios de la esclavitud»), y a Hitler a proteger los Sudetes en una nueva «hermandad europea».
Quienes «decretan las emergencias» e intervienen, por supuesto, son siempre los mismos «buenos», los que usurpan para ellos el título de Comunidad Internacional. Nunca se pueden permitir invertir los papeles; los «malos», una vez llevado a cabo el proceso de construcción mediática del enemigo (¡Ay «periodistas»! ¡Ay supuestos compañeros!, ¿¿ porqué os prestáis cada vez a esto??…) y su oportuna satanización, como hemos visto, pueden variar.
A propósito de terroristas
El villano Gadafi, realmente, es el mismo de hace 30 o 40 años, el mismo coronel que nacionalizó el petróleo en 1971 echando a British Petroleum y a Mobiloil, el mismo con el que muchos han hecho negocios, el mismo de quien mucho han cobrado (¿verdad amigos del sindicato ex de clase?, ¿verdad amigos de los partidos de la izquierda del capital, verdad comités de solidaridad ahora «horrorizados»; ¿verdad Sarkozy, verdad Blair, verdad Aznar?). El mismo mandatario que, enfrentado a la OLP, vergonzosamente expulsó a miles de palestinos que vivían y trabajaban en Libia. El mismo coronel al que el 27 de junio de 1980 intentaron asesinar con misiles disparados desde Mirage franceses, destruyendo en pleno vuelo al DC9 de la aerolínea Itavia y que acabó con la vida de 81 viajeros inocentes en lo que se dio en llamar la Masacre de Ustica, nombre de la pequeña isla cercana a la costa siciliana. El mismo que fue bombardeado en Trípoli y que sufrió el asesinato de sus familiares en 1986. Como podemos ver, el encono de los gobiernos franceses y norteamericanos contra Libia viene de fechas muy lejanas.
Trascribo, traducidos, unos textos muy clarificadores: el primero es la portada del diario italiano Il Corriere della Sera del día 6 de enero de 1996. El titular es explicito: Ustica, objetivo Gadafi pero el misil francés alcanzó el DC9. Subtitulo: Cogliandro, ex jefe del contraespionaje, acusado de reticencia y asistencia. Cossiga a la Comisión Masacres del Parlamento. En el texto leemos: Roma. Una operación secreta para liquidar a Gadafi, falsos cazas libios en vuelo contra el avión del coronel, luego una reacción no prevista por parte de los escoltas del mismo Gadafi. Así, con la intervención de americanos y franceses y una auténtica batalla en el cielo del Tirreno se habría consumado la masacre de Ustica: el DC9 Itavia abatido y abatido también un Mig 23, precipitado sobre la Sila (cordillera de Calabria ndt.). Esto está escrito en 15 de las cien fichas compiladas por el ex jefe del contraespionaje del Sismi, general Demetrio Cogliandro, que ahora está acusado «de reticencia y asistencia». En el Parlamento, la próxima semana, las convocatorias de Cossiga en la Comisión para las Masacres y del mismo Cogliandro frente al Comité de Control para los Servicios». ¿Qué dijo Francesco Cossiga, antiguo Presidente de la República Italiana recientemente fallecido, 30 años después de ese intento de asesinato contra el dirigente libio? Lo sabemos por una nota de la agencia AGI del 24 de mayo de 2010 que reproduzco:
COSSIGA: Un avión francés lanzó un misil por error…
(AGI) – «El avión francés se había situado debajo del Dc9, intentando no ser interceptado por el radar del avión libio que estaba trasportando a Gadafi. En un momento dado, dispara un misil por error, pretendiendo alcanzar el avión del presidente libio.» Lo ha declarado el presidente emérito de la Republica, Francesco Cossiga, en la película documental de investigación titulada «Sopra e sotto il tavolo – Cosa accadde quella notte nel cielo di Ustica», rodada por los periodistas Giampiero Marrazzo e Gianluca Cerasola sobre la tragedia del Dc9 de Itavia que se hundió en el mar de Ustica el 27 de junio de 1980 y publicado por el editor Tullio Pironti.
