Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Pocas veces se puede sufrir un tremendo ataque de risa al leer un testimonio ante el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes de EE.UU. La mayoría de esas deposiciones son pomposas y aburridas y, en todo caso, muy pocos leen el material. Pero el testimonio ante el Subcomité sobre Medio Oriente en julio de Mira R Ricardel, subsecretaria adjunta interina del Secretario de Defensa para Política de Seguridad Internacional fue diferente. Fue pomposo, evidentemente, pero algunos de los detalles no fueron tan aburridos.
El tema de la declaración jurada de la Sra. Ricardel fue el país de Uzbekistán, y presentó una farsa moral que al leerla por primera vez parece ser una sátira: tal vez una caricatura exuberante y muy divertida de los testimonios ante el Comité de la Cámara. Pero, por desgracia, no pretendía ser una parodia. ¿Pero por qué debería testimoniar una de los de Rumsfeld ante la Cámara sobre un país en Asia Central?
La administración Bush declara que Uzbekistán es vital para la seguridad de EE.UU. porque alquila una inmensa base militar a las fuerzas militares de EE.UU. En consecuencia, la Sra. Ricardel estalló de entusiasmo en su deposición escrita diciendo que es «un valioso socio y amigo de Estados Unidos», nada menos. Es ciertamente el caso, pero lo desagradable es que Uzbekistán es una brutal y despiadada dictadura sin la menor pretensión de ajustarse a estándares civilizados de decencia. Bush otorga un apoyo total a su gobernante a pesar de que el Departamento de Estado informa que, en 2003, Uzbekistán «no posee un sistema independiente judicial o legislativa, no existe una oposición legal, ni medios libres», mientras el régimen «continuó cometiendo numerosos abusos graves», y «tanto la policía como el NSS [Servicio Nacional de Seguridad: el antiguo KGB bajo casi la misma jefatura] tortura, golpea y maltrata a los detenidos como asunto de rutina, para obtener confesiones o información incriminante».
Pero al Departamento de Estado le ordenaron que fuera realista y que se suba al bote pro-Uzbekistán de la administración. De repente, en el Informe de 2004 del Departamento de Estado sobre Uzbekistán, cambiaron el tono. ¡Y vaya si lo cambiaron! Claro que no podía ser una tapadera total, porque podría haber llamado una atención desfavorable y hecho el ridículo, como sucedió cuando las cifras de incidentes terroristas fueron falsificados para Bush en la primera versión del Informe de 2004 sobre Modelos del Terrorismo Global. Pero ha habido manipulación y adulteración y la nueva edición anuncia alegremente que «Estados Unidos aprecia a Uzbekistán como una fuerza estable, moderada, en una región turbulenta. Estados Unidos urge mayores reformas para promover estabilidad y prosperidad a largo plazo. El registro de partidos políticos independientes y de organizaciones no-gubernamentales de derechos humanos, sería un paso importante. El gobierno registró la Organización Independiente de Derechos Humanos de Uzbekistán en marzo de 2002. Un año después, en marzo de 2003, el gobierno registró a una segunda organización de derechos humanos, Ezgulik. También se necesita la aplicación de las garantías constitucionales que protegen las libertades personales, religiosas, de la prensa y cívicas.»
Es el tipo de amaño intelectual deshonesto que la marioneta parlante Mira R Ricardel apoyó ante el Subcomité de la Cámara. Se mostró efusiva al hablar del lugar y alcanzó un extremo verdaderamente maravilloso. «Uzbekistán hace un progreso importante en la reforma de su ejército de estilo soviético. Por cierto, en muchas áreas sirve como modelo para otros países de la región. Sólo, entre los estados centroasiáticos, Uzbekistán ha nombrado a un ministro de defensa civil y ha establecido un firme control civil de los militares. Bajo la dirección del ministro de defensa Gulamov [sic; su nombre es Qodir Ghulomov], el ministerio uzbeco de defensa ha iniciado planes de reforma de la defensa para entrenar, equipar y utilizar sus fuerzas siguiendo orientaciones de la OTAN».
En agosto de 2002, Human Rights Watch registró más de 6.500 prisioneros religiosos y políticos en el país. La camarilla gobernante es decadente, corrupta y represiva. El código legal es una farsa y la población sufre una represión draconiana de parte de una maligna autocracia cuyo compromiso declarado con los derechos humanos es una burla obscena de la verdad.
