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Entrevista con Meisam Al-Mahdi, obrero y coorganizador de las protestas de los obreros de la Fábrica de Acero de Ahwaz

«Nuestra voz no se limita a Ahwaz ni a Irán: la voz de nuestro movimiento ya es internacional»

Fuentes: Rebelión
Traducción al español de Shekoufeh Mohammadi.

A los obreros de Zanon y Brukman, por su resistencia y el ánimo que despiertan

Desde el día jueves 21 de julio de 2022, los obreros de Acero de Ahwaz han vuelto a llevar su lucha a las calles. Bajo el filo del sol ardiente, frente a la Secretaría de Gobernación de la provincia de Juzestán, la elocuente voz de Gharib Haweizawi, representante obrero, grita la lucha de clases… esta vez protestan contra la cancelación de las tarjetas de acceso de siete obreros. Él se pronuncia sobre la relación de los diputados con la mafia de acero, responde a las absurdas acusaciones de los corruptos sistemas judiciales de Irán contra los obreros y habla de los ingresos desmedidos de los directivos de la empresa y su relación con los diputados: se refiere a cómo los capitalistas, políticos y el gobierno se entretejen. Haweizawi nos recuerda que, en una situación de estas características, participar en las elecciones no sólo remedia nada, sino que es una deshonra: el diputado que entre en el parlamento mediante estas elecciones, respaldará, sin duda, a los dueños del capital. Él evidencia que ninguno de los poderosos está dispuesto a ser transparente respecto de sus propias riquezas o las de su familia.

El día domingo 24 de julio, bajo el calor de 50 grados, frente al edificio de Gobernación de la provincia de Juzestán, Karim Sayahi afirma: “¡Nosotros sabemos autogestionarnos!” Sí, hace un largo tiempo que los obreros de Acero de Ahwaz hablan de la autoadministración y gestión consejal de la fábrica; Al tiempo de observar con los ojos abiertos las luchas de otros obreros de Irán y tomar en cuenta sus experiencias en sus luchas diarias, los obreros de Acero de Ahwaz han estado además al tanto de las experiencias de lucha de los obreros de Argentina y saben que el capitalismo es el enemigo común de todos ellos.

Al igual que los obreros de Caña de Azúcar de Haft-Tappeh,[1] los obreros de Acero de Ahwaz también han pasado por una larga y enorgullecedora historia de lucha; han sido detenidos y torturados muchas veces; su representante fue forzado a sentarse frente a una cámara para “confesar” en contra de sí mismo y de los demás obreros; los han expulsado del trabajo para infundir miedo en los demás trabajadores…. Pero los obreros de Acero de Ahwaz siguen siéndose fiel. En el fuego de la lucha, en los hornos de la fábrica, ellos se han convertido en acero y han mostrado que, con su fuego interior, avivarán las llamas de la lucha de clases.

Los obreros han mostrado que pueden sacar sus luchas adelante y encontrar soluciones a sus problemas sin la intervención de los variopintos partidos políticos que los creen a la espera de sus órdenes y liderazgo. Los obreros de Acero de Ahwaz no han esperado a un salvador: son ellos mismos el capitán del barco de su propio destino…

El Grupo Nacional de Industria de Acero de Ahwaz empezó sus actividades en 1963 con una sección de fabricación de tubos y después con una segunda, dedicada a la producción de vigas de hierro. Más adelante se le añadieron, gradualmente, una sección de metalurgia (que produce vallas y barreras), la sección de producción de acero y, finalmente, la sección llamada Kousar encargada de la producción de alambres y barras de refuerzo (barrillas para construcción). Acero de Ahwaz es la primera fábrica de productos laminados de acero en Irán. En el año 1967, tras el montaje de la maquinaria y la instalación del instrumental necesarios, una nueva línea de producción le fue añadida. En el proceso de la privatización de los bienes públicos en Irán, y con base en el artículo 44 de la Constitución de la República Islámica de Irán,[2] el Grupo Nacional de Industria de Acero fue entregado a Amir Mansur Arya (Mahafarid Josrawí), quien, años más tarde, fue acusado de una escandalosa malversación (por la cantidad de tres mil millones de tumanes) y ejecutado para evitar que delatara los nombres de sus aliados. Fue en este mismo proceso de privatización que se redujo el número de obreros de siete mil a cuatro mil personas y aumentó el coeficiente de explotación en la fábrica. Desde el año 2013, y de manera alterna, los obreros de esta fábrica han estado de huelga y en protesta para exigir el cumplimiento de sus derechos.

Meisam Al-Mahdi es uno de los obreros reconocidos del Grupo Nacional de Acero de Ahwaz. Comenzó a trabajar en la fábrica en 2007, primero como jornalero en el restaurante y después, mediante contratos temporales, en la sección de producción. Hasta el día en que se vio obligado a la clandestinidad y tuvo que abandonar Irán, estuvo trabajando en esta misma fábrica. Conversamos con él en relación a las luchas de estos trabajadores…

B. Gh.

P: ¿Alguna vez fue pública la Fábrica de Acero de Ahwaz?

M: Sí, hasta antes de la presidencia de Ahmadinejad era una fábrica estatal. El plan de privatización de las grandes fábricas se implantó en el periodo de Ahmadinejad. Debido a los planes de este periodo, y especialmente a causa de la privatización de la fábrica, nunca nos hicieron contratos fijos. Nos hacían contratos cada tres meses. En aquel periodo, ocurrieron muchas cosas en las fábricas industriales de Irán. De repente se habló de que algunas fábricas estaban en quiebra. Por ejemplo, en el caso de la nuestra, la declararon en quiebra cuando seguíamos produciendo; además, teníamos una producción adecuada. Pero dijeron que estaba en bancarrota y que ya no era “rentable”; entonces, sin celebrar ninguna subasta, la entregaron al sector privado. Quienes se adueñaron de las empresas pertenecían a las bandas capitalistas relacionadas con Ahmadinejad. Arya Mansur era uno de ellos y se adueñó no sólo de la Fábrica de Acero sino también de los ferrocarriles de Irán y el conjunto de empresas Damash.[3] Tiempo después lo ejecutaron por malversación. Pero todos los obreros saben que lo ejecutaron para que no delatara a los demás, porque en la corte repetía que iba a decir los nombres de todos. Asimismo, no debemos olvidar que durante la presidencia de Ahmadinejad se creó un gran número de corredores industriales y zonas de libre comercio.[4] Sabemos que la estructura misma de estas zonas está en contra de la clase obrera, porque en ellas la situación de los obreros es desastrosa; yo mismo he vivido en una de ellas, la región de Arwand,[5] y sé qué les ocurre a los obreros y la gente de base cuando una zona se declara de libre comercio y ocurren las privatizaciones.

P: ¿Cómo se consiguen los terrenos para las zonas de libre comercio?

