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Vulneración de derechos en el Sahara

Un equipo vasco exhuma e identifica a ocho desaparecidos saharauis

Fuentes: Gara

Un equipo de investigación vasco dirigido por el forense y presidente de Aranzadi, Paco Etxeberria, y el también médico Carlos Beristain ha logrado por primera vez exhumar e identificar con métodos científicos a ocho desaparecidos saharauis y desmontar así la tesis oficial marroquí que apuntaba a que cuatro de las víctimas murieron «por circunstancias» durante […]

Un equipo de investigación vasco dirigido por el forense y presidente de Aranzadi, Paco Etxeberria, y el también médico Carlos Beristain ha logrado por primera vez exhumar e identificar con métodos científicos a ocho desaparecidos saharauis y desmontar así la tesis oficial marroquí que apuntaba a que cuatro de las víctimas murieron «por circunstancias» durante la detención. Los ocho, beduinos entre los que había dos menores, fueron ejecutados.

Los días 8, 9 y 10 de junio de este año, un equipo profesional de la UPV, la Fundación Aranzadi y de Hegoa -Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional- visitó en compañía de varios familiares y miembros de la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA) un lugar en la zona de Fadret Leguiaa, en la región de Smara, en pleno desierto, a escasos kilómetros del «muro de la vergüenza» construido por Marruecos para dividir el territorio saharaui y, por tanto, una zona minada.

Allí encontraron, gracias al testimonio de un testigo presencial, que entonces tenía 13 años, y al de quince familiares que entrevistaron previamente, dos fosas, separadas por treinta metros, que contenían los restos de ocho beduinos, dos de ellos menores de edad detenidos el 12 de febrero de 1976 en las cercanías del pozo de Amgala, donde solían ir a buscar agua para el ganado.

El operativo militar marroquí movilizó numerosas tropas y vehículos en una zona en la que en ese momento solo había población civil. Los familiares emprendieron la huida, primero hacia otras zonas del Sahara, y luego, a los campamentos de refugiados de Tinduf, a 400 kilómetros de donde ocurrieron las desapariciones.

En las fosas y dispersados por las inmediaciones encontraron casquillos de arma de fuego calibre 7,62, y objetos personales de las víctimas, como un rosario de cuentas amarillas y negras, un cierre de cremallera, una pulsera de cuerda, una maquinilla de afeitar de cuchilla, un fragmento de anillo metálico de cinturón, una cartera, suelas de zapato, prendas de vestir con lesiones por impacto de proyectiles y dos DNI españoles que acreditaban que las víctimas eran ganaderos de profesión. Del estudio científico de los restos humanos se desprende que las ocho víctimas murieron como consecuencia «de las heridas sufridas por arma de fuego». En algunos casos, fueron disparos a la cabeza. La posterior identificación con datos genéticos de familiares directos se practicó en los laboratorios de la UPV.

«Se trata de los primeros identificados en la historia del Sahara», subrayó Carlos Beristain, coordinador de esta investigación subvencionada por Euskal Fondoa, la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Donostia, cuyos máximos representantes acudieron ayer al museo San Telmo.

«Este hallazgo da veracidad a los testimonios de los familiares, que han mantenido una demanda y una memoria. Se negaron a olvidar. Una exhumación es un lugar donde se juntan dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, que nos hablan de sus heridas, de lo que les pasó», destacó Beristain.

«Estamos ante la primera evidencia científica sobre el destino de los detenidos»

Carlos Beristain, médico y doctor en sicología social, trabaja desde hace 24 años en América Latina y Euskal Herria con víctimas de la violencia. Ha coordinado y participado como asesor en varias comisiones de la verdad.

¿Qué suponen las conclusiones de esta investigación?

