Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
El control de la pandemia permite a Túnez iniciar una salida progresiva del confinamiento el 5 de junio. Pero el Gobierno está lejos de dominar la situación social y lucha para salvar a las empresas.
Con la flexibilización de las medidas de confinamiento, las calles de Túnez recuperan progresivamente su aspecto habitual (AFP)
Desde el lunes 4 de mayo Túnez ha entrado en una fase de desconfinamiento de la vida económica. Oficialmente se trata más bien de pasar a un confinamiento «objetivo» e «inteligente».
En realidad el Gobierno intenta teorizar la realidad y organizar el regreso espontáneo a la vida normal anterior a la entrada en el mes del Ramadán. Debido a los preparativos los tunecinos salieron en masa para sus compras y de esta forma se saltó el bloqueo psicológico.
El ambiente cambió radicalmente desde los últimos días de marzo, cuando bajo un cielo plomizo, con la inquietud de ver expandirse la ola de contagios del nuevo coronavirus que se adueñó de Italia y Francia, la mayoría de los tunecinos se vieron obligados a dejar de salir.
Durante varias semanas los helicópteros hicieron vuelos rasantes sobre los barrios mientras caravanas de vehículos militares y policiales recorrían lentamente las calles emitiendo consignas poco tranquilizadoras.
Ahora, con los primeros calores primaverales, las calles recuperan progresivamente su aspecto cotidiano. Circulan más coches y los habituales se reencuentran en las terrazas vacías de los cafés cerrados (que en cualquier caso estarían cerrados por el período de ayuno).
Han aparecido las mascarillas, pero todavía son escasas. Las distancias sanitarias se respetan más o menos a la entrada de los comercios y las oficinas de la Administración.
Debido al toque de queda el bullicio festivo de las noches del Ramadán y los rezos nocturnos del mes sagrado (tarawih) se sustituyen por las salmodias del Corán difundidas por altavoces.
Pero en general se ha vuelto más difícil movilizar las mentes y disciplinar los cuerpos cuando el peligro es menos evidente.
Con 43 muertos, un centenar de casos censados en Túnez (alrededor de 200 en el Gran Túnez) y poco más de 500 en todo el país, Túnez no ha sido excesivamente afectado. «Hemos podido evitar 25.000 contagios y 1.000 fallecimientos», estima Abdelatif El Mekki, el ministro de Sanidad.
Es difícil saber qué papel han desempeñado el confinamiento que entró en vigor cuando solo había 75 casos conocidos, la estrategia de seguimiento del contagio, test y aislamiento de los portadores del virus y otros factores de inmunización. Pero el resultado es este, el contagio permanece confinado en algunos hogares y nunca ha tomado una amplitud incontrolable.
Un desconfinamiento burocrático
Este balance autoriza a las autoridades a iniciar el retorno a la normalidad que el plan anunciado el 29 de abril intenta canalizar. En los casos en los que otros países confían en otras herramientas sanitarias o tecnológicas (test masivos, mascarillas generalizadas, seguimiento y restricciones individualizadas con sus posibles derivas liberticidas), Túnez moviliza su herramienta más rutinaria, su Administración.
Las actividades económicas (con la notable excepción de los cafés y restaurantes) están autorizadas a reabrir en tres etapas: con el 50 % de sus efectivos hasta el 24 de mayo, el 75 % hasta el 5 de junio y el 100 % a partir del 5 de junio.
Corresponde a las empresas comunicar a la Administración la lista de los trabajadores llamados a trabajar para que se autorice su circulación. Los pequeños comerciantes y los artesanos solo podrán trabajar en días alternos según su número de DNI y a condición de rellenar una declaración jurada.
Reglas que implican otros tantos procedimientos, otros tantos controles y otras tantas posibilidades de transgresión.
Teóricamente hay que mostrar la autorización antes de utilizar el transporte público (incluidos los taxis colectivos), cuya capacidad se reduce para respetar la distancia sanitaria. Reglas que implican otros tantos procedimientos, otros tantos controles y otras tantas posibilidades de transgresión.
Los pasajeros también son siempre numerosos en los taxis colectivos y se amontonan en los autobuses y los metros. En cuanto a mostrar previamente la autorización para circular…
El ministro de Sanidad quiere mantener la prudencia: «Hemos ganado la primera ronda, pero hay que conseguir no perder la segunda», declaró. No excluye una vuelta al confinamiento total si no se respetan las recomendaciones sanitarias. Pero todos los ojos ya están en otra parte.
El confinamiento, una caída en la pobreza
Las autoridades tunecinas han adoptado el famoso mantra global de «aplanar la curva», dramatizada por las proyecciones catastrofistas que los epidemiólogos aficionados esparcen por las redes sociales.
Pero el coste económico y social de cada jornada suplementaria de confinamiento se considera ahora muy superior a la ganancia sanitaria y otras curvas dictan la agenda.