«Yo llamé al almirante Fulvio Martini, director del Sismi (Servicios de Inteligencias Militares. NdT) – continua el senador vitalicio – que me dijo que no había más pruebas que las del espionaje (intelligence) que escarba en los bistrot». Refiriéndose luego a los autores del film, que se estrenará el próximo 10 de junio en un cofre con un libro con el prefacio del senador vitalicio Giulio Andreotti, Cossiga les ha advertido diciéndoles: «Os desaconsejo vivamente ir a Francia. Si continuáis esta investigación os podría suceder algo: una intoxicación alimentaria, el reventón de un neumático o un choque con un camión». En cualquier caso, según Cossiga, «podrá haber un gobierno de derecha, de centro-derecha, de izquierda o de extrema izquierda, pero los franceses no lo dirán (admitirán NdT) nunca; a lo mejor hasta cuando alguien que sabe, o que es el autor, esté a punto de morir y no le tenga miedo al juicio del Altísimo, no pudiéndole oponer egalite’, fraternite’ y liberte'».
La reconstrucción de la causa de la matanza y del criminal intento de asesinato de Gadafi que hace Cossiga es muy parecida a la de Rosario Priore, en aquellos años magistrado instructor en el tribunal de Roma, en el reciente libro entrevista: «Intrigo internazionale». Editorial Chiarelettere. Milano 2010. Este magistrado añade algunos detalles. Pero, ¡qué más da! El terrorismo de Estado siempre se olvida, aunque a ello se opongan figuras heroicas e indispensables como Daria Bonfietti, de la Asociación de Parientes de las Víctimas de la Masacre de Ustica en Italia o, aquí en España, la familia Couso.
Insistía N. Chomsky en una asamblea en el Massachusetts Institute of Tecnology (M.I.T.) el 18 de octubre de 2001 a los pocos días de declararse la «Guerra contra el Terror Global», que la lista de los Estados que se habían unido a esa Coalición era impresionante, «tienen una característica común: están ciertamente entre los principales estados terroristas del mundo. Y están dirigidos por el campeón mundial». Recomendaba también como bastante correcta la definición de Terrorismo del manual de ejército de EE.UU.: «el uso calculado de la violencia o de la amenaza de violencia para lograr objetivos políticos o religiosos a través de la imposición, de la coerción o la provocación de miedo».
Si bien se hace cada vez más difícil creerse esta propaganda de guerra y convencerse que las aventuras militares, cada vez más frecuentes, tengan algo que ver con las maravillosas motivaciones aducidas, también queda claro que gran parte de la población se siente impotente o no considera que tenga sentido reaccionar para detener la barbarie en lugares que considera distantes y diferentes del suyo y que sólo conoce por lo que le transmite la televisión. Los medios de comunicación, además, apoyan interesadas líneas de interpretación ridículamente subjetivistas, que favorecen la sustitución del análisis de las causas y de los objetivos reales de una guerra por una diatriba moralista sobre quien «ha pecado más contra la Paz, la Justicia o el Derecho» o quién es el heroico paladín de esos indiscutibles valores.
La sociedad oportunamente manipulada informativa-emotivamente, parece presa de un maniqueísmo barato de Far West, tan necesitada como está de identificarse apresuradamente y de forma emotiva con unas víctimas (las que exhiben) y simplificar disonancias cognitivas e impotencia acumulada. Esta necesidad suscitada, es aprovechada, ¿cómo no? por la agenda y la capacidad mediática y militar de la llamada «Coalición Internacional» y de la Alianza Atlántica. Arrastramos formas de interpretar los acontecimientos y los escenarios bastante infantiles y es esa ingenuidad la que aprovecha, maquinaria propagandista, tal como pasa con la publicidad. Se nos dice (por quienes los violan y los vulneran) que es derecho de los pueblos ser asistidos, que no se puede (a veces…) aguantar dictadores, soportar la imposición de los burkas…, en efecto, y sin embargo nos ocultan que también es derecho de las poblaciones no tener que soportar invasiones, bloqueos, represiones, golpes de estado, empobrecimiento, guerras civiles cebadas desde el exterior, intercambio desigual, deudas externas genocidas etc.
