Traducido para Rebelión por José Lucas
La paz sigue siendo problemática en el Kivu; tan es verdad que el problema sobrepasa el ámbito nacional y regional. Ya es un asunto internacional. El último informe de los expertos de la ONU demuestra suficientemente que el Kivi ha sido abandonado a los saqueadores. La «guerra del Kivu» es ante todo una guerra por el control de los minerales por parte de los «señores de la guerra, tanto nacionales como extranjeros».
El informe de los expertos de la ONU demuestra la existencia de redes internacionales ligadas estrechamente a la explotación del oro, de la casiterita, de los diamantes, del coltan. Estos minerales de la RDC ilegalmente explotados transitan por Ruanda, Burundi, Uganda, Tanzania, Kenia, para ser vendidos en Bélgica, en los Emiratos Árabes, en China, Dubai, Bombay, Entebbe, Amberes, Hong Kong… En cuanto al nombre de las empresas, se cita de pasada Glory minerals, Tony Goetz & Zonen, Comercial Impex ltd., Establecimientos Namukaya, Gold Burundi Link Tranding, convertida posteriormente en Berkenrode BVBA e instalada en Bélgica, Pachanga Ltd y UCL LKtd, Emirats Gold, Huayangi Trading Company (HTC), Afro Ventures Ltd (Hong Kong), Métaux réfractaires Mining Company Ltd, también en Kong Kong… En lo que respecta a los grupos armados, están las FDLR, el CNDOP, PARECO, Los Maï Maï, e incluso las FARDC.
PARA UNA EVALUACIÓN
Tras la lectura de este informe escandaloso, la RD Congo, ella sola, no podría resolver este pillaje de sus recursos naturales. Todas la iniciativas de paz, a semejanza de la conferencia de Goma en enero de 2008, no serían más que ceremonias de distracción. El mal es muy profundo y sobrepasa las fronteras, tanto nacionales como regionales. Le corresponde al gobierno de Kinshasa asumir plenamente sus prerrogativas constitucionales para hacer un llamamiento a favor de la celebración de una «Conferencia internacional sobre el pillaje de los minerales de la RDC».
El enfoque que los EEUU y Europa hacen sobre el conflicto del este de la RDC corre el peligro de perpetuar las raíces del conflicto más que de resolverlo.
El enfoque está obsesivamente orientado sobre el rol de las FDLR y otros grupos rebeldes y deja en la sombra la responsabilidad de Uganda y Ruanda. Ruanda es el principal punto de tránsito de los minerales saqueados en RDCongo por los rebeldes (FDLR, CNDP y otros muchos), que sin embargo representan supuestamente una amenaza para la seguridad de ese país.
Según Dow Jones, las exportaciones de Ruanda han pasado a 20% en 2008 con relación al año anterior gracias a los ingresos provenientes del tungsteno, casiterita y coltan, tres materias de las que su suelo esta desprovisto. Se estima que si el pillaje de los minerales de Congo prosigue al ritmo actual, sus ingresos podrían alcanzar 200 millones de dólares en 2010.
Herman Cohen, antiguo secretario estadounidense para asuntos africanos lo dice mejor que nadie cuando afirma que «habiendo logrado controlar los Kivus durante 12 años, Ruanda no está dispuesto a privarse de las riquezas de esta región que le procura un porcentaje significativo de su producto nacional bruto». Mientras Occidente dé carta blanca a Kagame, el conflicto e inestabilidad persistirá en el Congo.
Ruanda es uno de los principales etapas para la exportación ilícita de los minerales del Congo, pero en el enfoque de los occidentales, que fustiga a los grupos armados porque sacan provecho de los minerales del Congo, no hay mención alguna a Ruanda, siendo como es el gran beneficiario del conflicto y del pillaje de los recursos del Congo; conflicto y saqueo que alimenta desde hace tantos años.
Todos los países occidentales, que se presentan como defensores de la paz, tendrían ciertamente más crédito si ejercieran una presión sobre las multinacionales, directamente asociadas con la financiación de la guerra y la explotación del pueblo congoleño. Los nombres de estas corporaciones, sin embargo, son perfectamente conocidos. Entre ellas se cita Traxys, OM Grpou, Nlattner Elwyn Group, Freeport Memoran, Tagle Wings/Trinitech, Lundi, Kermet, Banron, AngloGold Ashanti, Anvil Mining y First Quantum.
El enfoque de la Comunidad Internacional hace abstracción total de la cuestión de la soberanía sobre los recursos, aspecto central de la guerra geoestratégica sobre las riquezas del Congo; una guerra que justificó el asesinato por Occidente, en 1961, de Patrice Lumumba, Primer ministro elegido democráticamente del Congo y la instalación en el poder del dictador Mobutu durante tres decenios. En nombre de esta misma filosofía los EEUU han apoyado y financiado la invasión del Congo en 1996 y 1998 por Ruanda y Uganda, en detrimento del movimiento no-violento y a favor de la democracia apoyado popularmente, al inicio de los años 1990, por las masas congoleñas con ocasión de la Conferencia Nacional Soberana.
