Un contrincante calza botas vaqueras y el otro botas de combate. George Allen, de 54 años, soñó desde niño con ser un cowboy. Hoy es republicano, busca revalidar su escaño en el Senado de EE UU el martes y tiene aspiraciones nacionales: la presidencia en 2008. James Webb, de 60 años, actual demócrata y antiguo […]
Un contrincante calza botas vaqueras y el otro botas de combate. George Allen, de 54 años, soñó desde niño con ser un cowboy. Hoy es republicano, busca revalidar su escaño en el Senado de EE UU el martes y tiene aspiraciones nacionales: la presidencia en 2008. James Webb, de 60 años, actual demócrata y antiguo republicano, sirvió como ayudante del secretario de Defensa durante la presidencia de Ronald Reagan y, curiosamente, en el año 2000 apoyó para el puesto al hombre con el que ahora se mide. Condecorado con dos corazones púrpura en la contienda de Vietnam, Webb se opone a la guerra de Irak, pero calza botas de combate en apoyo de su hijo, que se fue al frente iraquí hace unos meses.
Desde el comienzo, la carrera por el Senado en Virginia ha sido emblemática. Ayer, unos sondeos situaban a Allen dos puntos por encima de Webb. Otros vaticinaban justo lo contrario. Junto con Tennessee y Misuri, la batalla de Virginia es la más ajustada entre republicanos y demócratas para el Senado. Los estrategas del partido de la oposición pusieron bajo el punto de mira al Estado en el que empieza el sur como uno de los posibles para obtener uno de los seis escaños necesarios para retomar la Cámara alta. También desde el principio ha sido una de las más sucias y ha confirmado que no existe proceso electoral en EE UU que no incluya un escándalo de la vida personal del candidato.
Todo comenzó con Allen. Tildó de «macaco» a un voluntario de ascendencia india que formaba parte de la caravana electoral de Webb. A partir de ahí se abrió la caja de los truenos. Allen fue calificado de racista y salió quien aseguraba que incluso utilizaba «the N word» (la letra N, de negro) en sus tiempos jóvenes de jugador de fútbol americano para referirse a las personas de color. Un compañero de equipo de entonces recordaba estos días cómo hace 30 años, tras volver de una cacería, Allen le cortó la cabeza a un ciervo y la colocó al lado de un buzón de la casa de una persona negra que vivía cerca.
Quizá para ahuyentar todo vestigio de racismo, Allen se hizo la foto con líderes hispanos la semana pasada en plena campaña electoral. «Adelante, amigos», gritaba en el micrófono a los asistentes el senador, de alta estatura y andares de John Wayne.
Cansado de ataques, el equipo de campaña de Allen ha contraatacado. Y lo ha hecho con párrafos de algunas de las novelas que el candidato demócrata Webb escribió (concretamente ocho) sobre la guerra de Vietnam. Uno de ellos, del libro Lost soldier (El soldado perdido), narra con todo lujo de detalles cómo un hombre mantiene sexo oral con su hijo de cuatro años. En otro de los párrafos publicados, en este caso extraído del libro Something to die for (Algo por lo que morir), el escritor y ahora candidato al Senado explica cómo una mujer dedicada al strip-tease juega con una fruta en su vagina.
Las peticiones para que Webb se retire de la campaña no se han hecho esperar. La conservadora Coalición por unos Valores Tradicionales, a través de su presidenta, Andrea Lafferty, dijo: «Demócrata o republicano, un individuo así debería estar en el sofá de su terapeuta, no en el Senado de EE UU».