Un imperfecto complot contra Libia
Seguimos escuchando embelesados sus cínicas chorradas. La realidad ya supera a los guionistas de las series filo sionistas dedicadas a simpáticos matones de la televisión.
Y entonces, ¿Qué piensan hacer en Libia? El cenit del petróleo acelera los acontecimientos y, para más Inri, los intereses que están en juego a nivel global en esta fase son la drástica redefinición de los papeles y de relaciones de fuerza. Las rebeliones y los estallidos en el Norte de África y en muchos de los países árabes preludian una nueva recomposición de zonas de influencia, tendencia bien entendida por Francia, antigua potencia colonial, que perdidas casi todas sus referencias africanas en las dos últimas décadas, intenta desesperadamente, a través de su histriónico presidente y co-príncipe de Andorra Nicolás Sarkozy, no desaparecer de forma definitiva del tablero internacional. Y por Gran Bretaña, desde siglos enredada en todos los más sucios Grandes Juegos.
Las primeras débiles manifestaciones juveniles de la Jamahiríya han sido engullidas por fuerzas internas que representan una permanente instancia autonómica de la Cirenaica en oposición a Tripoli, y por la reaparición de unos jefes tribales cansados del pacto con Gadafi y convencidos de poder beneficiarse de una mayor cuota de la renta petrolífera con la llegada de otros patronos desde el extranjero. Cuanto más débil era la oposición interna en el plano de masas, Occidente ha acelerado más los tiempos para precipitarse en su «apoyo». Operaciones encubiertas a mansalva, y también episodios tan increibles y desconcertantes como el reconocimiento de la Eurocamara el día 10 de marzo como «unico gobierno legitimo» de una «oposición libia» de la cual ningún parlamentario sabía absolutamente nada, ni quienes son, ni que programa o intenciones tienen. Sobre esos recién ungidos nuevos heroes están apareciendo ya las primeras inquietantes filtraciones.
Los supuestos aliados, de partida, están muy divididos: Italia, que fue el principal país colonialista (hasta la ocupación de los angloamericanos a partir de 1943), no tenía ninguna gana de tomar postura contra el actual Gobierno libio con el que desde hace décadas importantes sectores económicos mantienen intereses en común. EE.UU., esta vez se mueve con cautela, quiere que den la cara otros para no crearse problemas internos o «meter la gamba» y, todavía, no ha explicitado si en Libia están en juego sus fatídicos «intereses vitales». Pero, claro, ellos han montado el corpus teórico-práctico de todo esto y… a nadie le amarga un dulce; Turquía (que intenta desesperadamente ofrecerse como mediadora) y Alemania se oponen por principio. Con tantas contradicciones e intereses cruzados, las maratonianas sesiones de la Alianza Atlántica en Bruselas han conseguido evitar una ruptura total sólo gracias al invento patético del Doble Mando, político (asumido por una no mejor definida Coalición) y militar (la OTAN). El Vaticano, al que nunca le gustó la intervención, protesta indignado el 31 de marzo por las primeras masacres contra civiles perpetradas por los bombardeos de la OTAN. Rusia sigue denunciando que la Coalición no respeta lo pactado en Naciones Unidas y va más allá de la Resolución nº 1973; China, que alerta como los ataques podrían provocar un «desastre humanitario» e India están en contra; Brasil advierte que la intervención militar tendrá el efecto contrario al que se dice desear y que provocará más muertes de ciudadanos libios; América Latina entera ha entendido lo que está en juego y se opone; Argelia está en contra y la Liga Árabe, dividida, presionada e infiltrada, con excepción de Arabia Saudita y Qatar , no tiene mucho interés de «quemarse» en esto (bastante problemas tienen en todos los países) y se cura en salud con la patética advertencia de que no aceptará que nadie se exceda con bombardeos más generalizados e invasión terrestre. La Unión Africana también mantiene el tipo a pesar de los chantajes y las presiones, y pretende en Etiopia recorrer el camino del diálogo y de la diplomacia, que hubiera sido el normal pero que en esta ocasión ni se intentó, ni siquiera a modo de simulacro.
