El discurso con que Donald Trump, en calidad de Presidente del país sede de la máxima organización mundial, inauguró el segmento presidencial de la 72ª Sesión de la Asamblea General ensombreció más aún las perspectivas para la coexistencia pacífica en el mundo. Más allá de las evidencias que ofreció de su irrespeto hacia la comunidad […]
El discurso con que Donald Trump, en calidad de Presidente del país sede de la máxima organización mundial, inauguró el segmento presidencial de la 72ª Sesión de la Asamblea General ensombreció más aún las perspectivas para la coexistencia pacífica en el mundo. Más allá de las evidencias que ofreció de su irrespeto hacia la comunidad internacional en su conjunto, Trump fue particularmente explícito respecto a algunas de las más representativas potencias mundiales, como China, Rusia, India e Irán, entre otras. Quizás fue el presidente del gobierno de Irán, Hassan Rouhani, quien aportara la más ingeniosa y culta respuesta al discurso de Trump, cuajado de llamados a la violencia, prepotencia, arrogancia y total irrespeto a la organización mundial.
Cuando todos los dignatarios presentes esperaban que el líder iraní contestara con justificada indignación la insultante calificación por Trump de su gobierno como «una dictadura corrupta detrás de la falsa apariencia de democracia», el líder iraní contrastó la inculta arrogancia de Trump con una fina referencia a los maestros literarios persas de los siglos XII y XIII.
«Para promover nuestra cultura, civilización, religión y nuestra revolución, entramos en los corazones y captamos las mentes. Recitamos poesías y difundimos en discursos nuestra filosofía. Nuestros embajadores son nuestros poetas, místicos y filósofos. Hemos llegado a las costas de este lado del Atlántico a través de Yalal Al-Din Rümi extendiendo nuestra influencia a lo largo de Asia con Saadi (Musarrif ibn Muslih). Ya hemos capturado el mundo con Hafiz (Sams al-Din Muhammad), y no necesitamos de nuevas conquistas», ironizó el jefe del gobierno persa.
Rouhani utilizó la palabra «moderación» en no menos de diez ocasiones, contrastando con el reiterado uso por Trump de los vocablos «violencia, caos y derramamientos de sangre». Hasta una poesía le recito con muchos saludables consejos: «La moderación no busca ni aislamiento ni hegemonía; no implica ni indiferencia, ni intransigencia.
«El camino de la moderación es el camino de la paz; pero una paz justa e incluyente: no paz para una nación y guerra y agitación para otras. La moderación es libertad y democracia; pero de una manera inclusiva y comprensiva.
«No pretenda promover la libertad en un solo lugar apoyando a dictadores en otras partes; la moderación es sinergia de ideas y no danza de las espadas; el camino de la moderación nutre la belleza. Las exportaciones de armas letales no son hermosas; la paz si lo es.» Decenas de jefes de Estado, Presidentes de gobiernos y otros altos dirigentes de los países representados en la Organización de Naciones Unidas contribuyeron discursos a este 72º período de sesiones de la máxima organización mundial sin apelar al lenguaje prepotente de Trump.
Estados Unidos, la potencia imperialista dominante en estos tiempos, tiene ahora a su frente un presidente cuya evidente ineptitud trasluce y confirma la total incapacidad del sistema capitalista de representar un papel aglutinador de la comunidad mundial que sirva para hacer frente a viejos y nuevos retos que se interponen en el camino de su supervivencia.
Diríase que el espectáculo que ofreció la Asamblea General de la ONU evidenció la fragmentación en que vive la humanidad, que comienza por el distanciamiento entre el Jefe de Estado y Gobierno de Estados Unidos y su propio pueblo, y la contradicción insalvable entre la potencia dominante y el resto del mundo.
Cuando más se requiere de una respuesta articulada de la humanidad a los retos que le están siendo impuestos por la naturaleza, el Presidente de Estados Unidos se pronuncia contra todo lo positivo que la comunidad internacional había avanzado en su lucha contra el cambio climático.
Cuando más cerca se ha situado el mundo de una guerra atómica desde que Estados Unidos arrojara esta arma sobre Japón, Trump anuncia su disposición de «destruir» a una nación poseedora de armas nucleares que no está dispuesta a sacrificar su soberanía en correspondencia con la impertinencia imperialista.
Trump boicotea compromisos negociados largamente para álgidos temas nucleares con Corea del Norte y con Irán en cuya elaboración participaron antecesores suyos más cuerdos que él.
Cuando más necesita el planeta que Naciones Unidas sirva de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar sus propósitos comunes, cumpla su papel de mantener la paz y la seguridad internacional, elimine las amenazas de guerra, suprima los actos de agresión y otros quebrantamientos de la paz, Estados Unidos – en la voz y la presencia de su máximo representante – alardeó de su poderío militar y cargó contra la organización mundial misma sin escatimar indignas mentiras de todo tipo.
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