Según las previsiones del Banco Mundial, el crecimiento ya débil en 2019(1,1 %) podría ser negativo en 2020 (-4 %), la deuda pública podría ir al alza y pasar del 72,1 % al 80,1 % del PIB en 2020 y al 84,2 % en 2021.
En cuanto al porcentaje de tunecinos que viven bajo el umbral de vulnerabilidad de 5,5 dólares diarios, podría pasar del 17 al 19 % o más.
Desde El Kabaria, un barrio obrero del sur de la capital, el confinamiento se vio como una caída inmediata en la pobreza.
«Al principio todo el mundo estaba aterrorizado por el virus», dice Ahmed Sassi. Su asociación «Generación contra la marginación», bien implantada en el barrio, está comprometida en una iniciativa de solidaridad horizontal, «Cuisine solidaire», iniciada en la capital y que se ha expandido un poco por todas partes, un sistema de recolección y distribución de alimentos.
A través de esta acción la asociación ha podido mitigar el impacto social del confinamiento.
«Numerosos habitantes trabajan en los cafés, los comercios o como empleados domésticos sin seguros sociales. Aparte de una minoría de empleados públicos, los demás han agotado sus ahorros –los que los tenían- en pocos días. Para muchas personas no hay otra opción que salir o morir de hambre», explica Sassi a Middle East Eye.
«La policía obligó a cerrar los cafés pero algunos han abierto cafés en sus casas. Los pequeños comerciantes informales han seguido vendiendo sus mercancías en la calle. Y si la policía les obligaba a volver a casa, salían una hora después», explica.
«Para beneficiarse de la ayuda del Estado (200 dinares, es decir, 60 euros por familia), 12.000 personas presentaron una solicitud en la oficina del barrio, pero la mayoría no la han obtenido debido a los muchos requisitos que debían cumplir. Los hogares unifamiliares, por ejemplo, no tienen derecho».
La situación de El Kabaria no tiene nada de excepcional, por supuesto. El robot pilotado desde el ministerio del Interior para hacer que se respete el confinamiento, exhibido para la galería, no es más que una ridícula ilusión de solución tecnológica dictada principalmente por la necesidad de sobrevivir.
«Con el Ramadán la solidaridad se vuelve más activa», dice también Ahmed Sassi. «Las personas ahora ya no tienen miedo del COVID-19. Tienen más miedo de no poder salir».
El riesgo de una segunda ola «social»
El Gobierno recondujo las ayudas sociales que ya beneficiaban al 21 % de la población (contando a las familias), por segundo mes. Esta vez se pagarán con un cargo en los teléfonos móviles, lo que permitirá evitar las filas compactas ante las oficinas de correos que vimos en abril.
Pero ya se han superado los márgenes presupuestarios y también hay que responder a las necesidades de las empresas. Casi la mitad han tenido que detener su actividad y según un estudio del Instituto Árabe de los Jefes de Empresas (IACE), solo el 34,7 % han podido pagar íntegramente los salarios de finales de abril (convertidos en vacaciones pagadas). Algunos no han pagado a sus trabajadores más que los 200 dinares a cargo del Estado, pero todavía no los han hecho efectivos.
Según el mismo estudio el 65 % de las empresas tiene previsto no renovar los contratos temporales los próximos meses y el 42 % piensa reducir su plantilla del orden de un 30 % de media.
El Gobierno anunció rápidamente, a finales de marzo, medidas para contener la pandemia y atenuar el impacto económico. Esta reacción temprana probablemente frenó una posible catástrofe sanitaria. Pero después, debido a una Administración poco reactiva, enredada en laboriosas negociaciones con el sector privado, parece ir por detrás de la situación sobre el terreno.
Mientras se aproxima el final de un confinamiento que nunca se aplicó totalmente, el Gobierno no tiene una estrategia de salvaguarda de las empresas, sin hablar de reactivación, y las medidas de apoyo todavía no se han desplegado del todo.
Para frenar la pandemia una vez que se levante el confinamiento, las reservas de mascarillas (300.000 mascarillas FFP2 y 25 millones de mascarillas quirúrgicas) y de 400.000 test rápidos todavía se están organizando.
Las autoridades sanitarias temen la famosa «segunda ola» de contagios. Pero lo que se divisa claramente en el horizonte de Túnez es una crisis social seguramente sin precedentes.
Thierry Brésillon es un periodista independiente establecido en Túnez desde abril de 2011. Anteriormente dirigió una publicación mensual en una organización solidaria internacional y trabaja especialmente sobre los conflictos en el África de los Grandes Lagos y el conflicto israelí-palestino. @ThBresillon
Fuente: https://www.middleeasteye.net/fr/opinion-fr/coronavirus-tunisie-deconfinement-crise-sociale-economie
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.