El dueño de Uzbekistán es un rufián corrupto y despiadado llamado Islam Karimov. No es musulmán, a pesar de su nombre, y fue primer secretario del Comité Central del Partido Comunista Uzbeco. Cuando se derrumbó la URSS abandonó el comunismo y declaró la independencia. Luego conquistó la dirección en una competencia en la que los partidos de oposición no pudieron participar o fueron perseguidos usando métodos criminales por la policía y otros rufianes.
En 1992 prohibió los principales partidos de oposición y encarceló a sus dirigentes, y su antigua organización comunista, ridículamente rebautizada Partido Democrático Popular, ganó las elecciones. El período de gobierno de Karimov fue ampliado por cinco años mediante un referéndum en 1995 y en 2000, en una votación igual de deshonesta, fue ‘reelegido’ presidente. (Observadores independientes describieron el espectáculo como «ni libre ni justo», lo que es habla diplomática para algo totalmente amañado). El individuo es un tirano mafioso con sangre en sus manos.
Naturalmente fue invitado a la Casa Blanca. Después de reunirse con Bush y Rumsfeld, visitó el Congreso. Según el comunicado de prensa: «Cuando entró Islam Karimov, los senadores se pusieron de pie y lo ovacionaron prolongadamente. Señalaron que las relaciones del Congreso con Uzbekistán cambiaron considerablemente debido al rápido apoyo de Uzbekistán a la coalición antiterrorista, que ya no limitó su papel al apoyo de su papel en la seguridad regional, sino en la defensa de los principios de democracia y libertad».
Un maligno, repugnante, bárbaro, dictador que no permite «un sistema judicial o legislativo independiente, ni una oposición legal, ni medios libres» fue honrado por Bush y recibió una ovación de pie de gente que no sería capaz de encontrar a su país en el globo, porque suministró una base para la invasión de Irak. Para Bush, no puede hacer nada malo y, dejando a un lado toda la evidencia de lo contrario, Washington hace como si creyera que «defiende los principios de democracia y libertad».
Este cuadro vergonzosamente deformado de Uzbekistán fue fielmente convertido en un testimonio ante el subcomité de la Cámara por la Sra. Mira R Ricardel. Debería recibir un sitio en la Galería de Personajes Famosos como una cobarde apologista de un régimen que no valora ni la verdad, ni la decencia o el estado de derecho. Y lo verdaderamente divertido es que la Sra. Ricardel fue anteriormente jefa de programas en Freedom House [Casa de la Libertad] que se describe como una «organización sin fines de lucro, no partidaria» que es «una voz clara por la democracia y la libertad», y que, como corresponde, produce informes sobre el progreso de la democracia y la libertad en todo el mundo.
El informe de Freedom House de abril de 2004 concluyó que Uzbekistán es uno de los estados más políticamente represivos del mundo, habiendo perpetrado «graves violaciones» de los derechos humanos y de las libertades religiosas. Tres meses más tarde, la antigua luminaria de Freedom House, la Sra. Mira R Ricardel, declaró orgullosamente que «Hemos estado trabajando estrechamente con el Ministerio de Defensa para apoyar los objetivos de Uzbekistán en la occidentalización de su ejército… está haciendo importantes progresos en la reforma de su ejército de estilo soviético. Por cierto, en numerosas áreas sirve como modelo para otros países de la región». Como ser en el amaño de elecciones, en la tortura de sus ciudadanos, en la prohibición de periódicos y en la persecución de los oponentes políticos. Es sorprendente cómo los principios se evaporan cuando el perfume seductor del progreso en la propia carrera es percibido por farsantes adulador@s.
El Foreign Office [Ministerio de exteriores] británico declaró (28 de septiembre de 2004) que «El historial de derechos humanos de Uzbekistán no es bueno … los partidos políticos de oposición están prohibidos o se les impide registrarse… La tortura preocupa especialmente… El Informador Especial de la ONU sobre Tortura visitó Uzbekistán… y dijo que era ‘sistemática'». Pero luego, también, cambió de tono y en octubre destituyó al embajador que había informado que existía tortura y que era realizada con el apoyo de la administración Bush. (El embajador fue objetivo de una campaña de malvado vilipendio del tipo en el que los lacayos de Tony Blair tienen una venenosa experiencia. Es una forma de arte, realmente, pero a un nivel sórdido. Las acusaciones en su contra no fueron más que basura falsa, pero lo salpicaron. Una operación brillante.) (Podría agregar que no me gusta el individuo, que nunca debería haber llegado a embajador para comenzar; pero lo trataron de manera indecente y lo sacrificaron en el altar de la lealtad a Bush.)
