La excepción tunecina y las dinámicas contrarrevolucionarias regionales se entrecruzan en un nudo contradictorio
El sábado 29 de marzo, mientras se cerraba el Foro Social Mundial (FSM), celebrado por segunda vez consecutiva en Túnez, el presidente de la república, el anciano Beji Caid Essebsi, exministro del Interior de Bourguiba, expresidente del Parlamento de Ben Ali, intervenía ante la Liga Árabe para «apoyar la iniciativa saudí en favor del diálogo nacional en Yemen», es decir, los bombardeos sobre las posiciones controladas por los hutis, umbral quizás de una intervención militar terrestre. Guerra civil en Yemen, en Siria, en Iraq, en Libia, dictaduras intocadas en el Golfo, en Jordania, en Marruecos, en Argelia, el contraste entre el FSM y la Liga Árabe -tan vieja de nuevo, tan familiar- parecía venir a iluminar, en todo caso, la «diferencia tunecina». ¿Existe realmente esa diferencia?
Horas después de la clausura del Foro y de la reunión de la Liga Árabe, pocas horas antes de la «gran marcha antiterrorista» en la capital tunecina, la Guardia Nacional mataba en un enfrentamiento a nueve presuntos terroristas en Sidi Aich, en la provincia de Gafsa, miembros al parecer de Oqba Ibnn Nafia, el grupo terrorista próximo a Al-Qaeda responsable del ataque al museo del Bardo del pasado 18 de marzo. Entre ellos se encontraba, según el Ministerio del Interior, Lokmane Abu Sakher, el organizador directo del atentado: una buena manera de recibir a François Hollande y a los otros presidentes o ministros extranjeros participantes en la manifestación que convirtió Túnez, durante unas horas, en un barrio de París. El atentado contra el museo y la marcha convocada por el Gobierno pretenden marcar, en efecto, la continuidad entre la antigua metrópoli y el antiguo protectorado, y generar la peligrosa ilusión de una única trinchera contra ese terrorismo yihadista que golpeó primero el Charlie Hebdo en París y luego el museo del Bardo en Túnez.
La Liga Árabe, el FSM y la marcha contra el terrorismo, convergentes en el tiempo, iluminan el nudo contradictorio donde se cruzan la excepción tunecina y las dinámicas contrarrevolucionarias regionales. Nadie puede negar que el atentado del 18 de marzo, salto cualitativo de una actividad terrorista endémica en el país desde hace tres años, es una tentativa de «alineamiento» de Túnez en el caos regional, tentativa de la que participan grupos yihadistas locales minoritarios, pero bien nutridos por el desorden libio, y de la que se regocijan y aprovechan, por su parte, elementos del Estado profundo benaliano en la misma dirección: la interrupción del frágil proceso democrático tunecino y el retorno a la «normalidad» que la Liga Árabe, con sus viejos y nuevos dictadores, representa.
La marcha contra el terrorismo, copia pálida de la de París, demostró al mismo tiempo el interés de la UE en evitar a Túnez el destino de Egipto y de Libia. Las potencias occidentales quieren a toda costa conservar la excepción tunecina y, por lo tanto, en la medida en que puedan garantizar la estabilidad, también las instituciones democráticas. Recordemos las presiones ejercidas sobre Nidé Tunis, el partido ganador de las últimas elecciones, para que negociara con los islamistas de Ennahda, que cuenta con tres ministerios, y formara algo muy parecido a un gobierno de «unidad nacional». Mientras no se imponga una situación más favorable a sus intereses, la UE (y EE UU) va a apoyar ese acuerdo «contra natura» (según los estándares de la región y la valoración de los votantes), aunque sea a costa de las libertades conquistadas en los últimos años y de las demandas sociales de una población cuya situación económica no ha hecho más que deteriorarse. La «alarma terrorista» -según temores ya expresados por algunas asociaciones de derechos humanos- puede justificar recortes en los derechos civiles y un aumento de la tortura, que nunca ha cesado, así como la criminalización de huelgas y protestas sociales. Por no hablar del aplazamiento sine díe de la justicia transicional y los trabajos de la Instancia Verdad y Dignidad, encargada de establecer, juzgar e indemnizar los crímenes de la dictadura. En esta pendiente asusta más Nidé Tunis («nada de derechos humanos para los que niegan los derechos humanos») que Ennahda («hace falta una ley antiterrorista que no sea una ley de excepción; no podemos sacrificar los derechos y las libertades en el altar de la seguridad», según Sayida Ounissi, una de sus diputadas).
¿Y la izquierda?
¿Y la izquierda? El Frente Popular, coalición de partidos de la izquierda radical, con 15 diputados en el Parlamento, se negó a participar en la marcha del día 29, una iniciativa -a su juicio- «hipócrita» en la medida en que incluía a Ennahda, «responsable político y moral del fenómeno del terrorismo». Había quizás buenos motivos para no participar en una manifestación al lado de Hollande, Renzi y Margallo, pero el pretexto suena también algo «hipócrita» si se tiene en cuenta que el Frente Popular coqueteó en 2013 con el golpe de Estado y «la vía egipcia a la democracia», y además aceptó en enero formar parte del Gobierno involucionista de Nidé Tunis, del que sólo se retiró cuando las presiones occidentales obligaron a incorporar al partido islamista. Como dice el escritor libanés Gilbert Achcar, la izquierda tunecina ha sido salvada por la UE y EE UU, en el sentido de que, al quedar fuera del Gobierno, está obligada a hacer lo que hubiera debido hacer desde el principio y por convicción: oponerse por igual a la derecha «laica» y a la derecha «islamista».
En cuanto al FSM, en ningún otro lugar del mundo árabe, es verdad, hubiese podido celebrarse, y cientos de jóvenes tunecinos hambrientos y sin partido revolotearon a su alrededor en busca de miel. Por desgracia hoy, de vuelta a la oscuridad, se sienten huérfanos y vulnerables frente a unas instituciones que ayudaron a levantar y que les excluyen y reprimen de nuevo. Si de verdad se quiere combatir el terrorismo y el yihadismo, habría que empezar por recordar lo que esos jóvenes pedían en enero de 2011.
Santiago Alba Rico, escritor y filósofo, experto en el mundo árabe.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/26242-tunez-excepcion.html