La elección del candidato presidencial republicano ha sido una pútrida vitrina de racismo y reacción, pero lo único que los demócratas tienen para ofrecer es que no son republicanos. (traducción de Orlando Sepúlveda)
En lo que parece una interminable primaria, el Partido Republicano aún parece no poder determinar quién será su candidato presidencial. Mitt Romney, el candidato del establecimiento del GOP, parece ganar y perder vapor en las últimas semanas ante la arremetida cargada de tonos racistas de Newt Gingrich y flanqueado por el anti-mujer y anti-gay Rick Santorum. Sólo a unos pocos capítulos de la elección primaria de los republicanos y ya han expuesto toda su tóxica monstruosidad.
A cada paso, los candidatos del GOP han competido para ser el más intolerante, el más reaccionario, y el más desconectado con las reales inquietudes del pueblo trabajador. Parecieran venir de una dimensión desconocida, una dónde el desempleo no cuelga con terquedad y donde la mitad de la población no vive en la pobreza o rasguña con salarios de hambre.
Sin lugar a dudas, los republicanos son una horda peligrosa, y eso es exactamente a lo que Barack Obama y el Partido Democrático apostarán para implementar su estrategia de ser el partido de «si-tienes-un-problema-con- nosotros-sólo-míralos-a-ellos» .
Por los próximos 10 meses, seremos sometidos a una incesante campaña para votar por los demócratas, no por lo que han hecho por el pueblo pobre y los trabajadores–nada–sino porque parecen menos repugnantes que los trogloditas republicanos.
Pero esto oculta una realidad fundamental acerca del sistema político estadounidense: Los demócratas no representan el interés de los de abajo, sino que son parte, con los republicanos, del establecimiento político bipartidista que, sin importar que bando esté a cargo en un momento dado, opera–en palabras de Marx y Engels–como «un comité que maneja los asuntos comunes de toda la burguesía».
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Mientras los medios se enfocan en la rapidez con que cambia el nombre del favorito de cada semana, han preferido ignorar aquello que ha sido constante en las primarias republicanas: el intolerable y reaccionario fanatismo desplegado por todos los candidatos durante toda la campaña.
Mitt Romney, emulando a Donald Trump, dijo en un discurso que «Me gusta ser capaz de despedir gente». La campaña de Romney y algunos de sus oponentes afirmaron que la cita fue tomada fuera de contexto, pero más bien parece una sincera e inesperada autoevaluación de un hombre que hizo su asquerosa fortuna en una firma de carroñeros corporativos llamada Bain Capital.
Por su, Newt Gingrich emitió un bizarro desafío a la NAACP, diciendo: «Estoy preparado, si la NAACP me invita, a ir su convención y hablar de por qué la comunidad afroamericana debe exigir salarios, y no quedar satisfecha con cupones de alimentos». Esto luego de sugerir una revisión de las leyes de trabajo infantil para permitir a los niños «pobres» (léase «Negros»), trabajar limpiando sus escuelas para aprender «valores».
Para no ser menos, Rick Santorum también tuvo un mensaje para los afroamericanos: «No quiero hacer la vida de la gente negra mejor dándoles el dinero de otros. Quiero darles la oportunidad para salir y ganarse ese dinero». Luego, Santorum reculó, afirmando que nunca usó la palabra «Negro» (Black, en inglés), sino que hizo un ruido confuso que salió como «blarrgh». ¡Y esa fue su defensa!
Romney ha recibido un aluvión de ataques publicitarios por parte de sus oponentes, especialmente Gingrich, por su tiempo en Bain Capital, cuando la empresa hizo grandes sumas de dinero comprando empresas, «re-estructurándolas»–eso es, despidos masivos y despojándolas de sus activos– para luego venderlas. Gingrich llegó a preguntar, retóricamente: «¿Es realmente el capitalismo acerca de habilidad de un puñado de ricos de manipular la vida de miles de otras personas e irse con el dinero?»
Bueno… sí. Eso es exactamente de lo que el capitalismo es, y cada candidato republicano lo sabe. Todos ellos tienen sus propios vínculos con dinero corporativo–por ejemplo, los $1,6 millones de Gingrich en «pagos de consultoría» por el gigante hipotecario Freddie Mac. Él y el resto podrán hablar todo lo que quieran acerca de capitalismo carroñero, pero todos podemos ver quiénes son los buitres.
Bueno… sí. Eso es exactamente de lo que el capitalismo es, y cada candidato republicano lo sabe. Todos ellos tienen sus propios vínculos con dinero corporativo–por ejemplo, los $1,6 millones de Gingrich en «pagos de consultoría» por el gigante hipotecario Freddie Mac. Él y el resto podrán hablar todo lo que quieran acerca de capitalismo carroñero, pero todos podemos ver quiénes son los buitres.
