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A propósito de un artículo de Pablo Iglesias y Xavier Domènech

Todo lo que no es sólido se desvanece más rápidamente en el aire

Fuentes: Rebelión

Para Maryam Mirzakhani, in memorian. La primera mujer con una medalla Fields de matemáticas, una gran científica iraní -muerta muy prematuramente (40 años)- que estudió, entre mil cosas más, la trayectoria de las bolas de billar en una mesa poligonal. Para las trabajadoras (y trabajadores) de Viome. Por su resistencia, por su coraje, por su […]

Para Maryam Mirzakhani, in memorian. La primera mujer con una medalla Fields de matemáticas, una gran científica iraní -muerta muy prematuramente (40 años)- que estudió, entre mil cosas más, la trayectoria de las bolas de billar en una mesa poligonal.

Para las trabajadoras (y trabajadores) de Viome. Por su resistencia, por su coraje, por su dignidad.

 

La imagen homenajea a Rosa Luxemburg. Mi tocaya. Nada más que eso… y nada menos.

 

Los escritos al alimón con los soberanistas -y un pelín o más que pelín nacionalistas- suelen tener consecuencias nada positivas. De entrada, en el lenguaje (y los lenguajes no digo que construyan -o deconstruyan- el mundo sin más matices y complementos pero ayudan lo suyo). Las mujeres sabemos muy bien la importancia de este instrumento, del lenguaje y sus palabras, sobre todo de sus palabros.

En «Catalunya, ‘un sol poble'»[1] -un sólo pueblo… ein Volk, qué recuerdos tan desagradables!- de Pablo Iglesias y Xavier Domènech, el primero habla como el segundo quiere, un coautor (acaso muy autor en este caso) que es, como es sabido -no hay nada oculto en este caso y es muy libre de serlo por supuesto, estupidez (mía) es decirlo)-, un soberanista catalán confederalista, una de las vías más rápidas para la destrucción del demos común (aparte del independentismo), un sendero que encanta a los secesionistas más prudentes y temperados (los otros están por el golpe frontal y total hacia el desastre también total y frontal). Sin querer sentar cátedra en este punto, hay autoridades mucho más puestas, todas las confederaciones existentes hasta el momento o se han transformado en federaciones (Suiza o EEUU, más allá del nombre conservado en el primer caso) o se han deshecho: Malasia/Singapur [2]. Toda prudencia es poca, en este y en asuntos afines y no tan afines.

El título del artículo es un pelín sospechoso: ¿qué querrá decir eso de «Catalunya, ‘un solo pueblo»? O es un enunciado elemental, tipo A = A, o hay un gato o dos encerrados. Hay gatos encerrados: con la excusa de que somos ciudadanas que vivimos en Cataluña (también viven aquí ciudadanos, algunos no siempre corteses con nosotras), se quiere tal vez que olvidemos nuestros orígenes. Nada de recordar Andalucía, Galicia, Huesca como es mi caso (mi compañera és molt catalana, això sí) o Extremadura. Catalunya nos unifica y uniformiza a todas; lo otro es historia pasada y superada. Fuimos hombres y mujeres a medio hacer, según nos estigmatizó en su día don Pujol, pero poco a poco hemos ido evolucionando. De medio-mujeres a dones catalanes, como la Marta Ferrusola (¿recuerdan el «esto es una mujer» del molt ex honorable?). ¡Ahí es nada! Todas formando piña, todas construyendo nación (nacionalista).

«Un sólo pueblo» puede remitir a toda la ciudadanía de Cataluña. En este caso, la división de ese «único pueblo» por la temática nacionalista-secesionista es más que evidente (algunas solemos gritar: ¡no al «derecho» a dividirnos!, ¡no al falso derecho a escindirnos como pueblo trabajador!). O acaso refiera «pueblo» a las clases populares de Cataluña, a la clase obrera y a sectores de la pequeña burguesía y, en este caso, la división, la separación, con el resto de grupos sociales dominantes y hegemónicas es también evidente, a pesar de los intentos de los nacionalistas en unirnos falsamente (som tots catalans i catalanes!, som una nació, dicen y gritan) contra o separadas de las compañeras de las clases populares del resto de España.

