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Yo voy a votar a Luis Alegre

Fuentes: Rebelión

Las palabras que vienen a continuación, expresan solo mi opinión, porque me la preguntan a menudo y estoy harto de repetirme. Entiendo perfectamente, que mi opinión no tiene por qué interesar a nadie, ya que es tan sólo un punto de vista muy relativo. Pero por si preguntan, así es como veo la cosa. Para […]


Las palabras que vienen a continuación, expresan solo mi opinión, porque me la preguntan a menudo y estoy harto de repetirme. Entiendo perfectamente, que mi opinión no tiene por qué interesar a nadie, ya que es tan sólo un punto de vista muy relativo. Pero por si preguntan, así es como veo la cosa.

Para entender muchas de las críticas que se están haciendo a la candidatura de Luis Alegre Zahonero para la secretaría de Podemos Madrid, me ha parecido muy oportuna la idea de «disidente genético» que apuntaba Santiago Alba Rico en su artículo Podemos: los sólidos y los líquidos

A mí -que siempre me ha encantado leer a Marx- había una frase muy famosa que, sin embargo, me desagradó instintivamente desde que era aún adolescente. Creo que era en La ideología alemana donde Marx decía algo así como que el comunismo no era tanto un estadio que hubiera que alcanzar como el propio movimiento que luchaba por conseguirlo. Esto puede ser sencillamente una trivialidad no especialmente marxista, porque eso ya lo dice el diccionario. Lo malo es cuando se pretendía convertir en algo interesantísimo. Siempre me pareció sospechoso que hubiera comunistas tan contentos de ser comunistas que daba la impresión de que, en el fondo, lo que les gustaba era el capitalismo, ya que les permitía ser comunistas contra él.

Algo parecido está pasando ahora con Podemos. Carolina Bescansa fue muy criticada porque una vez dijo que había un Podemos para ganar y otro para protestar. Puede resultar demasiado dicotómica la cosa, pero entre mis amigos y compañeros de izquierdas, a mí siempre me pareció, también, que los había de dos tipos. Unos creo que eran de izquierdas y antisistema porque consideraban que vivimos en un sistema absurdo y criminal y porque estaban convencidos de que había uno menos absurdo y criminal, sin que esto implicara para nada que a uno le entusiasmara la idea de ser un activista antisistema. Algunos, incluso, eramos tan perezosos que parecía que hubiéramos nacido cansados. Y por lo que luchábamos era, precisamente, por un mundo en el que fuera posible descansar. Mi autor antisistema favorito siempre fue Paul Lafargue, porque, fuera lo que fuera el socialismo o el comunismo, a mí me parecía que por encima de todo tenía que ser el «derecho a la pereza», un derecho que el capitalismo había extirpado de la humanidad. No es por defender especialmente la gandulería, sino porque las cosas más bellas e irrenunciables de la humanidad surgieron de la filosofía y la filosofía nació del ocio. Lo más interesante del mundo ha surgido siempre de lo desinteresado, y por tanto, en cierta forma, del aburrimiento y del tiempo libre.