La constatación de la veracidad de los testimonios de los familiares de las víctimas. Un testigo nos relató que estas personas habían sido detenidas y que sabía, porque así lo vio, que algunas habían sido ejecutadas. Con este hallazgo constatamos la falta de veracidad de la versión que ofreció Marruecos, cuyo Consejo Consultivo de Derechos Humanos publicó en diciembre de 2010 en internet un informe en el que decía que cuatro de estas ocho personas habían sido llevadas a un cuartel en Smara, donde fallecieron. Estas personas no fueron llevadas a ningún cuartel. Y las otras cuatro personas ni tan siquiera aparecen en los listados oficiales de Marruecos. Estamos ante la primera evidencia científica del destino de muchos de los desaparecidos saharauis. Hasta ahora teníamos los testimonios, pero no las pruebas. Para los familiares esto es una cuestión determinante; saber qué ha pasado con sus seres queridos es siempre la demanda central de las personas con familiares desaparecidos. La gente necesita saber, porque la desaparición forzada es una pérdida incierta, nunca sabes cuándo acabó, cuánto tiempo estuvo vivo, a dónde fue llevado. Hay toda una incertidumbre que crea un enorme impacto sicológico, una situación que ha sido definida tanto por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como por el Tribunal de Estrasburgo como una forma de tortura sicológica. Los familiares saharauis vinieron con miedo, porque la exhumación se hizo en un lugar militarizado; con una enorme esperanza y con una movilización emocional. Han mostrado una enorme satisfacción por el logro que supone este hallazgo a nivel personal y para el Sahara.

Se calcula que hay más de 400 desaparecidos saharauis. Sin embargo, solo ahora y con recursos procedentes de Euskal Herria se ha logrado identificar a las primeras víctimas.

Esto demuestra que haciendo un buen trabajo de investigación, con la confianza de las víctimas y con un equipo independiente para poder llevar a cabo la acción, los desaparecidos pueden buscarse. Tenemos información de numerosas fosas, tanto cerca de donde hemos estado como en la zona ocupada por Marruecos. Sabemos dónde están algunas de esas fosas, que han sido denunciadas internacionalmente. Durante muchos años, la situación de los familiares ha sido invisibilizada; ha quedado más como una demanda genérica de la búsqueda de los desaparecidos sin, digamos, un asidero concreto de cómo llevar adelante la investigación. El primer paso consistente que dimos fue el informe «Oasis de la memoria», en el que investigamos decenas de casos de desaparecidos, lo que abrió la puerta para esta investigación y exhumación.

«Hemos constatado lesiones traumáticas con disparos a la cabeza»

Paco Etxeberria, forense y Presidente de Aranzadi, ha participado como perito judicial en muchos procesos judiciales, como el «caso Lasa y Zabala», y exhumaciones.

¿Con qué dificultades se han encontrado a la hora de exhumar estos restos?

La zona está a muchos kilómetros de cualquier punto de población. Es una zona de desierto, donde solo viven muy repartidos algunos beduinos. El terreno está repleto de minas. Pastores nos guiaron hasta el punto exacto y vimos las minas a nuestro alrededor. Las fosas estaban cubiertas con arena. Se trata de enterramientos simples. Con el tiempo, los cuerpos se han ido deshidratando y lo que vemos debajo de la arena es la ropa y, por supuesto, los huesos. Conforme a los documentos encontrados, son saharauis de nacionalidad española. En la evidencia de los huesos, hemos constatado las lesiones traumáticas; disparos hechos en la cabeza. Además, aparece la munición, balas de fusil, alrededor de la fosa. Tiene un marcaje de los años sesenta o principios de los setenta, pero anterior a 1976 -año en el que se producen estas ejecuciones-. En su conjunto, se ha intentado ocultar este crimen a perpetuidad, negando la posibilidad de que estos restos fueran rescatado por sus familiares. Hemos descubierto de manera completa y fuera de toda duda razonable que se produjeron estos crímenes en tanto que tenemos las pruebas de la identificación y de la causa de la muerte en el contexto concreto en el que se produjeron los hechos, que son delitos de detención seguidos de desaparición forzada. Son los primeros ejemplos que acreditarían esa vulneración de derechos humanos sobre una población civil indefensa, entre los que, además, hay dos menores de edad.