En cualquier caso, Cataluña, como el resto de España, o como Francia o como Portugal, está lejos de ser un sólo pueblo. Más aún. Incluso algunos símbolos comunes han sido rotos en mil pedazos por el procesismo y sus defensores. No les ha importado un higo. La bandera de Cataluña para algunas, para mí por ejemplo (sin ser una entusiasta de casi ninguna), es la senyera; para los secesionitas es la estelada con sus diferentes variantes. Sin ningún detalle ni procedimiento democrático la han plantado a la entrada de muchos pueblos; sin consultas, ni referéndums en la mayoría de los casos. ¡Aquí, quieren decir seguramente, todos somos secesionistas (sin serlo por supuesto), aquí todos estamos por la construcción de un nuevo muro!

Acaba aquí el preámbulo. Veamos la argumentación desplegada por los dirigentes de «Unidos Podemos» y de «Cataluña en comú». PIXD a partir de ahora.

La crisis de 2008, señalan, abrió en España y en Catalunya (lenguaje nacionalista en estado puro) una época de crisis de soberanías. La primera noticia sobre estas crisis de soberanías a no ser que las pensemos en términos de la UE, la eurzona o del poder creciente de las grandes corporaciones. Estar a la altura de nuestros tiempos, aseguran, «supone afrontar que la agresión a los derechos sociales es, ante todo, una cuestión de soberanías que solo puede resolverse democráticamente». ¿La agresión a los derechos sociales es ante todo una cuestión de soberanías? La primera noticia. ¿Cómo, por qué? Cuando el primer gobierno Mas en 2010, con el apoyo privilegiado del PP, agredía a los sectores sociales más desfavorecidos, ¿se ventilaba una cuestión de soberanías? ¿Ocurre lo mismo en Francia, en Alemania o en Italia? ¿No existen allí, también, temas o aristas nacionales?

La corrupción y las políticas de saqueo de lo público, como forma de gobierno de los viejos partidos gobernantes, tanto de España como de Catalunya (de nuevo el mismo lenguaje), son, según PIXD, «la mejor expresión de la crisis de las soberanías populares. La corrupción y el saqueo de lo público son, de hecho, la principal amenaza contra la soberanía popular y, sin soberanía popular, no puede haber soberanías nacionales». Habría que definir aquí «soberanía popular» y «soberanía nacional» pero podemos intuir, más o menos, por donde van sus reflexiones. Leído como parece razonable leer: dado que no hay en ningún país de la UE soberanía popular, no existe tampoco, en ningún país de la UE, soberanía nacional. Por lo demás, y con todos mis respetos, además de la corrupción (también la de made in .Cat) y el saqueo de lo público, ¿de qué soberanía popular o nacional puede hablarse cuando un país forma parte de la eurozona, es además miembro de la OTAN y tiene media economía o más en manos de grandes corporaciones?

Nuestra moción de censura contra el PP, señalan PIXD, puso sobre la mesa una propuesta para Catalunya y para España (otra vez lo mismo a pesar de que desde «Unidos Podemos» se habla de proyecto de país. ¿Para qué país es ese proyecto?) «que va más allá de los proyectos de nuestras organizaciones políticas». El PP, recuerdan, «pudo resistir a duras penas en el Congreso, sumando menos votos en contra de la moción que los que sumaron el sí y las abstenciones, pero sufrió una derrota política, moral y sobre todo, histórica». No consigo ver que sea una derrota moral y menos histórica pero sea así, si así se quiere. De acuerdo: HISTÓRICA, con mayúsculas ostentosas. La principal característica del bloque inmovilista que forman el PP y C’s es, en su opinión, «que no tienen ningún proyecto ni para Catalunya ni para España». Pero es evidente que lo tienen. Otra cosa es que haya muchas -mi compañera y yo, que ya somos tías abuelas, en primera fila- estemos en las antípodas de ese proyecto, neoliberal, masculino, centralista en el peor de los sentidos y netamente dependiente de los grandes poderes. Pero de haberlo, haylo. Pensar que nosotros sí pero ellos no, no parece que sea un buen «análisis concreto de la situación concreta» como decíamos en tiempos leninistas.

