Con llamativos tatuajes, camisas multicolores y amantes de la música estridente, los miembros de las temibles pandillas juveniles azotan como plaga y siembran el miedo en ciudades estadounidenses y otros lugares, donde anidan la pobreza y la marginalidad social. Diseminadas en más de mil 500 comunidades, las 30 mil pandillas juveniles existentes en Estados Unidos […]
Con llamativos tatuajes, camisas multicolores y amantes de la música estridente, los miembros de las temibles pandillas juveniles azotan como plaga y siembran el miedo en ciudades estadounidenses y otros lugares, donde anidan la pobreza y la marginalidad social.
Diseminadas en más de mil 500 comunidades, las 30 mil pandillas juveniles existentes en Estados Unidos mantienen en jaque a las autoridades por su creciente relación con el crimen organizado.
Esos grupos, a los que pertenecen unos 800 mil maleantes, influyen incluso en la comisión de delitos sangrientos en países vecinos como México y naciones centroamericanas, admitió el Departamento de Justicia.
Diversas fuentes coinciden en señalar la existencia de entre 40 mil y 100 mil pandilleros sólo en El Salvador, Honduras y Guatemala, países donde las cárceles, hacinadas y con escasa atención sanitaria, permanecen repletas con esas personas echadas al olvido.
La problemática azota a ciudades como Los Ángeles, donde los más recientes incidentes violentos desataron el alerta dentro y fuera de instituciones escolares de esa urbe californiana, alarmada por continuos hechos de sangre.
Balas de miembros de esas bandas segaron en los últimos días la vida de Tony Roberts, de 17 años, en las cercanías del centro escolar preparatorio de Birmingham, en Van Nuys.
Estudiantes del colegio Santee, quienes pidieron al gobierno en una carta abierta que detenga la violencia generalizada, aseguraron que en las tres semanas anteriores hubo siete tiroteos en sectores aledaños a la escuela, a la que concurren tres mil adolescentes.
De enero a agosto de este año se registraron en Los Ángeles 302 homicidios, hechos atribuidos en su mayoría a pandilleros.
Una investigación del Centro de Prevención y control de Enfermedades reveló que en 2005 un 13 por ciento de los estudiantes angelinos dijo portar arma blanca, mientras que un 3,2 por ciento reconoció llevar pistola.
HUELLA DELINCUENCIAL
La ocurrencia de delitos también afectó a Washington, donde unos 400 grupos de pandilleros juveniles entre los 12 y 17 años de edad se dedican al crimen organizado, informó la Policía Metropolitana.
Según estimados oficiales, en el área metropolitana del distrito de Columbia, que incluye los estados de Maryland y Virginia, la cifra de menores involucrados en grupos delincuenciales ascendió a más de tres mil en los últimos meses.
De acuerdo con expertos, la pobreza en muchas familias en Estados Unidos impide que éstas puedan ocuparse de la educación de sus hijos, los cuales adoptan modelos y patrones equivocados que los conducen a cometer delitos y consumir drogas.
También el gobierno estadounidense hace énfasis en la criminalización de adolescentes pandilleros, lo cual incide en que esas personas sean rechazadas por la sociedad.
El propio secretario de Justicia, Alberto Gonzáles, insiste en la necesidad de aumentar los juicios en tribunales contra las pandillas callejeras, a las que considera como empresas organizadas y una de las mayores amenazas para la seguridad de Estados Unidos.
Sin embargo, para un investigador de la Universidad del Sur de California, Malcolm Klein, el 99 por ciento de los pandilleros son adolescentes ociosos, que «no hacen nada más criminal que emborracharse y fumar marihuana», en medio de una sociedad norteamericana cada día más corrompida.
En opinión del escritor mexicano Marco Lara, lo que en realidad existe es una política «deliberada» del Gobierno de Estados Unidos para «criminalizar a los jóvenes y a las migraciones de indocumentados centroamericanos».
El autor del libro «Hoy te toca la muerte», manifiesta que la administración estadounidense criminaliza, sataniza y oculta el verdadero origen de las pandillas.
Esas agrupaciones nacieron en Los Ángeles, para legitimizar la militarización de la frontera sur de México y el norte de Centroamérica, expuso.
Las pandillas latinas en Estados Unidos surgieron a mediados de los años ochenta del siglo pasado en Los Ángeles, cuando grupos norteamericanos como los Creeps and Blood iniciaron ataques contra inmigrantes mexicanos, quienes a su vez decidieron crear sus propios grupos de defensa.
También, luego de la guerra civil en El Salvador (1980-1992) refugiados de ese país ?con posterioridad se les unieron jóvenes de otras naciones- formaron la famosa y temida Mara Salvatrucha, que significa ?salva? por salvadoreños y ?trucha?, ?astutos?.
Analistas consideran que el crecimiento de las bandas criminales en Estados Unidos está alentado por el sustancial incremento del consumo de drogas, un extendido mercado libre de armas y por políticas gubernamentales que abandonan a los jóvenes.
El problema es de tal magnitud, que la Cámara de Representantes aprobó recientemente un proyecto de ley que establece la deportación inmediata de indocumentados que pertenezcan a esas organizaciones criminales.
En vez de promover medidas profilácticas y educativas para evitar que los adolescentes se conviertan en delincuentes, el ejecutivo sólo endurece las leyes contra los comisores de delitos.
Por otra parte, organizaciones sociales del condado neoyorquino de El Bronx protestaron por el proyecto de construcción de una nueva cárcel en áreas de la localidad, prisión considerada por muchos ciudadanos innecesaria.
Integrantes de la coalición comunidad en Unidad y de la organización para los Derechos de las Personas Encarceladas con Problemas Psiquiátricos (RIPPD) se congregaron frente a la presidencia del condado, en rechazo al polémico proyecto.
Carlos Sabear, líder de RIPPD, dijo que el presidente de El Bronx, Adolfo Carrión, ?debe decidir si estará de parte de la comunidad?o va a dejar que nuestra comunidad se convierta en un terreno de desperdicios para cárceles que nosotros no necesitamos?.
Con la nueva prisión, que se edificará en Oak Points, en la barriada de Hunts Point, de mayoría hispana, las autoridades pretenden aumentar en dos mil camas la capacidad de reclusión del condado.
?Hemos venido aquí a decirle a Carrión que estamos en contra del plan de la cárcel, porque merecemos más que otra cárcel, pues ya tenemos tres, y la comunidad de El Bronx lo que necesita son escuelas y centros de trabajo?, expresó Omar Freilla, de Comunidad en Unidad.