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México

Una mirada queer a «A tu intocable persona»

Fuentes: Siempre

Para adentrarnos en A tu intocable persona, la obra de teatro que toca sin censura temas como la homosexualidad y el Sida, es necesario saber que su autor, Gonzalo Valdés Medellín, fue el primero en llevar este tema a escena. Nació en la Ciudad de México en 1963, y esta pieza fue escrita en 1986 […]

Para adentrarnos en A tu intocable persona, la obra de teatro que toca sin censura temas como la homosexualidad y el Sida, es necesario saber que su autor, Gonzalo Valdés Medellín, fue el primero en llevar este tema a escena. Nació en la Ciudad de México en 1963, y esta pieza fue escrita en 1986 y publicada en España en 1994. Como consigna Olga Martha Peña Doria en su estudio Teatro mexicano contemporáneo, A tu intocable persona recibió ocho Arlequines de la crítica especializada, así como la Beca de Coinversiones FONCA 1993-1994 y la «Orquídea de Oro» al Mejor Dramaturgo en 1995. Estas son algunas de las razones por las que considero pertinente realizar el presente análisis de A tu intocable persona (amén de que en este año de 2014 se celebran los primeros 20 años de que esta obra se publicó y se llevó a escena con notable éxito marcando un hito en la historia del teatro mexicano contemporáneo).

La obra de Valdés Medellín tiene que ver con el espíritu de época que seguía con la tradición de la ruptura que habían iniciado los artistas del 68 y que los de los ochenta continuaron, pero ahora desde una utopía de la identidad, es decir, buscando que fueran respetados hombres y mujeres sin importar su preferencia sexual. Cuauhtémoc Medina, comenta en su texto «Pánico recuperado» escrito para el libro La era de la discrepancia, en el que se plasma el sentimiento de romper con las convenciones de una sociedad ya caduca: «No se trataba de un desplazamiento en pos de alguna meta concreta, sino de una epidemia de una variedad de obsesiones, deseos y utopías instantáneas. Así como se infiltraron y agitaron modos de vida, roles sexuales, la persecución del placer o las nociones de lo absoluto, el arte se convirtió para algunos en el espacio de expresión de una particular heterodoxia». Esta ruptura repercutió en los más jóvenes de esa generación, los nacidos en los sesenta y que comienzan a publicar en los ochenta como es el caso de Gonzalo Valdés Medellín. El escritor continúa con esa línea de la transgresión y critica la postura de la sociedad respecto a la diversidad sexual y a la enfermedad del Sida como castigo divino. Vemos por ejemplo lo que Antonio, un homosexual declarado e intelectual, dice al reportero: «¿Culpables, culpables? La sociedad decente, la sociedad normal, la familia, la guerra bacteriológica…». A esta generación también se le otorga un espacio en la exposición «La era de la discrepancia», de la cual rescato el nombre, pues engloba también la búsqueda por denunciar los pensamientos retrógradas de la sociedad. La sección llevó el título Identidad como utopía, en la que se revisa la creación plástica de los ochenta al que se considera como un «periodo de profundas transformaciones de las funciones del arte y, muy en particular, de los mitos de identidad sexual y cultural». Es en esta década en la que Valdés Medellín escribe y guarda ese espíritu de época: «la crisis de la modernidad, y la emergencia de una crítica de la identidad nacional, a la par que del surgimiento de un imaginario feminista y de identidad gay». Las prohibiciones disminuyeron, los cánones literarios se volvieron caducos y la literatura creció en cuanto a temas y técnicas. Se eliminaron los puntos suspensivos de la censura (Monsiváis, 1984), los personajes pudieron hablar con libertad y los escritores contaron sus historias sin restricciones.

El placer y el erotismo han acompañado a la humanidad desde épocas remotas. En algunas sociedades se ha silenciado lo que tiene relación con ello; sin embargo, después de los años sesenta la sociedad tuvo mayor apertura y libertad para hablar de estos temas, un reflejo fue el incremento en la exploración del erotismo en la literatura. Sin embargo, en México, tuvimos que esperar la ruptura social y por ende la moral propiciada por los artistas de la generación de la discrepancia.

