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Túnez, ¿compromiso histórico o caos?

Fuentes: Le Monde diplomatique

Traducido del francés para Rebelión por Caty R.

Hace unos días el Foro Social Mundial cerró sus puertas en Túnez. Durante varias jornadas miles de delegados discutieron sobre el orden económico internacional, las luchas que se llevan a cabo, de Palestina a Venezuela, o de la liberación femenina. Innumerables mujeres jóvenes, con pañuelo o sin él, han podido debatir conjuntamente sus experiencias y demostrar hasta qué punto la derecha francesa, y una buena parte de la izquierda, olvidan la realidad. Participé en un debate sobre la democratización del Islam con Tariq Ramadan y Nejmeddine Hamrouni en el que debatimos más de 600 personas . Esos días en Túnez también me dieron la oportunidad de medir las expectativas de de algunos protagonistas, sus esperanzas y sus temores por el futuro del país, especialmente después del asesinato de uno de los líderes de la extrema izquierda, Chokri Belaïd.

De viaje en Doha (Catar), el presidente Moncef Marzouki amenazó a sus opositores «con la horca» (Vea «Marzouki menace de potence» (Marzouki amenaza con la horca), La Presse, 27 de marzo de 2013). De forma indirecta respondía a las declaraciones de Hamma Hammami, líder del Frente Popular, en la ceremonia de conmemoración del cuadragésimo día del asesinato de Belaïd (16 de marzo ). Hammami declaró que el pueblo que derrocó al presidente Ben Alí sería capaz de derrocar al gobierno actual dirigido por Alí Larayedh. Éste último, miembro de Ennahda, acaba de sustituir al de Hamadi Jebali a raíz de una crisis que también afectó a Ennahda.

Este duro intercambio podría dar a entender que nos dirigimos a un enfrentamiento brutal entre dos campos, el de los islamistas y el del laicismo. Sin embargo si lo discutimos con los dirigentes de las diversas organizaciones sacamos una impresión más matizada.

En el centro del juego el jeque Rached Ghannouchi, el líder histórico de Ennahda, el hombre que tiene la última palabra en su organización. Aunque la primera parte de la conversación versó sobre Francia y el incremento de la islamofobia, después Ghannouchi expresó su punto de vista respecto a las evoluciones internas.

«Ennahda no puede ni quiere dirigir en solitario. Nuestra alianza con el Congreso para la República (CPR) de Marzouki y con Ettakatol, de Mustafá Ben Jaafar (los otros dos partidos de la troika que dirige el país) no es una táctica. Es natural y debe continuar hasta las elecciones y más allá. Hemos reflexionado sobre la experiencia argelina de 1991 y sobre las elecciones legislativas que fueron interrumpidas por el ejército. El Frente Islámico de Salvación (FIS) consiguió el 80% de los votos, pero el 20% restante tenía un peso importante (ejército, cargos, periodistas y también las relaciones con el exterior). Esta minoría también tiene sobre nosotros un peso de tal magnitud que aunque ganásemos con el 51% de los votos no podríamos gobernar. Tenemos la cantidad, pero no la «calidad»» (en las elecciones de 1991 el FIS consiguió el 47% de los votos y debido al sistema electoral dichos votos le dieron dos tercios de los escaños).

Recordemos que en septiembre de 1973, inmediatamente después del golpe de Estado militar en Chile que acabó con la experiencia del socialismo democrático Enrico Berlinguer, entonces secretario General del Partido Comunista italiano, sacó las enseñanzas para su organización en tres famosos artículos que llamaban a un compromiso histórico entre los comunistas y la democracia cristiana. Según Berlinguer no se podía transformar Italia con el 51% de los votos.

Por supuesto el contexto es completamente distinto. Pero en las condiciones caóticas de la transición tunecina (y también en Egipto), ¿no sería necesario llegar a un compromiso histórico entre las diferentes fuerzas políticas? No se trata de negar los antagonismos ideológicos, las distintas concepciones del futuro de esas sociedades, el lugar de la religión o la necesidad de los enfrentamientos sociales, sino de fijar el marco común en el que esas luchas podrían desarrollarse.

Según Ghannouchi:

«Hay que evitar un enfrentamiento entre dos campos, un enfrentamiento ideológico. Nadie quiere pactar con respecto a la ideología, pero podemos encontrar un terreno de entendimiento político. Porque abogamos por el entendimiento hemos aceptado que se hayan retirado a nuestro partido cuatro ministerios principales cuando nada nos obligaba».

«Nuestro objetivo es llegar rápidamente, cuando se acabe la redacción de la Constitución, a «unas elecciones cuyos resultados sean aceptados por todos, incluida la oposición. No sirve de nada, como en Egipto, ganar las elecciones como han hecho los Hermanos Musulmanes si la oposición los boicotea»».