M: En Ahwaz nos hemos enfrentado a varios periodos de confiscación de territorios. Empezó en la época de la dinastía Pahlavi y sigue hasta ahora. Durante la presidencia de Rafsanjani las tierras se confiscaban para los planes de producción de azúcar. Rafsanjani inventó su propia manera de confiscar las tierras de la gente: inhabilitaron los terrenos; por ejemplo, construyeron muchas presas sobre los ríos y, mediante su mala administración, hicieron que el agua del golfo entrara en los terrenos de la gente y los salara para que ya no fueran cultivables; poco a poco desertificaron estos terrenos y después se los compraron a las personas a precios muy bajos. Aquellos que se resistieron fueron encarcelados; algunos todavía hoy siguen luchando y no se han rendido frente a la venta obligatoria de sus tierras; aunque estas tierras, que la gente había heredado de sus antepasados, ahora son propiedad del Estado, estas personas siguen viviendo ahí y no están dispuestos a entregarlas. Las zonas de libre comercio se han construido mayormente en los terrenos de la gente.

P: ¿Qué porcentaje de obreros persas, árabes o lores había en la fábrica?

M: En la Fábrica de Acero, había un número considerable de obreros árabes y esto era excepcional en comparación con las fábricas nuevas que suelen discriminar a los árabes. En muchas de las nuevas fábricas o empresas petroleras, nos discriminan claramente adoptando una postura nacionalista y racista. Nos preguntan directamente si somos árabes o si ven que tenemos nombres o apellidos originariamente árabes como Al-Mahdi, Tamayomí, Bani Torof, etc., no nos contratan. Los obreros árabes se ven obligados a cambiar sus apellidos para poder conseguir empleo.

P: Y dentro de la fábrica ¿cómo se trataba a los obreros árabes?

M: Nosotros pasamos una temporada muy difícil en la Fábrica de Acero; me refiero al periodo de la multiplicidad de los contratistas. En Ahwaz la mayoría de los contratistas no son originarios de la zona. Cuando estas personas no originarias quieren ir como inversionistas a regiones donde viven muchas personas árabes, les dicen que los árabes somos gente peligrosa marcándonos con diferentes falsos atributos. Y dejemos de lado cómo quieren convertirnos en fuerza de trabajo barata por esta vía.

En fin, cuando teníamos varios contratistas, este tipo de discriminaciones se daba más. Por ejemplo, yo tenía mucha experiencia como técnico de blooming, que es una de las máquinas más excepcionales de ahí, pero como soy árabe, no me daban el derecho de ejercer este puesto y un obrero no árabe, quien no conocía bien la máquina, era mi supervisor. Esto lo supe después de un tiempo y supe también que este obrero quien había ocupado el puesto que me correspondía, ganaba el doble que yo. Estos comportamientos eran muy comunes. Incluso los obreros especialistas árabes que habían estudiado metalurgia, técnica mecánica u otras ramas relacionadas con la producción, trabajaban bajo la supervisión de personas que venían de estudios no relacionados y que habían ganado sus puestos gracias a favoritismo. Por ejemplo, el ingeniero jefe de nosotros era especialista en riego agrícola, mientras que en la fábrica había ingenieros y obreros árabes con especialidad en metalurgia; pero ninguno llegaba a ocupar puestos altos, porque los contratistas pensaban que los árabes, vayan donde vayan, se llevan y juntan a sus masas y se organizan; por esto siempre nos marginalizaban para que no tuviéramos la oportunidad de organizarnos.

P: ¿Esta política se dictaba desde arriba o era la decisión de los propios contratistas?

M: Creo que no veo órdenes gubernamentales en los comportamientos racistas. Pero la estructura del sistema les da a las personas ventajas y posiciones desde las cuales se sienten suficientemente poderosas como para pensar que pueden repartir los empleos con base en la etnia. ¿Por qué habló de posiciones? Imaginemos a una persona persa que viene de Teherán como inversionista: en primer lugar, viene de la capital del país y, en segundo lugar, es dueño de una lengua que considera la del poder y dominio. Él viene a una ciudad situada en los márgenes de este país, así que mira por encima de los hombros incluso a aquellos de su propia clase que viven en esta zona, y a los obreros ni se diga. Mediante desigualdad, opresión y la discriminación nacionalista, el sistema le da el poder de adoptar comportamientos racistas y miradas discriminatorias.

P: ¿Entonces se trata de un problema estructural?

M: Exactamente. Al menos en la geografía donde yo vivo, no podemos hablar del racismo como un asunto puntual: se trata de un comportamiento repetitivo, producido a lo largo y ancho de la estructura de un sistema. Las clases, la discriminación, el racismo, la opresión, etc., no se han creado en una sola noche, sino que tienen una larga historia.

P: ¿Y cómo es la relación de los obreros de diferentes etnias, por ejemplo, persas, lores y árabes, entre sí?

M: Los comportamientos capitalistas producen procesos que derivan en discriminación entre los obreros. En relación con los obreros, estamos frente a una clase y no frente a individuos. La clase se ve afectada por las corrientes económicas y los procedimientos de repartición de puestos. Es decir, debido a la pobreza y a las malas condiciones de trabajo en la sociedad, si a un trabajador le ofrecen un cierto puesto, lo aceptará aun sabiendo que no lo merece. La discriminación de los obreros árabes es muy clara. Yo tenía compañeros que no eran árabes, pero como se relacionaban con nosotros árabes, también eran acusados de tener tendencias separatistas. Estas personas incluso se sentían aisladas dentro de la propia estructura obrera porque se sentaban con nosotros. Ahora bien, desde otra perspectiva en la cual vemos una fábrica cuyos trabajadores están protestando, una fábrica que no funciona bien, los problemas se vuelven generalizados. Ahí si alguien adopta un comportamiento discriminatorio, es él que se aísla. Estamos hablando de los obreros árabes que sufren más discriminación y opresión a nivel nacional; personas que padecen un mayor conflicto social y de clase, son eliminados de la sociedad, y por esto son más radicales. En las condiciones radicales, incluso las personas que suelen tener comportamientos nacionalistas y racistas se ven obligadas a respaldar a la fuerza radical; pues ni tienen el poder de enfrentarse a la corriente obrera radical, ni la capacidad de crear su propia organización. En la estructura de la organización, tenemos a trabajadores pertenecientes a distintas corrientes y entre ellos están también los nacionalistas y racistas. Pero como hemos creado la organización con los obreros radicales, esas corrientes nacionalistas y racistas están bajo control. Otro asunto que, en la estructura de esta organización, se crea una nueva cultura y los comportamientos nacionalistas y racistas arraigados en la ignorancia se suprimen gradualmente.

P: ¿Por qué empezó la lucha de los obreros de la Fábrica de Acero de Ahwaz?

