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El Nuevo McCartismo en la Universidad

Ward Churchill y los ataques a la Educación Superior en Estados Unidos

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

La función verdadera de la NSTL (Asociación Nacional Socialista de Profesores) es la de formar a los nuevos educadores alemanes en el espíritu del Nacionalsocialismo y se está llevando a cabo por los mismos medios con los que el movimiento ha conquistado a todo el país: el adoctrinamiento y la propaganda.

(Declaración de la Asociación de Profesores Alemanes Nacional Socialistas, 1933).

La pasado mes de febrero, tuve la estupenda oportunidad de ser entrevistada para un documental que se va a presentar pronto, «Beyond Five Senses», que se centra en la justicia social, los acontecimientos mundiales, y de forma simultánea, en la esperanzadora evolución de la conciencia humana. La entrevista se desarrolló en el campus de la universidad donde enseño historia de los Estados Unidos. Como el equipo de rodaje se situó cerca de un edificio de aulas cercano, me percaté de la existencia de un graffiti en una esquina del edificio que decía » Replantear el patriotismo». Me sonreí, no sólo porque me recordara mis años de universidad en los sesenta, sino porque en particular esta universidad no es conocida precisamente por su activismo. El entrevistador me planteó una serie de sagaces preguntas tales como: ¿Por qué creo que el pueblo no reconoce el rechazo que experimenta su país?, ¿cómo interpreto la repetición de la historia que se está produciendo ahora, ¿cómo reaccionan mis estudiantes a lo que les enseño sobre la historia de Estados Unidos? El cámara rodó durante una hora mientras se me pedía que me limitara a hablar.

En un día frío y gris de invierno, me arrebujé en mi pesado abrigo y me sentí reconfortada por la corriente de ideas que parecía fluir sin esfuerzo de mi mente y de mi corazón mientras veía pasar a los estudiantes y escuchaba el sonido del carillón de la torre que estaba a mi espalda. Al principio de la entrevista, el cámara filmó el graffiti que estaba en la pared, y al finalizar recogió las imágenes de la llegada de los equipos de mantenimiento del campus aplicando pintura fresca sobre el letrero para borrar cualquier huella de su existencia. Quizás hubiera servido para que alguien se replanteara lo que es el patriotismo. Ciertamente, nosotros lo hicimos durante la entrevista.

Sin embargo, poco después supe que ese mismo día a otro colega, profesor en otro estado que enseñaba una materia diferente no se le pedía que «hablara, precisamente» sino que se callara y abandonara su puesto de trabajo. Ese profesor es Ward Churchill, de la Universidad de Colorado, cuyos comentarios se han sacado de contexto y manipulado totalmente y a quien los neoconservadores y la política neofascista imperante en Estados Unidos que el periodista Seymour Hersh ha denunciado recientemente, han convertido en el símbolo del «profesor terrorista».

Pero no necesito ni el asunto de Ward Churchill ni las declaraciones de Seymour Hersh para llegar a la conclusión de que la educación superior en Estados Unidos está sufriendo una lenta y trágica agonía. Cada día en mis clases revivo esa agonía cuando confirmo que mis estudiantes son incapaces de definir la palabra democracia; que me dicen «hemos hecho lo que teníamos que hacer en Irak» y que no tienen la menor idea de que cuando dejen la universidad descubrirán que el trabajo, que ahora creen les va a ayudar a pagar el préstamo estudiantil de 30.000 dólares que les ha permitido entrar en la Universidad, habrá sido trasladado a un país del tercer mundo. Mientras mis clases cada semestre tienen más alumnos inscritos debido a las multitudes de gentes en paro que llegan por primera vez o vuelven a la universidad, me pregunto cuánto tiempo habrá de pasar para que este número sin precedentes de estudiantes desaparezca cuando comprendan que no existen trabajos para profesionales y que la clase media estadounidense ha desparecido. La gente joven irá descubriendo cada vez más que no tiene mucho sentido ir a la universidad. Después de todo, ¿Quién necesita un título universitario para trabajar en Walmart o Target?

De los institutos de secundaria, dominados por las corporaciones, llegan los graduados que no han recibido prácticamente educación alguna, sino que se les ha enseñado a pasar exámenes, preparados, impresos y administrados por McGraw-Hill o cualquier otro coloso editorial con estrechas relaciones con la administración Bush. Normalmente, ese estudiante desprecia la lectura porque, él o ella, apenas han leído en la escuela, prácticamente no pregunta nada porque la escuela secundaria los ha desalentado para ejercer el pensamiento crítico y plantear problemas, y tiene poca curiosidad y, con frecuencia, escaso interés en los estudios salvo en la obtención de un trozo de papel que constituye «la panacea de los padres y el imán mágico para el empleo que les va a garantizar «una felicidad infinita».

