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El presidente Gbagbo impide la publicación de los resultados electorales por supuestos fraudes durante las votaciones

Tensión tras las elecciones en Costa de Marfil

Fuentes: Periodismo Humano

Los enfrentamientos violentos entre las distintas facciones se han cobrado la vida ya de siete personas según varias fuentes, aunque es una cifra provisional

La tensión y el miedo han atenuado el ajetreo de Costa de Marfil, dejando un Bouake sin fruta en el mercado, con los comercios cerrados y con la legión de los mototaxis ausente. Una columna de pick ups de Naciones Unidas, cargada de paquistaníes armados hasta los dientes, concentra las miradas de los pocos peatones que intentan realizar gestiones «antes que»…

Ahora es un largo 4×4 el que pasa velozmente por esos segundos de vida de los civiles. Las letras amarillas inscritas sobre el amenazante negro de la chapa les identifican como la «fuerza guepardo», formada por los hombres que formó el rebelde sherif Ousmane. ¿O ex rebelde? Llamémosle comandante de las Fuerzas Nuevas, que fue la insurgencia que ha controlado el norte marfileno durante los últimos ocho años. Y aún lo controla, pero no se le debe llamar rebelión porque en unos acuerdos de paz firmados en Ouagadougou, su líder pasó a ser Primer Ministro, y su brazo político se ganó algunos ministerios. La rebelión decidió con su rival que irían a elecciones, pero, por si acaso, no se han desarmado. Tampoco se han desecho de sus nombres las tropas, asi que los «guepardos» y las «anacondas» siguen parche en pecho. Bouake, como capital rebelde, alberga el cuartel general de las Fuerzas Nuevas. El discurso de dicusiones callejeras es sin duda pro Alassane Ouattara, el opositor, porque sus votantes son mayoría, pero también porque los seguidores de Lauren Gbagbo no sueltan su opción a los cuatro vientos. Frank y Jospeh, supervisores del partido durante los comicios, han recibido amenazas. Aunque también militantes de Alassane se han encontrado con radicales pro Gbagbo.

«No hicimos la rebelion por gusto» se sincera un militar de alto rango, que pide mantener el anonimato. «Teníamos, y aún tenemos unas reclamaciones, un plan alternativo para el país y una propuesta de cambio», se explica. «Uno de nuestros objetivos era que los marfilenos tuvieran carnet de identidad y esto ya se logró», se satisface. «Ahora nos da igual quien sea el presidente, pero que lo sea de forma transparente porque no vamos a tolerar el fraude». El enorme chaleco antibalas colgado en el respaldo tumba la silla de plástico cuando se levanta. «Yo estoy en Bouake por culpa de los hombres de Gbagbo» añade un espontáneo. «Era chófer en Abidjan, representante de barrio del RDR (partido de Ouattara), me intimidaron y atacaron, así que tuve que huir».

Aunque, de palabra, los líderes se comprometen a aceptar los resultados, ninguno de los dos bandos parece dispuesto realmente a ceder. En Abidjan, la capital económica y corazón que insufla al país, los imperturbables secuaces de Gbago tampoco quieren ver otro escenario que la victoria. Simplemente, no la conciben. En la Sorbonne, la catedral ideológica del movimiento de los Jóvenes Patriotas, los oradores repetían una y otra vez, alteradamente, las desgracias de su rival Ouattara, insistiendo en su origen extranjero. La ira antifrancesa aliña, como es habitual, el cóctel de historia sesgada de santificación a Gbagbo. Uno de sus oradores acepta que «la galaxia patriótica» está lista, «preparada para celebrar la victoria, pero armada por si se la quieren arrebatar».»Ellos se han dispuesto a la violencia y nosotros no podemos quedarnos con los brazos cruzados.» Y sigue recurriendo a un rumor que lleva circulando desde la primera vuelta de los comicios: «Si vas al mercado verás que se han agotado los machetes».

Sin dejarse prender por el alamarmismo los ciudadanos se convencen a sí mismos con ese forzado «todo va a ir bien», esperando que pase lo que pase, no sea demasiado grave, y lo más breve posible.

El martes por la noche, cuando el portavoz de la Comisión Electoral Independiente se disponía a anunciar los primeros resultados parciales, autoridades pro Gbagbo le arrebataron los papeles. Enfadados le gritaron que no estaban confirmados, y los rompieron enfrente de los sorprendidos asistentes. Eso, cuando fuentes de confianza ya avanzan la victoria de Ouattara. Ayer, miércoles, el presidente bloqueó la publicación de los resultados hasta que no decida el Tribunal Supremo por supuestas irregularidades en las votaciones.

Ese comportamiento ha helado la sangre de la población, las escasas furgonetas de transporte que circulan lo hacen a todo trapo y recogiendo por el camino a preocupados pasajeros, desesperados por distintas razones para llegar a cierto lugar, o abandonar una región no conveniente…

El toque de queda cae estos días a las siete de la tarde, aunque la actividad se paraliza mucho antes. Especialmente ayer, día que la Comisión tenía fijado como límite para anunciar los resultados provisionales.

Incluso los baoules se han lanzado al juego de las amenazas. «Somos un pueblo tranquilo, pero no vamos a dejar pasar ni una más», dice el director de los profesores del partido más seguido por los baoule (que ahora apoya oficialmente a Ouattara). «¡Una vez nos han encendido, somos capaces de quemar el país!».

¿Más ruido que nueces? A la espera de la respuesta, los marfilenos pasan mas tiempo de lo habitual en sus hogares. Por si acaso.

Fuente: http://periodismohumano.com/sociedad/libertad-y-justicia/tension-tras-las-elecciones-en-costa-de-marfil.html