M: Creo que cuando nos referimos a los obreros, es importante saber de qué periodo temporal y qué geografía estamos hablando. Creo que los obreros que trabajan en Ahwaz siempre han experimentado una opresión mayor. Siempre han sentido que han sido eliminados; cuando hayas sido marcada como “persona non grata”, tus ideas nunca se toman en serio. Es la estructura del capitalismo que crea estas condiciones, y es así en todo el mundo. Ahora bien, aquel trabajador eliminado de la sociedad se encuentra también dentro de la fábrica. Sin duda, las protestas obreras siempre empiezan por desigualdad entre clases, por las diferencias de salario y la falta de pago de los sueldos. Ésta es la identidad de estas protestas. En Acero de Ahwaz, esto ocurrió tras la privatización de la fábrica, cuando se supo la gran malversación que se había realizado y el Poder Judicial confiscó la fábrica. Durante esta confiscación, las ganancias de lo que producíamos acababan en las cuentas del Poder Judicial. Poco a poco empezamos a protestar. La base de nuestras protestas era: si la fábrica se va a vender a plazos a un capitalista, los obreros preferimos participar en las subastas y comprarla nosotros mismos, aunque esto signifique la disminución de nuestros sueldos. Nosotros también podemos gestionar la fábrica, y además dominamos la parte técnica mucho mejor que los capitalistas y directivos que vienen de fuera. Estas ideas, estos momentos, la falta de pago de los sueldos, dieron comienzo a las protestas. Creo que nuestros pequeños movimientos nos convirtieron en grandes luchadores.

Pero, en fin, el momento del comienzo de las protestas suele ser protestar por los sueldos. Las desigualdades y opresiones son numerosas, pero el sueldo puede funcionar como un buen pretexto para que los activistas puedan reunir a todos nosotros los obreros en torno de un tema central, para que, en el proceso de las protestas, se hablen de muchos otros asuntos.

P: ¿Cuándo sucedieron las primeras protestas?

M: Nuestra primera protesta del 2013 tenía el objetivo de expulsar a los liberales y a los varios contratistas presentes en la fábrica, para que nosotros tuviéramos que ver sólo con un contratista único. Quizá esto le parezca chistoso. Pero el asunto era que en la fábrica teníamos varias secciones (producción de tubos, acero, vigas de hierro, alambres, maquinaria, etc.) y cada una tenía a su propia contratista. El de la sección 1 no pagaba los sueldos, el de la sección 2 sí pagaba sueldos, pero no daba seguros, etc., y no era posible que nos reuniéramos en torno de un problema común. Así que el punto más importante en el que debíamos enfocarnos era el número de contratistas. Cuando estos contratistas se fueron, los sueldos se convirtieron en el tema central. Y debo decir que ocurrió algo interesante: dejaron a un contratista económicamente fuerte; nosotros habíamos pensado que empezaríamos a organizarnos tan pronto como éste dejara de pagar los sueldos, pero como tenía suficiente dinero, los pagaba a tiempo y nosotros no sabíamos con qué idea seguir. Nos preguntábamos por qué lo habían dejado a él. Me refiero a Arya Mansur (Khosrawi) mismo: sus finanzas andaban bien y pagaba los sueldos…y nosotros estábamos enojados y sentíamos que todo había llegado a un callejón sin salida; no sabíamos qué hacer.

Entre 2015 y 2016, cuando la fábrica iba hacia su quiebra, nuestras protestas alcanzaron su auge. Pero cuando queríamos hacer huelga, los obreros no usaban la palabra “huelga”; decían que querían dejar de trabajar o parar la línea de producción. Nosotros, los obreros marxistas, no decíamos eso. Nos preocupaba fijar nuestra propia literatura. Me acuerdo de que en aquel entonces no sabíamos qué hacer: ¿escribir? ¿publicar? ¿hablar con esta literatura en las redes sociales?

Permítame contarle una anécdota al respecto:

Yo era técnico de las máquinas de Blooming.[6] No era operador y no trabajaba con la máquina, me encargaba de la parte mecánica. En la maquinaria sensible siempre existe un interruptor oculto y el obrero que había sido técnico de esta máquina antes que yo, me había mostrado dónde se encontraba dicho interruptor. Un día que me sentía muy frustrado, apreté este interruptor y se paró toda la fábrica. Por mucho que lo intentaron, la máquina no funcionó. Trajeron a los ingenieros mecánicos, eléctricos, etc., pero nadie pudo hacer nada (y tengo que decir que los ingenieros suelen creerse mejor que los obreros y piensan que no pertenecen a la clase obrera y esto es causa de mucho enfado entre los trabajadores). En fin, yo estaba parado ahí, fumando mi cigarrillo, y los veía romperse la cabeza. Ya era hora de irse a casa; iba a cambiarme cuando el ingeniero me preguntó a dónde iba. Le respondí que a mi casa. Me dijo: “la máquina todavía no funciona”. Dije: “¿Y qué? ¿A caso soy yo su responsable?” Respondió: “¡Sí!” Dije: “Bueno, seré su responsable, pero no soy su dueño. ¡Que venga su dueño y la haga funcionar!” Me dijo: “¿Qué manera de hablar es ésta? ¡Es inhumano este comportamiento!” Le dije: “Estoy cansado y me toca descansar; ha terminado mi jornada y quiero irme a casa”. Él no sabía qué hacer. De todos modos, yo me fui a casa y ellos tuvieron que venir a buscarme ahí. Después de dos días, puse en marcha esta línea. Ningún otro obrero estaba dispuesto a poner la máquina en marcha, aunque muchos sabían de la existencia del interruptor oculto. Me promovieron y fui operador de esta misma máquina. Pasaron unas semanas. Un día que me encontraba en el trabajo y estaba aprendiendo cómo usar los rodillos, de repente me di cuenta de que tenía un radio transmisor delante: algo mucho mejor que las redes sociales, pensé, pues trescientos obreros me escucharían al mismo tiempo y esto estaba muy bien. Tenía turno de día y estaba conmigo un compañero un poco miedoso. Le dije que quería hacer huelga al día siguiente y que si él venía a trabajar tenía que participar en la huelga; le pedí que, si tenía miedo, mejor no viniera y que yo me responsabilizaría por él. Aceptó no venir. Al día siguiente, tiré hierro en la máquina. El ingeniero me preguntó por el transmisor por qué no trabajaba. Mientras todos los obreros escuchaban mi respuesta, le dije: “Mi esposa e hijos no tienen qué comer. ¿Por qué debo trabajar? ¿Por qué sudar y desgastar mi vida y mi espíritu aquí, si no hay nada en este trabajo que me haga feliz o que aporte felicidad a mi familia?” Me dijo: “¿Me estás amenazando?” Respondí: “¡No, hago huelga!” (y era la primera vez que la palabra huelga se usaba en la fábrica). Preguntó: “¿Haces huelga tú sólo?” En este instante tuve miedo porque había mucha tensión. De repente todas las radios empezaron a sonar: “No, no está sólo, estamos todos con él”. Ahí sentí lo bello que era escucharse entre compañeros.

P: ¿Por qué hicieron huelga?

M: Comenzamos con el tema de los sueldos. En el primer año de protestas, llevaban seis meses sin pagarnos los sueldos. Fue nuestra primera protesta y huelga fuera de la fábrica; ocurrió a finales de 2016 y principios de 2017: salimos 17 días de la fábrica y cerramos todas sus puertas. No salió ningún producto y tampoco entró nada; hasta que nos pagaron tres meses de los sueldos retrasados.