En fin, que cuando más débil es la supuesta Coalición benefactora, cuando más desacreditada políticamente está la jugada, cuando más insoportable e increíble se manifiesta a los ojos de todo el mundo la provocación que significa que quienes vetan sistemáticamente la condena de la política de Israel en los territorios ocupados, o rechazan la Corte Penal Internacional, luego den su voto para investigar a Gadafi por crímenes contra la humanidad y agredan a Libia ( además pidiendo la ayuda para hacerlo a Arabia Saudí que está reprimiendo y masacrando a su población e invade con 120 tanques el Reino de Bahréin…), aquí estamos volviendo otra vez y de forma inconcebible, a prestar créditos a sus relatos. ¿Quién se puede creer que con lo que cuestan estas aventuras, los países OTAN – Coalición se pongan mano a la obra para ayudar a unos «pringaos» de árabes libios? ¡Si son los mismos qué tras haber ocupado «gratuitamente» Haití tras el terremoto, todavía no han reconstruido nada!
Cíclicamente volvemos a conceder credibilidad y buena fe a sus imposturas y mentiras. Cada siete años, decía Naomi Klein, nos obligan a redescubrir su virginidad. Y en esta ocasión, más que por responsabilidad y esfuerzo directo del Pentágono, es gracias a la labor de los restos de unos autodenominado socialdemócratas, que, aunque a primera vista podrían parecer únicamente unos miserables abducidos, en realidad demuestran plena coherencia y lealtad a sus intereses de clase tanto en política interna como internacional. ¿Porqué sino tendría que seguir manteniéndoles la Banca?
¿Cuándo bombardearemos Israel, por no cumplir todavía con la Resolución 242 del año 1967 y la Resolución 338 de 1973, por crímenes contra la humanidad en sus permanentes bombardeos contra la población civil de Gaza, por tener unos líderes violadores y depredadores sexuales, por amparar formal y legalmente la tortura, por exportar el terrorismo a todo el mundo?
La guerra es también una guerra preventiva contra todas las rebeliones del Norte de África y Oriente Medio
Ya se han quebrado los equilibrios políticos en Túnez y Egipto, se tambalean en Yemen y Bahréin, hay sacudidas en Siria, Jordania, Argelia y Marruecos. Cada uno de los países con su realidad concreta y con su especificidad pero con dos reivindicaciones generales en común: mejores condiciones económicas y de vida y rechazo a los regímenes policiales y opresivos.
Si sólo se tratara de exigencias» políticas», no sería demasiado complicado resolverlo con un poquito de democracia formal, como, con admirables ejemplos, se hizo en Occidente. En Egipto han instalado ya a su Omar Suleiman-Carrero Blanco. El problema estriba cuando se exige una democracia con evidentes contenidos económicos… y este es otro cantar. Los recursos del gas y del petróleo, a parte el pequeño óbolo a las castas locales (un poquito más grande en Libia, por cierto, el país del Magreb que hasta ahora menos problemas económicos y sociales tenía), toman invariablemente el camino de las potencias ex coloniales. De momento los pueblos se están manifestando contra sus sinvergüenzas internos, pero, ¿cuánto tardarán en poner en cuestión la división internacional del trabajo, del valor y del poder? Las cancillerías occidentales han percibido en seguida lo que estaba en juego, pero todavía tenían (y en parte tienen) cierta incertidumbre sobre qué hacer y cómo hacerlo.
