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Tres congresistas y el Carnaval de Miami

Fuentes: Progreso Semanal

Es bueno que haya carnaval en la Calle 8 de Miami. Y que los cubano-americanos se diviertan al ritmo de la salsa y de todas nuestras manifestaciones musicales. Es bueno que haya carnaval de pan con lechón, comida criolla y sin caretas. La gente sencilla enseña el rostro; ama, bebe, come y baila sin ocultar […]

Es bueno que haya carnaval en la Calle 8 de Miami. Y que los cubano-americanos se diviertan al ritmo de la salsa y de todas nuestras manifestaciones musicales. Es bueno que haya carnaval de pan con lechón, comida criolla y sin caretas. La gente sencilla enseña el rostro; ama, bebe, come y baila sin ocultar nada. Las caretas son para otro carnaval que parece andar al ritmo de otra música.

Me refiero al mundillo de la política, que al parecer vive un cambio de ritmo en el que algunos de los personajes más sonados están marcando otros pasos diferentes al de hace unos años. Imagínese usted bailar una conga, pero en marcha atrás, rebobinando el casete con el audio encendido. Estridente, pero real.

En 2005 tres congresistas cubano-americanos –Lincoln y Mario Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen– mediaron pública y activamente para obtener la libertad del terrorista Luís Posada Carriles y sus tres cómplices que guardaban prisión en Panamá acusados de un complot para asesinar a Fidel Castro. Sus gestiones, por cierto generosas, dieron fruto y la presidenta Mireya Moscoso una madrugada amnistió a los condenados, de prisa, a contra ritmo porque se le acababa el tiempo para actuar ejecutivamente.

«Pero ahora que el cubano (Luís Posada Carriles) está detenido en EEUU no han hecho similar pedido al presidente George W Bush». Así reportó el diario mexicano Por Esto, tomando como fuente a The Miami Herald en su edición del 3 de julio de 2005.

De entonces acá, y a pesar de que otros también están en prisión –como Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat–, los tres congresistas mantienen silencio público al respecto. Incluso estuvieron ausentes durante la manifestación en apoyo a Posada, Álvarez y Mitat, celebrada el pasado 24 de febrero, que fuera convocada por 40 organizaciones llamadas de «línea dura». Uno de los organizadores de la manifestación «restó importancia a la ausencia de figuras políticas cubano-americanas» (El Nuevo Herald, 25 de febrero de 2007). Obviamente se refería a la desidia manifiesta de los tres congresistas, cuya presencia se esperaba.

Un cubano que me escribe de La Florida –y que motivó este artículo–, me recuerda que veinte años atrás Ileana Ros hizo su campaña política en base a la amnistía a Orlando Bosch, señalado por Cuba como uno de los autores de la voladura del avión de Cubana de Aviación que costó la vida a 73 personas en 1976.

«Y ahora, silencio», me dice el remitente y agrega que «los Díaz-Balart también callan, esto es una.».

Sus preguntas y comentarios, en los que usa la palabra «traición» a quienes votaron por ellos («porque desde hace años me siento traicionado», agregó en su correo), provocan reflexiones.

El caso Posada y el de Álvarez y Mitat –los dos últimos detenidos tras una gran ocupación de armas y que además introdujeron ilegalmente al primero en La Florida–, no son ahora aliados convenientes, sino personas que disminuyen la capacidad de cabildear debido a su clara condición de terroristas y al clima generado por el desastre en Irak y Afganistán.

Posada es un tema que maneja en exclusiva Washington, a fin de mantenerlo en prisión escamoteando su historial terrorista parcialmente desclasificado. Hay que dejarlo ahí e impedir tirar del hilo porque. Y eso hace el trío de ases: callar y mantener distancia. Tema demasiado caliente. Si no lo creen, pregúntenle a la señora Ros-Lehtinen, quien comenzó desmintiendo a un documentalista británico que la filmó manifestándose de acuerdo con asesinar a Castro, y terminó rindiéndose ante la evidencia demostrada y publicada en páginas de Internet. Lo importante es por qué desmintió lo de asesinar a Castro, cuando eso debía darle dividendos en la comunidad exiliada. La respuesta es simple: moje su pulgar en saliva y póngalo al aire. Tendrá la respuesta hacia donde sopla el viento. Y si quiere confirmarla, mire a cierta derecha y también al centro y apreciará que ambos espectros de la política miamense apoyan un cambio de línea hacia Cuba, especialmente en lo relacionado con los viajes de los cubanos a su país de origen. Lo mismo ocurre con la disidencia en el interior de la Isla.

