El tiempo corre en contra de las candidaturas de Biden y Trump, porque son anacrónicas y están fuera de las demandas de los cambios sociales que la historia exige.
Aristóteles afirmaba que la política es el arte de lo posible, pero el Presidente Trump pretende ir más lejos cuando intenta que también sea de lo imposible, pues aspira dirigir a su propio partido y al de la oposición. No se exagera al afirmar que lo que pasa en las elecciones primarias del Partido Demócrata estadounidense, más que una verdadera contienda electoral, parece la representación de alguna obra surrealista escrita para ser estrenada en el teatro de un manicomio; es como si la alta cúpula del Partido Demócrata hubiera resuelto que más vale mal conocido, Trump, que bueno por conocer, Sanders, y comenzara a bailar al son que el presidente republicano les toca, mientras corean: Con demócratas y republicanos unidos, Trump jamás será vencido. Es que al no apoyar a Bernie Sanders, candidato de su sector progresista, esta élite ha encendido y porta la vela verde del Presidente Trump.
Los
demócratas salieron mal parados del impeachment a Trump, cuando el Senado de EEUU lo absolvió de los cargos de abuso
de poder y obstrucción al Congreso. Trump resultó vencedor, lo que
fue una pésima noticia para el mundo, incluso, para EEUU. Se pensó
que era la oportunidad de Bernie Sanders, pero ahora, tal como van
las cosas, esta esperanza intenta ser eliminada por el establishment demócrata, que busca imponer a Joe Biden, con lo que el pueblo
estadounidense deberá escoger entre un candidato malo y otro pésimo,
sin que pueda determinar cuál es peor.
Sin
embargo, nadie sabe qué va a pasar, pues la crisis económica que va
a afectar a EEUU dejará en soletas las candidaturas de Biden y Trump
y nadie está en capacidad de encontrar la salida a este problema.
Esto no significa que llegó el apocalipsis y que EEUU va a
desaparecer o se va a desintegrar. Lo evidente es que está tocando
fondo la política que ha seguido su élite gobernante, que sólo
ofrece a su pueblo más de lo mismo, y que ese mundo se encuentra en
el inicio de un período crítico, profundo y largo, cuya salida no
se ve, que el estilo de vida Made
in USA sufre la fatiga social de su sistema político, cuya única
alternativa es Bernie Sanders.
Aunque
parezca mentira, el sistema estadounidense funciona si y sólo si se
aconchaban demócratas y republicanos. Esto era así mientras no hubo
crisis, pero si la hay, se hace necesaria la aparición de políticos
tipo Franklin Delano Roosevelt, capaces de programar y establecer un New
Deal,
como el que en sus cuatro mandatos sacó a EEUU de la depresión
económica originada por la Gran Crisis de 1929.
De igual
manera, Sanders propugna un ambicioso y revolucionario programa
social: salud pública universal, condonación de las deudas
estudiantiles, incremento de los impuestos a los más ricos,
enseñanza universitaria gratuita, programas de atención infantil y
preescolar, reforma radical del sistema penitenciario, desarrollo de
una economía verde, eliminación del sistema privado de financiación
electoral. En otras palabras, los pobres de EEUU serían favorecidos
por este programa socialdemócrata.
En la política de Roosevelt y
Sanders hay muchas semejanzas que pudieran ayudar a superar los
problemas estadounidenses de hoy, también los que vienen, que
permiten soñar en que todavía está vivo un rescoldo de esperanza,
pero es tan fuerte la acusación de comunista, con que tanto Trump
como los multimillonarios y las corporaciones gastan en anuncios
negativos contra Sanders, que día a día agoniza esa esperanza pese
a la exclamación de Sanders, dirigiéndose a Biden: “No, Joe. Es
el sistema el que te apoya, no el pueblo”.
El
COVID-19, enfermedad detectada a finales del año pasado en la ciudad
de Wuhan, ha suscitando el cierre de las fronteras del mundo y la
disminución del consumo. La pandemia se ha convertido en un golpe
duro a la economía mundial: a nivel global la demanda de petróleo
se redujo significativamente; China disminuyó en un 20% sus
adquisiciones de petróleo; Arabia Saudita exigió a Rusia aminorar
su producción en 500 mil barriles diarios; Rusia no le hizo caso;
Arabia Saudita anunció que iba a subir su extracción de petróleo a
unos 13 millones de barriles por día, para inundar el mercado
petrolero; el precio del petróleo se desplomó; el rublo ruso sufrió
una gran caída; Trump ordenó a EEUU atiborrase de petróleo barato;
la industria del petróleo de esquisto estadounidense está al borde
de quebrar, pues con los actuales precios no puede sobrevivir y
espera el rescate de Trump para evitar su desaparición.
