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Una aclaración sobre el independentismo (con algunas observaciones anexas)

Fuentes: Rebelión

Escribí una nota sobre UE y el independentismo, intenté bromear, me hago viejo, he perdido el sentido del humor y me expliqué mal, peor que mal. Algunas personas han creído que me he caído del caballo y que me he extraviado. Pido disculpas. No, no me he caído. Sigo pensando que debemos mantener una posición […]

Escribí una nota sobre UE y el independentismo, intenté bromear, me hago viejo, he perdido el sentido del humor y me expliqué mal, peor que mal. Algunas personas han creído que me he caído del caballo y que me he extraviado. Pido disculpas.

No, no me he caído. Sigo pensando que debemos mantener una posición razonable, alimentada en nuestra propia tradición, en un asunto sin duda importante y que esa posición pasa por defender cosas básicas, elementales, las que siempre hemos defendido o hemos debido defender: unión fraternal de todos los pueblos; República federal; respeto, cultivo y apoyo de todas las lenguas y culturas de Sefarad; información más que contrastada en un tema tan pasional; lucha contra la manipulación interesada; referencias históricas adecuadas y, en condiciones adecuadas, no en cualquier circunstancia, ejercicio informado y democrático del derecho de autodeterminación.

¿Y todo eso por qué? Conocemos las razones esenciales de la tradición: hermandad entre pueblos y ciudadanías y resolución democrática (que permite nuevas aproximaciones, nadie aspira a disolver el tema para siempre) de problemas políticos de largo y conflictivo recorrido.

Añado otras razones y reflexiones complementarias. No son de nuestra tradición [1]. Se ubican entre nuestros adversarios políticos:

«No es mi proyecto [la independencia, la separación de España], ni era el de la mayoría de catalanes ni de Convergència. Ahora es el proyecto de muchos, aunque todavía no sabemos si son mayoría. En cualquier caso, yo me refería a que son los únicos, aún no sabemos si miles o millones, que se levantan cada mañana esperando liberar a su pueblo, entre comillas, y que tienen un ideal político por el que vale la pena luchar. Y me parece un drama que no haya otro ideal para contrarrestarlo. Tenemos un país desértico. Ahora mismo, no conozco absolutamente a nadie en España que luche por la igualdad social como lo hace un independentista por la independencia.»

Pasemos por alto la obvia injusticia (acaso el desconocimiento) de las últimas afirmaciones. No es nuclear para nuestro asunto. Las miradas de clase son las miradas de clase.

«Ahora bien algunos venden que tras la independencia vendrá un bienestar social. Es un acto de fe. Cada vez sucede más que hablando con personas independentistas se producen diálogos propios de la religión. No creo que por el simple hecho de tener un presidente de un Estado catalán desaparezcan la corrupción, el hambre, las injusticias sociales…»

Si ese presidente de un Estado catalán es, además, amigo de corruptos y especies afines la duda parece más que consistente. La apelación a sentimientos próximos a la fe no es descabellada.

«Además, muchos de los que hablan de independencia no se han planteado el coste económico. Los que creen que el Estado propio significará que todo nuestro dinero nos lo gastaremos en trenes, autopistas, en aeropuertos más competitivos… no se dan cuenta de que también tendremos que pagar nuestro ejército, la lucha contra la droga, el control de la inmigración ilegal, la protección de nuestras fronteras y tantas otras cosas que ahora mismo nos pagan otros. Por lo tanto, pienso que existe un debate ficticio que nunca se ha abordado con seriedad… Si somos independientes tendremos estos costes y deberemos renunciar a ciertas cosas. Aquí parece aquello de Francesc Pujols: «Llegará un día en que los catalanes, por el simple hecho de serlo, iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado».»

Exagera en los compases finales, sin duda, pero se entiende la idea: no hay cálculos apenas, no hay documentos que recojan estudios. Partiendo, como se parte aquí, de una mirada economicista: costes y beneficios, sin entrar en otras consideraciones.

«En una rueda de prensa le preguntaron a Mas qué harían con la cuestión de la defensa y respondió que ya contratarían a alguien. ¿Tendremos un ejército de mercenarios?».

Parece imposible una respuesta así del president de la Generalitat. Pero no es una exageración. De eso se ha hablado. O de un ejército de otro país, de Francia por ejemplo, que, bien remunerado, defendiera a Cataluña. ¿Valdría también el Ejército español?

