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Un paso adelante del socialismo

Fuentes: The Nation / Viento Sur

El pasado fin de semana, más de un millar de activistas de todo el país se reunieron en Atlanta para protagonizar la asamblea más deliberativa de la izquierda radical desde hace generaciones. En el congreso nacional de Democratic Socialists of America hubo muchas disensiones, pero los delegados y delegadas salieron de allí con un plan […]

El pasado fin de semana, más de un millar de activistas de todo el país se reunieron en Atlanta para protagonizar la asamblea más deliberativa de la izquierda radical desde hace generaciones. En el congreso nacional de Democratic Socialists of America hubo muchas disensiones, pero los delegados y delegadas salieron de allí con un plan muy claro para las próximas luchas.

Al igual que los delegados y delegadas al congreso nacional de Democratic Socialists of America 1/ (DSA), llegué a Atlanta muy esperanzado con respecto a nuestra organización. A pesar de mi optimismo, me preocupaba la cuestión de si lograríamos nuestros objetivos de un tirón durante el fin de semana. Todo el mundo reconoce ahora que el socialismo revive en EE UU, pero todo el mundo se pregunta, también, si nuestro recién nacido movimiento estará a la altura de los retos y las oportunidades que tenemos por delante.

Por fortuna, el congreso acabó marcando un importante avance para DSA y potencialmente para toda la gente que vive y trabaja en EE UU. A lo largo de tres intensas jornadas, a menudo plagadas de polémica y ocasionalmente estimulantes, la organización debatió y votó sobre sus prioridades organizativas y políticas de cara a los próximos dos años. No solo salimos con vida del fin de semana, sino que volvimos a casa cargados y cargadas de energía y con un sólido plan de batalla.

La democracia siempre es un barullo, y este congreso no fue una excepción. La jornada del viernes suscitó rápidamente debates sobre el orden del día, las normas de funcionamiento y los métodos de votación del congreso. Un sinfín de mociones de procedimiento demostró cuánto camino ha de recorrer todavía la cultura política de la izquierda estadounidense hasta que sea capaz de priorizar la organización colectiva sobre las opiniones individuales; también mostró que una amplia minoría desconfiaba de las estructuras nacionales de DSA y decidió pujar fuerte por la descentralización de la organización.

Más que unos pocos delegados frustrados se preguntaban el viernes por la noche en voz alta si el congreso podía fracasar a raíz de estas disputas procedimentales. Sin embargo, al día siguiente, las delegaciones empezaron a aprender y a apropiarse del proceso democrático. Así opinó más tarde la copresidenta Natasha Fernandez-Silber, de DSA Detroit: «Ha sido agotador; habría sido más fácil, desde luego, si hubiéramos funcionado de arriba abajo como las organizaciones benéficas o el Partido Demócrata. Pero debemos estar orgullosas de que DSA esté comprometida con la democracia real».

El domingo, el congreso había aprobado una serie de decisiones políticas significativas que pueden permitir a DSA abordar el principal reto inmediato que tiene delante: ampliar una composición social relativamente limitada mediante el impulso de campañas masivas con el fin de echar raíces en la clase obrera multirracial. Hasta que tome cuerpo este tipo de implantación profunda, DSA seguirá reclutando principalmente a individuos que se acerquen de su propia iniciativa y que suelen ser desproporcionadamente blancos, hombres y de clase media.

El congreso aprobó resoluciones sobre una serie de cuestiones urgentes, incluida la profundización de la lucha de DSA por los derechos de las personas inmigrantes y la justicia habitacional, el acceso al aborto y la despenalización del trabajo sexual, el compromiso por la sanidad universal y el desarrollo de una infraestructura nacional para la educación política socialista. Uno de los raros votos unánimes fue el referido a declarar prioridad nacional de DSA un Green New Deal 2/ radical. Ante la catástrofe climática en ciernes, DSA se compromete a luchar por «descarbonizar todos los sectores de la economía estadounidense de aquí a 2030; democratizar el control de los principales sistemas y recursos energéticos declarándolos de propiedad pública, [y] centrar a la clase trabajadora en una transición justa a una economía respetuosa con las personas y el medio ambiente, con garantía de empleo y que expanda el sector público».

Las delegaciones también profundizaron la orientación de DSA a favor del activismo en los centros de trabajo y en el movimiento obrero. Después de tratar durante décadas al movimiento sindical, en el mejor de los casos, como un buen movimiento entre muchos otros, finalmente la izquierda vuelve a situar al movimiento obrero en el centro de su estrategia anticapitalista. Tras la primera oleada de huelgas en generaciones -acciones en las que la militancia socialista ha desempeñado a menudo un papel crucial de liderazgo-, ante el pleno del congreso hablaron Sara Nelson, de la Asociación de Auxiliares de Vuelo (CWA); Cecily Myart-Cruz y Erika Alvarez, del sindicato de enseñantes de Los Ángeles, entre otras. Las resoluciones que propugnan que la militancia de DSA, dentro y fuera de los sindicatos, ayude a reconstruir el poder de clase y organizar a la gente no sindicada fueron aprobadas por amplia mayoría.