Pero las protestas no se limitaron al tema de sueldos: en nuestra última huelga, la fábrica no nos debía pagos. Habíamos entrado en la siguiente fase de nuestra lucha: enfrentarnos a la mafia de acero (acerca del impacto que tiene la mafia de acero sobre el medioambiente y las personas que ahí viven, quizá podamos hablar en otra ocasión). Habíamos ido más allá de las pequeñas demandas de carácter más cotidiano (guantes de trabajo, sanidad y seguridad del lugar de trabajo, etc.); éstas nos habían servido para darle una dimensión de protesta a la vida obrera y hablar de algunos temas, hasta llegar al asunto de los sueldos que puede ser un importante punto de partida común para los movimientos obreros.

P: ¿Por qué insistían en crear un ambiente de protesta?

M: Los obreros somos una clase y esta clase posee sus propias ideas políticas y su propio discurso. Quizá en aquel momento lo que nos importaba era divulgar nuestro discurso político entre todos los obreros para que hubiera un mayor entendimiento. Aunque creo que no es correcto decir “divulgar”, es mejor decir recordarles, porque los obreros siempre cargan consigo sus pesares. Lo importante era recordar el discurso político. En un ambiente carente de protestas, esto podía ser un potencial conveniente para la organización y creación de un movimiento de protesta. Pues cualquier protesta debe empezar con puntos y fases pequeños para después abordar asuntos más grandes. Creo que habíamos comprendido que no se puede salir adelante con temas generales: había que empezar con protestas más pequeñas que pudieran reavivar el espíritu de protesta en la clase.

P: Pero usted mismo era un obrero y no hacía todo esto desde fuera, ¿cierto?

M: Sí, pero no todos los obreros tenemos las mismas preocupaciones. Se trata de una ecuación en que algunas personas pierden y otras ganan. Aquellos que se han perjudicado más son los que protestan. Quiero decir que hoy en día tenemos obreros a quienes no les preocupa el tema económico o el estatus social. Al mismo tiempo, hay obreros desventajados que viven en pobreza y sufren discriminación. Naturalmente ellos tienen más preocupaciones y son ellos quienes crean vínculos entre los problemas fuera y dentro de la fábrica. Gradualmente, ellos se convierten en los obreros pioneros de la clase y el discurso político de su clase les importa. De ahí que les es relevante tener su propia literatura e intentan trabajar con sus compañeros para alcanzar la unión de su clase.

P: Usted dice que existen dos tipos de obreros en la fábrica: los que son más activos y los que no tanto. ¿En qué se diferencian estos dos grupos?

M: Existen diferencias económicas entre ellos. Por ejemplo, teníamos obreros, los ingenieros, quienes cobran un sueldo cinco o diez veces mayor que los demás trabajadores. También teníamos obreros que, gracias al respaldo de sus familias, no tenían problemas económicos y venían al trabajo sólo para tener seguro social. Pero lo más importante era encontrar un eje que pudiera unir a todos (tanto a los obreros con preocupaciones como a los acomodados que se habían cansado de protestar). Creo que esto fue un punto de inflexión en el proceso de nuestra organización.

P: ¿Cuál fue la reacción del régimen? ¿Cómo se relacionaba dicha reacción con la de los contratistas?

M: Nos confrontaban de dos maneras: dentro de la empresa los directivos nos despedían o amenazaban a despedirnos; y fuera de la fábrica nos perseguían la policía (uniformados o vestidos de civil) y las fuerzas de inteligencia y seguridad del Estado. Ambos estaban coordinados y seguían unas reglas muy claras y evidentes. La policía apoya el capitalismo. El gobierno respalda el capitalismo. Nosotros teníamos que encontrar el modo de neutralizar dichas reacciones o al menos tratar que el precio que teníamos que pagar fuera lo menos posible. Algunas veces teníamos éxito, otras veces, no. Avanzábamos con las protestas. Yo mismo fui torturado durante un periodo; y me detuvieron más de cuatro o cinco veces.

P: ¿Cuánto tiempo pasaba en prisión cada vez que lo detenían?

M: En 2015, estuve en un calabozo y ahí me torturaron durante un mes, en una celda muy pequeña. En 2016, el procedimiento de las detenciones temporales era así que te llamaban y si no respondías el teléfono, iban a tu casa y te arrestaban. Una vez me habían llamado por teléfono y yo no había contestado; entonces le llamaron a mi esposa, dieron la dirección de la escuela de nuestra hija y le amenazaron implícitamente diciendo que era posible que nuestra hija tuviera un accidente, y que si no queríamos que esto pasara yo debía contestar el teléfono la próxima vez que llamaran. Aquel día, yo tuve que presentarme con ellos. En otra ocasión, me detuvieron en la fábrica. Delante de todos los obreros me pusieron una bolsa negra en la cabeza y me llevaron. Estábamos obligados a no hablar en muchos lugares porque nuestro movimiento todavía era muy joven; algunos obreros tenían miedo. Teníamos que censurarnos para poder respirar, para poder subir la autoestima de los obreros y alejar el miedo de ellos.

Los periodos de prisión eran difíciles. No era sólo mi caso; les pasó a muchos compañeros. Yo hablo de mí. Venían siempre agentes del Ministerio de Inteligencia y nos molestaban en el trabajo. Varias veces fuimos despedidos; no iban uniformados, iban vestidos de civil. Si querían arrestarnos, venían junto con la policía, con varias patrullas y se presentaban en las casas.

P: ¿De qué los acusaban al momento de arrestarlos?

M: Yo soy árabe y muchos otros obreros árabes tenían el mismo problema. Nos acusaban de pertenecer a movimientos nacionalistas radicales árabes, tener tendencias religiosas radicales, etc. Te decían en la cara: te vamos a marcar y vamos a destruir tu nombre en la sociedad. O decían que podían fácilmente acusarnos de lo que quisieran y llevarnos a la prisión.

La organización obrera era muy importante para ellos. Nos decían que no teníamos en absoluto el derecho de organizarnos, ni siquiera dentro de la fábrica, porque sabían que los sueldos eran sólo un punto de partida para tocar otros puntos. Siempre tenían mucho miedo de que nos organizáramos, y aunque nos arrestaran poniendo otras excusas, en los interrogatorios siempre nos preguntaban acerca de las acciones organizativas y del papel que cada quien desempeñaba en ellas. Querían llegar al nombre de alguien en concreto; pero en nuestro movimiento, esto era imposible porque todo lo hacíamos en conjunto.

P: ¿Por qué tuvo usted que huir?

