Recomiendo:
0

Todo es posible bajo el sol de Florida

Fuentes: El Mundo

Las sospechas han empezado a extenderse cuando apenas falta un mes para la cita con las urnas. Y no es para menos. Las presidenciales de 2000 fueron un escándalo. El mundo entero puso los ojos en Florida y en sus polémicas ‘papeletas mariposa’, que indujeron a error a miles de votantes y abrieron las puertas de la Casa Blanca a George W. Bush. Ahora, todo parece posible en el estado gobernado por el hermanísimo del presidente

A Theresa LePore la conocen como Madame Butterfly, y no precisamente por su amor a la ópera. LePore, supervisora de las elecciones en Palm Beach, fue la madre de las famosas y engañosas papeletas mariposa, ya saben. Gracias a su volátil diseño, unos 7.000 votantes demócratas se equivocaron y marcaron el casillero del ultraderechista Pat Buchanan, para mayor inri de Al Gore.

Pues aquí tenemos de nuevo a Madame Butterfly, con la mano escayolada y el crucifijo al cuello, explicándonos esta vez las virtudes del innovador y polémico voto automático, que no deja traza de papel y ha provocado el temor a un pucherazo electrónico.

«Hemos probado el sistema en las elecciones locales y es muy fiable», insiste la oficiala LePore, de 49 años, posando para la posteridad junto a la urna electrónica. «No creo que Palm Beach vuelva a estar en el ojo del huracán el día de las elecciones…Ya hemos tenido bastante con cuatro huracanes esta temporada».

Pero la vuelta a escena de Madame Butterfly, maquillada ahora como la Supervisora Electrónica, es tal vez el mejor indicio de que nada, o casi nada, ha cambiado en estos cuatro años. Todo vuelve a ser posible en Florida, y el gobernador Jeb Bush parece empeñado en garantizarnos el espectáculo por cuenta de su hermano.Los observadores internacionales no perderán detalle, Michael Moore vendrá con un ejército de cámaras y las televisiones japonesas, que llegaron con el huracán Jeanne, han decidido montar guardia por si acaso.

En el remake de 2004 no estará, sin embargo, la añorada Katherine Harris, también conocida como Cruella DeVil. El papel de secretaria de Estado recae esta vez sobre la lealísima y huraña Glenda Hood, Lady Hood, empeñada en emular a su predecesora.

Glenda Hood se ha ganado ya la mala fama con la purga de delincuentes para dejar fuera del censo a 48.000 votantes (en Florida, pasar por la cárcel equivale a perder el derecho al voto). Hood mantuvo en secreto la lista negra hasta que la CNN y otros medios la llevaron a los tribunales y no tuvo más remedio que soltar los nombres.

Sólo así se pudo comprobar que la lista estaba llena de errores, que decenas de inocentes figuraban como «criminales» y que las autoridades se habían ensañado con los negros, potenciales votantes demócratas. Frente a los 22.000 afroamericanos proscritos había tan sólo 61 hispanos. En Florida, también se sabe, los hispanos votan republicano…

Lady Hood sintió el agua al cuello y decidió finalmente enterrar la «lista negra». A partir de ahí, su obsesión fue trabajar sin denuedo para garantizar que Ralph Nader, el tercer candidato, pueda competir en Florida (y arañar unos cuantos de miles de votos a John Kerry). Por orden de Hood, el nombre de Nader se incluyó en las papeletas incluso antes de que se pronunciaran a su favor los tribunales.

Y luego tenemos lo que pasó en Orlando, de donde fue alcaldesa Lady Hood. Los republicanos perdieron las municipales en 2000 y la policía del estado lanzó una investigación por «fraude electoral» en los barrios negros. Los demócratas acusaron al gobernador Jeb Bush de intimidar a las minorías y de volver a las viejas prácticas abusivas del pasado.

Porque lo que ocurrió en Florida hace cuatro años, y lo que puede volver a pasar el 2 de noviembre, tiene unas raíces históricas muy difíciles de extirpar. A la imagen de república bananera, propiciada por las palmeras, las corruptelas y las peores tradiciones políticas de Latinoamérica, se une el influjo del profundo sur y de la discriminación racial.