En su moción de censura, prosiguen PIXD, hacíamos una apuesta doble. En primero lugar, «la consecución del derecho a decidir como reconocimiento de la soberanía de Catalunya. Y en segundo lugar, asumiendo la soberanía catalana, la articulación de un modelo de organización territorial plurinacional que no excluya el debate sobre la confederalidad». Este es el asunto pues, hablan de primer lugar sorprendiendo incluso a las ya sorprendidas. Lamentablemente, entendiendo el asunto totalmente al revés. Repito lo sabido: 1. El derecho a decidir, diga lo que diga XD y sus compañeros, no existe. 2. La soberanía catalana excluyente no existe ni debe existir además, porque entonces, si existiera, no se entiende por qué no existiría entonces la andaluza, la aragonesa, la extremeña o incluso la estrictamente barcelonesa. ¿Los barceloneses somos también un sólo pueblo? ¿Tenemos soberanía? ¿Y por qué no, si fuera que no? 3. De ahí, se lo que señala, al cantonalismo. ¿Están por eso y dicen que tienen un protecto de país? 4. Lo de organización plurinacional es un experimento nuevo. O se explica con detalle o no se entiende bien. ¿En qué consiste esa plurinacionalidad en la praxis, por decirlo a la manera del compañero-espos de Julia Schuch? 5. La confederación, en el caso de España, es la vía más rápida para la disolución del demos común y para que los secesionistas digan satisfechos: «¡Pero qué tontos son! ¡Nos lo ponen como a Fernando VII», mientras crean un muro-Estado nada federal y menos confederalista. Para confederarnos deberíamos querer confederarnos y no lanzar insultos al resto como ha hecho por ejemplo el jefe actual de los Mossos d’Esquadra.

Cuando empezaron a hablar de plurinacionalidad, en Catalunya y en el conjunto del Estado, y plantearon que la plurinacionalidad no era solo un hecho «cultural», nos advierten para que les entendamos bien, «sino que implica la aceptación con todas las consecuencias que vivimos en un espacio compartido donde coexisten varias naciones y soberanías, estábamos solos». Con razón esa soledad, nada que ver con las tradiciones emancipatorias españolas que siempre ha sido federalistas. Seguir esa deriva es un absurdo para la izquierda. Ese pensamiento desiderativo, y todo aquello que alimenta, conduce a la aniquilación de España, cosa inaudita si pensamos en las loas a España que Pablo Iglesias y algunos de sus próximos suelen hacer cuando están en la intimidad o en el espacio público. ¿Lo primero es consistente con lo segundo? PIXD deben usar una lógica paraconsistente desconocida.

También nos quedamos solos, sostienen, «defendiendo un referéndum para Catalunya mientras algunos prometían soluciones donde todo estaba ya hecho y decidido en 18 meses«. El argumento debe serles útil para sus competidores secesionistas pero de nuevo estamos en lo mismo: Cataluña ni es colonia ni es semicolina ni está oprimida por un estado que la ahoga. El único referéndum aceptable en Cataluña para las izquierdas, y en el resto de España a la vez, debería ser el apoyo a una reforma constitucional razonable, sin privilegios para nadie, que aceptase la diversidad de España, entendida como riqueza social y cultural, diversidad que también existe en las nacionalidades españolas, asunto que los nacionalistas y soberanistas suelen olvidar. Para ellos Cataluña es una nación homogénea de destino único en lo universal. Las castellanohablantes, mi caso, no en el de mi compañera, sobramos. El castellano es un idioma imperial.

Recibimos entonces, afirman PIXD, «condescendencia y mucha agresividad pero hoy cada vez son más amplios los sectores sociales en el conjunto del Estado que reconocen la plurinacionalidad y la necesidad de un referéndum efectivo en Catalunya. Y eso ha hecho moverse a todos los actores políticos; especialmente al PSC y al PSOE«. Sí, efectivamente, el PSOE se ha movido, no digo siempre para bien, y eso habrá que tenerlo en cuenta. Por ahora, salvo error por mi parte, su propuesta es una propuesta en construcción. Los sectores amplios que están a favor de lo que se señala están en el ideario ensoñador de PIXD. Desgraciadamente, ellos mismos están ejerciendo un trabajo erróneo de mala educación en esta temática entre los sectores de izquierda en los que tienen influencia.

No es nuevo, afirman los autores, que el de las soberanías sea un problema histórico que solo puede resolverse democráticamente. Es evidente, afirman con toda la ausencia de claridad intelectual y política del mundo, «que existe un demos catalán que hace de Catalunya un sujeto político». ¿De dónde la evidencia? La prueba, dicen, «es que fue solo la ciudadanía catalana la que refrendó el Estatut». Como ocurrió con la vasca, la andaluza o la gallega en su momento. ¿Y?¿No hay consultas en determinadas poblaciones donde sólo participan esas poblaciones? En mi pueblo por ejemplo las ha habido. ¿Hay un demos oscense-peralteño también?

