Traducido por Caty R y revisado por Ferran Muiños Ballester.
Se podría decir que en África ocurren hechos asombrosos. Tenemos un país, Níger, que expulsa al director local de la empresa francesa Areva, líder mundial de la energía nuclear civil, por apoyar una rebelión armada tuareg que responde a las siglas de MNJ (Movimiento Nigerino por la Justicia, N. de T.). Una expulsión que sigue a la de un antiguo coronel francés, Gilles de Namur, encargado de la seguridad de Areva-Níger. Hay que decir que los dirigentes de esta ex colonia francesa son particularmente blandos con el «señor blanco» acusado de instigar una rebelión militar, desestabilizar las instituciones y amenazar la vida de miles de africanos contra el riesgo de una expulsión suavizada además por el hecho que se llevó a cabo cuando Dominique Pin, el mencionado patrón de Areva-Níger, pasaba sus vacaciones en Francia: un precio muy asequible por promover el golpe de Estado.
Esta expulsión es un hecho insólito cuyas dimensiones neocoloniales, geopolíticas, geoestratégicas, ecológicas y sanitarias desafía a toda África y sus jóvenes movimientos en lucha para inventar otra forma de insertarse en la economía mundial.
De hecho, el 30% de la electricidad de Francia depende del uranio de Níger, que llega por medio de dos sociedades controladas por Areva-Francia: Somair y Cominak. Desde 2003 concurren varios factores en la subida de los precios del uranio, cuyo valor se ha multiplicado por diez en tres años. El petróleo cada vez más oneroso y la anticipación al «peak oil» (1) empujan a las potencias mundiales a buscar energías de sustitución. El uranio es una buena opción, pero hay que relanzar la explotación porque los antiguos depósitos militares se han reciclado -Rusia- y los nuevos grandes jugadores como China necesitan tanto carburante para su crecimiento, todavía lejos de la cumbre, que los depredadores occidentales sueñan con privarles del acceso a los recursos estratégicos.
La consecuencia es una subida fulgurante de la demanda y los precios de la materia prima y una presión para la apertura del mercado de Níger, monopolizado desde hace 40 años por… la tolerante Francia. Simplemente la áspera patria maneja el lenguaje del liberalismo de doble rasero y no entiende, después de tanto discurso sobre las razones liberales, que para los africanos un aumento de la demanda significa el ABC de la economía escolar: la subida de los precios. En Níger agarraron la calculadora: el estado recibe 27.300 FCFA (Franco de la Comunidad Financiera Africana, N. de T.) por una libra de uranio que en el mercado mundial cuesta 122.000 FCFA cobrados por Areva.
Por lo tanto Níger debe contentarse con el orgullo de ser uno de los cinco mayores productores de uranio del mundo tras acumular en 2005, además del hambre, el destripamiento de los activos nacionales por las políticas sociales de robo con fractura social del FMI y el Banco Mundial y la presión fiscal sobre los más empobrecidos que han conducido a manifestaciones en las calles y movimientos inéditos de huelgas en 2005. Clasificado habitualmente como el último país en el índice de desarrollo humano, con una población de 13 millones de habitantes de 16 años de edad media, Níger «endeudado» y espectador de su depredación neocolonial debería decir amén a la misa de Areva.
Es una vieja historia que arranca en el momento de las pseudo independencias africanas. Níger es un vagón que está amarrado con lo que las autoridades franco-africanas denominan un «acuerdo de defensa» firmado el 24 de abril de 1961 por Níger, Costa de Marfil, Dahomey (actual Benín) y Francia. Este documento precisa en sus anexos que Francia tiene «prioridad» sobre las materias primas estratégicas de los signatarios africanos -el uranio está clasificado en segunda categoría de materia prima estratégica con el litio, por ejemplo-. Los estados africanos consultan a Francia para sus aprovisionamientos y exportaciones de estas materias que a menudo se encuentran de hecho en las manos de las empresas francesas. Por otra parte en Níger, Areva posee las cartas geológicas del país que la empresa se niega a entregar al estado para limitar la capacidad de explotación de la competencia, más de 85 empresas de China, Australia, Alemania, Japón, Canadá…
A semejanza de la explotación del uranio por la francesa Cogema en Gabón entre 1960 y 1999, las condiciones ecológicas y sanitarias del saqueo y la explotación salvaje hacen temer lo peor. En 2003 se impidió que las ONG francesas midieran realmente los índices de radioactividad que contaminan el medio ambiente. Los hospitales locales de las zonas de explotación pertenecen a Areva y se equipan de manera insuficiente para que tengan la eficacia mínima. Pero los residuos y desechos radiactivos que se amontonan a cielo abierto expuestos a los cuatro vientos, justifican las denuncias de las ONG locales que constatan un aumento de enfermedades desconocidas en los alrededores de las zonas mineras: distintos tipos de cáncer, hipertensión, abortos y otros desórdenes de la salud, sin contar la contaminación de la capa freática. Un añadido, sin financiación ni valoración externa seria sobre la gestión de los residuos, que los africanos pagarán muy caro a largo plazo. Evoluciones similares deben temerse en la República Democrática del Congo y Sudáfrica, países que también poseen uranio.