Otra razón, y muy poderosa, es la alteración evidente en la posición de numerosos electores en La Florida, que sacó un susto al trío cuando los candidatos opositores, con escaso historial público, obtuvieron entre un 38 y 42% de los votos contra uno de estos expertos en aspirar sin competencia o en dividir distritos electorales a conveniencia. Ojo. De nuevo el pulgar al aire.

No debemos pasar por alto que el poder en ambas cámaras está ahora en manos de los demócratas y el tema de las relaciones con Cuba, y en particular el de las visitas de los cubano-americanos a su país, están a la orden y con renovados bríos.

Tan es así, que alguno que otro del trío floridano de ases acepta en privado como altamente probable que las restricciones sean revocadas en lo tocante a los cubano-americanos. Un síntoma llamativo fue la presentación semanas atrás en un canal de la TV de Miami de un panel de tres personas, entre ellas el señor Ichikawa –duro crítico del gobierno de La Habana–, en el que al tocar este tema, todos, con una naturalidad inusual quitaron importancia a los viajes, dejando en el espectador la sensación de que estaban ante un hecho casi consumado. Para salvar la cara, deslizaron la idea de que tal paso sería beneficioso como factor de influencia sobre el pueblo de Cuba. En resumen: naturalidad de que los cubano-americanos viajen y promoción de un comodín justificativo como factor de erosión al sistema. Hay que salvar la cara, poner una careta nueva.

¿No aprecian ustedes una relación entre la falta de apoyo a Posada y otros con los nuevos vientos que corren tanto entre los electores de La Florida como en la correlación de fuerzas en Washington?

Échenle una mirada a lo que acontece en la capital de EEUU y en los pasillos del Congreso: presiones de sectores económicos, opiniones de ilustres personalidades que recientemente visitaron Cuba y concluyeron que la crisis por la que atravesó el vecino a 90 millas, ya ha sido superada.

Todo esto ocurre cuando es inevitable que en un fututo mediato el conjunto de la política exterior norteamericana pase a revisión, porque es un fracaso; pero el punto primario y más factible de lograr por absurdo e ineficiente –la categoría ética no entra en juego–, lo es el tema de los cubano-americanos y sus relaciones con la Isla.

En medio de este replanteo, que exige la crítica realidad exterior a la que ha llevado al país la administración Bush, y que es exigido por la mayoría de la población norteamericana cuya expresión es el cambio en la correlación de fuerzas en el poder legislativo, tiende a cambiar el panorama electoral. La Florida es campo de batalla por votos y creación de maquinarias electorales, y pide caras y caretas nuevas para una comunidad cubano-americana dividida en más del 50% respecto a temas específicos.

¿Para qué apoyar a personas que fueron usadas en una política fracasada contra La Habana? ¿Para qué apoyar medidas que desde las direcciones centrales de los dos grandes partidos es percibida como carente de apoyo suficiente para ganar elecciones en un estado clave? ¿Por qué apoyar a personas cuyas acciones comprometen y traen malos recuerdos? La política al uso es así, parecida a la producción de bienes desechables.

¿Qué hará el trío? Tiene cartas para jugar, pero en la periferia del tema y buscando otros que sirvan de apoyo indirecto. Un ejemplo: un ex coronel jefe de los servicios médicos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba, afirmó en un programa muy visto de la TV de Miami que en el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA), ubicado en las afueras de la capital, los científicos cubanos fabrican armas biológicas en un laboratorio con nivel de seguridad cuatro. No sería extraño que exista en el CENSA un laboratorio con esas características. Todo centro biotecnológico que maneja bacterias para producir medicamentos posee varios niveles de seguridad.

Quizás de esto se dieron cuenta y días después, en otro panel en el mismo canal de TV, un coronel retirado del Ejército de EEUU dijo que cualquier planta pasteurizadora de leche está en capacidad de producir bacterias que podrían usarse con fines bélicos.

¿Por qué el bajón de nivel a la credibilidad dada al ex coronel cubano? La misma respuesta que para el deslinde del trío de congresistas del caso Posada y demás.

Nada, a seguir con el carnaval de la Calle 8 y que los cubanos, sin careta, beban cervezas y coman un buen pan con lechón. Pero a ritmo de salsa criolla, sin rebobinar la cinta.

Manuel Alberto Ramy es jefe de la corresponsalía de Radio Progreso Alternativa en La Habana, Cuba, y editor de la versión en español de Progreso Weekly/Semanal.