Los tunecinos están pendientes de los cambios que lleva a cabo el Gobierno de transición. Están empezando a reactivar los movimientos políticos y sociales y han hecho caer a 24 nuevos gobernadores. Entrevista a Salah-Addin Al-Jourchi, vicepresidente de la Liga Tunecina de Derechos Humanos: «Es necesaria una nueva constitución para Túnez» «La revolución empieza ahora», […]
Los tunecinos están pendientes de los cambios que lleva a cabo el Gobierno de transición. Están empezando a reactivar los movimientos políticos y sociales y han hecho caer a 24 nuevos gobernadores.
«La revolución empieza ahora», nos dice Omar Dhib, un joven profesor y músico, sentado en un café de la avenida Habib Bourguiba de la capital. Un mes después de la caída de Ben Ali, cuando los medios de comunicación occidentales ya casi han olvidado este país, Túnez vive un ambiente revolucionario.
Los antes omnipresentes carteles del dictador han desaparecido de las calles, todavía adornadas por las pintadas reivindicativas de la revolución; en cada esquina, pequeños mítines improvisados y grupos de gente hablando de política, algo impensable hace un mes. Los estudiantes, parados y trabajadores de todos los sectores toman las calles en una sucesión de manifestaciones y la mayoría opina que la revolución no ha hecho más que empezar y que lo más difícil todavía está por hacer.
El 27 de enero tomaba posesión el nuevo Gobierno, después de que el primer Ejecutivo transitorio, plagado de ministros del RCD (el partido de Ben Ali), se hundiera bajo la fuerte presión popular. Pero el nuevo Ejecutivo, que aún conserva a dos miembros provenientes del antiguo régimen, además del primer ministro, Mohamed Ghannouchi, no ha nacido exento de polémica.
«Ben Ali pensó que había convertido a la gente en ganado, pero se equivocó. Ahora nos sentimos libres»
Mucha gente rechaza a esos residuos del RCD y teme que no se den pasos reales hacia la democracia. Además, su nacimiento se vio enturbiado por el brutal desalojo, el 28 de enero, de la Caravana de la Libertad, un campamento formado por manifestantes de las regiones pobres frente a la sede del primer ministro y que era considerado por muchos como la expresión más pura del espíritu revolucionario y de resistencia. «El régimen existe todavía en el Gobierno, en la Policía, en las administraciones, en el ejército, en el mundo de los negocios… por eso hay que usar el término ‘revolución’ con mucho cuidado», dice Mohamed Msalmi, secretario de la Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT) en la región de Ben Arous.
Uno de los primeros pasos del ministro del Interior ha sido depurar el ministerio de 42 cargos del antiguo régimen, a la vez que hacía concesiones a la policía, pero el pueblo pide una reforma profunda de este cuerpo que, con 130.000 miembros, ha sido la mano de hierro de la dictadura, así como la eliminación de la policía política. Muchos cargos del antiguo régimen siguen presentes en todos los ámbitos de la Administración y del Estado e intentan ‘reciclarse’.
«Cuando se hace la revolución, los revolucionarios toman el poder. Aquí hemos cambiado el antiguo régimen pero no hemos conseguido imponer a los revolucionarios. Estamos a medio camino entre crear un nuevo sistema y maquillar el antiguo régimen», explica el abogado Ridha Reddaoui, que considera que «el pueblo debe permanecer muy vigilante».
Por ello, un sector de la población pide que el Ejecutivo transitorio sea sustituido por un Gobierno de gestión y que se cree ya un Comité Constituyente, además de la disolución de un Parlamento en el que la mayoría de sus miembros son del RCD.
CONTRA EL VIEJO RÉGIMEN
Junto a la lucha por lograr un Ejecutivo que responda a sus demandas, los tunecinos han mantenido una batalla feroz para hacer caer a los 24 nuevos gobernadores nombrados por el Gobierno, 19 de los cuales eran del RCD. En varios días de protestas, lograron deponer a los gobernadores de varias regiones, lo que ha llevado al Gobierno a retirarlos a todos y comprometerse a nombrar a otros no ligados a este partido en los próximos días. «La gente del centro y del sur, que ha llevado a cabo esta revolución, es la que presiona para que ésta no sea robada y hacen presión sobre las antiguas caras que quieren conservar sus puestos, porque la sociedad es consciente de los peligros que corren los logros de la revolución», explica este universitario.
Mientras, la lucha por disolver el RCD y liquidar sus bienes comienza a concretarse. Bajo presión social, el Gobierno anunció el 6 de febrero que «suspendía» todas las actividades de este partido, previo paso a una probable disolución del mismo. Paralelamente, varios altos cargos del RCD y decenas de familiares de Ben Ali han sido denunciados por delitos económicos, y se ha presentado una querella contra el dictador por «complot contra el Estado». En las últimas semanas, el Gobierno ha creado también tres comisiones nacionales para realizar reformas políticas e investigar la corrupción y la violencia contra la población durante las revueltas, pero ni siquiera estas comisiones están libres de sospecha, y la población plantea dudas sobre su composición y sobre su capacidad de acción.
«Estas comisiones fueron propuestas por Ben Ali antes de caer y rechazadas por el pueblo. Habría que disolverlas y revisar su composición», opina Reddaoui, mientras otra parte de la población espera los resultados. Hoy, el tira y afloja entre los numerosos restos del antiguo régimen y el empuje revolucionario de la población sigue en marcha. «Estamos aprendiendo a tomar decisiones».
Ben Ali pensó que había convertido a la gente en ganado, pero se equivocó. Ahora nos sentimos libres, ya no podemos volver atrás», dice Dhib, y explica que «el régimen impulsó el individualismo, tenía miedo de que pensáramos juntos. Tenemos que trabajar lo social y asociativo».
ORGANIZACIÓN POPULAR
Hoy, en muchas localidades, los habitantes han creado Comités de Defensa de la Revolución, y hay casos, como el de Sidi Bourouisse, donde se ha constituido un consejo popular y convertido la sede del RCD en casa del pueblo, en la que desarrollan asambleas populares y «ahora es el pueblo el que dirige», dice Omar Mahakli, profesor en paro.
En muchas localidades, los habitantes han creado Comités de Defensa de la Revolución
Mientras se reactiva la vida asociativa y política y se espera la ley de amnistía, se mantiene la preocupación por la situación económica, que estuvo en la base de las revueltas en las regiones del centro y del sur, abandonadas por el régimen, asfixiadas por la corrupción y con altísimas tasas de paro.
Con una economía enferma y una situación social explosiva, las manifestaciones y huelgas se multiplican y el presidente Mebazaa ha anunciado «negociaciones sociales a escala nacional» y ha activado una tímida ayuda económica para los precarios, y la UGTT ha logrado importantes acuerdos en materia laboral. Ahora, los tunecinos se mueven entre una gran esperanza, la voluntad de tomar las riendas y el temor a una regresión, mientras el Ejército, que goza de simpatía en la población, sigue presente en la calle.
REVUELTAS Y CAIDA DE BEN ALI
17/12/2011 Mohamed Bouazizi, un vendedor ambulante de verduras, informático de formación, se inmola.
07/01/2011 Tras las multitudinarias manifestaciones detención de periodistas, de activistas y del bloguero Slim Amamou.
13/01/2011 Represión de las manifestaciones de ese día. Mueren 13 personas.
14/01/2011 Cae el Gobierno de Ben Ali.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Tunez-la-revolucion-empieza-ahora.html