La enorme torpeza del PP «forzando la sentencia del TC del 2010 rompió el pacto territorial del 78 que no era sino un pacto de reconocimiento precario de soberanías». Esto es otro lugar común, que no es del todo cierto, pero en todo caso si se rompió, si lo rompieron lo mejor que podemos hacer es volverlo a unir. ¿O no? Por lo demás, se suele hablar peor que mal de la sentencia del TC de 2010 sin que concreten nunca las críticas. El PP no solo demostró que no entendía Catalunya, expresión más que discutible porque la entiende a su modo, «sino que tampoco entendía España», afirman. «La ruptura provocada por la ineptitud del partido que tiene secuestrado el Estado español solo se podrá soldar con un pacto que tenga el derecho a decidir en su centro». ¿Y eso por qué? ¿De dónde esa deducción? ¿De «La flauta mágica» se deriva la demostración de al conjetura de Ferat? Parece que no. Pues lo mismo. Esa es su posición que se deriva… de que esa es su posición. De nada más.

Cuando así lo defendimos, señalan, también nos encontramos solos, en medio de críticas irresponsables de portavoces políticos que afirmaban sin rubor alguno que eso era «pantalla pasada» y que la independencia estaba a la vuelta de la esquina. Esto está dedicado a los secesionistas de piedra picada. Pero en el transcurso de los 18 meses de la primera hoja de ruta, señalan a continuación, «la mayoría gubernamental catalana, construida al entorno de un pacto por la presidencia, el reparto de ‘conselleries’ y la aprobación de unos presupuestos ‘Made in Convergència’, decidió recuperar la propuesta del referéndum». Es obvio para qué: para cogerles, para llevarles a su terreno. El tiempo dirá «si el cambio se debe a una rectificación real, obedeciendo a las mayorías reales de Catalunya, o a un intento, uno más, de aterrizaje de emergencia de su accidentada legislatura». NI a lo uno ni a lo otro: quieren conseguir más gentes para sus finalidades. Las gentes de «Catalunya en comú» en primer lugar. ¡Todos y todas contra el régimen español putrefacto! Esa es su consigna.

Seamos claros, sostienen, «Catalunya es una nación que quiere decidir su futuro y que necesita para ello seguir tejiendo alianzas en la batalla por las soberanías en toda España. Decir que los últimos tres años no ha cambiado nada en España es estar ciego». Nadie dice que no ha cambiado nada, pero esa forma de hablar es, de nuevo, fuertemente nacionalista. Se habla de Cataluña como nación, y no se sabe muy bien qué significa aquí nación y cuáles son las implicaciones de la afirmación. De acuerdo: som una nació? ¿Y qué pasa entonces? De hecho, para ser clara, Cataluña es una nación-nacionalidad cultural, también política en el marco constitucional, donde muchas ciudadanas estamos hasta el mismísimo moño del tema-monotema, de los y las que reescriben a su antojo nuestra historia común y de los que quieren, más o menos directamente, romper un demos común porque, este es el punto, su poder se incrementaría. El punto, nuestro punto: nuestra soberanía queremos compartirla con el resto de ciudadanas españolas. Nos sentimos hermanas suyas. ¿Algún problema?

Y es en este punto, sostienen, «donde debe enmarcarse la convocatoria del 1-O». A su juicio, «el 1-O se está configurando antes como una amplísima movilización que afirma el derecho a decidir y la voluntad de soberanía, que como un debate público y abierto sobre qué estatus y relación jurídica quiere la ciudadanía catalana». El 1-O se configura realmente como un inmenso lío y enfrentamiento donde los secesionistas van a montar la que pueden y un poco más y van a intentar que la intervención del gobierno, si hay intervención, amplíe el número de sus partidarios. Conmigo y mi compañera, y muchas personas más, que no cuenten. Aunque nos llamen botifleres, traidores, españolistas de mierda y otros expresiones dulces como esas.