Francia y España se han movido espasmódicamente, la administración clave, la de Obama, ha sido la primera en entender que había que salir de la «impasse». Tenía la oportunidad de establecer otra vez la centralidad de EE.UU., duramente golpeada por los costosos «fracasos» militares de los últimos años y por la crisis financiera y económica. Primero ha amonestado a los poderes locales para que no reprimiesen en demasía y luego ha declarado su apoyo a «las revoluciones para la democracia y la libertad». ¡Toma ya!
En su lógica, coherente con la de la última reunión de Davos, se trata de «actualizar» la rapiña de esta parte del planeta con una mayor y más fluida erogación del crédito para poder reflotar mercados y beneficios de bancos e instituciones financieras internacionales. En el plano interno de estos países el «plan» es conseguir la simpatía de sectores sociales ya propietarios de algo, aunque sea de un diploma o de un título universitario, facilitándoles créditos para captarles en un nuevo consenso filo occidental e imperialista. En España funcionó…
Sin embargo, para las enormes masas de trabajadores y de desheredados, no hay nada; lo que mantiene una peligrosa incógnita: ¿Unas masas totalmente expoliadas, que acaban de ensayar el inmenso poder que hay en ellas cuando se mueven de forma organizada y con determinación, estarán dispuestas a aceptar en silencio sus míseras condiciones? Es altamente improbable, por eso es mejor limitar al máximo los riesgos y los daños, impedir que las revueltas se trasformen en procesos revolucionarios.
Para eso es necesario tomar la cabeza del movimiento y orientarlo hacia su contrario: no hacia la liberación de las relaciones de explotación imperialistas, sino hacia una nueva y más pesada subordinación. «Preservar el empuje democrático en el área», dicen H.Clinton, Obama y, si parva licet, Zapatero…preservarlo a su manera, of course. Es indudable, la nueva administración de Washington ha sabido reconstruir ese soft power que había dilapidado Bush con sus neonazis, y ya está en condiciones de volver al mazo habitual del hard power. En su declaración de martes 29 de marzo, el presidente de EE.UU. certifica que la acción militar es «una guerra humanitaria» y que no piensan ser «los policías del mundo ellos solos». Además, aclara, «es una obligación moral y estratégica». Otra vez velocidad y tocino al mismo tiempo.
Hasta hoy Estados Unidos tenía que contentarse con un AFRICOM, el mando de tropas para África, en Alemania, a partir de ahora, si todo le saliese bien, tendría un auténtico Afrika Korps allí mismo. Podría instalarse en el Norte de África establemente para controlar de cerca (además del petróleo) el desarrollo de la situación e intervenir de forma inmediata si las tendencias «extremistas» pusieran en riesgo las «nuevas democracias».
En el plano del control de los recursos petroliferos, es del todo evidente el arrebato francés, inglés y español para procurarse (también en competición entre ellos) posiciones más ventajosas cuando se trate el reparto del botín, y que, una vez empezadas las operaciones militartes, las grandes empresas de los países de la Coalición empujan a la intensificación de la guerra porque saben que una posible supervivencia del gobierno de Gadafi les cerraría las concesiones. El supuesto aliado Italia, hasta ahora parte privilegiada en el disfrute de las riquezas libias, sufre porque sabe que el nuevo reparto se hará, inevitablemente, en su contra.
Pero, en un plan de más amplia perspectiva geopolítica, EE.UU. aspira a un rol mayor en el continente africano, con la finalidad, esencialmente, de bloquear la «invasión china». Más aún, la intervención busca parar la dinámica de los «países emergentes», sobre todo los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), volcada a crear una gran malla de relaciones industriales, comerciales e financieras tendencialmente independientes de la hegemoniá financiera y económica norte-americana. Como se ha visto los mayores malestares y «peros» frente a la guerra en Libia han sido, no a caso, expresados por estos países, Turquía y Sudafrica. A ellos, en la decadente Europa, sólo se le ha asociado Alemania, es decir el país que con las «economías emergentes» ha estrechado, hasta ahora, gracias a su potente aparato industrial, las relaciones más fructíferas para ambos lados.