Los familiares de estas ochos personas les han acompañado durante todo el proceso. ¿Qué ha supuestos para ellas estas exhumaciones?

La participación de los familiares es una cuestión esencial en investigaciones que se enmarcan en el contexto de los derechos humanos. Su presencia es lo único que permite dar alguna credibilidad a este tipo de investigaciones y, por tanto, nos han acompañado. El comportamiento de estos familiares se parece mucho al que hemos visto en cualquier otro rincón del mundo. Estos familiares, hijos de las víctimas, reconocen que su vida hubiera sido muy distinta de no haberse producido aquellos crímenes; que pasaron de ser unas familias alegres, donde todo era tranquilidad y paz, a ver de pronto denegada esa paz con la irrupción de las fuerzas militares y, encima, el asesinato de sus padres. Las familias quedaron deshechas y en el transcurso de los años nadie les ha atendido en ese punto concreto. Han estado desatendidas y eso lo que haces es perpetuar la injusticia. Esa consideración la podemos escuchar en cualquier sitio. Esa sensación de una doble victimización por el maltrato que les ha dado la historia aún siendo muy posterior a los hechos ocurridos. Les asiste todo el derecho a que este asunto se esclarezca porque también ellos son víctimas.

Etxeberria puso énfasis en la «rotundidad» del relato y en el control de la cadena de custodia durante todo el proceso de exhumación e identificación de las víctimas. Asimismo, anunció el compromiso adquirido por la UPV para elaborar un banco de datos genéticos saharauis.

Esperan poder volver a la zona dentro de una misión oficial con presencia de la MINURSO, el Comité Internacional de la Cruz Roja, ONG de derechos humanos internacionales y expertos independientes para realizar la exhumación, la devolución de los restos a sus familiares -que permanecen en el lugar debidamente protegidos- y analizar otras posibles fosas en la zona.

Especialmente emotiva fue la intervención de Dijmi Elghalia, que no pudo reprimir las lágrimas al referirse a la importancia que tiene para una persona el saber qué ocurrió con su familiar. Ella misma estuvo desaparecida en «cárceles secretas» durante tres años y siete meses. Sus padres aún lo están.

Agradeció de manera sentida a Beristain el haber hecho posible que «los saharauis hayamos recuperado la confianza perdida» tras años de demandas infructuosas y mentiras.

«Presentamos con toda nuestra buena voluntad toda la documentación que nos pidieron organismos oficiales marroquíes como la Instancia de Equidad y Reconciliación. Ahora, ha quedado certificado que los datos proporcionados por el Consejo Consultivo de Derechos Humanos eran falsos. ¿Cómo es posible que mientan y jueguen con nuestros sentimientos instancias que se suponen deberían velar por los derechos humanos y no estar al servicio de intereses políticos? Marruecos no tiene voluntad para realizar una investigación seria. Como familiar de desaparecidos, me siento alegre por este hallazgo y agradezco a los beduinos su colaboración», resaltó. Precisamente, el testimonio de otro beduino condujo en 2006 a la asociación saharaui de graves violaciones de derechos humanos, ASVDH, de la que Elghalia es vicepresidenta, hasta una fosa individual en la que encontraron los restos de un saharaui que aún conservaba la vestimenta con manchas de sangre.

Las gestiones realizadas desde entonces ante el Consejo Consultivo de Derechos Humanos para proceder a su identificación han resultado en vano.

Elghalia pidió entre lágrimas que se siga con las exhumaciones, también en los territorios ocupados y en las cercanías de los cuarteles militares. «Tenemos el coraje y la voluntad para continuar en esta tarea y arrojar luz sobre el destino de nuestros desaparecidos», subrayó.

Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130911/421876/es/Un-equipo-vasco-exhuma-e-identifica-ocho-desaparecidos-saharauis/