El motivo, señalan PIXD, «es obvio y lo tenemos claro; el gobierno del PP se niega a reconocer la existencia del demos catalán y apuesta por la represión». Pues tampoco, de eso poco, no son tan idiotas o no es el asunto central. La máxima responsabilidad está, digan lo que digan PIXD, en el tejado secesionista. O haces lo que ellos quieren o eres un adversario o un enemigo directamente. Para el PP, aseguran, «Catalunya es solo un recurso para apartar el foco de su corrupción. Por eso la movilización del 1-O puede ser un acto de afirmación de derechos y soberanía ante una situación que se debe desbloquear, dado el fracaso rotundo del PP y sus pulsiones represivas». ¡Por favor, por favor! ¿No será que el 1-O y todo lo vivido hasta el momento es, realmente, un montaje para tapar -aunque no puede ser tapada- la corrupción aléfica de CDC, el actual PDeCat? Y para pulsiones represivas las de Lluís Llach y sus amiguetes. La movilización del 1-O no será ningún acto de afirmación de derechos y soberanía sino un inmenso lío del que, repito, unos intentan extraer la máxima tajada. ¿Vamos a participar en esta estafa? Con nosotras que no cuenten.

En este sentido, concluyen, «como movilización política, reivindicamos su legitimidad y apoyamos que se realice». Es decir, van a participar. La trampa secesionista en la que van a caer: frente al gobierno PP, todos hacemos piña, todos somos un sólo pueblo. ¡Y una nariz y dos giraoles! De eso nada. Podemos estar en desacuerdo con las políticas del PP pero de ahí no se infiere apoyar el 1-O en cuaquiera de sus variantes. Todas huelen a lo mismo: nacionalismo-nacionalismo-nacionalismo. En algunos casos, secesionismo unilateral.

Pero después, afirman, «llegará el día 2 y entonces habrá que seguir trabajando por un referéndum que debe interpelar a todos los implicados, donde nadie pueda ser invitado a su propia casa, mostrando la pluralidad con la que se constituye el viejo anhelo de futuro del catalanismo popular de ser un ‘sol poble'» ¡Otra vez el mismo lenguaje, otra vez más de lo mismo! «Catalunya se construirá con los del sí, con los del no y con los que defienden un nuevo encaje de la nación catalana en un nuevo proyecto colectivo». Catalunya, afirman, se construirá con los que se movilizarán el 1-O y con los que no lo harán. ¡Menos mal, menos mal que nos tienen en cuenta! Aunque, por supuesto, las que nos no movilizaremos a favor -aunque podamos movilizarnos- no queremos construir ninguna Cataluña separada de España con esas características excluyente y marcadmente idenitarias forma uniforme.

Ganar la batalla de la soberanías, afirman de nuevo, «es ganar la batalla de construir amplias mayorías que permitan construir para decidir y que saben que se decide construyendo un país más justo, más limpio y más libre». Suena bien, pero es humo. Aquí, en este asunto, la justicia, la limpieza política, la libertad, importa un pimiento. Decoración para ingenuas y nosotras no queremos serlo ¿Cómo se puede hablar en estos términos cuando sabemos que ladrones de vida de mil siglos, como diría Octavio Paz, manipuladores y defraudadores, están moviendo los hilos de este disparate antidemocrático y realmente antipopular?

Estamos seguros, su afirmación final, «de que Catalunya, antes de lo que muchos piensan, decidirá. Y lo hará como un ‘sol poble'». Conviene no estar seguros de casi nada pero Cataluña ya decidió el 27S y ya dijo claramente NO a los secesionistas. NO, NO, NO. Lo reconoció el propio Antonio Baños. ¿A qué viene de nuevo la misma monserga? A abonar, otra vez, el discurso y las finalidades secesionistas.

Y, por supuesto, el 27S no lo hizo como un sólo pueblo. Lo hizo como se suelen hacer esas cosas. Cada ciudadana se manifestó según sus posiciones (los ciudadanos también). La identidad homogénea a la que se alude no existe. Muchas nos sentimos parte de la España republicana de García Lorca y Bosch i Gimpera. Otras, ellos no sé, desgraciadamente, no.

Por lo demás, en todo el escrito, ni una sola defensa, ni una sola de la España Federal. ¿Unidos Podemos no era una formación federalista? ¿Cuándo y cómo defiende ese federalismo? Por cierto, ¿qué votaría XD es ese referéndum al que alude?

