Según las encuestas, 76% de estadounidenses considera que la democracia en su país está en peligro.
El tema llegó al centro del debate desde el asalto al Capitolio en enero del año pasado y ante las iniciativas republicanas para suprimir el derecho al voto. Pese a eso, no hay, hasta ahora, una movilización masiva, ni un sentido de emergencia nacional para rescatar a la supuestamente sagrada democracia estadounidense.
Durante meses, desde la Casa Blanca, legisladores demócratas, prominentes intelectuales y analistas, ex oficiales militares, editorialistas de los principales medios, han advertido y gritado que la democracia estadounidense está bajo amenaza existencial y acusan que republicanos están realizando una subversión del proceso electoral e impulsando golpes duros y suaves, ataques violentos por terroristas domésticos y hasta una guerra civil.
Una ofensiva de las más diversas fuerzas derechistas está promoviendo no sólo la anulación del sufragio efectivo, sino revertir derechos y libertades constitucionales de mujeres, minorías raciales y la comunidad gay. También promueven la prohibición de libros y la enseñanza de historia social, incluyendo el racismo, impulsar campañas contra medidas para mitigar la pandemia como el uso de cubrebocas y el rechazo de vacunas, parte de un ataque contra la ciencia.
Es más, algunas corrientes se preparan para acciones armadas con el fin de, según ellos, de defender su país contra comunistas, anarquistas y otros radicales, incluidos demócratas centristas. No, no es el argumento de una película, es la realidad política que se instaló hace uso años.Y sus dimensiones y poder político son suficientes para provocar alarmas entre la presidencia, legisladores, organizaciones de defensa de derechos y libertades civiles y prominentes intelectuales.
El intelectual y lingüista Noam Chomsky advirtió sobre el riesgo de un golpe de Estado blando en Estados Unidos después del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 perpetrado por partidarios del entonces presidente saliente Donald Trump: “aquello fue un intento por derrocar un gobierno electo.
Y añadió que todo fue muy explícito por parte de Trump: ‘Las elecciones han sido robadas, vamos al Capitolio’. Un intento de derribar a un gobierno electo es un golpe de Estado. Fue un intento violento de golpe de Estado. Un grupo de republicanos rechazó formar parte y evitó que triunfase. Pero ese propósito ha sido seguido por un golpe blando, que está ocurriendo cada día ante nuestros ojos”, dijo .
Sí, es parte del legado activo que cultivó el expresidente Donald Trump, a quien se ha subordinado casi todo el Partido Republicano junto con extremistas, y que incluye un asalto al Capitolio en diciembre pasado como parte de una intentona de golpe de Estado, hecho sin precedente en la historia del país.
El discurso del actual presidente “demócrata” estadounidense Joe Biden puede servir, quizá, para sus ciudadanos, bombardeados permanentemente, durante décadas, con la idea de que dentro y fuera de Estados Unidos se vive una lucha entre la democracia y la autocracia; entre las aspiraciones de la mayoría y la avaricia de unos pocos. Pero, en realidad, ese podría ser un espejo de Estados Unidos.
La realidad del modelo estadounidense de “democracia made in USA” es el enorme poder de los grandes capitales y de los medios de información dominantes para influir sobre las decisiones políticas e imponer su agenda por encima de la voluntad popular, que en la práctica anula la pretendida igualdad de derechos de los ciudadanos.
Y a ello se suma un racismo estructural que mantiene a millones de personas fuera del cuerpo político, condenados a ser carne de cañón pata las aventuras imperiales y el negocio de las transnacionales de la guerra y los armamentos. “No se equivoquen: estamos viviendo un punto de inflexión en la historia. Tanto aquí en casa como en el exterior, estamos de nuevo en una lucha entre la democracia y la autocracia”, señaló Biden, en una revival de discursos de décadas atrás.
David Remnick, director de The New Yorker, señaló que por primera vez en 200 años el país está suspendido entre democracia y autocracia. “El 6 de enero del 2021, cuando supremacistas blancos, miembros de milicias y simpatizantes de Trump asaltaron el Capitolio para tratar de revertir los resultados de la elección presidencial dejamos de ser una democracia plena. Con ello, Estados Unidos dejó de poder autoelogiarse como la democracia continua más vieja del planeta”, señaló Remnick.
Desde hace un lustro, los republicanos y otros grupos aliados de la derecha se han organizado para tomar el control al nivel local, desde juntas escolares a puestos administrativos y de regulación a nivel municipal y de condados desde los cuales han impulsado medidas que afectan desde el programa de estudios de escuelas públicas, hasta qué libros se permiten o no en las bibliotecas, censura que se expresa cada vez más abiertamente en diversas partes del país, como en el siglo pasado.
La agenda política derechista de continúa hoy a nivel federal con legisladores republicanos frenando esfuerzos para defender el sufragio efectivo y a través de la mayoría conservadora en la Suprema Corte donde, entre otras cosas, está en riesgo el derecho constitucional al aborto. De todas formas, son más efectivos aún los esfuerzos derechistas a nivel estatal y local con gobiernos republicanos, donde la ofensiva para suprimir y hasta subvertir el voto se está impulsando.
Más de 440 iniciativas de ley para obstaculizar y dificultar el ejercicio del voto, sobre todo de minorías y pobres, han sido impulsadas en 49 estados, y 19 entidades han aprobado 34 de estas leyes, reporta el Brennan Center for Justice, señala el periodista David Brooks.