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Por supuesto, por cada golpe entre ellos, los candidatos republicanos tiran muchos más a Barack Obama–el socialista encubierto que hace la «guerra de clases» y quiere «castigar el éxito». Pero al comparar su salvaje retórica con el récor de Obama, y de los demócratas, preguntamos: ¿Han los republicanos cruzado un umbral hacia a otra dimensión?
Una mirada superficial a los últimos tres años de Obama en la presidencia muestra la fundamental desconexión entre el «cambio» que prometió en el 2008 y las políticas que ha llevado a cabo.
Los demócratas, como lo hizo Obama en su discurso El Estado de la Unión, pagan tributo oral a la clase obrera hablando de la codicia empresarial o de las «dificultades» que enfrentan las familias obreras–mucho más a medida que las elecciones se aproximan. Pero veamos sus políticas reales. Lo que supuestamente fue un avance para los trabajadores y los pobres–como la «ayuda» con la hipoteca o la reforma de la salud–ha sido implementado con un sinnúmero de condiciones y concesiones, mientras que las dádivas a las corporaciones no han tenido límites.
Cualquier persona que se pregunte por qué esto, debe echar una mirada más cercana a la gente con la que Obama ha decidido rodearse, desde el inicio de su presidencia.
Por ejemplo, Bill Daley, ex jefe del gabinete de Obama es también un ex miembro de los comités ejecutivos de JPMorgan Chase y del Consejo de Relaciones Exteriores. Y cuando recientemente dejó su cargo, la Casa Blanca lo re-emplazó con Jack Lew, jefe de la Oficina de Administración y Presupuesto.
Primero, Daley no dejó el cargo debido a un desacuerdo con la dirección ideológica de la administración, sino para asumir un rol protagonista en la campaña de re-elección de Obama, en la que sus vínculos con el empresariado serán muy útiles para obtener grandes donaciones de las corporaciones.
Segundo, Lew no es ningún radical. Entre otras cosas, él fue el director de operaciones de Inversiones Alternativas de Citigroup. Como Glenn Greenwald de Salon.com señaló: «por su trabajo en Citigroup, que incluyó apostar sobre el colapso de los bienes raíces, Lew recibió un salario de $1,1 millones. Después que Citigroup recibió $45 mil millones de su rescate económico, Lew–dos semanas antes de incorporarse a la administración Obama–recibió otros 900.000 dólares de Citigroup en bonos».
Lew tiene simpatizantes incluso entre algunos prominentes republicanos–como el líder de la cámara baja, Eric Cantor, quien dijo a Político en el 2010: «Nadie estaba más preparado y en más sintonía con los números de Jack Lew. Él fue siempre muy cortés y respetuoso en su tono de voz, y alguien del que puedo decir que está muy comprometido con sus principios».
Muchos liberales tratarán de decir en los próximos meses que Barack Obama, en su alma, quiere apoyar el matrimonio gay, en vez de públicamente oponerse; que en el fondo, él que quiere desafiar a los banqueros, en lugar de rescatarlos; que fervientemente busca que la clase obrera tenga acceso a la salud, en lugar de que las compañías de seguros lo tengan a las ganancias ; y lo excusarán diciendo que sus asesores lo han llevado por mal camino, o que los republicanos lo han saboteado.
Pero por sobre todo, escucharás el repiquetear del «mal menor». Que no importa qué tan decepcionado estés de Obama, tienes que votar por él contra los republicanos.
Los demócratas saben que éste es su as bajo la manga. Como Obama mismo dijo en una entrevista acerca de las críticas liberales a su gobierno: «les digo lo que Joe Biden dice: ‘No me juzgues como el Todopoderoso, considera la alternativa'».
Los demócratas saben que éste es su as bajo la manga. Como Obama mismo dijo en una entrevista acerca de las críticas liberales a su gobierno: «les digo lo que Joe Biden dice: ‘No me juzgues como el Todopoderoso, considera la alternativa'».
Aceptar esta lógica significa aceptar que el debate político debe ser mantenido dentro de los estrechos confines permitidos por el sistema político bipartidista. Matt Taibbi de la revista Rolling Stone capturó perfectamente esta dinámica:
Hay diferencias obvias, aun significativas, entre Obama y alguien como Mitt Romney, sobre todo en temas sociales, pero no importa cómo Obama se presente en esta ocasión, la elección entre estos dos no representa de manera alguna una elección entre el «cambio» y el estatus quo. Esta es una elección entre dos diferentes versiones del estatus quo, y todo el mundo lo sabe.
El año pasado, el movimiento Ocupa mostró a la gente un significado diferente de la democracia–una alternativa que de verdad representa un cambio; una alternativa no enfocada en la elección de tal o cual político, sino en retar al sistema en su totalidad.
Ese es el tipo de política que debemos estar construyendo así como las elecciones se avecinan.