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Espías de Oriente Próximo

Un nuevo frente en el conflicto de Gaza

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Las reverberaciones de la guerra israelí contra Gaza se siguen sintiendo en todo Oriente Próximo. En realidad se podría hablar de que se libra una guerra silenciosa en la región.

Ahora, cuando las obvias intenciones de Israel en Gaza – desacreditar a Hamás y terminar por expulsarlos de su posición democráticamente elegida – resultaron en un fracaso total, los israelíes esperan explotar conflictos regionales para controlar a Hamás y a otras organizaciones semejantes mediante medios diferentes.

En los últimos años, Israel ha sufrido lo que podría parecer pérdidas insuperables en su andanada de conquistas militares. En julio de agosto de 2006, Israel desencadenó su furia militar contra el Líbano durante varias semanas con un objetivo principal: «extraer» permanentemente a Hezbolá como fuerza combatiente del Sur del Líbano y debilitarlo como creciente movimiento político capaz de desestabilizar, si no eclipsar, al régimen político «amistoso» y «moderado» en Beirut.

Aunque los libaneses sufrieron golpes de los que tardarán años en recuperarse, la guerra israelí en el Sur del Líbano fue reconocida en general como un sorprendente fracaso militar, una derrota incluso, para Israel, ya que unos miles de combatientes de Hezbolá bastante mal equipados obligaron a retirarse a la maquinaria militar multimillonaria en dólares de Israel.

Aunque en aquel entonces Hezbolá tuvo un fuerte respaldo de la población pobre y necesitada del Líbano, incluidos los refugiados palestinos, el apoyo de las instituciones oficiales del Líbano fue, en el mejor de los casos, insatisfactorio. Pero la guerra cambió todo eso. Hoy en día, Hezbolá es considerado por muchos como el guardián del Líbano y goza de un nivel de apoyo moral y popular sin precedentes.

Israel repitió su costoso error en Gaza a fines del año pasado y comienzos del presente. Es verdad que los palestinos en la Franja no habían sufrido las bajas humanas de la reciente masacre de Gaza desde 1948. Miles perdieron sus vidas, piernas, casas, familias, vecindarios enteros. Al mismo tiempo, Israel y sus respaldos, estaban convencidos de que golpes tan crueles ciertamente presionarían a una población desesperada a volverse contra su gobierno elegido, que según Israel y EE.UU., la había llevado a esta situación para comenzar.

Y cuán dolorosa fue la lección. Se podría pensar que después de 60 años de constante interacción con el pueblo palestino, Israel hubiera llegado a conocerlo mejor. Ya se podría llegar a pensar que su fortaleza e integridad serían tomadas en consideración antes de emprender acciones tan imprudentes. A pesar de la abrumadora cantidad de víctimas mortales resultantes de la carnicería israelí, Hamás consiguió aún más apoyo y lealtad de la gente de Gaza, pero más todavía de los palestinos por doquier, del mundo árabe y musulmán, por cierto de muchas partes en todo el mundo que ya no podían seguir guardando silencio. Palabras de aliento, admiración y respaldo resonaron de Latinoamérica a Sudáfrica, incluso del propio EE.UU.

Pero ahora Israel y sus aliados cambian de táctica. Y reciben mucha ayuda de sus vecinos. Esta vez concentran sus esfuerzos fuera de esos bastiones de resistencia, y persiguen a miembros de Hezbolá y Hamás desde posiciones remotas. Como caídas de las nubes, las noticias de esta semana fueron inundadas con informes sobre «espías» detenidos en varios países árabes y otros cuentos.

El 10 de abril, las agencias informaron que las fuerzas de seguridad egipcias habían detenido a 15 personas acusadas de haber ayudado a contrabandear cohetes a la Franja de Gaza a través de túneles en la frontera, según afirmaciones de las fuerzas de seguridad.

El 12 de abril, funcionarios de seguridad palestinos afirmaron que habían descubierto una fábrica de bombas bajo una mezquita en Cisjordania. El ministro del interior afirmó: «Muchas de las bombas estaban listas para su uso y muchas de ellas eran de calidad industrial.»

El mismo día, se informó que un egipcio fue sorprendido y detenido en Sinaí quien contrabandeaba 2 millones de dólares a la dirigencia de Hamás en Gaza.

El 13 de abril, noticiosos israelíes entrevistaron a Shimon Peres, quien elogió los esfuerzos de Egipto por detener a individuos activos en la infraestructura respaldada por Irán de Hezbolá en Egipto. Citaron a Peres diciendo: «Tarde o temprano, el mundo se dará cuenta de que Irán desea apoderarse de Oriente Próximo, y que tiene ambiciones coloniales.»

Hay que imaginar que comentarios semejantes provienen del dirigente de una nación que hasta ahora se niega a definir sus fronteras con intenciones de tragarse toda Palestina histórica. Por cierto son ambiciones coloniales.

El día siguiente, el 14 de abril, responsables egipcios acusaron al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, de fomentar la sedición y los medios estatales lo calificaron de «agente iraní».

Hay que preguntarse si esas repentinas revelaciones tienen que ver con intentos orientados a debilitar a diversos grupos islámicos de oposición en la región. El movimiento de la Hermandad Musulmana de Egipto, por ejemplo, ya está a la defensiva, tratando de protegerse contra lo que considera como intenciones de Irán-Hezbolá de ‘desestabilizar’ Egipto. Hablando con Al Jazeera, Abdul Munaim Abu al-Futuh, miembro del buró de guía del grupo Hermandad Musulmana, declaró: «No tenemos relaciones con ninguno de los [arrestados].» Sólo se puede esperar que la situación empeore, se sólo se podría esperar que un tal pánico inducido por los gobiernos no destruya la pequeña apariencia de democracia que esas naciones todavía poseen.

Revelaciones semejantes también surgen en Jordania. Miembros de Hamás son sentenciados, otros aprehendidos.

La oportunidad de esas medidas, la naturaleza de las acusaciones y la guerra de palabras resultante hace que uno cuestione la naturaleza de esos arrestos, si se trata de genuinas medidas de seguridad, o de manejos políticos, un nuevo síntoma de la continua guerra fría en la región.

Después de la guerra en Gaza, y antes en el Líbano, el nuevo conflicto de Oriente Próximo ha tenido que ver con la definición de un nuevo discurso que terminará por dominar la política de la región: el de resistencia o ‘moderación’.

EE.UU., Israel y sus aliados ‘moderados’ en la región han trazado evidentemente líneas en la arena, una noción que simplemente no puede ser rechazada al estudiar los últimos acontecimientos.

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Ramzy Baroud es autor y editor de PalestineChronicle.com. Su trabajo ha sido publicado en numerosos periódicos en todo el mundo. Su último libro es: «The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle» (Pluto Press, London).

http://www.counterpunch.org/baroud04242009.html