M: Primero permítame explicar cómo empezó mi vida clandestina. Ellos llevaban a cabo muchas detenciones: de vez en cuando, secuestraban a un obrero de su casa con el objetivo de obtener información que les diera herramientas para apagar el movimiento. Cuando uno de nosotros era arrestado, decía que estaba solo y que, si ellos se lo pedían, ya no participaría. Cuando me detuvieron a mí, me obligaron a sentarme frente a una cámara y confesar cosas que no había hecho: acciones peligrosas que nunca había realizado en mi vida. Me amenazaron con choque eléctrico y me pusieron delante de una cámara. Tuve que hacer aquellas confesiones. Después, me sentaron en una silla con los ojos vendados y me esposaron las manos y los pies. Me dijeron: “Ya que existe este video, debes ir mañana a la manifestación, dar un discurso y decirles a los obreros que ha terminado la huelga y que deben regresar a la fábrica”. Yo que había confesado a delitos muy serios, no podía arriesgarme y comportarme con obstinación. Les dije que, si me dejaban libre, haría lo que me estaban pidiendo. Recuerdo muy bien ese día: me habían detenido a las 12 del mediodía; alrededor de las cuatro o cinco de la madrugada siguiente me dejaron cerca de mi casa y me preguntaron si durante la mañana iría a la manifestación. Respondí que no. Me dijeron que lo había prometido. Les dije: “Estoy cansado y no he dormido nada. Voy a la manifestación bajo una condición: ahora entro a mi casa, si mis compañeros están ahí y despiertos, sí voy a la manifestación, porque me da vergüenza el que piensen que tengo miedo. Pero si no hay nadie, me duermo. Así los obreros pensarán que sigo en detención”. Aunque yo sabía que los obreros habían publicado un comunicado radical diciendo que, si no me liberaban, ellos atacarían la jefatura municipal esta misma mañana. Decían: “Todos somos Meisam”.

Cuando llegué a casa, estaban ahí todos mis compañeros. Fuimos a la manifestación. Yo subí e hice un discurso. Dije: “No tenemos nada que perder y hace mucho tiempo que hemos hecho de nuestros pechos un escudo para sus balas. El sonido de sus disparos, sólo rompe el miedo en nuestros corazones. ¡Resistiremos hasta el fin!” Los policías vestidos de civil estaban entre nosotros durante toda la protesta. Cuando quería subir a pronunciar el discurso, los compañeros estaban preocupados. Pensaban que quizás estuviera yo asustado y dijera algo que lo arruinara todo. Cuando dije aquellas palabras, creció el entusiasmo entre los obreros. A partir de aquel momento, ya no volví a mi casa y me estuve moviendo constantemente. El día que detuvieron a 41 obreros en sus casas, también atacaron nuestra casa; pero yo hacía mucho tiempo que no iba ahí. Pude ocultarme cinco días en los sótanos de la fábrica, porque debíamos organizarnos para apoyar a los obreros detenidos y continuar las marchas. Después tuve que vivir siete meses en la clandestinidad. Durante este tiempo, todas mis cuentas bancarias fueron bloqueadas. Anunciaron que me habían despedido de la fábrica. Cuando yo me oculté, la policía acudía con frecuencia a nuestra casa y mis hijos no podían ir a la escuela tranquilamente. La policía les seguía a la escuela y preguntaba a los maestros si su padre había aparecido por ahí. Habían generado mucho miedo. Además, mi esposa padece esclerosis múltiple y como se trata de una enfermedad rara, recibe medicamentos gratuitos de la Organización de Medicina y Alimentos y de la Media Luna Roja de Irán. Cuando no pudieron detenerme, le negaron a mi esposa su lote de medicamentos. Han penetrado hasta en la Media Luna Roja y las tareas de esta organización internacional son controladas por el gobierno iraní que la usa contra activistas como yo. Ya han pasado cuatro años y todavía debemos comprar sus medicinas cuatro veces más caras en el mercado negro. En fin, toman este tipo de medidas también para presionarnos.

P: ¿Cómo se relacionaba la lucha de ustedes con los demás movimientos en Irán?

M: Creo que, en cuanto a los modos de organización, la corriente comunista no se enfocó tanto en la Fábrica de Acero como lo hizo con los demás movimientos. Pienso y siento que esta falta de conexión se debió a la autogestión y autoconsciencia de los obreros de Acero, pues había mucho que discutir. Pero lo importante es que, en este proceso de cuatro años de protesta, nosotros aprendíamos más cada día. A cada paso que dábamos, veíamos con más claridad nuestras demandas y su transformación. En 2018 llegamos a un punto en las protestas en que la solidaridad de clase se manifestó en las calles. En vez de emitir un comunicado o escribir una carta abierta en apoyo a los obreros detenidos, estábamos en la calle, apoyándolos, gritando y protestando contra las detenciones. Estas protestas duraron 37 días y fueron una de las más largas huelgas callejeras de aquel entonces. En este proceso, un día nos llegó la noticia de la detención de los maestros; entonces cambiamos la dirección de la marcha y fuimos hacia la Secretaría de Educación. Ahí, frente a la Secretaría, gritamos la consigna de la unión de obreros y maestros. También cuando los estudiantes realizaron una acción en la Universidad de Teherán en apoyo a nosotros y algunos fueron detenidos, nos enteramos por la noche y a la mañana siguiente cuando salimos a la calle, cantamos la canción de “mi compañero de clase”.[7] Éste fue el punto de inflexión que mostró que nuestra unión no era de papel, sino una verdadera, sobre el suelo de las calles.

P: Cuando cantaban la canción de “mi compañero de clase”, ¿Qué pasó para que diga que creció la unión?

M: Estábamos protestando en la calle y la forma de activismo era otra. Estábamos viendo a tres mil obreros en la calle y alguna gente se nos había unido. Recuerdo que venían algunos adultos mayores y hacían un discurso entre nosotros; venían algunas abuelas y madres, les dábamos el micrófono y se pronunciaban: nos convertíamos en su voz en las calles. Ahí se evidenciaba la importancia de los nexos. Cuando eres obrero y cantas “mi compañero de clase”, estás gritando la consigna de unión con los estudiantes universitarios, y esto es muy importante. Era como si en aquel momento nosotros hubiéramos olvidado nuestros propios problemas y los estudiantes detenidos se hubiesen convertido en nuestra única preocupación; el día que fuimos frente a la Secretaría de Educación, habíamos dejado de lado nuestros problemas y nuestra preocupación principal en aquel momento eran los maestros detenidos. Esto se veía también en los discursos y slogans. Una de las consignas más importantes de aquellos días fue la de “explotación, desempleo: bandera de capitalismo” que se había convertido también en el slogan de los obreros en paro. Nosotros teníamos el deber de levantarlos sobre nuestros hombros; creo que éstos eran momentos importantes que dan un buen espíritu a cualquier protesta. Estos lazos eran verdaderos, prácticos, creados en las calles; de ahí que los considero relevantes y sensibles.

P: Usted habló del vínculo creado entre el movimiento de su fábrica y los demás movimientos en Irán. Uno de los centros industriales más cercanos a ustedes es La Agroindustrial Haft-Tappeh. Tengo entendido que durante un periodo ustedes realizaban algunas acciones conjuntas. ¿Puede explicar más al respecto?