«Están engañando a la gente aquellos que juegan diciendo que si somos independientes recuperaremos nuestro déficit fiscal, seremos ricos y pagaremos nuestras deudas. Me parece de una irresponsabilidad y de una frivolidad muy incómodas. Vuelvo al ejemplo de Escocia. Los escoceses han ido a Bruselas, se han sentado y han dicho esto lo podemos hacer, esto no, esto lo pactaremos con los ingleses. Aquí sólo por plantear estas cuestiones ya te miran como si estuvieras chiflado. Los líderes políticos catalanes atacan hipócritamente a España, cuando todos formamos parte de ella. Nos engañamos si creemos que todo eso lo haremos solos y no nos costará ni un duro.»

No es imposible que la visión que se da de los líderes independentistas escoceses no sea una pelín exagerada.

«En Unió no lo sé. Hace mucho tiempo que me cuesta entender a Unió. Es muy difícil ser el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, y por lo tanto la máxima autoridad parlamentaria en nombre de España, y tener miembros de tu partido que se proclaman favorables a la independencia. Por eso me cuesta mucho entenderlos. Creo que muchos lo quieren y sería lo natural. Unió tiene que saber qué quiere ser cuando sea mayor. Convergència ya se ha posicionado. Perfecto. Soy partidario de las cosas claras. Otra cosa es que esta claridad a Convergència le cueste escaños en favor de ERC. Pero Unió está manteniendo un discurso difícil de comprender y que quiere quedar bien con todo el mundo. Entiendo muy bien que los independentistas catalanes estén enfadados con Unió. Tienen toda la razón. Unió es un problema para la independencia de Cataluña, porque no cree en ella. Pero tampoco acaba de decirlo, ya que eso le supondría romper con Convergència».

Quieren quedar bien con todo el mundo. Este es el punto obviamente. Ambigüedad calculada por ahora si bien tendente al no-independentismo.

«Creo que el Gobierno central se equivoca profundamente. Primero por una razón: todo lo que está pasando en Cataluña tiene un profundo componente emocional. En Cataluña, a lo largo de la historia, siempre nos hemos movido en el ámbito emocional. Para mi gusto demasiado. Falta un elemento racional, pero, en cualquier caso, el elemento emocional pesa mucho. Esto se puede leer a la inversa. El independentismo catalán no desaparecería con una reacción emocional por parte de España, pero cambiaría sustancialmente el estado de ánimo de muchos catalanes. Sin cambiar ninguna ley, sin modificar la Constitución, sólo con el cambio de tono, de formas y de políticas. No bajaría el suflé del todo, pero claramente cambiaríamos el estado de tensión y absoluta crispación que hay ahora.»

Una arista poco destacada: el componente emocional del proceso que la España conservadora (con alguna excepción: Agurre por ejemplo) no acaba de entender.

«Desde el punto de vista del Estado, el primer gran error es atrincherarse en una posición puramente legalista sin hacer ningún esfuerzo ni tan siquiera de aproximación o comprensión. Por otra parte, todo el discurso de la independencia se hace desde la ficción de separar Cataluña de España como si quedara un Estado igual. Y eso es falso. Porque si a España le sacas el 25% de sus exportaciones, el 18% de su población y otra serie de elementos, la haces más pequeña dentro de la UE. Le sacamos votos en el Consejo, le sacamos diputados en el Parlamento Europeo, le restamos peso en el FMI. La debilitamos. O sea que España saldría más pequeña, más débil y más pobre. Por lo tanto, no le estamos exigiendo a España que libere Cataluña de la supuesta opresión, sino que le pedimos que se haga el harakiri. Es muy gordo y lo hacemos con cara alegre y cogiéndonos todos de las manos. No nos damos cuenta de que este teórico derecho a la libertad empobrece al otro.»

Algunos sectores independentistas se dan cuenta perfectamente. No les importa un higo.

«Hay falsedad histórica por los dos lados. No hay una nación española desde los reyes católicos de la que todos somos súbditos. Ni las fronteras españolas son inmutables a lo largo de estos siglos. Existe una ignorancia supina sobre lo que es España, su diversidad y el movimiento de sus fronteras. Por ejemplo, se sabe muy poco de Portugal, y si se enseñara su historia, los españoles mirarían con otros ojos a Cataluña. Por lo tanto, critico radicalmente la historia que se enseña en el resto del Estado sobre este tema identitario. Pero dicho esto, efectivamente, en Cataluña se está construyendo un esquema que tampoco es cierto. Como si fuéramos Puerto Rico y estuviéramos a punto de entrar en la etapa de la emancipación iberoamericana. A veces leo unas cosas… Somos un territorio ocupado. ¡Pero, oiga, qué me está usted contando! En eso, sin embargo, tampoco somos originales. Muchas de las naciones europeas están basadas en mentiras históricas. La historiografía se falsea para construir ideales colectivos.»

