«En el desierto la vida es tan dura que tenemos que construir una fuerte cultura alrededor nuestra, por eso nuestra música y nuestra poesía son tan importantes para nosotros. En el desierto tienes que tener tus sueños muy cerca de ti para sobrevivir». Tinariwen es una banda de blues tuareg, así, tal como suena. Durante […]
«En el desierto la vida es tan dura que tenemos que construir una fuerte cultura alrededor nuestra, por eso nuestra música y nuestra poesía son tan importantes para nosotros. En el desierto tienes que tener tus sueños muy cerca de ti para sobrevivir».
Tinariwen es una banda de blues tuareg, así, tal como suena. Durante mucho tiempo la voz de los sin voz, el único medio de comunicación en las arenas del Sáhara, un canto a la tierra, a la conciencia de un pueblo oprimido y a la lucha por la libertad.
Bereberes originarios de Argelia y Libia, los tuareg (originalmente Kel Tamashek, o los que hablan tamasihg) emigraron al Sáhara durante la conquista árabe, cambiando su cultura agrícola y sedentaria por el nomadismo que el desierto les impuso. No tardaron, sin embargo, en hacerse los reyes del lugar, convirtiéndose en dueños y señores del desierto más grande del mundo, controlando las rutas comerciales que conectaban el Atlántico con el Mediterráneo, explotando con esclavos negros las abundantes minas de sal y dedicándose al pillaje y al bandolerismo cada vez que la ocasión se presentaba. Con el lento paso del tiempo, estos hombres de azul se fueron arropando de una cultura propia, mezcla de distintos pueblos y tradiciones, pero fuertemente interiorizada.
A finales del siglo XIX el colonialismo francés entra en escena. Los tuareg se rebelan contra esta nueva autoridad que viene a acotar su libertad, a trazar fronteras en las dunas del desierto, a centralizar un poder que ellos no reconocen. Pero la lucha es inútil y, como siempre, la artillería de la infame legión extranjera vence sobre las espadas del desierto. Los franceses se instalan en la zona a principios del siglo XX, y traen con ellos nuevos medios de transporte que dejan inservibles las caravanas de camellos, traen nuevas costumbres y pobreza para los que pretenden mantener sus viejas formas de vida.
Así, los habitantes nómadas del desierto se van sedenterizando en las afueras de las grandes ciudades.Este proceso se agudiza más aún con la descolonización y los procesos de independencia de finales de los ’50. Al principio se habló de crear una nación autónoma del Sáhara, pero finalmente, el territorio de los tuareg y sus gentes fueron parcelados entre los distintos países de nueva creación: Malí, Níger, Argelia, Libia, Mauritania y Chad. Las nuevas fronteras supusieron el colapso final de sus ancestrales formas de vida. Con la independencia de 1962 en Malí, los tuareg pasaron a habitar el rincón nororiental del estado, dominados por los lejanos gobiernos negros del fértil sur.
La primera revuelta tuareg en Malí tuvo lugar en 1963 y, aunque fue brutalmente suprimida, dejó una estela revolucionaria y un caldo de cultivo para las nuevas generaciones. En los campos de entrenamiento conocen las teorías de Nasser, de Mao y del Ché, además de entrar en contacto con nuevas culturas y formas de vida. En 1973, otra rebelión y otra masacre del gobierno del dictador Trouré, obligó a miles de tuareg a abandonar el desierto para buscar suerte en los países vecinos. La crisis económica llevó al paro a las nuevas generaciones de tuareg nacidos en las ciudades argelinas y nigerianas, conocidos desde entonces como los ishumar, del francés chômeur, o parado.
El núcleo central de los Tinariwen se unió en 1979, mientras vagabundeaban ilegalmente en la ciudad de las caravanas de Tamanrassett, en el sur de Argelia, donde improvisaban guitarras con latas y tanzas. Más tarde, en 1981, el coronel Gaddafi hizo una llamada a los rebeldes tuareg para que acudieran a los campos de entrenamiento que Libia pondría a su disposición para la lucha de guerrillas. Los futuros Tinariwen fueron parte del primer grupo reclutado, preparados con guerrilleros de la OLP de Arafat y la CNA de Sudáfrica, por lo que más tarde formaría el cuerpo de oficiales de la revolución tuareg. En estos campos tienen por primera vez acceso a las nuevas músicas, Hendrix, Marley o los marroquíes Nass El Ghiwane y a instrumentos occidentales, guitarras y bajos eléctricos, lo que desde entonces constituirá un nuevo elemento en la música tradicional de su pueblo. La revolución musical acompañaba a la revolución política mientras las nuevas generaciones creaban su propia música rebelde.