Por eso, explica Gannouchi, han aceptado concesiones con respecto a la Constitución:

«Queremos una Constitución para todos. Hemos renunciado a que mencione la Sharia, y eso no es fácil de aceptar en Ennahda; eliminamos el punto que hablaba de la complementariedad hombre-mujer y aceptamos la igualdad; también renunciamos a que se inscriban las reservas relativas a la necesaria aplicación de los textos universales sobre los derechos de las personas. No queremos llegar al referéndum (que es lo que ocurriría si no se llegase a un acuerdo sobre el texto), ya que queremos reducir el período de transición y queremos un consenso».

¿Este discurso del dirigente de Ennahda refleja una toma de conciencia de las relaciones de fuerza y la movilización suscitada por el asesinato de Belaïd que la oposición atribuye, más o menos directamente, a Ennahda? ¿Marca un cambio real de la política del partido? De momento solo suscita escepticismo y desconfianza entre las fuerzas de la oposición.

Según Taïeb Baccouche, secretario general del partido Nida Tounes, exsecretario general de la Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT) desde 1981 hasta 1984 y miembro del gobierno de transición tras la caída de Ben Alí,

«El nuevo gobierno es una reedición del antiguo, con pequeños matices que no llegan al fondo. Si el anterior fue un fracaso, ¿por qué repetirlo? Es una forma de arrogancia»

¿Y el hecho de que cuatro ministros principales hayan salido de Ennahda?

«Es una formalidad. Por dos razones: 1) Los que mueven los hilos no han cambiado, y 2) Están muy infiltrados en la administración, hay de 1.200 a 1.500 nombramientos, la mayoría de Ennahda».

Añade: «Da la impresión de que quieren un Estado teocrático por todos los medios, incluida la violencia». Pero rechaza la referencia, avanzada por algunos, a los años 30 en Europa y al fascismo. No se puede comparar, reconoce, «Ennahda forma parte del panorama político…»

Pero la sorpresa llegó al final de la entrevista. A la pregunta de si tras las elecciones preveía un gobierno de unidad nacional entre su partido y ennahda, Baccouche se negó a pronunciarse y por lo tanto no excluye esa posibilidad.

El tercer componente del paisaje político, el Frente Popular, rechaza tanto a Ennahda como a Nida Tounes -considerado una mezcla del antiguo régimen y liberales-. Por otra parte esas dos fuerzas coinciden en las mismas políticas económicas y sociales y apoyan la idea de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Según el portavoz del Frente Popular, Julani Hammami, «el nuevo gobierno es una copia del de Jebali. Es incapaz de tomar medidas para aliviar la situación de las masas. Este año el pago de la deuda contraída bajo Ben Alí llegará al 17% o el 18% del presupuesto. Y la calma social relativa que prevalece solo es la que precede a la tormenta».

¿Las divergencias en Ennahda entre Jebali y Ghannouchi?

«El primero quiere unir a la burguesía del país en un frente común, mientras que el segundo desea que Ennahda sea el único representante de dicha burguesía».

«El Frente Popular quiere romper la bipolarización. Ennahda representa el núcleo de un régimen despótico, pero Nida Tounes procede de un régimen despótico. Ahora los sondeos nos dan entre el 12% y el 13% de los votos».

Pero como reconocía otro dirigente del Frente, Mohamed Jmour, del partido Watad, la discusión sobre «el enemigo principal» continúa dentro de la organización y algunos, frente al crecimiento de la violencia, preconizan una alianza para la democracia de la que no se excluirá a Nida Tounes, ya que en el Frente todo el mundo reconoce que «el aumento de la violencia necesita la creación de un frente amplio para oponerse a ella».

Anuar Ben Kaddour es el secretario general adjunto de la poderosa UGTT, una organización sindical que desempeña un papel clave en Túnez. Originario de Gafsa, hijo de un dirigente de la organización, procede del sindicalismo docente:

«Todo el mundo está conmocionado por el asesinato de Belaïd. Han arrestado a los comparsas pero el instigador principal está huido. Es una prueba para el gobierno: la gente debe saber que la policía puede gestionar una situación difícil. Estamos a la espera».

Según él, una de las dificultades de la situación actual es el «doble discurso de Ennahda y su dificultad para pasar de una fuerza de oposición a un partido de gobierno» ¿Un ejemplo?, en enero la UGTT, el primer ministro Jebali y la patronal tunecina firmaron un acuerdo, del cual me envía el texto, que constituye «un avance del diálogo social». El documento garantiza muchos derechos a los trabajadores, una gestión común de las cajas de la seguridad social, un fondo de indemnizaciones para el desempleo, el reconocimiento del derecho de huelga. En la Constitución, algunos diputados de Ennahda quieren limitar ese derecho. Ennahda también ha renunciado a incluir la Sharia en el texto, pero algunos de sus diputados siguen luchando en ese sentido.

