Traducido para Rebelión por Caty R.
La historia de los partidos políticos marroquíes, desde la independencia, está plagada de partidos creados por los próximos del makhzen (élite marroquí en torno al rey, N. de T.), posteriormente socavados por las disensiones y las rivalidades, incluidas las existentes entre los distintos dirigentes, ya que sería un error presentar el makhzen como un centro de poder monocromático y monolítico, porque nada perturba tanto a la monarquía como el riesgo de verse enfrentada a bloques políticos homogéneos, aunque sean de sus allegados.
En las elecciones municipales de 2009, la historia se repite, puesto que el PAM, partido creado en torno a un amigo de la infancia de Mohamed VI y ex alumno del Collège Royal, se alió con el RNI, creado en 1977 por el cuñado (Ahmed Osman, esposo de Lalla Nezha) del rey de entonces, el difunto Hassan II -Osman también fue alumno del Collège Royal-, con el FDIC de Réda Guédira, amigo de la infancia y asesor de Hassan II en 1963. Sin olvidar a MP, cuya creación facilitó Mohamed V en 1959 para contrarrestar al Istiqlal, etcétera…
Después de diez años de reinado casi absoluto del rey Mohamed VI, la historia se repite. Si Hassan II temía los golpes de Estado militares, Mohamed VI ha encontrado la forma de aplastar a los islamistas y alejarlos del debate político que le permitirá replantear el debate público y bloquear el sistema político marroquí. Los ingenuos que esperaban una transición democrática todavía tendrán que esperar algunos años.
La victoria electoral del PAM es un golpe que se puede considerar como una obra maestra en materia de fraude y manipulación de la escena política en Marruecos. En efecto, nadie olvida las deserciones, denominadas «trashumancia» por la administración, las fusiones, escisiones, salidas a bombo y platillo, derrotas electorales que siguen a los triunfos, polémicas mediatizadas con el Makhzen, etcétera. No se puede dar un golpe de efecto más burdo, pero El Himma ha demostrado que el rey es el único protagonista político absoluto en su país. Sólo los que se sitúan bajo su bandera pueden conseguir un espacio de actuación relativa, y siempre a la sombra del monarca. Las élites oportunistas se aglutinan a su alrededor como las moscas alrededor de un nuevo tarro de miel que encuentran más atractivo que los tarros habituales.
Todos los ingredientes de un carnaval flagrante y el folclore que lo acompaña se han reunido en esta ascensión fulgurante del PAM y su estrafalario líder. Su ascenso, su modus operandi, y sobre todo su dinámica muy agresiva y metódica, presagian que detrás de este partido hay un proyecto: un remake, puro y simple, del pasado. El Himma, un aprendiz de Driss Basri, pero esta vez «legítimo» en tanto que «elegido democráticamente».
La tendencia general que empezó a transmitir la prensa iba directamente hacia la única reforma fundamental que cambiaría la situación política en Marruecos: la revisión del estatuto constitucional del rey. En cuanto lo entendió, emprendió el contraataque. El PAM está ahí para aplastar a todos los que se atrevan a hablar de limitación de las competencias de la monarquía.
Se cierra el círculo, el sistema está bloqueado para 10 ó 15 años por lo menos. Mientras tanto, se calmará a la plebe con una parodia de reforma constitucional que sobrevolará el fondo, se alimentará el debate público con polémicas banales a título de entretenimiento, a la espera de una resolución del problema del Sahara Occidental.
Es la ocasión ideal para que, encima, las hipócritas democracias de la Unión Europea celebren «los progresos realizados por el rey en materia de democracia, derechos humanos y transparencia, y así seguir expoliando las riquezas naturales del pueblo saharaui.
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