El Departamento de Defensa de Estados Unidos, detrás de las películas más taquilleras de Hollywood
Millones de personas sintonizarán hoy [en referencia al domingo 2 de marzo] la ceremonia de premios más importante de Hollywood: los Oscar. Todas las miradas estarán puestas en la alfombra roja para ver quién viste qué y los espectadores estarán ansiosos por ver si se desarrolla algún drama, como una bofetada de Will Smith, o si se otorga accidentalmente el Oscar a la película equivocada. Lo que no se mencionará es el hecho de que muchas de las películas que compiten por los Oscar no habrían llegado a la pantalla grande sin la ayuda del ejército estadounidense.
Desde Goldfinger (1964) hasta Captain Marvel (2019), el Pentágono ha colaborado en la realización de más de 2.500 películas y series de televisión con temática de guerra y sigue contribuyendo a un promedio de siete proyectos de largometrajes y más de 90 proyectos de cine y televisión más pequeños cada año.
Roger Stahl, director del Departamento de Estudios de la Comunicación de la Universidad de Georgia y autor de Militainment Inc. y del documental Theaters of War, sospecha que entre un tercio y la mitad de todas las películas de gran éxito en las que aparecen principalmente militares han recibido apoyo militar. “Los Oscar han premiado a unas cuantas producciones de seguridad patrocinadas por estados a lo largo de los años”, escribió en un intercambio de correos electrónicos con esta investigadora.
Según informó Stahl, The Hurt Locker, que ganó el premio a la mejor película en 2010, contó con la ayuda del Departamento de Defensa para la mitad de su producción antes de que la relación se deteriorara. Argo y sus “coproductores” de la CIA ganaron el premio a la mejor película en 2013, y Top Gun: Maverick, de la Marina, contó con nueve nominaciones en 2023.
Los documentos relacionados con la producción de las películas de este año aún no están disponibles, ya que a menudo sólo se puede acceder a ellos mediante solicitudes por medio de la Ley de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés), que requieren mucho tiempo. Pero, según Stahl, “si hubiera una categoría de los Oscar para los que tienen más probabilidades de hacer negocios con el Estado en materia de seguridad, los nominados serían las nuevas ofertas de franquicias que ya lo han hecho antes: Godzilla, Misión: Imposible, El planeta de los simios y Capitán América”.
La nueva serie de investigación Consuming War de The Costs of War, presentada a principios de esta semana, destaca las muchas maneras en que “los estadounidenses se ven inundados de proyectos culturales que promueven el militarismo”. El primer artículo de la serie, “La militarización del cine y la televisión” ofrece un análisis oportuno de la influencia del Pentágono sobre la industria cinematográfica y televisiva. Y resulta que el dinero de los contribuyentes estadounidenses va directamente a los subsidios de Hollywood.
Tanner Mirrlees, autor del informe y profesor asociado de Comunicación y Estudios de Medios Digitales en la Universidad Tecnológica de Ontario, ilustra cómo los estadounidenses están contribuyendo sin saberlo a financiar la propaganda militar disfrazada de entretenimiento comercial. El presupuesto típico de una película de guerra puede oscilar entre 50 y 150 millones de dólares.
Mientras tanto, un solo caza F-35 cuesta más de 80 millones de dólares. Por lo tanto, el costo de adquirir y operar aviones, tanques y portaaviones haría que esas armas fueran inaccesibles para los cineastas sin una amplia subvención del Departamento de Defensa. La asociación con el Pentágono da a los estudios acceso a tecnologías y al personal para operarlas, lugares militares donde filmar y oficiales estadounidenses que pueden hacer de extras financiados por los contribuyentes.
Esta colaboración tiene un precio. A cambio del uso de personal y equipo militar, los productores cinematográficos deben cumplir con la estricta política de entretenimiento del Pentágono, que otorga al Departamento de Defensa la última palabra sobre el guion de una película. Estas colaboraciones con frecuencia requieren cambios en el guion que equivalen a revisionismo histórico. Spy Culture, el “recurso líder mundial sobre la participación del gobierno en Hollywood”, ha utilizado solicitudes de la FOIA para recopilar decenas de miles de borradores anotados de guiones cinematográficos que ofrecen una visión de primera mano de la amplitud de la influencia del Pentágono sobre las películas que conocemos y amamos.