Pero nada de esto le importa al Washington de Bush porque el dictador Karimov tiene el gusto de recibir bases militares de EE.UU. en su territorio feudal, que fue motivo de una repugnante farsa en la que Bush celebró a Karimov como no lo hace con numerosos líderes de democracias.
Los dirigentes de Francia y Alemania fueron elegidos en escrutinios abiertos y legales. Sus gobiernos no practican la tortura. (Los matones de Karimov realmente hirvieron vivas a dos personas, según un informe oficial británico.) Tienen partidos políticos de oposición y sus medios son totalmente libres. Pero no son bienvenidos en la Casa Blanca porque se atrevieron a estar en desacuerdo con algunas políticas de un presidente de EE.UU. cuyos valores morales han sido tan brutalmente pervertidos que elogia a criminales autócratas mientras se vilipendia e insulta a líderes democráticos y a sus naciones. «Ustedes están con nosotros o con los terroristas», dice Bush, y si los tiranos aceptan incondicionalmente sus antojos, ellos y otros brutales canallas serán bienvenidos en los aposentos de la libertad, no importa a cuántos hayan cocidos vivos. Bush es un ferviente confrontacionista, pero no confrontará a dictadores opresores si están de su parte.
Uzbekistán tiene un tratado con EE.UU. formulado en términos tan surreales que tenemos que preguntarnos si no es más bien un chiste descomunal. La «Declaración sobre la Asociación Estratégica y el Marco de Cooperación entre Estados Unidos de América y la República de Uzbekistán» es un documento absurdo: un extraño amasijo de patrañas, basado en circunstancias que no existen.
En el acostumbrado estilo señorial pontifica que «ambas Partes reafirman su compromiso con los objetivos legales y los principios de la Carta de Naciones Unidas… así como con los principios del derecho internacional y de los derechos humanos». Es grotesco. Incluso la administración Bush no puede posiblemente creer que el torturador asesino Karimov tenga el más ínfimo «compromiso con los principios de derechos humanos». Y luego el tratado declara que «ambas Partes esperan un progreso concreto» en «el realce de las instituciones democráticas estableciendo un auténtico sistema multipartidario … asegurando elecciones justas y libres… [y] asegurando la independencia de los medios».
Esta barbaridad fue firmada en marzo de 2002. ¿Saben lo que ha ocurrido desde entonces en lo que concierne a la mejora de la democracia o la creación de la independencia de los medios, o alguna cosa decente en Uzbekistán? Claro que lo saben. Nada. Nada de nada. Human Rights Watch señala que «los medios en Uzbekistán operan bajo estrictas restricciones gubernamentales. La libertad de prensa está severamente limitada por un régimen extraoficial de censura… No existen medios noticiosos locales independientes». Freedom House informa que «periodistas críticos son a menudo acosados, amenazados de muerte y de violencia física». Es una situación que merece la total aprobación de Bush y del Pentágono y obviamente de la Sra. Mira Ricardel, ex de Freedom House y actual secretaria adjunta interina de Defensa para Política de Seguridad Internacional, que declara que «Uzbekistán es un apreciado socio y amigo de Estados Unidos», mientras que su líder, Karimov (una «fuerza estable, morada»), continúa reprimiendo a la gente de su país con un entusiasmo salvaje.
Karimov será un sinvergüenza que utiliza la tortura y el asesinato como instrumentos de política estatal, pero no es estúpido. Es la persona más acaudalada de Asia Central y sabe exactamente de dónde proviene su apoyo, y no es de los ciudadanos de Uzbekistán. Puede cometer todos los crímenes que quiera y Bush le pagará y lo protegerá, siempre que el Pentágono pueda mantener su base militar en su país.
En la última «Reunión del Consejo Conjunto de Cooperación en la Seguridad» entre EE.UU. y Uzbekistán en Washington declararon «que la parte uzbeca reafirmó su compromiso con la transformación democrática de la sociedad».
Y Bush dijo en su discurso sobre el Estado de la Unión que «la libertad es el derecho de toda persona y el futuro de cada nación», lo que también eran majaderías sin sentido. Cuando le conviene ignora la tortura y la represión, y el resultado es que el dictador asesino de Uzbekistán goza del lucrativo patrocinio del Pentágono. El mensaje internacional de Bush es claro: Dictadores del mundo, voten por Bush por su propia supervivencia y su prosperidad personal.
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Brian Cloughley escribe sobre asuntos militares y políticos. Su sitio en la red es: www.briancloughley.com
http://www.counterpunch.org/cloughley10302004.html