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Elecciones indias: de la desmesura electoral a la desmesura religiosa

Fuentes: Rebelión

El día 19 ha comenzado el proceso electoral indio cuyo resultado se conocerá recién el día 4 de junio, cuando se cierre la posibilidad para los 969 millones de votantes -sobre una población total de 1.400- de elegir a su nuevo Primer Ministro y a los 543 miembros de la 18ª Lok Sabha (Cámara Baja del Parlamento), en un proceso que cuenta con siete fases.

Se estima que los comicios tendrán tendrá una participación abrumadora, para el cual se invertirán, aproximadamente, 15.000 millones de dólares, poco menos del doble de la de 2019, donde se gastaron uno 8.500 millones.

En esta oportunidad se abrirán más de un millón de centros electorales y estarán avocados al proceso cerca de 15 millones de trabajadores y funcionarios y en el que participarán 2.700 partidos políticos, seis de ellos nacionales y más de 70 estatales.

En la anterior elección de 2019, en la que el Primer Ministro Narendra Modi alcanzó su segundo mandato, consiguió la mayoría parlamentaria con 303 escaños, número que intentará superar en esta oportunidad para llegar a los 400 parlamentarios que le permitirían cambiar la Constitución para convertir a India en una república teocrática.

Es clave para el partido de Modi, el ultraderechista Party Bharatiya Janata (Partido Popular Indio) o BJP, superar la participación del electorado que llegó al 67 por ciento en la última elección, lo que significó la mayor participación electoral de la historia del país. Cuestión que podría ser factible, ya que, según las investigaciones, en el primer día de elección, el viernes 19, a pesar de la extenuante ola de calor, participaron 166 millones de votantes. De confirmar las urnas todas las presunciones, Modi se convertiría en el segundo Primer Ministro de India elegido tres veces consecutivas como lo fue Jawaharlal Nehru (1947-1964).

El arduo proceso electoral se desarrolla en un complejo marco social donde en donde los regionalismos y las identidades étnicas y religiosas juegan un papel primordial. Más si se tiene en cuenta como jugará la comunidad islámica -de unos 220 millones de fieles- a la que Modi ha perseguido, encarcelado y asesinado desde que se convirtió en Ministro Jefe (gobernador) del Estado de Guyarat en 2001.

En vista del gigantesco espectro que significa la sociedad india en cada uno de los 28 estados y sus ocho territorios, las alianzas siguen siendo un factor decisivo en los resultados finales. Además juegan otros factores, cono la corrupción crónica y generalizada, la cuestión de castas y las abismales diferencias sociales que se incrementan año a año.

Según la revista Forbes el país cuenta con 200 multimillonarios, frente a los 169 del año pasado, con una riqueza colectiva estimada en 954.000 millones de dólares, que cohabitan con 270 millones de indios que se encuentran debajo del nivel de pobreza, lo que ubica a India en el lugar 143 entre los 195 países evaluados, según el Banco Mundial, que además tiene cerca de 400 millones de analfabetos.

Asó, el país más poblado del planeta presenta diferencias, en lo profundo de su sociedad, diametralmente opuestas, como que mientras vastos sectores de la sociedad han ingresado a un mundo de alto nivel tecnológico, que instala al país entre la elite nuclear, lo que le ha permitido iniciar una floreciente industria espacial que en agosto del año pasado le permitió convertirse en el cuarto país del mundo, después de la extinta Unión Soviética, los Estados Unidos y China, en llegar con una nave a la superficie lunar. Y el primero en hacerlo en el inexplorado polo sur de ese satélite con la Misión Chandrayaan-3, de la Organización India de Investigación Espacial.

Al mismo tiempo que inmensas mayorías siguen instaladas en un mundo que se asemeja al siglo VI, sometidas a los caprichos del régimen de castas donde todavía más de 200 millones de impuros, intocables o dalits, viven en condiciones de discriminación difícil de comparar con cualquier otro colectivo social en el mundo.

A la cuestión de castas se agregan las disparidades de género y una creciente violencia contra las mujeres, donde los casos diarios de violaciones en manada se han convertido en parte del paisaje social.

Detrás de la capa cosmética de la “modernidad”, alaba por Occidente dado que el mercado indio es siempre muy atractivo, la injusticia y la desigualdad social son soslayadas. A pesar de que enormes mayorías no conocen derechos y dependen para todo de los caprichos de un señor de la comarca, que a la vez depende de… y así hasta alcanzar el círculo áulico que en verdad controla el país, más allá de un amañado sistema democrático.