Así, Níger pretende aflojar el dogal neocolonial francés aplicando la competencia, intentando romper el monopolio francés sobre los nuevos yacimientos. A lo que el país de los derechos humanos, que según las altas autoridades francesas no necesita económicamente a África, responde con la única respuesta que tiene, la misma que dio en Costa de Marfil cuando el gobierno de Gbagbo quiso ampliar sus colaboraciones internacionales y poner a los rentistas coloniales en la competencia. Níger se ganó una rebelión por el pretexto de no caer en la situación de Costa de Marfil. Poco o mucho es la misma criminalización económica que permite mantener las rentas petroleras en África central con un papel, en adelante emblemático, de Elf (multinacional francesa de energías, N. de T.) en la corrupción internacional de los regímenes africanos y franceses.
El primer presidente de Níger, Hamani Diori, se arriesgó a pedir un modesto aumento para su país de la tarta del uranio «Yellow cake» (2) y se ganó el golpe de Estado que le destituyó en 1975; después se disuadió al gobierno siguiente, que pretendía continuar las negociaciones sobre las bases del antiguo presidente, porque al negociador, número dos del régimen, se le acusó de tentativa de golpe de Estado y acabó juzgado y ejecutado; naturalmente «con todo el respeto a los derechos humanos».
En este asunto Níger-Areva es la caricatura del neocolonialismo a la francesa; su visión criminal, arcaica y colonostálgica del mundo concibe un Níger que posee un subsuelo que desborda materias primas vendidas exclusivamente a Francia, paralelamente al empobrecimiento de los nigerinos. Fuera de esta opción tan «equitativa», los franco-africanos no necesitarán molestar o desestabilizar a un gobierno que como mínimo defiende sus intereses colectivos; el statu quo del hambre o el hundimiento del poder adquisitivo les viene bien mientras su monopolio se mantenga; aunque el precio sea la sangre africana si hace falta. Es exactamente esta concepción de las relaciones con África la que debe desaparecer rápida y obligatoriamente. La denuncia del «acuerdo» de defensa y de todas las ataduras más o menos consentidas por los africanos desde hace decenios debería ser una buena guía en este sentido; y el apoyo a las poblaciones para la reapropiación y descolonización de las materias estratégicas africanas es un activo innegable para las clases dirigentes del continente.
(1) El Peak oil o cenit del petróleo es una influyente teoría acerca de la tasa de agotamiento del petróleo y otros combustibles fósiles que predice que la producción mundial de dichos combustibles llegará a su cenit y después declinará tan rápido como creció -cada vez más expertos consideran que ya hemos entrado en la fase de declive-, lo que pinta un futuro sombrío en el que la humanidad tendrá que sobrevivir sin la principal fuente de energía que la ha hecho crecer y prosperar durante todo el siglo XX.
(2) Yellow cake es el término con el que se conoce internacionalmente el concentrado de uranio que contiene entre un 60 y un 70% del mineral.
Texto original en francés:
http://www.afrikara.com/index
*Pierre Prêche pertenece al equipo editorial de afrikara.com, publicación online de información alternativa que desarrolla una línea editorial basada en el análisis de hechos socioeconómicos, comentarios alternativos de la actualidad y crítica de productos culturales alternativos (música, libros, espectáculos, películas). Su intención es destacar las contradicciones informativas y dar a conocer opiniones poco difundidas, poco conocidas o controvertidas sobre la actualidad o la Historia -africana y europea- y mostrar otras formas de ver el mundo.
*Caty R. y Ferran Muiños Ballester pertenecen a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Caty R. también es miembro de Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.