Ante la atenta mirada de los observadores internacionales y de más de un centenar de agentes de policía -que tenían cercada la vivienda desde el comienzo de la tarde preparados para la violenta recepción habitual- quien sí habló fue Ennaama. «Hoy tenemos testigos importantes, ya habrá tiempo de sacar las banderas a la calle, porque […]
Ante la atenta mirada de los observadores internacionales y de más de un centenar de agentes de policía -que tenían cercada la vivienda desde el comienzo de la tarde preparados para la violenta recepción habitual- quien sí habló fue Ennaama. «Hoy tenemos testigos importantes, ya habrá tiempo de sacar las banderas a la calle, porque el derecho de autodeterminación es irrenunciable. Pero con este silencio estamos diciendo mucho más, estamos denunciando la represión a la que nos somete el Gobierno de Marruecos, la falta de libertad, la violación de nuestros derechos». Se dirigía a los 94 manifestantes que, tapada la boca con esparadrapo y entrelazadas las manos, le contemplaban desde el suelo. Pero le escuchaban también, atónicos, todos los agentes de policía cuyas caras, porras, puños y botas, muchos saharauis conocen bien.
La sensación, en palabras de Carmelo Ramírez, consejero del Cabildo grancanario y apostado frente al grupo, era la de «caminar por un alambre». Existía un fuerte temor entre los activistas de encontrarse con la respuesta habitual. Pero allí sentados, sin incumplir ley alguna y lanzando un mensaje al mundo, el acabar dentro de la casa o en un calabozo era, en ambos casos, una victoria.
Y como tal la celebraron. Después de quince largos minutos alumbrados por los constantes flashes de muchos de los agentes, el grupo -con los brazos alzados y haciendo la señal de victoria- pero en el mismo silencio con el que había bajado a la calle, entró de nuevo en casa. Y se desató la emoción contenida: entonces sí, todos los saharauis concentrados allí para esperar a la tercera delegación que regresaba de Argel se fundieron en abrazos, gritos, cánticos, llantos. La temperatura era sofocante, pero ellos, dijo Ennamma, se sentían «un paso más cerca de la independencia» y por tanto, más libres.
Es la primera vez, según insistieron mucho los líderes más veteranos, que un acto por `la causa saharaui’ acaba no sólo sin heridos, sino tal y como ellos quieren. Que se desarrolla de principio a fin sin intervención del «enemigo». Y pone en evidencia, al entender de quien ayer se encargó de liderarlo, «que la lucha pacífica puede tener una importancia equiparable a la que tuvieron las armas». Ahora se exploran nuevas vías, y la de anoche, desde luego, supo a «batalla ganada».
Según dijo Ramírez cuando le pidieron que tomara la palabra, recuperada cierta calma, ha habido varios motivos de celebración durante la semana que él y otros observadores como el actor Willie Toledo han pasado en los territorios ocupados. «Impresionado y conmovido», mencionó, entre otros, haber logrado que 72 activistas salieran para participar en la Conferencia Internacional sobre el derecho a la resistencia celebrada en Argel; que todos, en la ficha policial que se entrega en el control del aeropuerto, pusieran saharaui en la casilla de ‘nacionalidad’ y Sahara Occidental donde dice ‘país’. Detonante, cabe recordar, de la expulsión de Aminatu Haidar e inicio de la huelga de hambre que protagonizó en Lanzarote. Y sin que esta vez, haya pasado nada. Y por encima de todos, «haber salido a la boca del lobo con la valentía que lo han hecho», les dijo.
Y aunque el éxito se deba, según los observadores, fundamentalmente a su presencia -«sin testigos, hoy, otro gallo hubiera cantado», reflexionaba después alguno de ellos- para los saharauis es un trozo del camino que ya no se puede desandar. «Habéis demostrado que contra la lucha pacífica, contra un grupo de hombres en silencio, no hay reacción; el Gobierno de Marruecos se ha quedado sin respuestas porque los regímenes violentos sólo las tienen ante la violencia», proclamó por su parte Toledo. Con el dedo todavía dolorido por la golpiza que la segunda delegación recibió en el aeropuerto, el actor y activista se dirigió a los presentes para agradecerles «el privilegio de haber compartido un día histórico». «Nos habíais encogido el corazón durante muchos años; pero ahora, después de estos días, nuestro corazón se queda aquí con vosotros», les dijo. Una frase que podría resumir el sentir que expresaban también los demás observadores, algunos de los cuales se han apostado también en la puerta en los dos recibimientos anteriores para ejercer de «escudos humanos» y reprimir a la policía.
No era fácil conseguir que nadie alzara la voz; que mujeres como Sultana Jayat, quien recibió un picotazo con una jeringuilla en la mencionada golpiza, por ejemplo, no lanzaran una proclama contra quienes denuncian como sus «verdugos». Y cualquier consigna a voz en cuello habría desbaratado los planes. Pero con un emocionante discurso previo, Annaama logró que dentro de la casa, mientras fuera se manifestaban una parte, los demás se mandaran callar unos a otros al menor ruido. Porque callados también se sumaban al mensaje: podrán estar cansados de esperar a que la ONU aplique sus propias resoluciones, de vivir en la última colonia de África y que países como España o Francia se alíen con las tesis del colono; de escuchar hablar de un referéndum que no llega. Pero, en las calles de El Aaiún, no se han cansado de luchar. Ni de hacerlo pacíficamente.
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=3&id=928