La obsesión por focalizar los esfuerzos en la parte del este del Congo rico en minerales esconde mal las intenciones de los lobbies en Washington que preconizan sin cesar la balcanización del Congo.
La opinión según la cual el conflicto del Congo sólo se puede resolver poniendo fin a los «metales de la guerra» no es realista. La solución plausible y probablemente más rápida sería más bien diplomática y política. Ya se ha visto cómo la presión internacional puede ser eficaz. Es el caso del apartamiento en enero de 2009 de Laurent Nkunda y de la desmovilización de su grupo rebelde, el CNDP, por aquél que era su valedor, el presidente Paul Kagame de Ruanda. Presiones más contundentes deberían ejercerse sobre Kagame y Museveni, que están en la raíz del conflicto desde 1996.
Los países occidentales deberían forzar a todos los actores de la crisis a que se sentaran entorno a una mesa de negociación, más que reforzar el enfoque militarista con su dicotomía de «buenos» contra «malos». La realidad es mucho más sombreada que la imagen en blanco y negro.
Esta aproximación política y diplomática que podría recomendarse a la comunidad internacional debería basarse en los puntos siguientes:
- Los EEUU y Gran Bretaña deberían ejercer una fuerte presión sobre sus clientes Ruanda y Uganda con la amenaza de suspender, si fuera necesario, la ayuda.
- Imponer sanciones a las compañías e individuos comprometidos en el tráfico de minerales con grupos rebeldes o con países limítrofes del Congo, especialmente Ruanda y Uganda.
- Rechazar sin la más mínima tergiversación la militarización de la región de los Grandes Lagos por medio del AFRICOM, que ya ha causado mucha miseria entre la población civil.
- Rechazar el reforzamiento de los regímenes autoritarios como el de Museveni en Uganda (establecido desde 1986) y de Kagame en Ruanda (que ganó las elecciones en 2003 con el 95% de los votos).
- Rechazar la restricción del espacio político en todos los países de la región por los que están en el poder.
Como lo habían predicho varios observadores congoleños, hoy el gobierno de Kinshasa y la ONU buscan chivos expiatorios para sacrificarlos en el altar de la ocupación militar ruandesa del Kivu con su cosecha de crímenes de guerra y contra la humanidad. Entre estos chivos expiatorios se encuentran las FDLR, los Maï Maï, algunas ONG, sacerdotes, etc. La confección de esta lista de cabezas de turco es la obra de expertos internacionales que trabajan a sueldo de la ONU. No obstante, las lista de personas que facilitan la compra de armas y las de los bancos por los que transitan millones de dólares para alimentar la guerra y blanquear el dinero del coltan de sangre faltan cruelmente en los informes de los expertos.
Para muchos observadores, esta puesta en primera fila de las FDLR, de los Maï Maï, de Confesiones religiosas, está prefigurando los objetivos próximos de la guerra de conquista del Kivi. Los robos en los conventos en el Kivu Sur, así como la guerra total contra los Maï Maï no son hechos al azar.
A propósito del trabajo de los expertos, la omisión de las partes principales en el conflicto congoleño, a saber Ruanda y Uganda, empuja a los observadores a denunciar una voluntad deliberada de algunas grandes potencias de encubrir a los militares ruandeses y ugandeses que actualmente se infiltran en las provincias del este de la RDC y de encubrir las maniobras de progresiva ocupación de las provincias del este del país.
Esperamos que los expertos de la ONU hagan honor a su condición de expertos para que establezcan sin complacencia todas las responsabilidades nacionales, regionales e internacionales en la guerra que asola desde hace 13 años la RDC y que ha costado la vida a 7 millones de congoleños. Los congoleños esperan de ellos que llevan sus conclusiones hasta la evidencia del expansionismo terrotorial ruandés hacia las minas de coltan del Kivu.
Podrá detenerse a todos los hutu del mundo, imponer el embargo de armas a las FDLR y a los Maï Maï, pero en tanto se deje actuar a Ruanda y Uganda, dos países que no ocultan sus ambiciones territoriales y expansionistas, no habrá paz en el Kivu. Y, mientras las grandes potencias manipuladoras del Consejo de seguridad de la ONU busquen absolver Ruanda y Uganda de sus pesadas responsabilidades en el conflicto congoleño, no habrá ni paz ni desarrollo en el Kivu.
Toda red de financiación terrorista debe ser desmantelada en la región: la de las FDLR, pero también la del CNDP y LRA. La misma justicia internacional debe ocuparse del dossier de los terroristas Laurent Nkunda y Bosco Ntaganda, que constituyen un elefante blanco en la casa del Congo, para que la credibilidad de la justicia internacional no se resienta por ello (si no lo está ya) y para no dejar que los viejos lobos de la región de los Grandes Lagos africanos se escapen hacia los verdosos pastizales del Kivu.
Georges Ombinda. Investigador independiente