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La actitud oficial de Francia es vergonzosa, frente a un pueblo que quiere conquistar su revolución democrática

Túnez. Nadie puede decir «Yo no sabía nada»

Fuentes: L'Humanité

Un gobierno que ha «infravalorado» el descontento de la población tunecina, Alain Juppé dixit, ministro de Defensa, una ministra de Asuntos Exteriores dispuesta a proporcionar a Ben Alí medios de represión cuando decenas de manifestantes ya habían sido asesinados. Un presidente de la República que en 2008, veía «ampliarse los espacios de libertad» en Túnez […]

Un gobierno que ha «infravalorado» el descontento de la población tunecina, Alain Juppé dixit, ministro de Defensa, una ministra de Asuntos Exteriores dispuesta a proporcionar a Ben Alí medios de represión cuando decenas de manifestantes ya habían sido asesinados. Un presidente de la República que en 2008, veía «ampliarse los espacios de libertad» en Túnez y que según Le Parisien habría reconocido que aunque el Presidente caído había «limitado» la libertad de su pueblo, también había hecho «cosas positivas». Ante semejante alarde de cinismo y necedad, nos invade un sentimiento de vergüenza cuando, al otro lado del Mediterráneo, el pueblo tunecino lucha por la libertad, para conquistar su revolución democrática.

Miles de prisioneros políticos pudriéndose en las cárceles, sometidos con frecuencia a malos tratos, desaparecidos que los militantes de los derechos humanos contabilizaban en varios centenares, omnipresencia de la policía, persecución de los demócratas, detenciones arbitrarias, miedo astutamente mantenido. Esto era el régimen de Ben Alí, periódicamente «reelegido» con unos porcentajes que no bajaban del 90% desde hacía un cuarto de siglo.

Nadie tiene derecho a decir «Nosotros no lo sabíamos». A pesar de la censura, algunas voces conseguían hacer llegar el mensaje. Revisando la hemeroteca de «l´Humanité«, todos pueden constatarlo: los crímenes conocidos que los grandes medios de comunicación dominantes parecen descubrir ahora y que denuncian con retraso. Bastaba con escuchar los testimonios de Taoufik Ben Brik, quien en 2000 mantuvo una huelga de hambre de cuarenta y cinco días, bastaba con seguir la lucha de la periodista y escritora Sihem Bensedrine y de acercarse al informe que Moncef Marzouki remitió a los medios y a los poderes públicos hace ya diez años, en la primavera de 2000. Este llamamiento despierta recuerdos a los lectores de l´Humanité, que en aquel momento tuvieron conocimiento de todos estos hechos. Oír hoy a responsables del Estado fingir con cara de «Dios mío, nos habían engañado», provoca nauseas.

La mansedumbre que manifestaba el gobierno frente al sátrapa de Túnez ha sido demasiado fuerte, demasiado constante para que no se pueda hablar de complicidad. La manera estúpida, grosera con la que París ha reaccionado a la revuelta y a la huida del tirano traiciona el despecho del Elíseo y de los financieros, que han hecho tantos negocios en un país de ensueño, con bajísimos salarios y policías bien pertrechados de armas, con la prensa amordazada, con los sindicatos silenciados. El ideólogo del neoliberalismo Friedrich Hayek justificaba los consejos que prodigaba al dictador chileno Augusto Pinochet con esta confesión : «Personalmente prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático en el que el liberalismo esté ausente». Los sumos sacerdotes del capitalismo financiero de hoy piensan igual. Túnez ha visto cómo la agencia de calificación Moody´s rebajaba la calificación del país debido a «incertidumbres económicas y políticas» después del cambio inesperado de régimen. Cuando los negocios son buenos con un dictador, a los mercados financieros no les gusta la irrupción inesperada de la democracia.

Traducido por J.A. Pina

Fuente: http://www.humanite.fr/19_01_2011-nul-ne-peut-dire%E2%80%89-%C2%AB-je-ne-savais-pas-%C2%BB-462872

rCR