M: Para comprender la relevancia de este vínculo, hay que revisar la historia de lucha de ambas fábricas. La empresa Haft-Tappeh tenía una larga historia de lucha y activistas obreros de renombre. La Fábrica de Acero también tenía su propia historia de luchas: en la década de los ochenta, contaba con obreros activos muchos de los cuales fueron arrestados por las fuerzas de la República Islámica, torturados y despedidos. Esta historia desempeñó su papel en la formación de este vínculo. Éramos dos grandes fábricas que protestaban. Cuando realizábamos nuestras protestas y huelgas nos dimos cuenta de que cada vez nuestras huelgas y las de Haft-Tappeh coincidían con la diferencia de una semana. Había un problema: si nos uníamos directamente a los obreros de Haft-Tappeh, aquello se convertía en un tema de seguridad del Estado y teníamos que enfrentarlo. Observamos los anuncios de huelga de Haft-Tappeh e intentamos hacer coincidir nuestras protestas con este movimiento. Haft-Tappeh realizaba lo mismo: estaba atento a cuando nosotros convocábamos una huelga y hacía coincidir sus acciones con las nuestras. Dentro de la fábrica nosotros tuvimos dos huelgas, pero nunca habían salido de la fábrica. Hasta que los obreros de Haft-Tappeh convocaron una, y dos días después, nosotros hicimos lo mismo. Así protestamos al mismo tiempo en dos ciudades diferentes: nosotros en Ahwaz, una de las ciudades más industriales de Irán donde las clases sociales se sienten claramente, y ellos en Shush, otra ciudad de igual importancia. Aunque los movimientos de ambas ciudades coincidían y protestábamos juntos de una manera impecable, el Estado no podía detenernos con la excusa de que estábamos realizando acciones conjuntas (pues en Irán la unión de dos movimientos es un delito; de hecho, recientemente hemos sido testigos de que dos activistas del movimiento de maestros de Francia que habían viajado a Irán sólo para solidarizarse con los obreros iraníes, han sido arrestados).

Nosotros teníamos que considerar todo esto: permanecer juntos, registrar nuestra unión en las calles sin tener que pagar un precio a cambio. Durante un periodo, la reacción del gobierno a nuestras protestas fue la detención de los obreros de Haft-Tappeh; entonces tuvimos que radicalizar nuestro movimiento. Por ejemplo, una vez le dimos el micrófono a uno de los obreros de Haft-Tappeh que había venido a Ahwaz, donde tres mil obreros nos habíamos reunido y había mucha genta y policía. Él pronunció un discurso y después hablé yo. Frente al edificio de la jefatura delegacional que es la sede central de la policía municipal y estatal, protestábamos y gritábamos consignas contra la detención de los obreros de Haft-Tappeh. Confrontando el Estado, mostrábamos nuestro poder como masas e intentábamos presionarlo así.

P: ¿Cómo era su dinámica para tomar decisiones?

M: En el primer momento de las protestas, todo empezaba con una emoción, un discurso o una reacción; pero conforme avanzábamos, sentíamos la necesidad de pensar juntos y poco a poco crecíamos. Así que, con el avance de la lucha y el paso del tiempo, todo lo que ocurría empezó a basarse en decisiones que tomábamos en conjunto. Pasara lo que pasara, nos consultábamos. Era importante que todos supieran qué acciones íbamos a tomar, porque nos estábamos enfrentando al capitalismo y su mafia que son respaldados por el Estado. El Estado es el dueño de la policía, el dueño de la dictadura; de ahí que nosotros teníamos que caminar juntos porque nuestro poder se arraiga en el hecho de que somos una masa numerosa y es en esta unión donde encontramos nuestra identidad de clase. Por lo tanto, debemos pensar juntos para lograr confianza en nosotros mismos, para alcanzar nuestro poder. No podíamos arriesgarnos a hacer acciones individuales e irracionales, porque esto podría resultar en la inconformidad de algunos obreros. Lo que nos importaba era que todos los compañeros estuvieran conformes. Claro que es ilógico esperar que todos estuvieran conformes al cien por ciento, pero cuando llegábamos a una conclusión que nos parecía la mejor, la poníamos en práctica.

P: ¿Cree que las protestas de ustedes crearon una forma de organización que anteriormente no existía?

M: Si ojeamos el archivo de las protestas de los obreros de Irán, vemos que en este momento estamos produciendo la literatura de nuestra clase obrera y también nuestra propia forma de organización. Los comportamientos que hoy en día observamos en la clase obrera iraní, tienen sus raíces en aquellos momentos y condiciones en los que los obreros de Acero se estaban organizando. Porque se traba de momentos que eliminaron el centralismo y el individualismo. Yo no veo el centralismo sólo en relación con la capital; el centralismo comienza con las personas y luego encuentra mayores dimensiones hasta llegar a la capital.

En aquel tiempo, nosotros quisimos confrontar una corriente gubernamental, activa dentro de la fábrica. Antes de nosotros, una fuerza obrera dependiente del gobierno intentaba reunir firmas con el apoyo y propaganda estatal para constituirse como una Asamblea Islámica; había conseguido juntar las firmas de más de dos mil obreros, del total de tres mil, y esto dificultaba mucho nuestro trabajo. Teníamos que realizar alguna acción que pudiera contrarrestar todo esto. Creo que uno de los problemas más importantes de la clase obrera es la humillación que ha sufrido; es decir hay obreros que piensan que su voto no se cuenta. En la estructura de la República Islámica, siempre han robado su voto. Voten o no voten, se les roba el voto. Así que sienten que su voto carece de valor e importancia. Nosotros teníamos que hacer algo para que aquellas personas que se habían cansado y perdido la ilusión de nuevo se juntaran alrededor de un eje común de demandas.

P: ¿Es decir crear una especie de identidad para ellos?

M: Sí. Esta identidad se crea sólo en la estructura de la organización obrera. El obrero percibe su identidad sólo cuando es parte de una masa y se siente poderoso, porque ahí su voto es efectivo. Por esto, nos propusimos crear pequeños comités. Es decir, si en la fábrica teníamos cinco secciones, creamos dos o tres comités pequeños en cada sección. Estos comités, al estar dentro de la estructura de la fábrica y sus secciones, involucraban a muchos trabajadores. Temas como la sanidad, la seguridad, etc., eran preocupaciones de los propios obreros e incluso sacaban a colación los problemas que algunos tenían fuera de la fábrica e intentaban encontrarles alguna solución. En aquellos pequeños comités, logramos reunir a los obreros y acabar con la dispersión. La idea de la creación de estos comités tampoco se concibió en una noche: se derivó de nuestra vida diaria y de nuestros problemas; en muchos casos las conclusiones a las que llegábamos se nutrían de la historia de las luchas de la clase obrera. No es que nosotros creáramos nuevos conceptos, pero produjimos nuevas formas y estructuras en ellos. Tras la formación de los comités y en el proceso de nuestras protestas, llegamos a la conclusión de que dichos comités necesitaban reunirse, conversar, consultarse y compartir ideas. Así surgió la necesidad de crear una asamblea general dentro de la fábrica para sentarnos a analizar las semanas que habíamos estado en protesta y pensar en el futuro: por ejemplo, cómo deberíamos reaccionar frente a las medidas de seguridad del Estado, etc.