Nada que objetar. El punto, mirado como se quiera mirar, es muy pero que muy importante.

«Me parece una falsedad total afirmar que esto nace por generación espontánea. Ya me pareció de un gran nivel de hipocresía por parte de algunos miembros del Gobierno de la Generalidad, que, después de haber animado, de haber puesto todos los medios a través del partido para que la manifestación del 11 de septiembre de 2012 fuera un éxito enorme, salieran para decir que la calle les imponía una dirección política determinada. No, oiga, la calle la ha movilizado usted. Y de ahí el papel de TV3 y de medios privados, algunos de los cuales por el hecho de recibir financiación pública anima a debatir su papel. Además, me parece especialmente falsificador e irresponsable por parte de los medios de comunicación públicos la conversión de opiniones minoritarias en la voz de España. Aquí se coge un artículo de un chiflado de Libertad Digital, que es una publicación on-line con un peso ridículo, y se glosa como si fuera el editorial de The New York Times o la opinión de la España institucional. En estos momentos, vivimos en un país en el que la información está muy cerca de la propaganda política orquestada.»

De nuevo, acierto pleno. Tal como es.

«Ahora mismo, gracias a la ciudadanía, la división es completamente pacífica. Estamos en un momento que no lleva a la violencia. Vamos hacia una situación que puede llevarnos a la tensión. Si uno cree de verdad que su país está esclavizado, que tiene cadenas que quitarse, que le están negando el pan a sus hijos, que está colonizado, que le explotan y roban, que está en una situación de opresión que se puede comparar a los EEUU de antes de la marcha de Martin Luther King, si alguien llega a creerse todo eso, lo normal es revolverse a bofetadas. De hecho, si yo me creyera la mitad de lo que leo, que Cataluña es prisionera, que no tenemos libertad y que está en peligro el futuro de mis hijos, sería el primero en salir a la calle con o sin armas. Pues llegará un momento en que alguien se tomará en serio este discurso y sacará las conclusiones naturales. Por cierto, eso de que los catalanes somos pacíficos, la historia lo pone en duda. El anarquismo nace aquí. Y la Guerra Civil en Cataluña tuvo momentos muy cruentos. Todos aquellos que dicen que los catalanes somos pacíficos por naturaleza deberían hacérselo mirar».

El autor, luego se verá por qué, mira el anarquismo con ojos poco afables y habla más que parcialmente de los momentos cruentos de la Guerra Civil. No es revolucionario quien habla.

«La izquierda, particularmente el PSC, ha abandonado su papel y ha hecho una actuación que pesará históricamente, pues se lo llevará el viento. Por incoherencia y por haber dicho cosas en las que no creía. No creo que el presidente autonómico Montilla se creyera la mitad de las cosas que hizo. Puedes ganar o perder unas elecciones, pero nunca vencerás si dices cosas en las que no crees. Y Montilla lo hizo para mantener la unidad del partido. En ese momento tal vez tapó heridas, pero ha provocado que ahora mismo el PSC esté en descomposición. Desgraciadamente, los socialistas catalanes no tienen proyecto… «Para mí, el nacionalismo consiste en reconocer que Cataluña es una nación y que tiene derecho a decidir. Otra cosa es que convenga ejercer dicho derecho y que asumamos las consecuencias.»

«Convenga ejercer el derecho» es expresión del autor. La referencia a la izquierda, su concepto de izquierda, es, como se observa, absolutamente generoso e inexacto.

Ya está. ¿Y de quien son estos argumentos, estas reflexiones? ¿Mías? No, por supuesto que no. Son fragmentos de una entrevista de Jordi Bernal a Ignasi Guardans.

¿Ignasi Guardans? ¿Y quién es IG? Ignasi Guardans i Cambó (Barcelona, 1964) fue diputado autonómico de CiU y eurodiputado si no ando errado. Durante un tiempo se ocupó de la Dirección General de Cinematografía cuando Ángeles González-Sinde era ministra de Cultura de un gobierno PSOE. Abandonó, no sin fricciones, Convergència, y, punto destacable, es nieto (que no renuncia al legado familiar) de Francesc Cambó, del mismísimo Cambó que apoyó el golpe militar de 1936, el mismo político y empresario que tiene una estatua a él dedicada al lado de Caixabnak y cerca del centro de tortura fascista de Barcelona y a unos 200 metros de una avenida que lleva su nombre. En el centro de la ciudad, al lado de la catedral barcelonesa.

Notas:

[1] «¿Y si nos hacemos todos independentistas?» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=174142

[2] http://www.cronicaglobal.com/es/notices/2013/09/guardans-los-lideres-politicos-catalanes-atacan-hipocritamente-a-espana-441.php

Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.