Cada vez más, esos jóvenes carecen de medios económicos para seguir estudios universitarios, de ahí que el «reclutamiento de los pobres» para ir a la guerra sea el único medio de que puedan acceder a la educación superior. Cuando- no si- se reinstaure el servicio militar obligatorio y esos jóvenes (hombres y mujeres) tengan en sus manos la orden de incorporación, los horrores, de los que su educación dominada por las corporaciones los ha protegido, harán que su mundo se desmorone.

Algunos de nosotros que «profesamos» porque tenemos cosas que enseñar en la educación superior querríamos hacer un poco menos traumático el derrumbamiento de esas psicologías y cuerpos jóvenes diciéndoles la verdad sobre su mundo ahora y enseñándoles a pensar, a cuestionar, a resolver los problemas y a prepararse para la cada vez más terrible vida que sus mayores han permitido que se desarrolle.

Sin embargo, cuando hacemos eso, se nos llama «terroristas», «subversivos», «¡anti-patriotas!» y «criminales». El grado al que ha llegado este proceso es semejante al del panorama educativo de Alemania en los años 30 y no es una exageraxión. Es obvio que el procedimiento nazi era el asentimiento o la exterminación. Los profesores que no estaban de acuerdo fueron detenidos y llevados a campos de concentración, y los profesores judíos fueron deportados. Prácticamente, el partido nazi controlaba a los profesores decidiendo quién entraba en el profesorado y quién se promocionaba. En los años cuarenta, los nazis disponían de un cuadro absolutamente complaciente de maestros y profesores.

La Federación de Profesores Nacional Socialistas era una organización profesional dedicada a su formación ideológica y al control de que su enseñanza se ciñera a la doctrina nacionalsocialista. Sin estar afiliado a la FPNS era prácticamente imposible encontrar empleo como profesor. Se tenía que probar la ascendencia aria y los profesores se veían obligados a informar de la lealtad o deslealtad de sus colegas al partido nazi. Se utilizaban los informes para los nombramientos, ascensos y nuevos puestos.

En 1995, Lynne Cheney y el supuesto liberal senador Joseph Lieberman crearon el American Council of Trustees and Alumni (Consejo Estadounidense de Gerentes Universitarios y Graduados). Según Roberto González del San Jose Mercury News, que se basaba en el informe del Consejo: «Defender la civilización: Cómo nuestras universidades están defraudando a Estados Unidos» que parecía defender la libertad de cátedra pero realmente se parecía más a una lista negra. «Con un escalofriante doble lenguaje», decía Gonzalez, «reconoce el derecho de los profesores a hablar claro aunque condena a quienes han intentado poner en su contexto el 11-S, a alentar el pensamiento crítico o a difundir el conocimiento de otras culturas. Los profesores universitarios han sido acusados de carecer de patriotismo por intentar dotar a los estudiantes de los recursos analíticos que necesitan para llegar a ser ciudadanos conscientes».

«Muchos de quienes se encuentran en la lista negra son excelentes profesores en sus materias, y el informe es una especie de terrorismo académico dirigido a difundir el miedo entre otros profesores tomando como ejemplo a los reputados académicos».

«El informe podría servir para ampliar el control en los lugares de debate democrático- nuestras universidades- donde la libertad de expresión no sólo está permitida sino que se alienta».

Pocas horas después de mi entrevista, entré en una clase donde habíamos estado trabajando en un proyecto de análisis crítico del 11 de septiembre de 2001. Durante varias semanas, los estudiantes habían estado investigando en los principales periódicos y en la prensa alternativa sobre los informes publicados acerca del atentado y de los asuntos relacionados con él. En esa clase concreta, exhibí un excelente documental «Hijacking Catastrophe» en el que con mucho cuidado se expone y muestran pruebas de la explotación política del 11-S llevada a cabo por la administración Bush, incluso como pretexto para la guerra de Irak. Durante esa hora mis estudiantes vieron y escucharon información que jamás habían visto en los principales medios de información.

