Pocas horas después del anuncio que Muamar El Gadafi y su hijo Muatassim habían sido sepultados en un lugar no revelado del desierto y cuando se difundía el video que muestra cómo se sodomizó al líder libio, la petrolera española Repsol suspiraba aliviada al reanudar sus operaciones en Libia. Ya iban en «30 mil barriles […]
Pocas horas después del anuncio que Muamar El Gadafi y su hijo Muatassim habían sido sepultados en un lugar no revelado del desierto y cuando se difundía el video que muestra cómo se sodomizó al líder libio, la petrolera española Repsol suspiraba aliviada al reanudar sus operaciones en Libia.
Ya iban en «30 mil barriles diarios y creciendo» dijo un portavoz. Tienen que llegar a los 360 mil que sacaban hasta febrero, cuando tuvieron que reducirlos a 160 mil, para suspenderlos después en función de las sanciones impuestas al gobierno de Gadafi.
Las otras grandes empresas petroleras, que también habían suspendido sus operaciones con Libia a raíz de las sanciones impuestas al gobierno de Gadafi, aún no formulaban un anuncio similar al cerrar estas líneas, pero el precedente sentado por los españoles es un indicio.
La brutalidad ejercida contra el asesinado gobernante es otro indicio de lo que puede sobrevenir en un país en el cual los integrantes del llamado Consejo Nacional de Transición declararon que Libia será un Estado islámico, sin que nadie haya explicado exactamente cómo funcionará.
A Estados Unidos y a los países europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no parecía inquietarles mucho, quizás porque saben que ese gobierno no puede llegar a nada sin su apoyo.
A fin de cuentas, la guerra la hicieron ellos y el Consejo Nacional de Transición puso a las improvisadas milicias para dar la imagen de una guerra popular a gran escala.
LA RECONQUISTA
El objetivo de la guerra desatada contra Libia no es otro que reconquistar Africa y establecer un nuevo sistema colonial, modificando un poco el que durante tantos años mantuvieron los países europeos que ahora están en la quiebra total y necesitan el libre acceso a las enormes riquezas perdidas.
Es más, los gobiernos existentes en algunos países de esa región, aún aliados de los europeos, enfrentan rebeliones populares que hasta ahora han sido manipuladas mediante cambios cosméticos y el envío de tropas de naciones amigas del área.
Eso no les garantiza estabilidad en el futuro. En Libia no pudieron hacer lo mismo; el régimen de Gadafi era más fuerte y por eso empezaron a minarlo desde adentro, estimulando deserciones de funcionarios de gobierno que se convirtieron en asesores del proyecto intervencionista.
Las incipientes protestas fueron presentadas un día como un importante movimiento objeto de una feroz represión que había incluido, se dijo, el envío de aviones y helicópteros, los cuales atacaron a los manifestantes en lo que se calificó como un baño de sangre y dio pie a la resolución adoptada en Naciones Unidas.
Guillaume de Rouville entrega una versión distinta en un artículo publicado en www.aporrea.org el 6 de septiembre pasado. Sostiene que a diferencia de lo que se vio en Túnez y Egipto, en Libia se registraban manifestaciones menores en Bengasi y Derma, convocadas desde Francia por el ex ministro libio de protocolo, quien había desertado.
Señala que la televisora Al-Yazira, perteneciente al emir de Qatar, a quien define como «valioso aliado» de Estados Unidos, mostró a «algunos rebeldes de Bengasi empuñando armas pesadas o conduciendo tanques» y luego sostuvo, el 21 de febrero pasado, que aviones y helicópteros de Gadafi habían bombardeado a los manifestantes «pero no pudo mostrar ni una sola imagen».
GUERRA Y REPARTIJA
La guerra desatada por los países miembros de la OTAN superó los marcos fijados en la resolución de la ONU, la cual sólo los autorizaba a crear una zona de exclusión aérea en Libia, partiendo del supuesto de que Gadafi había bombardeado las manifestaciones de protesta.
Y esa fue la trampa. Como lo dijo un general estadounidense, no se puede crear esa zona de exclusión sin desatar una guerra, como ocurrió. Supuestamente los militares de la OTAN no estuvieron en suelo libio, lo que no es efectivo.
Estados Unidos no mandó tropas, no porque no quisiera sino porque eso perjudicaría las aspiraciones reeleccionistas del presidente Barack Obama, pero puso a disposición sus aviones no tripulados. Los alemanes fueron los más discretos y sus servicios de inteligencia descubrieron dónde estaba Gadafi, facilitando así su captura.
Marruecos, Emiratos Arabes Unidos, Catar, Jordania e Irak respaldaron en París la constitución de la coalición que encabezaron Francia y el Reino Unido. Los reyes de Marruecos y Jordania también enfrentan reclamos de sus pueblos, los cuales hasta ahora han logrado controlar.
La guerra contra Gadafi fue feroz por varias razones. Primero, porque a diferencia de otros gobernantes de la región, podía contener las protestas. Contenerlas implicaba también que ni europeos ni estadounidenses lograrían tener acceso a las dos riquezas fundamentales de su país: petróleo y agua dulce.
Reino Unido y Francia, que en distintas épocas colonizaron Libia o la gobernaron mediante protectorados, habían comprobado que Gadafi podía facilitarles algún negocio, como sucedió con Tony Blair, o contribuir a alguna campaña electoral, como la financiada a Sarkozy, pero no les permitiría adueñarse del petróleo.
En un mundo con una crisis como la actual, cuando Europa está a punto de la quiebra financiera y del colapso de sus organizaciones comunitarias, mientras Estados Unidos no lo pasa mejor, también se vislumbran las dificultades entre ambos conglomerados.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, León Panetta, no ha querido comentar si su país tendrá una relación militar con Libia, señalando que «lo que haría en este momento es dejar la decisión en manos de una futura participación a través de la OTAN».
También dijo que los recortes presupuestales en su país afectarán su capacidad para compensar el déficit dejado a la OTAN por los operativos en Libia. No quedó claro si eso revive las críticas de su antecesor a la entidad, cuando cuestionó su viabilidad diciendo que enfrentaba «un débil, si no es que negro futuro».
Joseph Biden, vicepresidente de Estados Unidos, comentó sobre la participación norteamericana en los ataques a Libia que su país «ha gastado dos mil millones de dólares y no ha perdido ni una sola vida. Esta es una buena receta sobre cómo tratar con el mundo para avanzar con más rapidez de la que lo hicimos en el pasado».
Si a esto agregamos que los británicos están revisando su participación en los organismos de la comunidad europea y hay un fuerte sector partidario de retirarse de ellos, lo dicho por Panetta adquiere otro sentido. Los estadounidenses disponen ya de un armamento que les permite prescindir de sus actuales aliados.
Pero lo que queda pendiente es saber quién controlará el petróleo libio, uno de los mejores si es que no el mejor del mundo. La repartija que conllevaba esta guerra aún está en veremos. Frida Modak periodista chilena radicada en México y colaboradora de Prensa Latina.
Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=447266&Itemid=1