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Tras el 26J

Fuentes: Rebelión

Con la sensación de frustración que nos ha dejado el resultado en las elecciones a casi todos nos ha dado por animarnos a escribir unos párrafos, ahí va mi rollo nocturno, que no es un análisis sobre estas elecciones sino que pretende añadir alguna cosa más. La confluencia ha sido un acierto y, además, era […]

Con la sensación de frustración que nos ha dejado el resultado en las elecciones a casi todos nos ha dado por animarnos a escribir unos párrafos, ahí va mi rollo nocturno, que no es un análisis sobre estas elecciones sino que pretende añadir alguna cosa más.

La confluencia ha sido un acierto y, además, era el único camino. El resultado, sin embargo, no ha sido el esperado. Creo que también tengo que ser justo y decir que, en mi opinión, Izquierda Unida tiene la mejor dirección de los últimos tiempos, y el Partido Comunista de España lleva tiempo mostrando signos de recuperación y de aumento en su capacidad de intervención política y social.

¿Es todo esto suficiente? Ni mucho menos, coincido con mi admirado Joan Tafalla Monferrer en que la decepción ante el resultado electoral se funda en un error garrafal en cuanto al análisis de lo que en términos clásicos se llamaría correlación de fuerzas o nivel conciencia de las masas. Me parece que se ha partido de un fallo tan conocido y tan cometido como es confundir nuestro propio nivel de conciencia con el nivel general de esta. Cuando menos, para saber ante lo que nos encontramos, se debería haber investigado para dibujar un mapa social mínimo (encuesta de clase o como cada uno lo quiera llamar).

Pienso que está muy claro, y ha quedado reflejado en el resultado, que la llamada mayoría social sigue pensando que es posible la vuelta atrás y que no desea cambios radicales que podrían alejarle de los días de vinos y rosas del crédito fácil y de la casa y las vacaciones en el extranjero, por supuesto, financiadas. Si no se tiene claro eso se puede caer en crear falsas ilusiones lo cual puede tener un efecto frustrante de cara a la necesidad de abordar un trabajo más a largo plazo.

Estoy convencido de que el camino a recorrer por parte de los comunistas debería partir de nuestra autonomía política y organizativa, confluyendo pero elaborando y no olvidando nuestros objetivos de siempre (la diputada Eva Garcia Sempere dixit) Al menos creo fundamental que «no nos hagan la autocrítica» desde fuera y, mucho menos, que nos hagan los análisis desde ámbitos que no nos son propios. En esta ocasión, como ya en muchas otras ocasiones, pese a tomar las decisiones correctas, hemos ido a remolque de un proceso en el que deberíamos haber influido más. Si somos capaces de elaborar nuestros propios análisis habremos dado un paso fundamental para encabezar procesos y construir desde debajo de un modo más sólido y duradero.

Hay también cuestiones que me parecen fundamentales y que pienso han quedado fuera del radio de acción de Unidos Podemos. El discurso sobre «la generación más preparada de nuestra historia» me parece sesgado y peligroso, en ocasiones incluso falso. De algún modo aparta a un segmento social muy significativo tanto en lo cuantitativo como cualitativo: la moderna y mutada clase obrera. No podemos olvidar que hay una gran parte de trabajadores, bastantes jóvenes, que ni siquiera han terminado la ESO, y que también deben formar parte del sujeto del cambio. ¿Nadie se ha dado cuenta de que la elaboración de un discurso elitista crea rechazo en seguramente el segmento más numeroso de la clase trabajadora? ¿De verdad no tenemos nada que decir ni qué hacer con respecto a nuestros «chavs»?

Tampoco podemos caer en culpabilizar a nuestro pueblo: «este país no tiene remedio» sino que debemos tener claro que la historia de un país, y el desarrollo de su lucha de clases, son las que condicionan sus formas de vida y sus respuestas ante las distintas situaciones. En ese orden de cosas parece muy claro que existe una fuerte conciencia electoralista y delegativa en nuestra sociedad. Ese es un grave problema a abordar. Es cierto que hemos vivido el surgimiento del 15M, pero no debemos aceptar un discurso acrítico y hagiográfico sobre este movimiento. Y también tenemos que constatar que no se han mantenido, salvo raras excepciones, ni sus estructuras organizativas ni elementos estables de construcción en la sociedad.

Tal vez no está de más recordar que la última confrontación en las urnas peleada de verdad por nuestro pueblo fue el referéndum de la OTAN, allá por 1986, y que nuestra derrota entonces supuso la práctica liquidación de muchas esperanzas. Tampoco es baladí recordar como se desarrolló en nuestro país el Referéndum sobre la Constitución Europea. Creo que esté último referéndum aporta muchos datos sobre el grado de conciencia y el grado de organización de las clases subalternas de nuestro país. Desde entonces hemos avanzado, pero es mucho más grande el tramo por recorrer que el ya transitado. Y en algunas cuestiones, clave, como el movimiento obrero, y aún más en el movimiento sindical, hemos retrocedido y continuamos retrocediendo.

Y, desde luego, nada de «comprar» definiciones de hegemonía que proponen poco más que la capacidad para vender un programa electoral. Ese sucedáneo de la hegemonía es tan volátil como hemos podido comprobar en esta cita electoral. «Ahora o nunca» como eslogan para la agitación puede ser muy impactante, pero lo que no podemos hacer es creérnoslo o no explicar que después del nunca hay mucha lucha de clases, mucha organización y mucha hegemonía que construir. O nos damos cuenta de lo que son las elecciones, de cuáles son sus límites y de como limitan nuestra actuación, o corremos el riesgo de quedarnos encerrados en un eterno bucle electoralista.

Y para terminar, muchas veces nos preguntamos porque la gente no participa, porque la gente tiene esa costumbre pertinaz de delegar. Creo que la respuesta está bastante clara: el capitalismo es una forma de vida, mucho más que un sistema simplemente económico. Y en este sistema-forma de vida-cultura, lo que se fomenta es la representación y la delegación. A la propia reproducción del sistema no le interesa la participación y pone todas las trabas, más evidentes o más ocultas, para que la gente se haga dueña de su propio destino. Este es el terreno de juego en el que trabajamos, al menos no lo confundamos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.