En resumen, algunos teníamos muy claro que si éramos de izquierdas era para poder dejar de serlo. Y que si merecía la pena luchar por algo, era por ese algo, y no por seguir luchando. Se puede disentir de este mundo para conseguir un mundo en el que no haya que ser un disidente. Puede que no sea muy romántico, pero no es disparatado. Por eso, la idea de un poder constituyente permanente, que no pretendiera levantar nada lo suficientemente constituido como para mantenerse en pie sin una continua intervención de la ciudadanía, siempre me pareció la peor de las pesadillas. Sin embargo, creo que tengo buenos amigos a los que esta idea les molaba. Y les sigue molando. Creo que la metáfora de Santiago Alba, distinguiendo lo sólido de lo líquido, daba muy bien en el clavo. Debió de ser allá por el 68 cuando a la izquierda le nació una profunda desconfianza hacia lo sólido, al tiempo que una reverencia medio mística hacia lo «vivo», lo «móvil», lo «creador», lo «dinámico», lo «constituyente», lo «fluido» o lo «líquido». Yo creo que la culpa la tuvieron Foucault, Deleuze y Guatari. Y luego, claro, Toni Negri. Pero, bueno, da un poco igual. El caso es que me da la impresión de que algunos en Podemos no quieren que gane Podemos. Si ganara Podemos, se quedarían sin aliento vital, porque tendrían que defender algo, en lugar de criticarlo. Ya sé que no está escrito que para ganar tenga que ganar Claro que Podemos. Pero no puedo evitar escuchar por debajo de algunas críticas una vieja canción. Se está acusando a CqP, y sobre todo a Luis Alegre, de pretender introducir una deriva socialdemócrata en Podemos. He leído algunas cosas en facebook y en twiter realmente insultantes. Se le ha acusado de utilizar el pretexto de la igualdad de género para criticar a Syriza, con la intención secreta de distanciarse de ella y de la izquierda en general. Pero, en realidad, el modelo que tanto pretenden defender del malvado Luis Alegre no es el de Syriza ni mucho menos. Puestos a denunciar derivas socialdemócratas, Varoufakis me ha recordado bastante -a mí, que le conozco bien, porque llevo diez años escribiendo con él- a Luis Alegre. Un «marxista errático» que no se muerde la lengua al explicitar que su programa es salvar el capitalismo europeo de sí mismo. «Vamos a salvar lo que detestamos», ha dicho Varoufakis, porque de ello depende urgentemente la vida de millones de personas. Yo estoy de acuerdo con este programa tan modesto y realista y sé que Luis Alegre también. Frente a ello, algunos son mucho más revolucionarios. Pero no creo que porque piensen que van a hacer una revolución (no son tontos), sino porque, en realidad, les gusta mucho eso de intentarlo sin descanso. Son gente que no se cansa nunca. No necesitan ganar, aunque sea modestamente. En realidad, no quieren ganar, están muy satisfechos haciendo la revolución. Algunos llevan toda su vida movilizando 20.000 votos y han sido felices. Yo mismo he hecho eso en Izquierda Anticapitalista y he sido feliz. Pero ni se me pasaría por la cabeza que es una buena idea políticamente hablando. Es una buena idea para ser feliz porque conoces gente de puta madre, eso sí. Incluso ahora que no paran de dar el coñazo, me siguen pareciendo unos amigos de puta madre. Pero políticamente es una idea pésima.

Hay otros más radicales. Los hay que piensan que Podemos ha normalizado el 15 M o que lo ha echado a perder. Lo estoy escuchando mucho por ahí. No estoy seguro de quién escribió esto que leí por casualidad: «Hace cuatro años (en realidad algún tiempo más) empezamos a atrevernos a reimaginar la democracia soltando el lastre de ideologías trascendentes, poniendo a funcionar las potencias de las diferencias, haciendo de las redes y los afectos nuestra principal arma, creyendo en la participación ciudadana. Ahora, sin embargo, el discurso se simplifica… Se dice que son los únicos que saben ganar. Eficaces yo reconozco que son, pero en una dirección contraria a como yo imaginaba el devenir de un proceso liberador». Son unas palabras simpáticas, pero, sí, es verdad, mi proyecto político favorito va en otra dirección (no necesariamente contraria) Yo no tengo ni tiempo ni ganas de estar todo el tiempo haciendo piruetas en una red asamblearia. Quiero ganar unas elecciones. Es más, ganar unas elecciones me parece una idea fenomenal para los que quieran potenciar diferencias participando en redes sociales y asambleas liberadoras. No veo qué podría tener de malo contar con políticos que, por ejemplo, derogaran la ley mordaza o que acabaran con el monopolio mediático de la extrema derecha en las televisiones autonómicas y en la concesión de licencias para los canales privados. Creo que la intensidad de la participación ciudadana se potenciaría bastante. A no ser que haya en todo esto un anhelo de marginalidad o un síndrome de disidencia genética. Hay a gente que le atrae más el malditismo de la izquierda que la izquierda misma. Y a mí no me parece mal, pero, en efecto, Podemos no va por ahí.

También he visto que se acusa a Luis Alegre de burócrata y, a veces -lo he leído, sí- de estalinista. No voy a discutir esto porque no quiero cabrearme. En mi opinión -que es muy relativa, lo sé-, Luis Alegre no es un burócrata sino un organizador impresionante. Yo diría que es él, más que nadie, quien ha hecho posible que Podemos tenga pies y cabeza. Algunos consideran eso un gran inconveniente, pero a mí me parece pertinente que un organismo tenga órganos, aunque uno de ellos sea, precisamente, la cabeza.

