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Uganda: la esperanza entre las tinieblas

Fuentes: Revista Pueblos

Cuando un titular se refiere a África, y en especial a determinados países, en la casi totalidad de los casos, pensamos estar al inicio de una noticia relacionada con el hambre, la miseria, la pobreza extrema o la muerte. Este no es el caso. Por lo contrario, Uganda es el país más joven del mundo. […]

Cuando un titular se refiere a África, y en especial a determinados países, en la casi totalidad de los casos, pensamos estar al inicio de una noticia relacionada con el hambre, la miseria, la pobreza extrema o la muerte. Este no es el caso. Por lo contrario, Uganda es el país más joven del mundo. Y el entrelazado que presenta en términos de paz-seguridad económica-salud-derechos humanos está siendo bastante interesante ya que, contra todas las previsiones y expectativas más negativas, este país representa una esperanza a nivel continental.

Hoy en día, la población de Uganda es de unos 30 millones de habitantes y, según las Naciones Unidas, es posible que este número llegue a doblarse en dos décadas. La edad media es de poco más de quince años, mientras que casi el 50% de los habitantes no tienen más de dieciocho. Solamente el 2,5% de la población tiene más de 65 años. El país ocupa el lugar número 154 – es decir, se encuentra hacia el final del listado de los países de Desarrollo Humano Mediano- en el último Informe sobre el Desarrollo Humano 2007-2008 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Con un PIB per cápita de unos 1.450 dólares americanos en 2005, Uganda es asimismo receptor de ayudas equivalentes a 1.198 millones de dólares.

En los años ’90, la amenaza del HIV-SIDA y las guerras pasadas y latentes hacían pensar en una virtual desaparición de Uganda. La insurgencia del Lord’s Resistance Army (LRA), surgida de las cenizas del «Movimiento del Espíritu Santo» y liderada por el rebelde Joseph Kony, sembraba muerte en el norte del país desde los ’80. Constituía además un factor de desestabilización regional, junto con otras fuerzas de distintos países, en la riquísima República Democrática del Congo. La despiadados ataques del LRA contra los civiles más que contra el Presidente Yoweri Museveni, que también había llegado al poder con una rebelión en 1986, causaban la pérdida de decenas de miles de vidas, sin que la comunidad internacional reaccionara.

Desde finales de los años ’80, el conflicto ugandés ha causado el desplazamiento de más de dos millones de personas. Como respuesta, el único reclamo a nivel internacional, en una cadena de acciones estériles y de presiones solamente verbales por parte de los países más importantes, ha sido que Kony compareciese delante del Tribunal Penal Internacional (TPI) [1] en La Haya. A lo largo de los últimos 15 años el Presidente Museveni, que está cumpliendo su tercer mandato, ha aceptado las recetas de los organismos económicos internacionales y ha brindado – como no, a su manera – estabilidad y crecimiento económico en el sur del país.

Yoweri Museveni, que ya ha demostrado sus habilidades políticas ganando las elecciones presidenciales de 1996 y 2001 con una amplia mayoría, está pensando en volver a presentarse para la elecciones del 2011. En el National Resistance Movement que lidera, un partido de cuyas divisiones internas se ha hablado repetidamente, no hay nadie de momento que le pueda desafiar con razonables posibilidades de éxito. Pero a nivel local, en áreas como Buganda, región que tiene una monarquía constitucional, un parlamento y bastantes poderes locales propios, podrían surgir candidaturas que, en una eventual segunda vuelta, estarían en condiciones de poder batirse con el actual Presidente.

Los yacimientos de petróleo del Lake Albert Rift Valley Basin podrían empujar la carrera de Museveni hacia el cuarto mandato presidencial. Si realmente, como parece, en 2009 la producción empezará a salir al mercado, en 2011 el gobierno podría tener mucha energía en su favor, y no solamente en sentido figurativo. El Presidente está pensando utilizar los recursos provenientes del petróleo para desarrollar las infraestructuras del país, aunque en una campaña electoral africana que se respete, todo está en entredicho hasta el final. Por muy controvertido que sea, el personaje político Museveni controla el ejército, la policía y por ende el futuro democrático del país. Cuando llegó al poder en 1986, el país estaba al borde de la ruina; hoy en día, el crecimiento económico es de alrededor del 9% anual.

