Demostrando que está adoptando el libro de jugadas de los neoconservadores todos los días que le restan en el cargo, Donald Trump le dio a los neocons una gran victoria cuando nombró a Elliott Abrams, el criminal del escándalo Irán-Contra, como su enviado especial para Venezuela
Abrams se declaró culpable en 1991 de dos cargos por retener información sobre la venta secreta de armas estadounidenses por dinero en efectivo para ayudar a suministrar armas ilegalmente a los contras de la derecha nicaragüense, que luchaban contra el gobierno del presidente Daniel Ortega.
Abrams debía haberse dirigido a una prisión federal, pero el presidente George H. W. Bush, un co-conspirador no procesado en el escándalo, emitió indultos a Abrams y sus cinco colegas de conspiración, el ex secretario de Defensa Caspar Weinberger, el ex asesor de seguridad nacional Robert McFarlane y los ex funcionarios de la Agencia Central de inteligencia Alan Fiers, Duane ‘Dewey’ Clarridge y George Clair, en la víspera de Navidad de 1991, durante las últimas semanas de su administración.
Abrams evitó ser acusado de crímenes más graves por el abogado independiente Lawrence Walsh porque hizo un trato de último minuto con los fiscales federales. Trump, quien no ha ocultado su desdén por los testigos federales que cooperaron, normalmente habría llamado a Abrams una «rata», un término gangsteril que significa informante. El hombre que ayudó a diseñar los perdones para Abrams y sus cinco amigos condenados no era otro que el Fiscal General de Bush, William Barr, quien acaba de ser juramentado como el Fiscal General de Trump. El presidente Trump, quien siempre está denunciando la presencia del «estado profundo» que frustra su accionar, se ha convertido en el principal guardián de esa entidad.
Durante una audiencia reciente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de los EE. UU., la congresista recientemente nombrada Ilhan Omar, demócrata de Minnesota, recordó a sus colegas y al mundo sobre el trasfondo sórdido de Abrams.
Omar se centró en la historia criminal de Abrams:
‘Sr. Abrams, en 1991 usted se declaró culpable de dos cargos de retención de información al Congreso con respecto al caso Irán-Contra, por los cuales posteriormente fue indultado por el presidente George H.W. Bush. No comprendo por qué los miembros de este comité o el pueblo estadounidense deben considerar que cualquier testimonio que usted brinde hoy sea verídico.’
Abrams, como es la naturaleza de los neocons, rechazó responder a Omar tildando sus comentarios como «ataques personales».
El uso de mercenarios y «escuadrones de la muerte» por Abrams y sus colegas criminales para llevar a cabo guerras secretas en Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala durante el gobierno de Ronald Reagan en la década de 1980 ha retornado bajo Trump.
Abrams fue contratado por neoconservadores como el asesor de seguridad nacional John Bolton, el vicepresidente Mike Pence y el secretario de estado Mike Pompeo para supervisar un aumento de la concentración militar estadounidense en Colombia. Se dice que hay 5.000 soldados estadounidenses para apoyar los esfuerzos de los paramilitares y militares de Venezuela para derrocar al presidente Nicolas Maduro.
Se cree que Abrams y Bolton también contrataron los servicios de otro conspirador no procesado en el caso Iran-contra, Michael Ledeen, un colega del deshonrado y condenado ex Consejero de Seguridad Nacional de Trump, el Teniente General retirado Michael Flynn. Ledeen y Flynn son coautores de un libro titulado «El campo de la lucha: Cómo podemos ganar la guerra mundial contra el Islam radical y sus aliados». El libro no contiene nada más que la estupidez neoconservadora estándar que uno podría esperar de gente como Ledeen.
Una investigación oficial sobre el escándalo Irán-Contras conducida por el senador republicano John Tower de Texas concluyó que el amigo de Abrams y Ledeen, el intermediario iraní-judío Manucher Ghorbanifar, un activo del Mossad desde hace mucho tiempo y conocido prevaricador, contribuyó decisivamente al establecimiento de los acuerdos clandestinos del tráfico de armas con Irán.
Ghorbanifar ha estado durante mucho tiempo en la ‘lista de quemados’ de la CIA como un charlatán poco confiable, junto con otros en el Medio Oriente de similares dudosas credenciales, incluyendo a Ahmad Chalabi de Irak, Farid ‘Frank’ Ghadry de Siria y Samir ‘Sami’ Geagea de Líbano. Estos individuos, sin embargo, fueron cariñosamente acogidos por neocons como Abrams y sus socios.