En Florida votan hasta los muertos, y los demócratas tampoco pueden tirar la primera piedra. En 1998, las elecciones que dieron por ganador a Xavier Suárez a la Alcaldía de Miami fueron revocadas al descubrirse que un tal Manuel Yip, muerto cuatro años antes, había votado por él. Luego se descubriría que Manuel Yip, el muerto, llegó a votar hasta cuatro veces a título póstumo.

En Florida, como en otros siete estados del sur, los delincuentes pierden automáticamente el derecho al voto y sólo pueden conseguir que se lo restituyan pidiendo clemencia al Gobernador. Se trata de uno de tantos vestigios de las leyes esclavistas que impedían votar en su día a los prisioneros negros.

Según la Unión Americana de Libertades Civiles, unos 600.000 votantes han sido privados de su derecho al voto por este procedimiento.Uno de cada tres es negro, potencial votante demócrata. La gran mayoría decide no pedir que le devuelvan sus derechos porque no puede costearse un abogado, o porque no están dispuestos a quemar el tiempo en tan humillante trance. Hace dos años, el gobernador Jeb Bush tenía una lista de espera de más de 60.000 delincuentes reclamando clemencia para poder acudir a las urnas.

Cuanta más gente vota en Florida más posibilidades de éxito tienen los demócratas, y ése es un principio que los republicanos tienen tan presente casi como los nubarrones tropicales que llevan dos meses instalados frente a las costas. Los republicanos, por cierto, no acaban de fiarse de las máquinas electrónicas, y hace poco hicieron circular folletos instando a sus militantes a que voten por correo, para tener mayores garantías.

El gobernador Bush controla hasta el último detalle de la maquinaria electoral, y mantiene en los puestos clave a leales servidores de la causa republicana. Tras el escándalo del año 2000, Bush convocó a una comisión de expertos y prometió reformar de cabo a rabo el sistema electoral. La primera y anunciadísima decisión fue eliminar las polémicas papeletas perforadas (chads) y sustituirlas por un sistema más avanzado (léase voto electrónico).

Pero ahí se acabaron las reformas. Todo lo demás sigue más o menos como estaba. Hasta el punto que el ex presidente Jimmy Carter, nada más certificar el referéndum de Venezuela, alertó a los norteamericanos sobre lo que les espera: «Florida no cumple los requisitos básicos internacionales para unas elecciones justas, trasparentes y honestas».

Para empezar, la comisión electoral no es imparcial y sigue manifiestamente escorada hacia el lado republicano. Sigue sin haber uniformidad en los procedimientos electorales: la mitad de los 9,5 millones de votantes lo hará por el sistema de tabulación óptica, la otra mitad por el novedoso sistema electrónico (y aun así, las máquinas con las que se vota en Miami son distintas a las de Palm Beach).Por último, vuelve a haber señales preocupantes de sesgo electoral por parte de las autoridades, como la purga de delincuentes o las gestiones a favor del tercer candidato, Ralph Nader.

«Todas esas acusaciones son ridículas», replica Jeb Bush. «Tengo mucho respeto por la labor de Carter, pero no comparto sus preocupaciones ni sus teorías conspiratorias».

Los demócratas, por si acaso, han cargado los cañones con tiempo, capitaneados por el congresista Robert Wexler. Hablamos con su portavoz, Eric Johnson, que nos ofrece el último parte climático: «Lo que más nos preocupa es el voto electrónico. En los 15 condados más poblados de Florida, precisamente los más proclives a votar demócrata, se ha implantado el nuevo sistema que no da ningún comprobante de papel y que hace imposible un recuento voto a voto».

«A los votantes de Florida se les pide que tengan fe ciega en las máquinas, que nadie va a manipular sus votos», afirma Johnson.»Visto lo que ocurrió hace cuatro año, es mucho pedir».

El rifirrafe legal ha llegado ya a un tribunal de apelaciones, que deberá decidir en los próximos días si se obliga o no a las autoridades de Florida a acoplar impresoras a las urnas electrónicas.