Como ya he dicho, a mí me gusta que las cosas se tengan de pie. Y que a ser posible, se estén quietas. Nunca he entendido qué sugería de bueno eso del «cuerpo sin órganos» de Deleuze o eso del «nomadismo». Sobre todo, teniendo en cuenta que el capitalismo «todo lo sólido lo ha desvanecido en el aire». Lo malo del capitalismo no es que sea muy rígido, sino, precisamente, que es tan flexible que nos ha hecho migas. Puede que algunos se inclinen más que otros a ser nómadas, pero nunca tanto como el capitalismo, que sería muy capaz de meter en pateras a toda la humanidad. Por eso, no sé qué tiene de seductora la idea de un perpetuo poder constituyente, porque eso es, para nosotros, lo que precisamente tiene de malo el capitalismo, que no respeta lo constituido, que no hay institución republicana que pueda funcionar bien con el mar de fondo capitalista. Lo malo del capitalismo es que nunca da nada por bueno, que no respeta ni a su padre (mejor dicho, que por no respetar, no se respeta ni a sí mismo). Contra él, queremos más bien todo lo contrario: instituciones que se sostengan en pié por sí solas, sin necesidad de agotar en ello la vida de los seres humanos. A mi entender, por cierto, todo lo contrario de una asamblea global y permanente que no tenga ni principio ni final. Políticamente, estoy a favor de los organismos, no de las arenas movedizas. No creo que eso me convierta en estalinista. Por ejemplo: las fiestas me gustan que sean fiestas, y no desfiles.

Es muy saludable que haya críticas internas, en general, y en particular a Claro que Podemos. Pero hay que reconocer que por ahora no han acertado mucho. No cesa de criticarse a Luis Alegre, pero veo pocas autocríticas. La ristra de meteduras de patas de los que hoy abominan tanto de CqP es interminable y se remonta ya a mucho antes de que existiera Podemos. No todos han metido la pata en el mismo sentido, pero sí cada uno a su manera. Cierta izquierda, por ejemplo, vio con muy malos ojos que Pablo Iglesias saliera tanto en las televisiones de derechas. Aún no existía Podemos, pero a ellos les parecía una mala idea, a veces, incluso, una traición. Lo recuerdo porque tuve que intervenir en facebook varias veces animando a Pablo a seguir haciéndolo. Salir en la tele no valía de nada, se decía, lo que había que hacer era luchar en la calle. Luego, se puso el grito en el cielo porque en las papeletas electorales saliera la cara de Pablo. La calle no necesita líderes, se decía. Muchos de los que ahora repiten tanto eso de «todo el poder a los círculos», resulta que estuvieron en contra de denominarles «círculos», argumentando que esa importación latinoamericana no cuajaría en España. O el uso de la palabra «patria» que tanto horrorizó a cierta izquierda. O el asunto de la manifestación: hasta el mismísimo día anterior no paró de repetirse que era una metedura de pata de Luis Alegre y su cúpula de burócratas. Al día siguiente, todo el mundo se justificaba porque, al parecer, el pueblo había corregido a Luis Alegre haciendo lo que Luis Alegre deseaba. Resulta que esa idea -que algunos tildaron incluso de fascistada- se tradujo en un éxito incuestionable, pero gracias a los que anunciaron e incluso desearon que fuera un fracaso.

Puede que CqP está cometiendo muchos errores, pero no se puede decir que sus críticos más encarnizados hayan dado mucho en el clavo. Tanto que se criticó la famosa lista plancha sobre el modelo organizativo de Podemos… Viendo ahora el ritmo vertiginoso al que está ocurriendo todo, viendo la cantidad de decisiones por minuto que se están teniendo que tomar -no digamos ya en Andalucía- ¿alguien se imagina lo que estaría ocurriendo si hubiera triunfado en su momento el modelo organizativo de Sumando Podemos? Yo sí, y me da risa pensarlo.

En todo caso, yo no me preocupo demasiado. En las listas que compiten por Madrid dentro de Podemos hay personas irrenunciables. Seguro que sabrán juntarse bien pronto, en cuanto empiece la verdadera batalla contra la mafia. Aquí no sobra nadie, por ahora, más bien, aún faltan muchos, muchísimos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.