Cuando, tras la visión del documental me dirigí a la clase para el debate, percibí rostros entre la audiencia que habían empalidecido y mostraban claros signos de conmoción. Al pedirles que preguntaran, encontré que los estudiantes se quedaban casi mudos. Eran incapaces de entender cómo no habían encontrado esa información en la prensa o en los medios electrónicos. Era como si la verdad les estuviera inundando más rápidamente de lo que podían procesar, y por unos momentos reflexioné sobre la pregunta que se me había formulado en la entrevista unas horas antes: ¿ Por qué cree que el pueblo no quiere reconocer lo que ocurre?». Un estudiante visiblemente enfurecido comenzó a dar golpes sobre la mesa y a maldecir casi a gritos: «Quiero saber por qué no se nos permite acceder a esta clase de información en los principales medios. Me siento traicionado, manipulado. Siento que mi Gobierno es más peligroso que los terroristas». Otros comenzaron a contar dolorosas historias de amigos que habían muerto en la guerra de Irak o habían regresado psicológicamente dañados. Otros, incluso, expresaron su rabia y frustración porque en sus institutos de secundaria nunca les hubieran desarrollado el espíritu crítico y se hubieran limitado exigirles que fueran capaces de aprobar los test necesarios para graduarse.

Siempre que suscito este tipo de debates con mis alumnos, les recuerdo algunas otras cosas que nunca les han enseñado «lo que nuestros padres fundadores pensaban sobre el Gobierno». Casi sin excepción, nunca habían oído que Jefferson, Madison, Adams y la mayoría de los padres de la Patria desconfiaban gravemente del Gobierno, de quien pensaban que era un mal necesario, «que el Gobierno era necesario para defender el bienestar de los ciudadanos pero que, inevitablemente, los traicionaban». Por ello, los fundadores insistían en que los ciudadanos tenían que ser educados, informados y estar siempre alerta. De ahí que, desconfiar del Gobierno no es anti-patriota sino por el contrario la esencia de lo que los padres de la Patria pensaban cuando elaboraron nuestra Constitución, y que esa desconfianza es la base sobre la que se sustentó la Constitución.

Refiriéndose a su libro America: A Patriotic Primer (Una cartilla patriótica), Lynne Cheney afirma: «Para mí, la tarea más importante a desarrollar es vigilar la olvidada materia de la enseñanza de la historia de Estados Unidos». No puedo estar más de acuerdo en esto, pero seguidamente añade: Cuando se conoce la historia de este país queda bastante claro lo que representamos».

Parece que ella nunca ha leído los que nuestros fundadores realmente dijeron sobre el Gobierno:

«Todos los hombres son un peligro y la única máxima de un gobierno libre debería ser no confiar en ninguna persona que tenga el poder de poner en peligro las libertades públicas» . John Adams

«El Gobierno no consiste en la razón ni en la elocuencia, sino en la fuerza». George Washington.

«Los dos enemigos de la gente son los delincuentes y el Gobierno, así que atemos a este último con las cadenas de la Constitución para que no se convierta en la versión legal de los primeros», Thomas Jefferson.

«Recurrimos al Gobierno para que asegure nuestros derechos», Thomas Jefferson.

Algo inherente a la fundación de nuestro país fue la implícita desconfianza del Gobierno y el principio básico de que debe estar al servicio de los seres humanos en lugar de que las personas sirvan al Gobierno. La Educación Superior en Estados Unidos ha facilitado el escenario público para la libre discusión y el intercambio de ideas. Como frecuentemente recuerdo a mis estudiantes, la universidad no es una iglesia. En la iglesia recitamos credos y hacemos confesión de ideas; en la universidad exploramos y discutimos ideas diversas.

Lo que hace de la educación superior que sea realmente «superior» es que es un lugar donde considerar todas las ideas, sin que importe cuán extrañas, ridículas o blasfemas puedan ser. Si lo que se quiere es garantizar la uniformidad y la conformidad en la educación superior, entonces no se puede considerar ya «superior» y la Primera Enmienda de la Constitución se puede dar por muerta.

Las capacidades intelectuales para cuestionar, pensar críticamente, resolver problemas y utilizar la imaginación son enemigas de la ideología neo-fascista, y de los cultos fundamentalistas cristianos que dominan en la actual administración y en la cultura estadounidense. Señalo que ellos no apoyarían semejantes ideologías si se permitieran pensar críticamente. Si se es seguidor de Jim Jones, David Koresh o Lynne Cheney, no se puede y no se pensará críticamente cuando se está esclavizado por la ideología.

Los estándares neoconservadores y neo fascistas en la educación superior son un reflejo de la educación alemana en los años 30. En efecto, ha llegado el momento de «replantearse el patriotismo». Y ha llegado el momento de escuchar lo que ha dicho realmente Ward Churchill. Si no se puede hacerlo, entonces nunca podremos considerarnos «estadounidenses» ni «personas formadas».

Carolyn Baker enseña en la Universidad del Estado de New Mexico. Su dirección es [email protected]