PS: Una corrección que no es mía pero que conviene no olvidar. De Teresa Freixes [TF], catedrática de Derecho Constitucional en la UAB y catedrática Jean Monnet ad personam. Políticamente una persona de centroizquierda y no secesionista. Yo no estoy de acuerdo con algunas de sus afirmaciones. Pero este no es el punto.

Dicen Iglesias y Domenech, afirma TF, «que Catalunya es ‘un sol poble'». «Un sol poble»… Si ese «poble» es el que se desprende de su artículo, señorías, no lo van a encontrar por ningún sitio. Parten Vds. de los mejores estereotipos acuñados desde el cleptómano secesionismo más rancio». No conocen socialmente el terreno que pisan, afirma la profesora de la UAB, «uno porque no lo ha pisado más que accidentalmente, y el otro porque pisa muy poca parte de territorio». No quieren reconocer, intelectualmente, el trasfondo filosófico del nacionalismo insolidario que fundamenta la posición política a la que quieren afianzar, sostiene TF, «en aras de una alianza cuyo objetivo no va más allá que la ocupación de esferas de poder, porque es de imposible comprensión desde cualquier lógica que tenga algún tipo de fundamento no espurio».

Cataluña es plural, rica en culturas y mestiza en sus gentes, lejana totalmente al monolitismo interesado que traslucen las palabras que Vds. pronuncian, afirma Freixes. «Cada día decide su destino. Lo hace no sólo cuando vota, sino cuando trabaja, cuando estudia, cuando toda su gente interacciona sin complejos, en cualquiera de las lenguas co-oficiales, mal que les pese». Cataluña no es «una amorfa sociedad que necesita reafirmarse mediante la ilegalidad, pues tiene firmes actitudes, firmes posiciones y ha contribuido firmemente a la construcción de la democracia, de esa democracia de la que Vds. reniegan y a la que quieren destruir».

Desde la distancia, afirma (creo que trabaja en una institución europea en Bruselas) , estando con otras gentes, de diversa lengua, cultura, nacionalidad, visión política o procedencia profesional, se aprecia todavía más, cuando se habla con los otros, que no se nos ve como una «nación oprimida» ni como un «pueblo pintoresco». Se nos quiere como somos, «con esa diversidad y esa pluralidad que nos permite estar en España, en Europa y en el mundo sin complejos, no con los que Vds. nos quieren revestir, como si necesitáramos ser tutelados en nuestro pensamiento colectivo, mediante un reduccionismo que nos impediría tener la presencia que hasta ahora hemos tenido en múltiples instancias».

Se les «notan» las fobias, afirma TF también. No nos vamos a autoengañar como hacen Vds., si es que se lo creen, «que a veces la duda sobre ello aparece como legítima, puesto que quien pretende dárselas de intelectual, precisa de argumentos mucho más sólidos que los que aquí exponen». No se construye una sociedad, señala TF, «contra la mayoría de su gente. No se edifica un país sobre falsas premisas».

Pueden, afirma Freixes, si quieren, utilizar expresiones que quizás Vds. consideran grandilocuentes. Pero no nos van a engañar. «¿Conocen realmente el concepto de demos? Si lo conocieran no lo usarían como lo hacen en su artículo. ¿Conocen el concepto de soberanía? Si lo conocieran no lo usarían en forma tan desafortunada, puesto que hoy en día no existen soberanías excluyentes, salvo en su imaginación». Con sólo la terminología que utilizan, son sus palabras finales, «un sol poble», «reconocimiento precario de soberanías», demuestran Vds. el pobre bagaje histórico, sociológico, político y jurídico del que parten. ¿A dónde quieren llegar con tales aditamentos?».

Bueno, quizás TF, se haya pasado un poco (y se haya puesto un pelín masculina). PI y XD son gente formada que no han escrito el artículo de su vida. En todo caso, TF acierta en un punto central: no se edifica un país, sea Cataluña, sea España sobre falsas premisas y con inconsistencias de bulto.

Notas

1) http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/pablo-iglesias-xavier-domenech-catalunya-un-sol-poble-6171617

2) Sobre estas nociones de federalismo y confederalismo, la bibliografía es apabullante. Puede verse este breve libro de divulgación no trivial que tiene páginas sustantivas dedicadas al tema: Miguel Candel y Salvador López Arnal, Derechos torcidos, Vilassar de Dalt (Barcelona), El Viejo Topo, 2017.

3) http://www.elcatalan.es/un-sol-poble/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.