A título personal confieso que Muamar el Kadafi no es uno de mis personajes favoritos aunque en su biografía consten acciones laudables a favor de su pueblo o por sus posiciones antiimperialistas. Es posible que abandonar tales principios favoreciera el beso de Judas típico de quienes usan a sus sometidos, pero concluyen despreciándoles. Es parte […]
A título personal confieso que Muamar el Kadafi no es uno de mis personajes favoritos aunque en su biografía consten acciones laudables a favor de su pueblo o por sus posiciones antiimperialistas. Es posible que abandonar tales principios favoreciera el beso de Judas típico de quienes usan a sus sometidos, pero concluyen despreciándoles. Es parte de cuanto, aparentemente, ocurre.
El apuro por hacer juicio formal a la dirigencia Libia, cuando ni están claros ni concluyeron los acontecimientos, es uno de los elementos sospechosos, como cuestionables son los reportes mediáticos sobre sucesos irresueltos.
Cuando el Tribunal Penal Internacional (TPI) fue creado, George W. Bush amenazó con bombardear al país que se atreviera a encarcelar a un solo ciudadano norteamericano, o incluso la propia sede del órgano en La Haya. Pero no parecen sentir inquietud por encauzar a quien profirió tales desafíos y dio la orden para el injustificado horror desatado en Irak o Afganistán, hechos a cargo de los mismos actores que desvirgan el planeta, entre tanto y tanto a citar.
Tampoco se han dicho dispuestos a poner en claro denuncias como las hechas en diciembre pasado por el ex fiscal suizo Dick Marty, sobre el tráfico de órganos humanos de prisioneros serbios, negocio del cual participaron el actual presidente de Kosovo y sus cercanos.
Según indicios, el TPI parte para su acelerado envite, de datos aportados por grupos en el exilio desde donde desecharon las cifras dadas por la Federación Internacional de Derechos Humanos, que apuntaba a centenares de muertos, y comenzaron a propalar el criterio de que eran miles. En este momento calculan entre 6 y 10 mil las víctimas como consecuencia sobre todo de ataques aéreos de las fuerzas oficiales libias.
Nada de esto está confirmado y hay otras versiones. La más destacada o llamativa, si se prefiere, procede de la corresponsal de Russia Today, Irina Galushko, quien afirma que altos oficiales del Estado Mayor Conjunto de Rusia que monitorean imágenes de satélites espaciales concluyeron que, «algunos de los informes hechos por los medios occidentales no corresponden en su totalidad a las fotos que ellos han obtenido». Es decir, que los supuestos ataques aéreos del 22 de febrero sobre Benghazi y Trípoli, pueden ser un montaje que sirva de pretexto para una intervención militar cualquiera sea el apellido que decidan ponerle.
De no existir antecedentes en el uso de auto ataques o aquellos que bajo falsa bandera o absolutas mentiras fueron emprendidos antes o en fecha reciente, justificando acciones que con o sin motivos son vituperables, uno pudiera suponer que la noticia dada por la Galushko es tan inverosímil como las sostenidas por esos emigrados que miran los toros desde la barrera sin exponerse a sus cuernos.
Toda condena debe tener base en evidencias probadas. Si algo positivo pudiera surgir de las actuaciones del Tribunal quizás sea que encuentren culpables o… se exonere a los ahora fichados.
Mientas tanto, vale recordar que hace solo dos años y algo Condoleza Rice, entonces jefa de la diplomacia norteamericana, en visita a Trípoli dijo:» (…) Libia y Estados Unidos comparten intereses permanentes que son la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el comercio, la proliferación nuclear, África, los derechos humanos y la democracia». Así que democracia, ¿eh? Si hubo error de apreciación se mantuvo hasta la actualidad con excelentes relaciones, venta de armas, intercambios comerciales o hasta el uso de quien gozó un tiempo de respeto y posturas progresistas, para apoyar dudosas políticas. ¿Es o no eso complicidad, caso llegado?
Y como en río revuelto… se suele aprovechar para nebulosos propósitos, entre las montañas de informes, casi todos catastróficos, -nadie sabe cuánto hay de verdad en lo divulgado- aparece una nota oficial del ministerio de Defensa de los Países Bajos, dando cuenta de la captura, por el ejército libio, de un grupo de soldados holandeses que formaban parte de un comando que participó en una operación militar secreta. Bajando el tono, quizás porque entrar en un país sin aviso, aún cuando haya guerra civil, no es legítimo en ningún código, añaden que trataban de rescatar a un grupo de empleados holandeses y otros europeos.
Si el sentimiento nacionalista predominante en la población y hasta lo dicho por emisarios rebeldes, garantiza que no desean injerencia alguna, voces sensatas, como la de Evgueni Primakov, plantean en lo referido a Libia, o al resto de los pueblos insubordinados, que «No debe inmiscuirse nadie en los sucesos que se desarrollan en Oriente Próximo. Puesto que conozco la mentalidad y la historia de los países árabes, puedo afirmar que la injerencia militar foránea a menudo da un resultado contraproducente».
Cuando el Tribunal Penal examine el caso, van a descubrir que desde 1969 y hasta los 90, la dirigencia Libia se ocupó de crear centros docentes y hospitales entre diversas pautas para el desarrollo, usando las ganancias petroleras con las cuales fue modernizado el país. Después, es una pena, se afiliaron a las privatizaciones neoliberales y a otras recomendaciones dadas en Occidente, por los mismos, en suma, que les están estigmatizando hoy.
Si no fuera un importante productor de petróleo, o mejor, si hace poco no se hubieran descubierto nuevos y ricos yacimientos, el trato que le darían a cualquier expresión de descontento interna, sería similar al que dan a casos cercanos y anteriores. Relativos e incompletos, pero indudablemente, éxitos populares, que, por cierto, a través de apariencias menos agresivas, pero igual de interesadas, corren alto riesgo de ser escamoteados.
Washington está buscando, OTAN mediante, o en el familiar binomio con Londres, aprovechar las infortunadas circunstancias para acentuar su presencia militar en la rica zona. Quien lo niegue peca de iluso o perverso.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2011/03/03/tribunal-penal-internacional-sospechosos-en-apuros/