«Tenemos un presupuesto preparado por si hiciera falta», admite Theresa LePore, la Supervisora Electrónica. «Pero la ley federal no nos obliga, y yo sigo creyendo que no son necesarios los comprobantes de papel. En Nevada, el único estado donde se han emitido hasta ahora, la gente se los dejaba en las máquinas… Nuestras urnas están homologadas por la comisión electoral federal y tienen tres sistemas simultáneos para registrar los resultados. Uno de ellos permite cotejar los resultados papel cada 10 votos.No tienen módem y por tanto nadie puede piratear los votos».

LePore tuerce el gesto cuando le mentamos al congresista Wexler, su enemigo natural… «¡Ah, Wexler! Llevo cuatro años bregando con sus demandas legales. Ya he perdido la cuenta».

LePore tiene sus días contados y no lo oculta. En enero llega el relevo: Arthur Anderson, auspiciado por el congresista Wexler, que le ganó la partida electoral como supervisora de Palm Beach.De su puesto se irá, asegura, con la sensación del deber cumplido.

«¿Y el escándalo del año 2000?», le preguntamos… «Llevo 30 años en esto, cometes un solo borrón y ya te crucifican». Acto seguido, la supervisora nos explica los secretos de la urna electrónica de Sequoia Systems, que funciona más o menos como un cajero automático, con instrucciones en inglés y en español: «Para comenzar a votar, insertar tarjeta de votación en la ranura… Toque su selección con la punta del dedo… Puede cambiar su selección, simplemente vuelva a tocar… Oprima aquí para registrar su voto… Su voto ha sido registrado».

LePore defiende a muerte la fiabilidad de sus máquinas frente a las iVotronics del vecino Miami, que hace dos años certificaron un pasmoso 900% de participación en un precinto electoral y en otro tabularon un solo voto de los 1.637 votantes registrados.

Pero la posibilidad de un fiasco electrónico le inquieta poco a la supervisora de Palm Beach. «Lo que me quita ahora el sueño es llegar a tiempo al 2 de noviembre tras los daños causados por el huracán», confiesa. «También me preocupa que todas estas teorías conspiratorias y acusaciones falsas acaben alimentando el cinismo y la gente no acuda al final a votar.

¿Y los votantes qué piensan? «Pensamos tomarnos la revancha», afirma Lisa Egram, 67 años, vecina de «la parte pobre de Palm Beach», como ella misma dice.

Egram votó por Al Gore hace cuatro años: «Me advirtieron a tiempo que las papeletas mariposa tenían truco. Yo no veo bien, así que me llevé a mi hijo para que me identificara el casillero, no fuera a votar al nazi de Pat Buchanan. Sé de muchos que se equivocaron de buena fe y, créeme, ahora están pagando las consecuencias.Al presidente Bush se le hace la boca agua hablando de los seniors, pero la verdad es que las medicinas son mucho más caras y se nos va la vida pagando los seguros médicos».

A su edad, Egram se ha convertido en militante de base y ha decidido alistarse en el ejército de voluntarios de la Voter Protection Coalition (Coalición para Protección de los Votantes). Su misión el 2-N será la de velar para que no existan «interferencias» como las que hubo en el año 2000, cuando miles de ciudadanos negros no pudieron ejercer su derecho al voto.

«La gente está muy mentalizada esta vez, y va a ser muy difícil que los republicanos nos hagan de las suyas, aunque con esas maquinitas electrónicas nunca se sabe», afirma Egram, que confiesa sentirse «intimidada» por la novedad.

En última instancia, Egram confía como de costumbre en su hijo Jim, abogado, que planea incorporarse también como voluntario al equipo que Marc Elias, asesor legal de John Kerry, está creando en Florida y en una docena de estados por si hubiera una batalla ante los tribunales como la del año 2000.

Pese a los esfuerzos de Jeb Bush, pese a las visitas constantes de George W. Bush y sus promesas para compensar a Florida con 12.000 millones de dólares para paliar los daños causados por los huracanes, lo cierto es que John Kerry está a tres escasos puntos y la partida se puede dirimir otra vez por la mínima.Hace cuatro años, no lo olvidemos, venció «oficialmente» Bush por 537 votos.