Mientras, reducen Libia a escombros, se disputan sus despojos, y se preparan a descargar los nuevos, inevitables costes y «efectos colaterales» negativos de una crisis que se exacerba sobre los pueblos del Tercer Mundo y sobre las clases explotadas y los millones de parados de Occidente. Y justo aquí ha alcanzado el mejor de los resultados con la esterilización, de momento, de la oposición a la intervención armada en Libia, desactivación conducida con el apoyo de sectores enteros de ese movimento pacifista que fue. Claro, muchas de las dificultades del movimiento solidario y del movimiento por la paz, tienen que buscarse también en esta situación compleja de guerra permanente y preventiva de intensidad variable que se va aproximando al «Centro». En esta situación la opción de paz parece ir cediendo significado político, corriendo el riesgo de diluirse en una opción filosófica contra las «violencias» y los dramas (de los que los países OCDE serían inmunes), cuya única traducción práctica serían las ayudas humanitarias a las víctimas, o al menos a las víctimas que se nos hacen ver, que «promocionan».
Un estado de guerra permanente, con crisis recurrentes y televisadas es algo muy articulado y complejo que produce diferentes efectos sociales y psicológicos, suscita diferentes reacciones y requiere con urgencia la capacidad de elaborar respuestas e iniciativas, enfrentándose directamente a los nexos economía-guerra, cooperación- dominación, sociabilidad – inmigración, etc. Requiere, en conclusión un movimiento que sea algo más que un movimiento simplemente pacifista o de solidaridad según la tradición de las pasadas décadas.
Vivimos en una sociedad terriblemente desigual y contradictoria, pero es también una sociedad solipsista, de individuos que intentan proteger de forma desesperada su soledad, su desamparo, su incomprensión y su miedo. Evidentemente el fenómeno de Le Pen (hija y padre) en Francia, de Berlusconi y de la Liga Norte en Italia, de los partidos «liberales» xenófobos de Suiza, Austria y Dinamarca, de los fascistas de los países Bálticos y de la Republica Checa, de la derecha de ultraderecha en nuestro país, van más allá de una casualidad o una anécdota. Allí podemos ya vislumbrar amenazadoras pseudo – soluciones para los años venideros: la construcción del extranjero como enemigo y la protección del «territorio», unifica y expresa la enfermiza reacción «cultural» de los individuos frente a la extensión incontrolada del fracaso capitalista.
Es la autodefensa comunitaria reactiva, que busca una improbable seguridad localista o étnica y/o religioso/cultural para defenderse de amenazas virtuales y salir de la realidad de la impotencia que ha producido la profunda crisis del capitalismo ultra liberal. Empieza entonces la fase de manipulación hacia algún enemigo, porque si una cosa ha quedado clara en estos años es que el enemigo hay que crearlo, «construirlo». Puede ser externo o interno, o los dos a la vez.
Como dijera Herbert Marcuse, «el desplazamiento de la agresividad social contra el «enemigo» es una de las condiciones de supervivencia del sistema sobrerrepresivo».
El juego va a hacerse realmente duro, compañeros y compañeras También en nuestras sociedades europeas se ha intensificado la guerra, de momento la económica y de clase: se habla de operaciones especiales de Intervención Económica Exterior; de Rescate Financiero; se ha constituido la Coalición Pacto para el Euro y si no te dejas «ayudar», amenazan con liquidar los estados díscolos. Prosigue el Asalto a las pensiones, se intensifica el Bombardeo y la destrucción sistemática de los servicios públicos. La Guerra Psicológica es virulenta para endosarnos, por ejemplo, la falacia que el problema de la crisis es el gasto público social o la negociación colectiva y no el funcionamiento, insostenible, del sistema capitalista en sí.