El guion de Godzilla (2014), por ejemplo, fue transformado radicalmente de una película que pretendía criticar el uso de armas nucleares por parte del ejército estadounidense a una en la que Godzilla, una monstruosa alegoría de los bombardeos atómicos estadounidenses, es reforzado por un misil nuclear y luego asistido en la batalla por el ejército. Las referencias del guion original a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki también fueron eliminadas por los productores después de que el Pentágono amenazara con retirar su ayuda a la película.
Godzilla es una de las muchas películas creadas por la industria del entretenimiento militar para ayudar al Pentágono a crear una imagen blanqueada e idealizada de sí mismo. Tanto Zero Dark Thirty como American Sniper exaltan a las fuerzas armadas y a las agencias de inteligencia estadounidenses, al tiempo que estereotipan y minimizan la humanidad de los pueblos afgano e iraquí, perjudicados por las operaciones encubiertas estadounidenses. Como dice Mirlees, estas películas “enmarcan las guerras estadounidenses como necesarias y gloriosas, minimizando o ignorando la devastación humana, social y ambiental que causa la guerra, en particular para los civiles”.
El Pentágono también tiene la costumbre de retener su ayuda a películas que examinan el costo humano de la guerra estadounidense o representan crímenes de guerra cometidos por personal militar estadounidense, como Jarhead, Platoon, Redacted y En el valle de Elah, que fue nominada al Oscar en 2008.
“Una de mis principales preocupaciones con el entretenimiento de Hollywood respaldado por el Departamento de Defensa –explicó Mirlees en un correo electrónico– es su papel en el mantenimiento de un ambiente ideológico en el que un cuestionamiento deliberado del gasto de defensa –y los intereses que se sirven más allá de la mera “defensa” o la “seguridad”– es políticamente cargado, y a menudo se presenta como antipatriótico o antiestadounidense”.
Con un presupuesto propuesto de 850.000 millones de dólares y una séptima auditoría fallida, el Pentágono necesita desesperadamente el escrutinio público. Sin embargo, la pantalla grande sigue pintando una imagen romántica del ejército y su equipamiento. Se calcula que el mediocre avión de combate F-35 del Departamento de Defensa, que ha disfrutado de su cuota de protagonismo en las franquicias Transformers, Superman y Godzilla, por ejemplo, costará a los contribuyentes más de 1,7 billones de dólares.
En lo que respecta a su papel integrado en los largometrajes, el Pentágono hace todo lo posible por mantener su relación con Hollywood fuera de la pantalla. “El problema es la falta de transparencia”, dijo Stahl. “A medida que los investigadores presentan más solicitudes de información, hemos visto que los militares se vuelven más protectores y callados”. Los cineastas también suelen ocultar el alcance total de su colaboración con el Pentágono mientras lanzan activamente conceptos cinematográficos que tienen en mente los valores del Pentágono.
La FCC exige que todas las emisiones públicas incluyan un aviso de todos los patrocinios comerciales y el uso de productos que podría utilizarse como marco para una legislación que exigiría la divulgación pública de la cooperación entre el Pentágono y los estudios cinematográficos, ofreciendo así al público estadounidense la transparencia que merece. Sin embargo, tal como están las cosas ahora, cualquier reconocimiento de la participación militar en una película de Hollywood aparece en los créditos finales y sólo está disponible para los espectadores después de haber visto una película cuyo guion ha sido aprobado por el Pentágono.
Si bien es necesario comprender mejor la influencia del Pentágono tras bastidores en la industria cinematográfica, Hollywood es sólo el comienzo de los esfuerzos del Pentágono por ganarse los corazones y las mentes de los contribuyentes estadounidenses. Desde los videojuegos y la música hasta la moda y los juguetes, los informes de Consuming War seguirán investigando la influencia de los militares en la vida cultural estadounidense.
Entonces, mientras miran los Oscar este domingo, recuerden que no sólo están viendo a las estrellas; están viendo a la industria del entretenimiento militar trabajando arduamente.
Ashley Gate es investigadora en el programa Democratizing Foreign Policy del Quincy Institute for Responsible Statecraft. Su investigación se centra en el nexo entre el derecho internacional y la política exterior estadounidense. Ashley tiene una maestría en Derecho (LLM) de la City University Law School, Londres.
Fuente de la traducción al castellano: https://www.elcohetealaluna.com/y-el-oscar-es-para-el-pentagono/