Recuerdo que en algún punto de nuestras protestas llegamos a la conclusión de que en cada protesta debía hablar una persona diferente; pues considerando los movimientos que había en Irán, existía un alto riesgo de que nuestras protestas se confiscaran a favor de las corrientes derechistas y esto nos preocupaba mucho.[8] Cuando decidimos tener un portavoz, y teniendo en cuenta que nuestras protestas eran callejeras, nos enfrentábamos a un tema: si llevábamos a una misma persona a todas las protestas para que hablara, la policía podría identificarla, atacarla e ir a por ella. Entonces decidimos que en cada protesta hablara una persona diferente, procedente de un comité distinto. Así, además evitábamos el individualismo dentro de los comités mismos; evitábamos crear personajes conocidos; pues existía la posibilidad de que, en el futuro, estos mismos comités cambiaran de dirección y trabajaran contra los obreros y la asamblea general. Entonces era necesario que hubiera alternación para crear igualdad y equilibrio. Y lo más importante era que todos los obreros sentían que participaban en las decisiones y acciones.

Habíamos previsto que nuestras protestas serían largas, debíamos crear variedad para evitar el cansancio y el desgaste. Sentíamos que las protestas habían dejado atrás el tema de los sueldos y estábamos luchando directamente contra el gobierno y las mafias bajo su protección; sabíamos que iba a ser desgastante y que las represiones serían mayores. Habíamos definido los puntos a los que iríamos, entonces era necesario planearlo todo bien para que no quedara lugar a riesgos. Cuando decidimos la diversidad de los voceros, también habíamos pensado en las detenciones que se darían: ahora el Estado no podía detener a una sola persona y para poder arrestar a todos los portavoces, tenía que llevar a cabo una maniobra de mayores costos mediáticos; así nosotros seríamos más conocidos en la sociedad, pues si sólo detenían a uno o dos obreros, la noticia no tendría tanto alcance, pero la detención de treinta o cuarenta causaría una reacción masiva en los medios de comunicación. Esto era uno de los puntos importantes al que habíamos llegado en nuestras asambleas generales.

Aunque las protestas nos costaron detenciones, también nos otorgaron el beneficio de que nuestra voz fuera escuchada por la sociedad. Creo que hoy en día nuestra voz no se limita a Ahwaz ni a Irán: la voz de nuestro movimiento ya es internacional. Hemos sido testigos de cómo los obreros de acero en Argentina o en Europa levantaban sus banners en apoyo a nosotros. Éstos estuvieron entre los momentos más bellos que experimentamos, momentos que nos sacaron una sonrisa; pues veíamos que nuestra voz no sólo alcanza las calles y las fábricas del lugar donde vivimos, sino que ha crecido y se ha vuelto internacional. Se habían unido las voces de toda la clase obrera y vociferaban sus demandas comunes. A pesar de toda la amargura de la vida, esta sonrisa era muy dulce.

P: Estas propias formas que tienen para organizarse, ¿siguen siendo vigentes?

M: Debido a las malas condiciones de seguridad, hoy en día estas formas organizacionales se practican de manera semiclandestina. Pero sentimos que, gracias a los vínculos establecidos, las huelgas más recientes de los obreros por obra determinada se han inspirado, en gran medida, en la estructura semiclandestina de nuestra organización, formada por varios comités y una asamblea general. En las protestas de los obreros por obra determinada no podemos hablar exactamente de comités, pero secciones variadas y dispersas hacen huelga y después, estas mismas secciones, para alcanzar sus objetivos, buscan formar asambleas en diferentes ciudades (y ya lo lograron en unas tres ciudades). Mediante la relación que tenemos con los compañeros obreros de petróleo sabemos que su forma de organización también se inspira en la nuestra. Además, seis meses después de la formación de nuestra organización, cuando hubo una inundación en Ahwaz se crearon comités populares. Nosotros, como obreros, estuvimos apoyando dichos comités construyendo represas y proveyendo lo que la gente necesitaba. A pesar de que la República Islámica nos ha estado reprimiendo, nuestras ideas creen día a día y estamos viendo nuestra forma de organización en la sociedad. Pero de manera intencional no queremos que esta forma de organización sea registrada a nombre nuestro. Estamos confrontando un Estado dictatorial y si anunciamos que esta forma de organización es nuestra, nos pueden atacar y sufriremos pérdidas.

[Por otro lado] cualquier organización que se proponga avanzar con una jerarquía de tipo pirámide, como lo vemos en el caso de los sindicatos, está destinada al fracaso; pues cada pirámide termina en una punta [donde se ubica el líder]. Ahora, si tenemos por un lado al obrero empobrecido y por otro, al capitalismo y a la dictadura, existe la posibilidad de que el obrero, para evitar los golpes de represión, quiera aliarse con el gobierno o con los dueños del capital. Los comités rompen con la identidad piramidal de las organizaciones y cuando el gobierno se dispone a reprimir una organización obrera, dicho movimiento no se puede apagar con la eliminación de algunas personas, de líderes o pioneros. Porque al no existir ahí una jerarquía de pirámide, no existe el individualismo. Así que este tipo de organizaciones tiene una larga vida, aunque la sociedad no pueda ver con claridad que aquí existe una organización con un portavoz determinado.

Como movimiento obrero, nosotros no podemos arriesgarnos a eso. En las confrontaciones, en esta guerra cara a cara, pagamos el precio. Pero en la organización debemos cuidarnos. También está el asunto de las familias. El obrero que se expone a la detención debe pensar en cómo saldrá adelante su familia. Así que actualmente, nuestra mayor preocupación es cuidar a los activistas, abolir el individualismo y enfocarnos en pensar y trabajar juntos para que nuestras huelgas, nuestros movimientos obreros, tengan una vida más larga y avancen con fuerza.

P: Considerando las condiciones actuales de Irán, es decir, las protestas de los jubilados, maestros, etc. y la fuerte represión del gobierno hacia los sindicatos como el de los conductores de autobuses, ¿cuál cree que es el futuro de nuestra sociedad? ¿y qué futuro les espera a los obreros de la Fábrica de Acero?

M: Tenemos esperanza… hasta el punto de que algunos piensan que estamos alucinando. Pero no se trata de alucinación. Cuando repasamos nuestras acciones de los últimos diez años, vemos que, si al principio éramos dos, luego fuimos cinco, diez y después miles de personas. Vemos cómo ha sido este crecimiento gradual, esta unión de fuerzas. Me acuerdo de que cuando hace cinco años repetíamos la consigna “Obrero, maestro:¡Unión!” frente a la Secretaría de Educación, vino una maestra y dio un discurso entre nosotros. Cuando estábamos protestando, los jubilados, un movimiento todavía joven, buscaban organizarse mejor. No quiero decir que nuestras protestas sean el eje de todas las protestas sociales en Irán, pero creemos y entendemos que, en las estructuras dictatoriales, las tradiciones de lucha callejera se heredan. Es decir, cuando nosotros salimos a las calles, aprendimos algo de los movimientos de los maestros y jubilados. Quizá nosotros los complementamos. Cuando observamos el movimiento de los jubilados en el marco del sistema dictatorial de Irán, vemos un potencial muy importante. Me atrevo a decir que el potencial del movimiento de los jubilados es algo que no podemos encontrar en el movimiento de los maestros. Lo que suma importancia al movimiento de los jubilados es su estructura social: tenemos a un jubilado que tiene en casa un hijo obrero o un hijo desempleado; entonces estamos frente a una persona que protesta y sus dos hijos también comparten su protesta. Ésta es una cultura de protesta. La educación obrera que se da dentro de las fábricas (y no una educación jerárquica de arriba hacia abajo como es el caso de la relación maestro-alumno) resulta en la organización. El único movimiento capaz de traer al obrero de la fábrica a las calles del barrio es el de los jubilados; éste es el movimiento que también vincula y une a los trabajadores y desempleados.