Como advertía la compañera Demetra Topolsky, «Es urgente construir un movimiento anticapitalista, trasnacional e internacionalista, a favor de la solidaridad y de la liberación de los pueblos, con una política articulada de acumulación de fuerzas, con capacidad de interlocución con otros movimientos o fuerzas políticas; un movimiento que sepa reflexionar sobre diferentes situaciones que podrán, además, requerir formas de lucha diferentes. Un movimiento que sepa actuar sobre el entero abanico de contradicciones que plantea la actual formación social en descomposición; un movimiento que alcance entender la necesidad de un planteamiento estratégico, de crear contrapoder, para no caer fácilmente presa de quienes sí tienen estrategias y, además, complejas y despiadadas». «Crisis capitalista en el Centro del sistema mundial» febrero de 2009, en la revista Internacionalist@s en Red.
Y llegamos así a uno de los problemas cruciales con los que tenemos que medirnos cada día en la acción práctica y en la información: la dificultad, sobre todo en los «días sangrantes» de cada manifestación cotidiana de la crisis, de valorar los acontecimientos y el alcance de su significado político de conjunto y dialéctico, sin dejar que prevalezcan claves de lectura sólo geopolíticas o sólo humanitarias.
Es necesario reconstruir un frente interno con capacidad de recomponer los intereses y las diferentes figuras de clase y hace falta proceder, sin ulteriores retrasos, a la creación de nuevas alianzas internacionales. Lo que significa superar nuestra incapacidad de interactuar de forma solidaria con, por ejemplo, los trabajadores y trabajadoras magrebíes y con las luchas de las masas árabes.
En algunos órdenes de cosas, la llamada izquierda en estos años ha hecho exactamente lo mismo que le reprocha a los islamistas: no analiza la situación más que en términos religiosos. Con la honrosas excepciones de algunos colectivos que trabajan con inmigrantes, de la vieja campaña «Por la Paz en Argelia» de los años ’90, que con sus pequeñas fuerzas abrió el dispositivo, y de de la actual Campaña Rumbo a Gaza, sigue habiendo una negación a entender el discurso religioso como una «protesta contra la miseria» y la de-culturización. Y hoy podíamos añadir, contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo. Y mediante este rechazo, se aparta de una inmensidad de sectores populares, porque si continuamos negándonos a aprender a comprender, pasaremos el resto de nuestra vida lamentándonos de los sentimientos religiosos de las masas, en vez de juntarnos con ellas en su combate por la paz, la independencia y la justicia social y económica.
A propósito de la religión, es importante añadir que la suerte reservada a la religión musulmana es muy diferente a la reservada, incluso por los movimientos de solidaridad, a la religión cristiana. Nunca he percibido reticencia alguna de la izquierda a solidarizarse con los obispos latinoamericanos partidarios de la teología de la liberación en lucha contra el imperialismo yanqui en los años 70, ni con el catolicismo declarado de la resistencia irlandesa contra el imperialismo británico. Nunca he oído a la izquierda criticar a Martín Luter King por sus referencias al evangelio que fueron una palanca imponente de movilización para la masa de los trabajadores negros americanos, privados de todos los derechos políticos, económicos y sociales en los USA de los años 60. La diferencia de trato, la desconfianza sistemática hacia los musulmanes, todos sospechosos, sin distinción, de querer imponernos la Sharía, no puede explicarse sino por la huella indeleble del colonialismo sobre nuestras conciencias. (Nadine Rosa-Rosso, en su brillante Intervención en el Foro Internacional de Beirut por la Resistencia, el Anti-imperialismo, la solidaridad de los pueblos y las alternativas. 17 de enero de 2009).
Como quien lee habrá entendido, mucho depende entonces del lugar desde el cual se mira y se habla.