Por ahora,
Washington analiza la posibilidad de decretar nuevas sanciones contra
Rusia, algo que es poco efectivo para derrotarla, aunque sí crea
dificultades a ese país; es que en los últimos años, el Presidente
Putin ha diversificado y ha hecho fuerte la economía rusa, ahorrando
reservas que permiten a Rusia soportar durante muchos años una
fuerte disminución de los precios del petróleo. Estados Unidos y
Arabia Saudita no puede hacer nada para cambiar esta situación.
Para
algunos
especialistas, el coronavirus y el desplome del precio del petróleo
es el inicio de una crisis a nivel mundial, que provocará la ruina
de numerosas empresas, pues todas las burbujas creadas para palear la
crisis están al borde de estallar. Por doquier habrá despidos,
quiebras e interrupción del suministro de mercancías, lo que puede
ser el anuncio de una crisis económica mayor aún. Dicen
que para hacer frente a este problema se hace necesario que los
gobiernos coordinen sus actos y se ayude a las empresas en situación
precaria, pero advierten que si los bancos centrales emiten mucho
dinero, la inflación puede volverse incontrolable, un verdadero
desastre si los estados y las empresas tienen deudas muy elevadas,
porque es alto el riesgo de que se produzca una hiperinflación. Eso
fue lo que pasó en Alemania del Weimar, cuando el gobierno imprimió
dinero para cubrir sus gigantescos gastos.
El Bank
of America declara oficialmente que la economía estadounidense ha caído en
recesión, uniéndose al resto del mundo, y esta es una reducción
muy profunda, la propagación del coronavirus es la causa principal.
Predice que EEUU enfrentará un aumento del desempleo, una caída
brusca en la confianza del consumidor y la desaparición casi total
de los ahorros de la población. Estima que la economía del país
colapsará en un 12% para
el segundo trimestre y como
resultado para fin de año el PIB disminuirá
en un 0,8%. Hace este pronóstico luego de evaluar las perspectivas
del mercado laboral, según las cuales, la tasa de desempleo de EEUU
se duplicará en un futuro cercano y el número de desempleados
crecerá en un millón de personas al mes, aproximadamente, hasta
alcanzar un total de 3,5 millones. Señala que el Estado no debe
escatimar incentivos para la economía, ya que aunque el colapso es
muy duro, se espera no dure mucho.
El
economista Ken Rogoff, profesor de políticas públicas de Harvard,
afirma: “Estamos sufriendo una parada repentina en la actividad
económica. Vamos a ver una recesión a corto plazo… No se ha
vivido una situación similar en la historia desde la Segunda Guerra
Mundial”. Para Kori Schake, Subdirector General del Instituto
Británico Internacional de Estudios Estratégicos, “Washington
falló la prueba de liderazgo y el mundo está peor por ello”.
Según Stephen Walt, profesor de Relaciones Internacionales de
Harvard, “la pandemia fortalecerá el Estado y reforzará el
nacionalismo. Los gobiernos de todo tipo adoptarán medidas de
emergencia para gestionar la crisis y muchos se mostrarán reacios a
renunciar a estos nuevos poderes cuando la crisis termine”. Algo
semejante opina John Ikenberry, profesor de política y asuntos
internacionales de Princeton.
Por eso,
nadie sabe cómo va a terminar las próxima elección presidencial de
EEUU y a Trump se le puede quemar el pan en la puerta del horno. Todo
depende de cómo va a afrontar la crisis que toca las puertas de la
relativa estabilidad en la que ha vivido la sociedad estadounidense.
Si Trump actúa sobre la base de sus intereses electorales e
impulsivamente hace todo para mantener a raja tabla el crecimiento
económico de EEUU, emitiendo dinero inorgánico, para así ser
reelecto, el resultado podría ser contraproducente. El coronavirus y
el bajo pecio del petróleo, la amarga realidad, podrían aguarle la
fiesta en plena campaña electoral, cuando se dé un crecimiento real
de la economía, cercano a los valores propios de un período de
recesión, lo que podría provocar inestabilidad social y violencia
política, que en nada favorecerían sus aspiraciones electorales.
Por eso la
solución es Sanders, porque toma el toro por los cuernos al tratar
sobre los problemas reales de la sociedad estadounidense: los
salarios estancados o en declive, la brecha creciente entre ricos y
pobres, la inmensa cantidad de jóvenes graduados con títulos
avanzados y sin trabajo, la gran deuda pública, el racismo, el
problema carcelario y otros que hacen que Estados Unidos se vuelva
una sociedad inestable. Puesto que la economía de EEUU no es lo
suficientemente fuerte como para resistir esta crisis, pronto se
producirá el desenlace, o sea, lo que decidan el Complejo Militar
Industrial, la FED, el AIPAC, la gran banca, los grandes monopolios y
la gran prensa, que son los realmente que mandan en ese país.
Por lo visto, el tiempo corre en contra de las candidaturas de Biden y Trump, porque son anacrónicas y están fuera de las demandas de los cambios sociales que la historia exige. ¿Qué va a pasar? Nadie lo sabe, pero pronto lo sabremos todos.