Los miembros de Tinariwen lucharon por la autonomía de su país, y desde entonces las leyendas sobre sus acciones revolucionarias corren por toda la región. De Keddou ag Ossad (guitarra y voz) se dice que luchaba con un kalashnikov en una mano y la guitarra eléctrica colgando de la espalda; Ibrahim ag Alhabibe (también guitarra y voz) fue testigo del asesinato de su padre a manos de un soldado del ejército de Malí, y de ahí su decisión revolucionaria y su presencia en los campos libios, pasó por la cárcel y sufrió varias heridas de bala.
A nivel musical, Tinariwen nace en 1982. Sus letras incendiarias les catapultan directamente a la fama, y la posibilidad de grabar sus canciones en los campos libios les convierten en el único medio de comunicación en un mundo sin periódicos, ni radio, ni televisión. Sus cassettes se pasan de mano a mano, se copian, se comparten en las caravanas de camellos, en los 4×4 y su música llega de rincón a rincón del Sáhara. Sus aventuras revolucionarias les convierten directamente en héroes de la rebelión tuareg, y su música fue prohibida en Malí, Argelia y Níger.
Durante los próximos quince años se convierten en la voz de las víctimas de un conflicto silenciado por los intereses de todos sus participantes, los gobiernos africanos, Europa, la ONU, e incluso por Gaddafi, más preocupado por las explotaciones de uranio del Sáhara que de la suerte de la revolución tuareg. Son la conciencia de un pueblo convertida en música y poesía bereber, ídolos de las nuevas juventudes, del movimiento ishumar que creció en los arrabales de las ciudades, lejos del desierto, marginados y carentes de todo, desarropados culturalmente y abandonados a su suerte en un conflicto que en los primeros noventa alcanzó niveles de extermino tales que se llegó a hablar de genocidio.
Los primeros años noventa son de convulsión interna en Malí. Huelgas y marchas populares pedían la dimisión del dictador Moussa Traoré y la instalación de la democracia. El comandante Amadou Toumani Taoré da un golpe de estado ante la brutal represión del régimen ante las manifestaciones y protestas y pone fin a 23 años de dictadura. Al año siguiente se nombra un Consejo Nacional de Reconciliación que pavimenta el largo camino hacia la democracia. Los tuareg son llamados a participar en el nuevo gobierno, y finalmente, en 1996 se firman los tratados de paz, reconociéndose un estatuto especial para las regiones del norte de mayoría tuareg en el Pacto Nacional de Bamako. Este acuerdo se materializó en la Hoguera por la Paz de Timbuktú, donde las guerrillas quemaron sus armas, aunque muchos se preguntaban por qué eran las armas del bando de los masacrados las que estaban ardiendo. Desde entonces una precaria paz reina en la tierra de los hombres azules.
Tinariwen han abandonado las armas y continúan su revolución musical en un festival anual que se celebra en las cercanías de Timbuktú, en pleno desierto, cada primera luna llena de enero y desde el año 2001. A él acuden bandas y músicos de todo el mundo para celebrar los encuentros milenarios de los tuareg, su cultura, su música y la paz entre los pueblos. Editaron tres CD prohibidos en Malí y Argelia, y el cuarto, el hipnótico ‘Aman iman’ (El agua es vida), grabado en Bamako, la capital malí, con el productor inglés Justin Adams. En ellos encontraremos las músicas tradicionales de su pueblo tocadas con guitarras eléctricas, al legendario estilo de Ali Farka Touré, la mezcla del desierto y el rock, el jazz y, sobre todo, el blues. Están disponibles en el e-mule y a disposición de cualquier aventurero del sonido y la investigación musical. Que les aproveche.