Hubo un debate más controvertido, tanto antes como durante el congreso, en torno a la propuesta de que DSA priorice la estrategia de base: centrarse estratégicamente en el desarrollo de líderes obreros combativos para reconstruir un poderoso movimiento sindical democrático de izquierda. La resolución, que entre otras muchas tácticas insta a los miembros de DSA a conseguir empleos en sectores estratégicos, se aprobó por una diferencia de 10 votos, siendo el resultado más ajustado de todo el fin de semana.

Las resoluciones sobre el trabajo electoral marcaron un giro definitivo a la izquierda. En un nuevo paso hacia el abandono del viejo compromiso de DSA con el mal menor, el congreso votó por que DSA se niegue a apoyar a cualquier candidato presidencial que no sea Bernie Sanders por parte del Partido Demócrata en 2020. Asimismo, el congreso concretó la política de apoyar únicamente, en todo el país, a los candidatos y candidatas que defiendan la lucha de clases y se presenten abiertamente como socialistas. Por primera vez, la organización se ha comprometido abiertamente a una ruptura sucia con el Partido Demócrata. Como explica la nueva política electoral nacional de la organización, «DSA se compromete a construir una organización política independiente del Partido Demócrata y sus donantes capitalistas… A largo plazo, nuestro objetivo es formar un partido obrero independiente, pero hoy por hoy esto no excluye que los candidatos y candidatas apoyadas por DSA se presenten tácticamente en las listas del Partido Demócrata».

De lejos, la falla más profunda en el congreso tuvo que ver con la estructura organizativa. La afiliación a DSA ha crecido enormemente durante los últimos tres años, generando graves tensiones en una estructura y un aparato insuficientes. En la práctica, actualmente, DSA funciona como una confederación descentralizada de agrupaciones locales autónomas; las agrupaciones pequeñas y rurales, en particular, no han recibido el apoyo que necesitan.

Un número significativo de delegados centraron sus energías en una serie de propuestas de reestructuración radical con ánimo de perpetuar y profundizar al carácter descentralizado de DSA. Al final, no obstante, una sólida mayoría del congreso votó en contra de dichas propuestas y aprobó en su lugar una resolución sobre el apoyo a las agrupaciones pequeñas, escrita por miembros que preconizan la construcción de una organización nacional más fuerte. Asimismo, las elecciones al Comité Político Nacional dieron una clara mayoría a los candidatos comprometidos con la construcción de una organización más robusta, orientada a lo que el sindicalista Dave Pinkham, de DSA Austin, llama «campañas transformadoras hacia fuera».

Aunque el pleno potencial de DSA está todavía por aprovechar, el congreso nacional de Atlanta ha marcado la magnitud de las apuestas: si queremos conseguir alguna vez que se apruebe el Green New Deal, la sanidad universal, la plena igualdad para las personas inmigrantes y las demás demandas transformadoras urgentes que asoman en el horizonte, necesitaremos que renazca una poderosa izquierda radical arraigada en una clase obrera combativa.

Cuando los y las participantes dieron por clausurado el congreso, el domingo por la tarde, poniéndose espontáneamente a cantar –Solidarity Forever, seguida de la Internacional-, me di cuenta de que el congreso nacional de DSA no podía haberse celebrado en un momento más oportuno. Por primera vez en décadas, la gente de EE UU está buscando activamente una alternativa al status quo capitalista. La clase trabajadora vuelve a protagonizar huelgas. El socialismo ya no es una palabra maldita en la mente de la juventud estadounidense (y de algunas personas mayores, tampoco), y la campaña presidencia de Bernie [Sanders] a lo largo de los próximos meses será la oportunidad para DSA de reclutar decenas de miles de militantes para luchar por un futuro socialista democrático.

Como explicó Sara Nelson en su emotivo discurso ante el pleno, «nos hallamos en medio de una crisis, pero esta es también nuestra oportunidad para cambiar el curso de la historia… si nos mantenemos unidas, no hay nada que no podamos hacer».

07/08/2019

https://www.thenation.com/article/dsa-convention-sanders-atlanta-socialism/

Eric Blanc es militante de DSA y autor de Red State Revolt: The Teachers’ Strike Wave and Working-Class Politics (Verso Books, 2019).

Traducción: Viento Sur

Notas:

1/ Democratic Socialists of America es una corriente organizada dentro del Partido Demócrata. (ndt)

2/ El Green New Deal (nuevo contrato social verde) es un conjunto de propuestas políticas para ayudar a abordar el calentamiento global y la crisis financiera. (ndt)