En un país sin acceso al mar y con vecinos tan inestables como Kenia, Sudan, Rwanda y Burundi, en un entorno regional que ha conocido en el pasado genocidios y guerras despiadadas, Museveni es un autócrata solamente en parte. Si consiguiera llevar a buen fin las negociaciones con los Lord’s resisters, con un plan de desmovilización y un alto al fuego permanente, el futuro político de Museveni seguiría probablemente las mismas pautas vitalicias de muchos otros grandes líderes africanos. Pero la paz no será posible hasta que el TPI archive las acusaciones de crímenes de guerra en contra de Joseph Kony y otros dos comandantes del LRA. Por su parte, el Tribunal parece intencionado a perseguir a los responsables de las atrocidades que se perpetraron en el norte del país, a menos que el gobierno ugandés no se comprometa a que cumplan una condena acorde con los estándares internacionales [2].

Mientras la política sigue su curso, el reto más grande para el gobierno ugandés es sin duda el de vencer a la pobreza y al subdesarrollo, que mantienen todavía sin agua potable al 40% de la población, y transformar el VIH-SIDA de una cadena a muerte a una condición de enfermedad manejable para la mayoría. Si bien esta enfermedad es allí, como en casi todo el resto del continente africano, siempre la espada de Damocles, su futuro parece hoy en día algo más esperanzador [3]. Las alarmantes tasas de VIH-SIDA se combatieron promoviendo la fórmula ABC (abstinence, be faithful, condom) desde finales de los años ’80. El mensaje que se transmitió fue que «la infección era un problema de todos», requiriendo a los ciudadanos responsabilidad y compromiso social.

La fórmula parece estar funcionando todavía. Pero no hay que bajar la guardia: prevención e información siguen siendo fundamentales, no importa en qué orden los citemos. El que haya sido la abstinencia o el uso del preservativo la letra más importante de la fórmula ABC es, además, difícil de saber [4]. Lo que sí sabemos es que desde principios de los años ’90 hasta hoy la tasa de contagio del VIH en las relaciones de riesgo ha bajado en Uganda del 30 al 6% actual. Sin embargo, a comienzos de la década de 2000 la tendencia parece haberse estabilizado y la epidemia continúa siendo grave, inclusive con posibilidad de un recrudecimiento. Se estima que, en 2005, el 6,7% de los adultos (15-49 años) vivían con el VIH, esto es, alrededor de 1 millón de personas [5]. Por ello es necesario reavivar y adaptar el tipo de iniciativas de prevención que ayudaron al país a controlar la epidemia en la década de 1990.

En cuanto al tratamiento de los enfermos, el tremendo éxito de los fármacos anti-retrovirales se debe a una o, más bien, al uso de múltiples combinaciones entre ellos. Los expertos hablan de una «combination prevention»: si el SIDA se vence sin vacuna (de momento), la combinación farmacológica es la única alternativa disponible. Y en Uganda, en un observatorio tan tristemente privilegiado, ya están implantados los científicos. Pfizer, el gigante farmacéutico estadounidense, ha levantado en Kampala un Instituto de Enfermedades Contagiosas, invirtiendo más de 60 millones de dólares y muchos conocimientos técnicos. Ahora este centro es un referente a nivel continental para la lucha contra las enfermedades contagiosas como el SIDA y la tuberculosis.