Abrams, cuyos vínculos con la inteligencia israelí siempre han sido un punto de consternación con los funcionarios estadounidenses de contrainteligencia, es parte de una vieja camarilla de demócratas antisoviéticos de derecha que se unieron alrededor del senador Henry Jackson en los años setenta. Junto con Abrams, este grupo de halcones de la guerra incluía a Richard Perle, Frank Gaffney, William Kristol, Douglas Feith, Lewis ‘Scooter’ Libby, Abram Shulsky y Paul Wolfowitz. Más tarde, este grupo tendría sus huellas dactilares en grandes debacles de la política exterior de Estados Unidos, desde Nicaragua y Granada hasta el Líbano, Irak y Libia. Posteriormente, en diciembre de 2000, estos neocons consiguieron convencer a presidente electo George W. Bush de la necesidad de ‘democratizar’ el Medio Oriente. Esa política llevaría más tarde no la democracia sino el desastre al Medio Oriente árabe y al norte de África.
Abrams y sus compinches no se detendrán con Venezuela. Tienen viejas cuentas que saldar con el Presidente Nicaragüense Ortega. El inicio de las operaciones de «cambio de régimen» en Nicaragua, apoyadas por la CIA y el Comando Sur de los Estados Unidos (SOUTHCOM) en Miami, han estado en curso durante más de un año.
La administración Trump ya ha logrado una especie de cambio de régimen en El Salvador. Nayib Bukele, el ex alcalde de San Salvador, quien fuera expulsado del partido gobernante, el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), y se unió al partido de derecha GANA, fue elegido recientemente presidente de El Salvador. Bukele rápidamente ha alineado las políticas de su país con las de la administración de Trump. Bukele se ha referido al presidente Maduro de Venezuela como un «dictador». También ha criticado el reconocimiento de China por parte del anterior gobierno del FMLN y la ruptura de las relaciones diplomáticas con Taiwán. Será interesante ver cómo un sicofante como Bukele podrá sobrevivir políticamente mientras Trump continúa llamando a los desafortunados migrantes de su país que buscan residencia en los Estados Unidos, ‘violadores, pandilleros, asesinos y traficantes de drogas’.
Otro país que se dirige a un dictador de «república bananera» instalado por Estados Unidos es Haití. El presidente Jovenal Moise ha presenciado disturbios en las calles de Puerto Príncipe cuando el Departamento de Estado de los Estados Unidos retiró a todo el personal «no esencial» del país. Moise, cuyo país ha recibido 2 mil millones de USD en ayuda petrolera de Venezuela, para ayudar a compensar el aumento de los precios del combustible, ha continuado apoyando al gobierno de Maduro. Sin embargo, en el artificio neocolonial y administrado por Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos (OEA), los enviados de Moise han estado bajo una presión tremenda para cortar los lazos con Venezuela y reconocer al títere estadounidense Juan Guaido como presidente venezolano. La negativa de Moise a hacerlo dio como resultado que bandas armadas se lanzaran a las calles de Puerto Príncipe exigiendo la renuncia de Moise. Es el mismo libro de jugadas de «cambio de régimen» de los neoconservadores que se usa en Venezuela y Nicaragua.
Habrá intentos similares para reemplazar a los gobiernos pro-Maduro en sus aliados restantes en la región. Estos incluyen Surinam, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas.
Abrams también fue contratado como asesor sobre política de Medio Oriente en el gobierno de George W. Bush. La carnicería de Irak es un claro testimonio de su historial. En 2005, se informó que dos funcionarios clave de la Casa Blanca de Bush, el subjefe de personal Karl Rove y el asesor adjunto de seguridad nacional Elliot Abrams dieron un guiño y un sí con la cabeza a los asesinatos por agentes pagados por Israel de tres importantes figuras políticas libanesas que buscaban un acercamiento con Siria y Hezbollah, el miembro del Parlamento libanés Elie Hobeika, el ex jefe del Partido Comunista Libanés George Hawi y el ex primer ministro Rafik Hariri.
En 2008, un panel de las Naciones Unidas encabezado por el ex fiscal canadiense Daniel Bellemare llegó a la conclusión de que Hariri fue asesinado por una «red criminal» y no por la inteligencia siria y libanesa ni por el Hezbolá libanés tal como lo proponía Abrams y sus amigos en Washington.
La representante Omar dió en el blanco al cuestionar por qué Abrams, cuyo nombre esta desacreditado, como sus dos colegas conspiradores, Oliver North y John Poindexter, cuyas condenas penales se anularon en apelación, está trabajando para la administración de Trump en Venezuela. La respuesta es que los neoconservadores, que pueden sentir, como aves de rapiña, la debilidad política de Trump, han llenado el vacío dejado por las vacantes de primer nivel en la administración.