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Tras casi 400.000 muertos por causa de la guerra civil

¿Va a cambiar por fin la política estadounidense sobre Sudán del Sur?

Fuentes: Foreign Policy in Focus/Counterpunch

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

En términos generales, la Administración Trump apenas se ha manifestado sobre el conflicto que asola Sudán del Sur, optando por una diplomacia silenciosa con los líderes de aquel país, a pesar de un reciente informe que habla de que esta guerra civil ha provocado ya casi 400.000 muertes.

Esta cifra es comparable a la estimación de muertes producidas por la guerra en Siria. Sudán del Sur tiene alrededor de 2 millones de desplazados internos y más de 2,5 millones han huido del país.

Para empeorar aún más las cosas, la población de Sudán del Sur está sufriendo una de las peores crisis humanitarias del mundo. Unos 6 millones de personas, el equivalente al 60% de la población, sufren una grave inseguridad alimentaria y otros 1,7 millones se enfrentan a una inminente hambruna.

«A medida que el conflicto se prolongaba y empeoraba, el número de personas que necesitan asistencia se ha multiplicado, como es lógico», afirmó este mismo año el coordinador de ayuda de emergencia de la ONU, Mark Lowcock.

La guerra civil de Sudán del Sur empezó en 2013, cuando el presidente Salva Kiir y el vicepresidente Riek Machar se enfrentaron. Aunque las causas de la guerra suelen atribuirse a un irresoluble conflicto étnico entre los dinka (etnia a la que pertenece Kiir) y los nuer (etnia de Machar), lo cierto es que ambos líderes se han mostrado más interesados por la acumulación de poder y de riqueza que por su propia gente.

«A pesar de su componente étnico, se trata principalmente de una lucha de poder por el control del país y por quién lo consigue», declaró en 2016 la que era jefa de la misión de la ONU en Sudán del Sur, Hilde Johnson.

Estados Unidos ha ejercido un papel influyente en el país. Antes del inicio de la guerra, la Administración Bush ayudó a los líderes sursudaneses en las negociaciones que lo llevaron a la independencia en 2011. El presidente Kiir lleva a menudo el sombrero de vaquero que le regaló George W. Bush.

Desde 2005, Estados Unidos ha proporcionado a Sudán del Sur más de 11.000 millones de dólares de ayuda. «Una asistencia de tal calibre no tiene precedentes en el África subsahariana y supone una de las más cuantiosas inversiones en ayuda exterior de la última década», según un informe del Servicio de Investigaciones del Congreso.

Estados Unidos, además, ha tomado partido en la guerra. La Administración Obama apoyó al presidente Kiir, ayudándole a conseguir armas a través de Uganda, un importante aliado de EE.UU. en la región. Un antiguo alto funcionario ha reconocido que «hicimos un guiño a Uganda». Para conseguir que las armas siguieran fluyendo, la Administración Obama bloqueó durante años las iniciativas que solicitaban un embargo.

Esa misma Administración siguió apoyando al presidente Kiir en otro momento crucial, en 2016, durante la crisis que provocó la salida del país del vicepresidente Machar. En esa ocasión fueron funcionarios estadounidenses quienes le aconsejaron que dimitiera.

«Creemos que no sería prudente que Marchar regresara a la posición que tenía anteriormente», declaró el Enviado Especial Donald Booth ante el Congreso.

Jon Temin, que trabajó para la oficina de planificación del Departamento de Estado en los últimos años de la Administración Obama, se ha mostrado muy crítico con las decisiones de dicha administración. En un informe reciente publicado por el Museo Estadounidense Conmemorativo del Holocausto, Temin sostiene que si la Administración Obama hubiera puesto en marcha un embargo de armas al iniciarse el conflicto y no se hubiera posicionado sistemáticamente con el presidente Kiir, se podrían haber evitado algunos de los episodios de mayor violencia. «En muchas de las fases del conflicto, Estados Unidos no valoró la posibilidad de dar un paso atrás y reevaluar su política general respecto al país».

Cuando la Administración Obama hizo el traspaso a su sucesora en 2017, Sudan del Sur se estaba partiendo en dos. En julio de 2017, un grupo de analistas y antiguos funcionarios expuso ante el Congreso los tremendos niveles de violencia que se habían alcanzado, citando atrocidades masivas, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. El presidente Kiir lidera «un régimen brutal que continúa asesinando y saqueando a su pueblo», en palabras del antiguo diplomático estadounidense Payton Knopf, que dedicó varios años a trabajar en la crisis. «Puede que el número total de víctimas civiles sea similar al de la guerra de Siria, pero hay que tener en cuenta que la población siria duplica a la sursudanesa».

Últimamente, la Administración Trump ha dedicado más atención al asunto. La Casa Blanca ha publicado declaraciones en su página web en las que critica a los dirigentes sursudaneses y les amenaza con retirarles la asistencia. Funcionarios de EE.UU. coordinaron la reciente votación del Consejo de Seguridad de la ONU por la que, finalmente, se imponía un embargo de armas sobre el país.

Sin embargo, en otros aspectos la Administración Trump ha continuado muchas de las políticas de su predecesor. No ha prestado mucha atención a la crisis. Exceptuando el embargo de armas, que siempre puede evadirse con nuevos guiños a Uganda, no ha hecho gran cosa para dar un paso atrás, reconsiderar su política y cambiar el rumbo.

Estados Unidos «podría perder influencia en Sudán del Sur si mostrara su oposición al gobierno», advirtió no hace mucho el diplomático Gordon Buay.

Claro que algo ha cambiado respecto a Obama. El presidente Trump no solo ha mostrado poco interés por los horrores que se han sucedido en Sudán del Sur, sino que -según múltiples informaciones- ha realizado comentarios racistas sobre los africanos y las naciones africanas. Parece desconocer por completo el papel que Estados Unidos ha desempeñado en Sudan del Sur.

Las perspectivas de paz a largo plazo parecen remotas. Aunque el presidente Kiir y Machar se han puesto de acuerdo sobre un nuevo tratado de paz, numerosos observadores se muestran escépticos sobre su alcance real, pues creen que ambos líderes nunca serán capaces de compartir el poder pacíficamente.

«Es una locura seguir repitiendo una política que no ha funcionado», dijo recientemente Kate Almquist, exanalista del Pentágono.

Fuente: https://fpif.org/with-nearly-400000-dead-in-south-sudan-will-the-u-s-change-policy/

El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se respecte su integridad y se nombre a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente del mismo.