Que me perdone el novelista paraguayo, Augusto Roa Bastos, por robarle el título de su gran novela para escribir este pequeño escrito, pero no encuentro otro mejor. Es que ni siquiera con el supremo dictador de Paraguay, Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, que algunas cosas buenas también hizo, pueden ser comparados los últimos gobernantes […]
Que me perdone el novelista paraguayo, Augusto Roa Bastos, por robarle el título de su gran novela para escribir este pequeño escrito, pero no encuentro otro mejor. Es que ni siquiera con el supremo dictador de Paraguay, Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, que algunas cosas buenas también hizo, pueden ser comparados los últimos gobernantes de los EE.UU. sino, sólo con Hitler, cuya maldad han superado con creces.
Y para nada se exagera porque la comparación se hace ahora, cuando todavía no hay guerra, aunque se vivan las postrimerías de una paz, que bien pudiera ser la última. Si en tiempo de paz son capaces de hacer las porquerías que hacen, en tiempo de guerra, cuando la crueldad y la indolencia se multiplican por mil, es imposible imaginar lo que serían capaces de hacer. Mientras hubo paz, Hitler intervino en Austria y Checoslavaquia; España no se toma en cuenta porque allí intervino todo el mundo, incluido los españoles. Ahora que me perdonen los austriacos, los checos y los eslovacos porque, a pesar de que el nazismo fue el mayor cataclismo de sus historias, lo pasado en sus países es un nimiedad en comparación con lo que ha sucedido en Serbia, Kosovo, Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Ucrania, no se diga con lo que pudiera acontecer en Venezuela, hoy amenazada como nunca antes.
Se insiste, la comparación con Hitler se hace en una época cuando todavía hubo paz, porque las amenazas de este dictador jamás alcanzaron el calibre y la desvergüenza que tienen la diatriba de que Venezuela representa un peligro para la seguridad nacional de los EE.UU., pronunciada por el Presidente Obama, a quien parecería le han encargado las tareas más sucias de la historia moderna. Es posible que en Venezuela sus gobernantes hubieran cometido errores, eso no se discute, pero son problemas que deben resolverlos los venezolanos, y nadie más. No van a ser los EE.UU., que sólo buscan pretextos para apoderarse de las mayores reservar de petróleo del mundo, los que claven sus garras en nuestro hermano país para complicar más aún su panorama político. ¿Es que acaso el caracazo, cuando Carlos Andrés Pérez ordenó disparar contra su pueblo para salvar su gobierno sobre la base de los miles de cadáveres de los desposeídos venezolanos, crimen por el jamás fue juzgado, puede ser comparado con lo que pasa hoy? ¿Es que acaso son comparables las sanguinarias dictaduras de Pérez Jiménez y Juan Vicente Gómez o, incluso, el régimen democrático, pero represivo, de Rómulo Betancourt, cuando no se respetaba ninguno de los derechos humanos, con el gobierno de Nicolás Maduro, que algo hace para eliminar la miseria heredada de los regímenes anteriores, para que la gran prensa mundial haga la alharaca que actualmente hace sobre una supuesta falta de democracia en Venezuela? ¿Qué entenderán por democracia? Tal vez la dictadura nazi que han instaurado en Ucrania o los gobiernos que implantan a raja tabla los paquetes de medidas neoliberales, que hambrean sin distinción a todo el mundo.
Paren la mano, no busquen un baño de sangre y permitan que los procesos se den democráticamente en la patria de Bolívar.
Presidente Obama, busque y encuentre la solución para los problemas de su país, que se encuentran desperdigados por todos los estados de la Unión y que son muchos y mayores, como usted bien lo ha dicho. Mientras el racismo, la intolerancia, el desempleo, la miseria, la ignorancia, el militarismo y la explotación campeen en su país, usted no tiene el mínimo derecho para dictar normas de comportamiento al resto del género humano.
Los EE.UU. son la más antigua democracia de este continente y cuando se hizo independiente el capitalismo era un sistema que había nacido prácticamente con la llegada del Mayflower, pese a lo cual tienen los problemas mencionados; en cambio, el socialismo de Venezuela es joven y, por lo tanto, corregible. Recuerde que Jesús no en vano le ordena: ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
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