¿Doble lenguaje entonces? (sobre el partido Ennahda, leer el excelente artículo de Fabio Merone y Francesco Cavatorta «Ennahada: A party in transition«, Jadaliyya, 25 de marzo de 2013).

En efecto, ¿por qué todavía permanece en proyecto el nombramiento de las autoridades de organización de las elecciones y las de supervisión de la justicia?

¿Por qué no se ha creado la autoridad de regulación de los medios de comunicación? (leer la «lettre ouverte aux trois présidents«). Sin embargo el paisaje mediático se ha transformado profundamente y los medios, en general, se caracterizan por su hostilidad al poder, pero también por un bajo nivel de conservadurismo. Se puede comprobar en Túnez, como en Egipto, el retroceso de la influencia de la televisión Al-Yazira por dos razones: la apertura ha desembocado en la creación de numerosas cadenas locales de debate y enfrentamiento y la asimilación de la cadena a los Hermanos Musulmanes ha socavado su credibilidad.

Otros asuntos preocupan a la oposición. El rechazo, hasta ahora, de disolver las Ligas de protección de la Revolución y los pocos resultados de las investigaciones de las violencias pasadas. Por otra parte, los diputados y los dirigentes de Ennahda hacen declaraciones sobre la Sharia, e incluso sobre la ablación femenina, que hacen dudar de la buena fe de Ennahda.

Podemos ver una estrategia maquiavélica. También se puede ver el reflejo de las contradicciones dentro de Ennahda, atrapado entre sus discursos de ayer y la necesidad de dirigir el Estado. Para Ghannouchi, aunque no es conveniente alejarse de aquéllos a quienes denomina «los integristas laicos» tampoco hay que empujar a la marginalidad y la violencia a las corrientes salafistas, que son poderosas.

Ennahda también debe tener en cuenta sus fundamentos, reconocía uno de sus cargos: «No se puede olvidar el peso de la historia y sobre todo la represión que marcó a los militantes y a las familias con los encarcelamientos y la tortura. Y existe el miedo de una vuelta atrás si Ennahda pierde el poder». La oposición a menudo tiene tendencia a olvidar esta dimensión: decenas de miles de militantes de Ennahda han sufrido en sus carnes la represión y tienen miedo de la llegada al poder de Nida Tounes, que lleva en sus filas a numerosos cargos del antiguo régimen.

¿Se pueden apaciguar esos miedos y al mismo tiempo los de importantes sectores de la sociedad que temen una islamización totalitaria? En septiembre de 1973, a raíz del discurso de Berlinguer, decenas de miles de militantes de la extrema izquierda desfilaron gritando: «Camarada Berlinguer, ¿sabes que en Chile, el compromiso histórico se hace con los fusiles?» ¿Sabrán evitar los tunecinos esta perspectiva funesta? ¿O el caos que amenaza con dos coaliciones que tienen ambas la capacidad de impedir a la otra gobernar de manera efectiva? La respuesta pertenece a todas las fuerzas políticas, pero en primer lugar a la más fuerte de ellas, Ennahda.

Adenda

Durante la conversación con Ghannouchi surgió con fuerza la cuestión de la modernización de Túnez. «Debemos llevar el sueño del siglo XIX, cuando Túnez tomó conciencia de su retraso respecto a los vecinos del Norte y quiso volver al auténtico Islam. Túnez no ha cuestionado el Islam, sino una lectura equivocada de éste. Aquel sueño era conservar la religión pero vivir en la época. El imperialismo rompió ese proyecto liderado por Khaireddine Pacha (muerto en 1890) al ocupar el país. Entonces se impuso otro proyecto: dejar de lado el Islam, hacer como Francia. Bourguiba estableció el proyecto francés, la marginación (tahmich) del islam. Ese proyecto desembocó en la dictadura y la violencia en nombre de la modernidad». Pero el proyecto de erradicar el islam no se logró. «Incluso aunque beba, el tunecino sigue declarándose musulmán», concluye el jeque con una sonrisa.

Alain Gresh es director adjunto del mensual Le Monde diplomatique, del que anteriormente fue redactor jefe. También es miembro del comité editorial de la revista Magreb-Machreq y ha escrito varios libros, entre ellos, traducido al español, 100 Claves Para Comprender El Oriente Próximo , Ediciones Paidós Ibérica, 2004.

Fuente: http://blog.mondediplo.net/2013-04-01-Tunisie-compromis-historique-ou-chaos