La forma de vida de los jubilados hace que su movimiento tenga un gran potencial; aunque este potencial no sea constante y su organización sea joven, estamos frente a personas que han trabajado al menos treinta años en las fábricas. Hoy en día, tenemos delante a una persona mayor que es radical. Su modo de hablar y su literatura son más radicales que los obreros porque no tiene nada que perder. Frente a la privatización y el neoliberalismo que existen en Irán y dividen a los obreros (es decir, los obreros de fundición de hierro, los de ferrocarriles, minas, etc. al no trabajar bajo la supervisión del gobierno y ser supervisados por capitalistas y dueños privados, no tienen demandas comunes) su potencial de unión se debilita. Pero los jubilados tienen sueldos definidos y en toda la geografía de Irán el potencial de su organización y movimiento es mucho más envolvente e incluyente. Si observamos la estructura social de esta capa de los obreros, vemos que gozan de un potencial muy alto, a nivel de los hogares y los barrios, para generalizarse. Lo que hoy necesitamos es que haya diálogo entre los movimientos obreros y el de los jubilados. No sólo para crear vínculos, sino para que recordemos que ambos movimientos son cercanos y gozan de un alto potencial.

Quisiera reiterar que hoy en día, en cualquier sociedad, cuando queremos formar una organización a nivel práctico, no podemos ignorar las condiciones psicológicas de la sociedad y la humillación sistemática que la gente sufre. Y cuando las tomamos en cuenta, vemos que hay mucha esperanza de que estas protestas y organizaciones crezcan. La sociedad iraní en protesta se divide en dos grupos: los derechistas y los izquierdistas; y los derechistas son los dueños de los medios de comunicación y su voz se escucha más que la nuestra. Creo que actualmente una de las mayores preocupaciones de las corrientes de derecha y aquellas que en 2022 siguen apoyando la monarquía es cubrir las noticias relacionadas con los obreros y, al mismo tiempo, suprimir el discurso político obrero. Se puede decir que la conspiración de los medios de comunicación es muy clara y evidente. Éstos siempre intentan convertir a la gente de base, al movimiento obrero y a los que protestan en actores “extras” y confiscar sus revoluciones. Así que importa mucho que además de levantar nuestra voz en protesta, declaremos nuestras ideas y nuestro discurso político. El movimiento obrero tiene una tarea difícil, pero será una muy buena lucha.

¡Gracias por su tiempo!

Notas:

[*] En el idioma farsi no hay distincción entre los géneros. En la traducción al español de la introducción se decidió usar la forma inclusiva debido a que hay mujeres y hombres que trabajan en la fábrica y que participan en la lucha obrera. Al hablar de los obreros Meisam Al-Mahdi se refiere a mujeres y hombres.

[1] Para más información véase: https://rebelion.org/muchos-de-los-miembros-del-sindicato-de-los-obreros-de-haft-tappeh-han-enfrentado-represion-tortura-y-encarcelamiento/

[2] En 2006, Ali Jameneí anunció modificaciones al artículo 44 de la Constitución. Dicha modificación tenía el objetivo de “crear un lecho adecuado para la presencia del sector privado en las actividades que anteriormente eran exclusivas del gobierno” (véase: https://ipo.ir/تاريخچه) permitió la entrega de hasta 80 por ciento de las acciones de las empresas estatales al sector privado, facilitando así una privatización generalizada en todo el país.

[3] Arya Mansur comenzó sus actividades económicas en 2001 con la fabricación de cajas de fruta. Fue después de conocer a una de las autoridades políticas de la ciudad de Rudbar, al norte de Irán, que sus aventuras económicas comenzaron y, conformé se alió con otros políticos, su capital creció enormemente. Damash fue el primer conjunto de empresas que se registró a su nombre. Este conjunto incluía a empresas pertenecientes a sectores muy diferentes, entre ellas: agua mienarl, deportes, transporte, etc. Arya Mansur fue propietario de más de 37 empresas entre las cuales se encontraban bancos, industrias de acero, magnesio y hierro, minerías, productores de alimentos, empresas de electrónica, construcción, informática, etc. Antes de ser acusado de malversación en 2011 y ejecutado en 2014, había recibido un reconocimiento gubernamental como mejor empresario y empleador. Su caso, que evidencia la corrupción inherente al sistema político y económico de la República Islámica, lamentablemente no es una excepción en Irán.

[4] Esto sería el equivalente de lo que actualmente se está desarrollando en el Istmo de Tehuantepec en México.

[5] La zona de libre comercio Arwand, una de las nueve que existen en el país, se ubica en el noroeste del Golfo Pérsico (cerca de Iraq y Kuwait), al sudeste de la provincia de Juzestán; abarca las ciudades de Joramshahr y Abadán y tiene una extensión de 37400 hectáreas. En ella confluyen los ríos Arwandrud y Karún.

[6] Se trata de una máquina que toma el primer hierro del horno y convierte los lingotes de 200mm a 150mm, que luego entrarán a los rodillos que producen vigas de hierro.

[7] Titulada “yar-e dabestani-e man” en persa; la letra de la canción es de Mansur Tehraní y se publicó por primera vez con la voz de Fereydoun Forughí como parte de la banda sonora de la película Az faryad ta teror (Mansur Tehraní, 1981). Su contenido hace referencia directa a las luchas estudiantiles contra el régimen Pahlaví, pero hoy en día se utiliza en relación con los movimientos estudiantiles en general. Para escuchar la canción: https://www.youtube.com/watch?v=1GpSKN_ZTj4

[8] Las corrientes derechistas abarcan tanto a las corrientes de derecha estatales como a la oposición burguesa en el extranjero (como los monarquistas). En cada periodo, cuando las protestas llegan a las calles, el bando que no tiene el poder gubernamental en este momento intenta responsabilizar al bando que está en el poder y decir que las protestas se deben a la corrupción o deficiencia del otro bando. Así, por este medio, la totalidad del sistema se salva de la cuchilla de las protestas y éstas son utilizadas para los intereses de los diferentes bandos. Del mismo modo, los bandas capitalistas opositores al régimen de la república Islámica en el extranjero que se han reunido en torno del hijo del último rey de Irán, intentan beneficiarse de estos movimientos para condenar al régimen, como si durante el reinado del monarca Pahlaví no hubiesen existido la explotación y la represión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.