Si nos situamos mansamente en el lado de los que representan en este momento el mayor peligro para la paz y el bienestar del planeta, creeremos, auto satisfechos, que vivimos en una sociedad justa y racional, donde agresiones como esta contra Libia son el fruto de una inevitable aplicación de nuestra evidente superioridad moral, democrática y civilizadora. La OTAN y el Pentágono son nuestros principales representantes para extender, por fin, el campo del Mundo Libre.
Por el contrario, si nos ponemos al lado de las inmensas y mayoritarias masas desposeídas del planetas, y estamos convencidos de que soportamos una formación social cada día más injusta, desigual y explotadora y que vivimos en un mundo criminal donde se ha instalado la dictadura de una oligarquía financiera ilegitima y despiadada, que está laminando, con su afán de saqueo, cualquier apariencia de democracia incluso en los países del capitalismo central, estamos llamados a actuar y a luchar coherentemente contra esta barbarie.
Es preciso volver a pensar. Es preciso volver a actuar. Es preciso organizarse.
Nota:
El DC-9 en Ustica fue abatido por aviones franceses, el objetivo era Gadafi que volaba en el mismo área escoltado por dos Mig libios, de los cuales uno fue alcanzado. El ataque partió del portaviones francés Clemenceau que se encontraba al sur de la Isla de Corcega. Todos los testigos del ataque murieron en breves tiempos en circunstancias misteriosas, los que estaban en vuelo y quien siguió la tragedia desde tierra. El capitán de la base de Poggio Ballone murió repentinamente de infarto, el mariscal de la misma base se suicidó, dos pilotos militares Nutarelli y Naldini desaparecieron en el accidente de Ramstein antes de di poder prestar testimonio a los magistrados. Incluso el mariscal que estaba de servicio en la sala radar de Otranto y que vio precipitar el Mig libio sobre la Sila se ahorcó antes de su declaración.
Priore: «Recuerdo cuantas y cuales tesis e hipótesis se han hecho sobre la caída del DC9 Itavia: desde que había cedido su estructura, – desde el primer momento había habido pericias que lo excluyeron, pero se ha mantenido durante años, – hipótesis che conducían a algún fenómeno de rozamiento de aeronaves y que, por esa razón, no veían absolutamente, un evento di carácter bélico. Hemos seguido adelante, hemos adquirido una serie di confirmaciones a esta nuestra hipótesis que tenía su origen desde los inicios de la investigación a opera de técnicos americanos e ingleses de altísima valía. Hemos logrado encontrar una razón al evento, una razón que con toda seguridad si coloca dentro de una conflictual dad fortísima que en esa época había entre Italia y Francia. Gadafi era el objeto de esta conflictual dad. Gadafi y sus recursos en suelo libio. En cierto sentido, hemos intentado conceder el justo valor al conflicto en el Ciad, aquel conflicto que parecía justificado solo por un deseo de tipo imperialistico de Gadafi. Debemos hacer la premisa de que Gadafi en cierto sentido, es una criatura nuestra. Debemos recordar que su golpe de estado fue prácticamente decidido en Italia, en Abano Terme, como siempre se ha dicho. Le hemos seguido siempre, le hemos favorecido, le hemos incluso entregado los tanques que ha utilizado en la primera parada militar tras el éxito de la revolución de septiembre de 1969. En fin, que hemos realizado siempre un seguimiento de las que eran las operaciones de Gadafi.
Este último, en cierto sentido, había desencadenado el conflicto en el Ciad. Francia había reaccionado y no quería que nadie tocara sus posiciones en el continente africano que eran posiciones de gran potencia, tales da poder desafiar incluso las infiltraciones americanas. Lo hemos apoyado siendo también los instructores de sus pilotos para la fuerza aérea libia. Recordemos que el piloto que cayó sobre la Sila con el Mig libio, llevaba puestas botas y otra indumentaria de piloto propia de nuestra aeronáutica militar.