La búsqueda de Valdés Medellín tiene que ver con la búsqueda de la identidad, así lo reflejan en sus conflictos existenciales Orlando y Leonardo, sus personajes. Esta generación se planteará la tarea de reflexionar acerca de la identidad de los seres humanos y de la problemática que genera el tener que ceñirse a cánones morales rígidos. Ahora la ruptura será a través del cuestionamiento del sistema de normas morales basadas en la hegemonía heterosexual, las cuales oprimen la sexualidad de los seres humanos. La estética estará al servicio de la transgresión que busca la aceptación de todas las formas de asumir la identidad.

Al revisar temas como el travestismo nos damos cuenta que «la ‘realidad’ no es tan rígida como creemos y además puede replantearse, pues es necesario contrarrestar la violencia que ejercen las normas de género». Vemos que esta violencia, estas agresiones las padece Orlando continuamente por parte de los médicos, cuando le cuestionan con cuantas personas se ha acostado, o cuando por el simple hecho de ser homosexual, el primer diagnóstico que le hacen, al tener una rara enfermedad es Sida. Además se tacha a los homosexuales como portadores de esta enfermedad por «promiscuos» y «viciosos», y por eso la sociedad los califica como inmorales. Retomando la conocida frase de Simone de Beauvoir: «No se nace mujer: llega una a serlo», Ana Clavel en su libro Fuera de escena, concluye: «…si el género es algo en que uno se convierte -pero que uno nunca puede ser-, entonces el género es en sí una especie de transformación o actividad, y ese género no debe concebirse como un sustantivo, una cosa sustancial o una marca cultural estática, sino más bien como algún tipo de acción incesante y repetida. Si el género no está ligado al sexo, ni causal ni expresivamente, entonces es un tipo de acción que potencialmente puede proliferar más allá de los límites binarios impuestos por el aparente binarismo del sexo…». Valdés Medellín dota a sus personajes de esa complejidad humana que subyace en las sombras del deseo, por eso atraviesa esos límites binarios y que ha impuesto la sociedad que ve la heterosexualidad como el canon. Es en este punto, en el que la definición de lo femenino o lo masculino es ineficiente para clasificar ciertas actitudes de los personajes respecto a su relación con su sexualidad y con el erotismo. Por ello, hemos recurrido al término queer sobre el cual Maricruz Castro Ricalde indica que el término surgió a partir de que se dejaron a un lado las posiciones binarias entre lo homosexual y lo heterosexual o lo femenino y lo masculino, pues lo queer responde a un discurso «dirigido a todas las comunidades que se definen fuera de las categorías de género, es decir, nos encontramos ante la complejidad de la transexualidad y la transgenericidad».En ese sentido, los personajes de A tu intocable persona, en específico Leonardo, Orlando y Antonio se podrían definir como queer (entendido el término como «un estigma paralizante, como la interpelación mundana de una sexualidad patologizada», Judith Butler, 2007) regidos por una visión heterosexual que considera anormales otras manifestaciones de la sexualidad. Sin embargo, se reivindicó el uso del término cuando se aceptó que «las categorías de identidad no son suficientes» y entonces queer sirvió como una forma de afiliación de diferentes sexualidades, gay, lesbianas, bisexuales, heterosexuales que son anti homofóbicos. Sirva entonces el término queer como el adecuado para definir la identidad de los complejos personajes de Valdés Medellín. Y en este sentido, hay que señalar que los escritores como Gonzalo Valdés Medellín, que han nacido bajo el mismo espíritu contestatario de la época, han creado desde su individualidad cuestionamientos valientes y enérgicos al transgredir la moral caduca de una época que no alcanzaba a entender la complejidad de la sexualidad y el deseo, por ello, obras como A tu intocable persona apuestan por la utopía de la identidad, por una sociedad que acepte la diversidad sexual sin estigmatizarla.

Fuente:http://www.siempre.com.mx/2014/12/una-mirada-queer-a-a-tu-intocable-persona/