Los republicanos en estados donde controlan la legislatura y la gubernatura están usando ese poder para redibujar distritos electorales diseñados para consolidar ese control y dividir al electorado que suele votar en su contra, los demócratas han hecho lo mismo, pero no de manera tan efectiva, en entidades que ellos dominan.
Desde el nivel estatal han impulsado leyes para anular el derecho de las mujeres a servicios de salud que incluyen el aborto. También para cancelar avances en la defensa de derechos civiles de la comunidad gay, ampliar la influencia de iglesias conservadoras en la política, proteger y ampliar el derecho de comprar y portar armas de fuego: casi todo lo relacionado con armamento privado se regula a nivel de cada estado.
Líderes conservadores han sido exitosos en detonar un debate nacional al atacar lo que llaman teoría crítica de raza –frase académica que aborda el estudio del racismo sistémico en Estados Unidos– al calificarlo de antiestadounidense. En Florida se promueve un proyecto de ley estatal para limitar el enfoque sobre racismo, justificado por, textualmente, no haga sentir incómodo, culpable, angustiado o cualquier otro tipo de destreza (a un individuo) por su raza.
Por ejemplo, en Virginia, el nuevo gobernador conservador acaba de instalar un sistema para que ciudadanos puedan denunciar a escuelas y maestros que estén abordando el tema del racismo de manera extensa. Mientras, una junta escolar en Tenesi votó de manera unánime para prohibir la novela gráfica famosa (ganadora del Premio Pulitzer), Maus de Art Spiegelman (sobre el Holacausto), la que ya no podrá usarse en sus aulas porque contiene material inapropiado, incluyendo unas palabras y una figura desnuda.
Y un alcalde del pueblo de Ridgeland en Misisipi se rehusó a entregar 110 mil dólares en financiamiento destinando al sistema de bibliotecas públicas en el condado exigiendo una purga de todos los libros sobre los gay antes de soltar los fondos. En Texas una nueva ley busca limitar la enseñanza de historia reduciendo o eliminado referencias a la discriminacion contra mexicanos y a la esclavitud. En un distrito escolar en Kansas se retiraron 29 títulos de las bibliotecas, incluso uno de la Premio Nobel Toni Morrison.
En York, Pensilvania, maestros y estudiantes lograron revertir con sus protestas una prohibición sobre varios libros escritos desde la perspectiva de niños latinos, afroestadounidenses y gay. Entre los libros había dos para niños sobre Martin Luther King y Rosa Parks. La Asociación de Bibliotecas de America (ALA) reportó que recibió 156 solicitudes para remover 273 libros en 2020, pero en el último trimestre de 2021, esa cifra se elevó a 330. Desde enero 2021, se han introducido 122 proyectos de ley a nivel estatal para prohibir o limitar libros en educación pública y bibliotecas.
Heinrich Heine, poeta alemán del siglo XIX, ya había advertido: Donde quemen libros, también, al final, quemarán a seres humanos.
Amenaza a la democracia
Hay conciencia, señalan los analistas, tras la encuesta de que más de las tres cuartas parte de los estadounidenses opina que existe una amenaza a su democracia. Y sin duda hay expresiones de protesta, algunas marchas, denuncias, acciones no violentas impulsadas por organizaciones como la Campaña de los Pobres y otros para denunciar a los cómplices políticos de estos esfuerzos antidemocráticos.
Varias ONG y organizaciones político-electorales están solicitando contribuciones para defender o rescatar la democracia. Pero por ahora, no hay millones en las barricadas –ni en las virtuales– para defender a esta democracia, que sin duda está viciada de aspectos antidemocráticos como conformación y quehacer del propio Senado, y ni hablar de que no hay voto directo para presidente.
Más aún, desde hace décadas las mayorías no creen que los políticos electos expresan la voluntad del pueblo, sino que trabajan para sus patrocinadores, quienes pagan por esta democracia. Esta ofensiva derechista está logrando, a nivel estatal, suprimir y subvertir el proceso electoral con enormes consecuencias reales para el futuro del país, sobre todo para los sectores minoritarios y los pobres.
“Sigo absolutamente asombrado de que nosotros (gente negra) ahora simplemente tenemos que observar… los esfuerzos de supresión masiva del voto dirigidos contra nosotros, porque los estadunidenses ‘optaron’ por no frenar esto. Ni sé cómo traducir mi ira en palabras. Me enferma, estoy asqueado”, escribe Charles Blow, columnista del New York Times.
Los ricos más ricos
En esta crisis de la democracia junto con la pandemia lo que sigue funcionando, y muy bien, es el sistema económico para los más ricos. La riqueza de los 745 multimillonarios estadounidenses más ricos se disparó 70 por ciento –agregaron $2.1 billones a su fortuna colectiva– desde el inicio de la pandemia.. El nivel de desigualdad económica se ha acelerado bajo gobiernos demócratas y republicanos en las últimas cuatro décadas llegando a su nivel más alto en casi un siglo.
Noam Chomsky –quien considera que en su país procede un golpe blando por fuerzas protofascistas– suele citar a James Madison, uno de los padres fundadores del país, quien argumentó que el objetivo primario del gobierno debería ser proteger a la opulencia de la minoría contra la mayoría.
El debate sobre si es posible tener una democracia política sin democracia económica es antiguo –hasta Aristóteles lo abordó– y tal vez eso tiene que resolverse primero para que el debate sobre democracia sea más urgente y real para el demos.
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Fuente: https://estrategia.la/2022/01/31/vale-la-pena-defender-la-democracia-estadounidense/
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