Si las encuestan no fallan o no acontece algún fenómeno inaudito, Narendra Modi se impondrá sin dificultades a su principal rival, la
Alianza INDIA (por su acróstico en inglés The Indian National Developmental Inclusive Alliance) o Alianza Inclusiva de Desarrollo Nacional de India, compuesta por 41partidos políticos, entre ellos el otrora invencible Partido Congreso Nacional Indio encabezado por Rahul Gandhi, o el Partido Aam Aadmi o AAP (Partido del Hombre Común), cuyo principal líder y Ministro Jefe (Gobernador) de Nueva Delhi, Arvind Kejriwal, ha sido encarcelado en marzo con cargos por corrupción.

El AAP, un partido que hasta hace ocho años era solamente fuerte en la capital y su área, hoy se ha expandido a muchos estados, incluso Kejriwal, y corre a Modi por derecha, arrebatándole su discurso nacionalista e hinduista.

Quien alcance a gobernar India se enfrentará a problemas concretos como el desempleo, que a finales de 2023 registró entre los jóvenes de 20 a 24 años un 45 por ciento; las protestas de agricultores, que representan más de la mitad de la población del país y se encuentran en pie de guerra por las modificaciones en las normas de comercialización de sus productos; los eternos conflictos fronterizos con Pakistán, principalmente en el área de Cachemira, siempre un foco de fuertes disputas con Islamabad y los siempre latentes focos de la guerrilla Naxalista, de origen maoísta, en el noreste del país y los grupos terroristas vinculados a al-Qaeda y el Dáesh, que han producido importantes atentados en diferentes ciudades de la Unión India.

Todo por la victoria cultural

Modi, a lo largo de su ya extensa carrera política, aprendió que para alcanzar los logros políticos que cosecha en la actualidad tendría que dar y vencer en una batalla cultural que no era para nada menor en un contexto como India, donde lo cultural, las religiones y la tradición, inciden de manera absoluta en la vida cotidiana de cada uno de los 1.400 millones de indios, sean creyentes o no o lo más o menos apegados que puedan estar a las tradiciones.

Para lograr sus fines no dudó en implementar sistemáticamente todas las herramientas del Estado, emitiendo leyes que le han permitido perseguir, encarcelar y asesinar a opositores incluso fuera de India (Ver: Canadá: ¿Un presente griego para Modi?) convirtiendo a la mayor “democracia” del mundo en una maquinaria perversa donde el supremacismo hinduista

coquetea entre el genocidio y la guerra civil.

Para ello Modi ha esmerilado la libertad de prensa desde su llegada al poder en 2014. En la Clasificación Mundial anual de la Libertad de Prensa India cayó del puesto 140 al 161 en 2023 de un total de 180 naciones estudiadas.

Modi ha intervenido en la independencia de instituciones estatales como la comisión electoral, e incluso el poder judicial, que ha colonizado para dar cobertura legal a sus arbitrariedades.

El actual primer ministro ha sabido golpear con certeza y extrema dureza todos los conceptos culturales del país mezclando el nacionalismo y la religión hindú, de lo que emerge el concepto de Hindutva (el ser hindú).

En enero pasado, en lo que se puede definir como un acto más de su campaña electoral, se inauguró el gran templo de Rama, el principal dios de la cosmogonía hindú, en la ciudad de Ayodhya en el estado de Uttar Pradesh, donde se cree que habría nacido hace 7.000 años. Con una ceremonia que tuvo características de canonización de la propia figura de Modi (Ver: India. Una divinidad llamada Modi) se dio por terminada la disputa con la comunidad islámica, donde en ese mismo predio se levantaba una mezquita del siglo XVI que, en 1992, fue asaltada y destruida por fanáticos hinduistas, lo que derivó en serios disturbios religiosos en todo el país, que se saldaron con muertos y más saqueos.

Entre sus acciones antiislámicas están la Ley de Enmienda de Ciudadanía (CAA), que apunta a dejar sin la ciudadanía india a miles de musulmanes, o el levantamiento del artículo 370 de la Constitución india, que otorgaba estatus autónomo al estado de Jammu y Cachemira, de mayoría islámica, que además facilita las condiciones para que miles de hindúes se instalen en esas regiones para modificar la ecuación de la mayoría religiosa.

Además, la campaña antiislámica de Modi, se ha continuado con el cambio de nombre de ciudades fundadas por antiguos gobernantes musulmanes y la revisión de los libros de historia e infinidad de programas de televisión, publicidad y películas, con lo que ha infundido a porciones de la población india un fuerte espíritu nacionalista e hinduista para convertir al país en una desmesurada teocracia.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

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