Hay que señalar finalmente, en el terreno económico, distintos proyectos de microfinanzas, estudiados para ayudar a las mujeres a independizarse económicamente. Como recitaba un acertado slogan que recurrió todo el continente: «ayuda una mujer y ayudarás a un país entero». Son pocos los que todavía ponen en duda que, en África, el crecimiento económico pasa casi siempre por manos de las mujeres. Si a este gran recurso se suman las riquezas naturales, además del compromiso generalizado hacia los jóvenes, en un país con dos millones de huérfanos y con una herencia tan catastrófica, es posible que los progresos del país no sean sino el inicio de una larga trayectoria de éxitos. En una palabra, en el país famoso por los gorilas de montaña, hay esperanza entre las tinieblas.

Notas

[1] Joseph Kony es acusado de 33 violaciones graves del derecho internacional humanitario, que van del asesinato al reclutamiento de niños soldados, de la violación, el secuestro de persona y la esclavitud a crímenes de guerra como el haber perpetrado ataques militares indiscriminados contra población civil. Kony ha sabido construir con habilidad durante veinte años un aura de misticismo y miedo a su alrededor, imponiendo el mismo los rituales a seguir por los rebeldes. En cuanto a la estrategia que ha adoptado en las negociaciones con el Gobierno, que se mantienen desde los primeros años ’90, el reciente fracaso en abril de este año de la última ronda indica que Kony, desde su refugio en la frontera entre Sudan y el Congo, es el profeta, más que de los Acholi, de la actitud del wait-and-see.

[2] El LRA ha aterrorizado a la población Acholi durante décadas, arrasando pueblos y secuestrando niños en las escuelas rurales. La misma etnia había sido exterminada por Idi Amín Dadá, ya que los Acholi habían sido leales a su rival, Milton Obote, que Dadá derrocó en 1971. La mayoría de los Acholi es partidaria de aplicar sus propias formas tradicionales de justicia, conocidas como mato oput Con este sistema, el acusado tiene que reconocer sus crímenes, pedir perdón y compensar a las víctimas. Todos los que están involucrados en la ceremonia, beberán una infusión de hierbas y comerán juntos de una misma fuente. Según los Acholi, esto ha garantizado la justicia además de la paz social, pero su aplicación a delitos masivos parece discutible. La otra incógnita es si el LRA mantendrá los acuerdos y no los romperá desde la selva, subiendo el precio de la paz o aprovechando el mejor momento para negociar. Fuente: «ight the Lord’s Resisters give up?», en The Economist, Londres, 13 de marzo de 2008.

[3] En uno de los vehículos de propagación más grandes, las prácticas tradicionalmente en uso para la circuncisión, han habido recientemente unas aportaciones interesantes del mundo científico. Tres estudios en África sub-sahariana, uno de ellos en Uganda, han confirmado el efecto parcialmente protector de la circuncisión masculina, que contribuiría a reducir en un 60% la transmisión del VIH del hombre a la mujer. El problema se origina en la falta y en el correcto uso de materiales estériles durante el procedimiento quirúrgico, que se realiza tanto en hombres jóvenes como en bebés.

[4] Además de controvertido desde un punto de vista ético, el tema es objeto de muchos debates a mitad del camino entre lo científico y lo teólogico. En Uganda, el Presidente Museveni ha atacado constantemente el movimiento anti-SIDA, acusándolo de fomentar las conductas promiscuas entre los varones. Dichas conductas son, en este país, particularmente difíciles de combatir, porque derivan de tradiciones, creencias y costumbres. Es bien sabido que, en la lucha contra el VIH-SIDA, siempre ha habido un enfrentamiento de estrategias: la que era (y es) favorable al uso del condón en contra de la que era (y sigue siendo) más pro-abstención.

[5] Los niveles más elevados de infección se dan entre las mujeres (7,5% en comparación con el 5% entre los varones) y los residentes de zonas urbanas (10% en comparación con el 5,7% entre los residentes de zonas rurales). Fuente: Situación de la epidemia de SIDA en África Sub-sahariana: resumen regional. Ginebra, Programa conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH-SIDA (ONUSIDA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), marzo de 2008, páginas 12 y 13.